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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre Praxis política y estado republicano. Crítica del republicanismo liberal

«Tomamos consciencia de nuestro vivir, tras haber creado o reproducido el saber hacer mediante el que producimos en comunidad la vida»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. Nos habíamos quedado aquí. De acuerdo, con lo que estabas diciendo. También Sacristán escribió en su momento sobre el genero literario al […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.

Nos habíamos quedado aquí. De acuerdo, con lo que estabas diciendo. También Sacristán escribió en su momento sobre el genero literario al que pertenecía El Capital. Insisto en estos temas. ¿Por qué tiene tanta relevancia en Marx la palabra-concepto «crítica»? ¿Hay que tomarla en sentido kantiano en paralelo, por ejemplo, a la crítica de la razón pura?

La crítica es una actividad teórica a la que Marx se dedica con ahínco, desde siempre. Su obra cumbre El Capital, se subtitula «crítica de la economía política». O sea, esta obra tiene como fin o intención combatir una escuela teórica de pensamiento económico, la denominada escuela escocesa o de economía política, que interpreta la actividad productiva a partir de unas categorías teóricas que naturalizan el capitalismo, a partir de la antropología filosófica del individualismo antropológico, y que ocultan la explotación de los trabajadores, única fuente de creación de riqueza y valor. Es una crítica que desmonta las categorías axiológicas, heurísticas, base, en las que se fundamenta dicha escuela. A partir de ahí, Marx construye su propia constelación de conceptos o categorías, basándose en su ontología antropológica, y explica cómo toda actividad productiva se basa en el trabajo vivo humano que es subsumido o enajenado por el capital. Además, y por consiguiente, elabora también una crítica al capital por organizar la producción de un modo tal que su dinámica produce el caos económico, las crisis, y por basarse en el robo de la riqueza que él no produce, sino que produce la fuerza de trabajo. También obras anteriores de Marx llevan en el título la palabra crítica. La sagrada familia se subtitula con la frase sarcástica de: o crítica de la crítica crítica. Y La Ideología Alemana, esta obra se subtitula crítica de la modernísima filosofía alemana en las personas… y del socialismo alemán en sus diferentes profetas. Resumo el largo subtítulo.

De acuerdo, tienes razón.

Por todo ello, es muy importante reflexionar sobre el asunto de la crítica, que, como nos recordaba Sacristán, era un género literario muy frecuentado por los románticos, preguntarnos sobre su porqué. En su juventud, en carta al que era entonces su amigo, Arnold Ruge, Marx explicita que la única tarea que en esa época considera efectiva y posible es criticar; se trata de realizar intelectualmente, una crítica radical y «sin contemplaciones» del mundo existente. Y Marx critica también, mete dentro de esa crítica radical, las elaboraciones teóricas de quienes escriben otro tipo de elaboración, de índole -él se burla- profética, que escriben como si les «volaran a su boca palomas asadas», ya preparadas para ser consumidas. Estos «profetas», lo que presentan en sus escritos son alternativas, elaboradas desde el plano teórico, como filosofemas, para los problemas generados por la sociedad actual, alternativas, algunas de las cuales, incluyen «enmiendas a la totalidad» social, que incluyen planes para la reordenación total del mundo que entonces surge, el capitalista. Marx rechaza esta otra elaboración positiva, prescriptiva o elaboradora de propuestas de sociedad y de estrategias de aproximación a las mismas, hechas desde la teoría. Es la época en la que, a partir de lo que él sabe o cree saber que es el «comunismo», él rechaza también el comunismo, como otra más de entre las propuestas teóricas surgidas de la facundia intelectual de la razón teórica. Marx no «sabe» cuál será la alternativa al mundo existente, que él juzga monstruoso, digno de ser destruido. Por ello considera que la única tarea posible es su estudio y su crítica. Sí sabe -por eso actúa así- que el mundo nunca cambia porque haya pensadores que elaboren alternativas -Campanella, Tomás Moro, Saint Simón o los jóvenes de la izquierda hegeliana. Sabe, lo sabe por Hegel, por su concepción de la historicidad humana elaborada a la luz del majestuoso acontecimiento de la Revolución Francesa, y de las guerras napoleónicas, bien reflexionadas y comprendidas por el suavo, que el mundo social es fruto de las fuerzas que emergen de la propia práctica, de la razón práctica. Que lo que pintan los teóricos, ex ante, es fantasía.

Marx viaja a París. Y al llegar a París, ve una fuerza social emergente, que se organiza y genera actividad de lucha, que forma parte del nuevo mundo social, de la nueva razón práctica capitalista, y que se enfrenta con ella constituyéndose en razón práctica escindida. Una fuerza que comienza a pensar alternativas prácticas al mundo burgués a partir de su organización material, del ethos o cultura de vida que protagoniza y de la experiencia nueva que genera todo esto. Solo entonces cree Marx que hay alternativa; una alternativa material, esto es, un nuevo sujeto social en proceso de autoconstituirse, y una material praxis organizada nueva, emergente, que debate y elabora alternativas a la luz de la experiencia de lucha y de poder de control sobre la actividad que ella misma genera con su auto creación. Una entidad social que hace algo análogo a lo que hicieron, antes, los burgueses, los cuales no se constituyeron como clase porque algunos intelectuales -por ejemplo, los economistas- hubiesen aconsejado, antes de que existieran los capitalistas burgueses, que se dedicaran a eso, sino que surgen como resultado de su propia autoconstitución histórica, como clase.

Y esa entidad real, análoga a la que acabas de explicar, es la clase obrera de Paris.

Exacto. La constitución de una clase, la elaboración de su proyecto de alternativa social, el que sea, sin el que no es plenamente clase, es «anónima», porque surge de la participación práctica intencional consciente de miles y miles de personas cuyos nombres no quedan en los papeles. Y esta autoconstitución que es organizada, práxica, es previa a la aparición de sus intelectuales. Creo que Edward P. Thompson nos ha regalado una admirable, deslumbrante investigación probatoria sobre todo esto: La formación de la clase obrera en Inglaterra; Tradición, revuelta y consciencia de clase; Costumbres en común…No es que aquellas gentes no leyesen, no conociesen, en su caso, los textos de los metodistas protestantes, los de Thomas Paine, el girondino, los de William Cobett, junto a la Biblia, los milenarismos heredados, el mito burgués del inglés libre por nacimiento, etcétera, tal como el mismo historiador nos explica en sus obras. Pero esos textos eran un instrumento de reflexión para ellos desde su nueva capacidad de acción, creada en ellos mismos y desde su nueva experiencia.

En cuanto a Marx…

En cuanto a Marx, él se percata en París, de que se encuentra ante la secesión del Tercer Estado y la emergencia, la constitución en ciernes del Cuarto Estado, ante su proceso de organización en clase, ante la elaboración de un proyecto de cultura. Entonces, sólo entonces, concibe la tarea intelectual de otra manera. Concibe que existe otra forma de intervenir, usando la elaboración filosófica, que no es hacer volar palomas asadas desde la boca, desde el discurso del filósofo; que no consiste en la producción imaginaria de alternativas y estrategias políticas a ofrecerle a los obreros organizados sino elaborando reflexión segunda a partir de la experiencia de esas luchas, elaborando filosofar al hilo de la experiencia de la lucha. Un pensamiento que ayude a hacer más fértil el debate, la deliberación sobre el cómo proseguir la lucha. Pero este paso de Marx, desde la crítica a la praxeología, está admirablemente bien explicado en el capítulo segundo de El manifiesto comunista, donde Marx y Engels declaran ser comunistas y acto seguido explican que los comunistas no tienen ninguna teoría, ninguna ciencia, ningún proyecto elaborado ex ante, sino que tan solo son los que reflexionan sobre «ese movimiento que hay ante nuestros ojos…» etcétera. El uso que hará siempre Marx del trabajo intelectual de carácter científico es crítico, para combatir los intentos de justificar y legitimar el mundo existente y para poner en claro la maldad del mundo del capital, un uso crítico, y para animar, y urgir a los explotados a que se organicen para luchar y protagonicen su hacer. Pero Marx no pretende sustituir la razón práctica por la razón teórica: disparate antihistórico; nunca la cosa en la historia ha «funcionado» así.

Entonces la praxeología sería…

La praxeología es a su vez, una crítica matizada a Hegel y un retorno a Aristóteles, a la frónesis. Porque Hegel cree en la filosofía como un ex post radical, final, que elabora consciencia al final de cada etapa, y permite conocer a la comunidad lo que ha hecho, lo que ya ha ocurrido; no un reflexionar sobre la experiencia en tanto esta va siendo generada como resultado de una emergente capacidad nueva de organización y su inherente, nueva, capacidad de control sobre la nueva actividad que la organización en proceso posibilita. Solo una reflexión final sobre la experiencia negativa, respecto del mundo existente, una vez ésta ha excavado los fundamentos del mundo existente. Hegel sólo considera válida, solo considera que es experiencia, conocimiento nuevo de la consciencia, la de la negatividad, la del sufrimiento. Marx, por el contrario, valora también como aprendizaje creativo para la consciencia la experiencia generada en las personas por su acción organizada, positiva, creativa, la nueva causa eficiente que se auto constituye en el seno de la sociedad y genera una nueva razón práctica, un nuevo ethos en lucha con la clase dominante, desde el seno del mundo existente. Y por ello, Marx no se propone, en absoluto, sustituirla, ni tutorarla, sino integrarse en ella, formar parte de ella, y reflexionar sobre ella, sobre la experiencia de la consciencia -saber segundo… de la experiencia de la consciencia- a la medida que es generada por quien puede generarla, el Soberano que se autoconstituye organizadamente en nueva razón práctica y genera nueva actividad, nueva causa eficiente, nuevo ethos, nuevo mundo: el sujeto social en ciernes. Integrarse en esa práctica, participar de su experiencia, aceptarlas a ambas como los elementos constituyentes, y reflexionarlos, haciendo copartícipes de la reflexión a los demás mediante el debate público entre iguales.

Dos nombres, dos grandes nombres: Keynes, Marx. ¿Dónde estaría el punto esencial de diferencia en sus proyectos económico-políticos? Ya sé que has apuntado hacia esa diana en varios de tus desarrollos

El libro de Keynes propone alternativas de acción a ejecutar como ingeniería social, desde las instituciones del estado, acciones a ejecutar por las elites del poder, utilizando los recursos institucionales, para corregir los problemas de la sociedad: usar la moneda, relanzar el gasto, contratar asalariados por cuenta del estado aunque sea para cavar agujeros y volverlos a rellenar, etcétera. Nada que objetar.

Pero en Marx no hay recetas económicas, él no piensa la economía como un saber de sustitución/intervención en el nivel económico de la sociedad. Jamás se propone sustituir la intervención del Soberano, con la de las élites intelectuales, ni tan siquiera en este nivel. La investigación económica de Marx es un saber teórico que elabora crítica, que, a su vez, debe ser publicitada entre los subalternos, y ser medio de ellos mismos en su deliberación. Debe incitar a la lucha, argumentando sobre la injusticia del orden existente, no tratando de prescribir cómo deberá ser la liberación, ni el mundo alternativo. En la obra más célebre de Marx no hay una sola propuesta de receta de intervención económica, más allá de que los explotados, un día, «expropiarán al expropiador». Pero eso, que la ciencia económica no puede prescribir programas de intervención económica para sustituir el orden capitalista, ni definir cómo será el futuro ya estaba escrito en El Manifiesto. Esta vez sí vuelvo a traer la cita literal…

Cuando quieras.

Hacia el final del capítulo 2, precisamente tras ese paso sobre la elevación del proletariado a clase dominante, y después del paso aún más resonante en que se habla de «la violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción», suelta otra idea, de apariencia más modesta, sobre las medidas a adoptar por los explotados organizados; dice que esa medidas, «desde el punto de vista de la economía [la ciencia económica] parecerán insuficientes e insostenibles, pero que en el curso del movimiento se sobrepasarán a sí mismas…»

Entiendo por qué pones énfasis en «en el curso del movimiento».

Una sensata concepción de las capacidades y los límites epistémicos de la ciencia, de la económica en este caso, que solo puede explicar lo que existe, no definir lo aún por llegar.

Hablas de ello en algún momento de este apartado. ¿Qué significa exactamente desguazar el ideologismo de la escuela escocesa?

Quería expresar con ese giro que la teoría escocesa es una teoría económica que pretende legitimar el capitalismo, y elabora para ello un conjunto de categorías explicativas, que articulan un modelo teórico, en el que la explotación está excluida. Marx elabora una crítica de estas nociones matriciales del modelo explicativo.

Por cierto, ya que estamos en ello, ¿qué concepto de ideología usa Marx en su obra? ¿Equivale a falsa consciencia? ¿Qué sería entonces una consciencia verdadera?

Creo que falsa consciencia y consciencia verdadera no sería la forma más correcta de aferrar el marxismo. El pensamiento de cada época, el pensamiento fundamental, es el que posibilita la producción diaria del vivir, tal como he tratado de explicar anteriormente. Es la razón práctica, y no la consciencia teórica, verdadera o falsa. Tomamos consciencia de nuestro vivir, tras haber creado o reproducido el saber hacer mediante el que producimos en comunidad la vida. La experiencia de vida es la matriz a partir de la cual se desarrollan formas de concebir y de vivir la vida, el ser social determina la consciencia social. Un ser social que a su vez es creado por una praxis desarrollada a partir de un pensamiento, un saber hacer, productivo. Por supuesto, en un mundo escindido en clases, las clases dominantes, que han creado y se aprovechan de la única forma de producir la vida conocida, imponen sus formas de entender el mundo, porque la única experiencia de mundo existente que posibilita el vivir es el del mundo organizado por ellas. Y las elaboraciones intelectuales que se asientan sobre esta experiencia evidente – «auto evidente»-, son aceptadas y aceptables mientras el mundo que ordenan ellos permite ir viviendo, mientras la experiencia de las gentes les hace considerar vivible el mundo en que se encuentran…

Pero «no sólo»: porque incluso en los momentos en que el mundo resulta ya terrible, esas mismas ideas poseen peso, pueden seguir teniendo peso intelectual, no por su poder de engaño astucioso, sino porque, si los subalternos no han comenzado a organizarse y a crear materialmente una realidad alternativa y un hacer alternativo, sigue siendo verdad que no hay alternativa material de vida al margen de la existente, y la experiencia de la gente lo registra, lo sabe. La gente se siente a la vez, desesperada e impotente, y, en esos caso, puede ocurrir cualquier cosa. En la India del siglo XVlll, en la Irlanda de la gran hambruna del XlX, como nos explican nuestros historiadores, la pasividad ante la muerte. Pero puede caer, también, en la trampa de confiar en alguien que les convenza de tener una fuerza trascendente, una fuerza omnímoda que sí le permite resolver los problemas. Un Duce, un Führer. Recuerdo que Gramsci nos explica que el ascenso del fascismo es consecuencia de la experiencia de la derrota de la revolución del bienio de los consejos. La alternativa, para el «marxismo marxista», no es epistémica, es ontológica e histórica.

Está bien eso de marxismo marxista.

El marxismo no es un epistemologismo.

Te pregunto sobre esto, sobre el marxismo. Te pido un respiro.

Concedido.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.