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Trabajadoras domésticas inmigrantes explotadas en Medio Oriente

Fuentes: IPS

Hay un gran número de personas que viven fuera de sus países de origen, lo que hace cada vez más evidente la necesidad de parámetros legales más fuertes para proteger a los migrantes más vulnerables cuando violan sus derechos. «Es importante atender las cuestiones específicas a las que deben hacer frente las trabajadoras migrantes en […]

Hay un gran número de personas que viven fuera de sus países de origen, lo que hace cada vez más evidente la necesidad de parámetros legales más fuertes para proteger a los migrantes más vulnerables cuando violan sus derechos.

«Es importante atender las cuestiones específicas a las que deben hacer frente las trabajadoras migrantes en Medio Oriente», subrayó Somayya Mohammed, abogada especializada en migraciones, en entrevista con IPS.

«Las trabajadoras domésticas migrantes representan una parte importante de la fuerza laboral regional en el sector informal y están entre los grupos de trabajadores más vulnerables», precisó.

El Pacto Mundial sobre Refugiados que negocian los estados miembro de la Organización de las Naciones Unidas se concentra en cuestiones de derechos laborales y humanos, entre otros.

También será un instrumento significativo para mejorar la gobernanza en materia de migraciones y hacer frente a los desafíos que plantean en la actualidad los desplazamientos de personas.

La región del Golfo tiene unos 2,4 millones de migrantes, tradicionalmente procedentes de países asiáticos, la mayoría de Filipinas, Indonesia e India.

Las trabajadoras extranjeras en el Golfo forman parte del sistema kafala (visa patrocinada), que les impide irse de los países de la región o cambiar de empleo sin el consentimiento del empleador inicial.

Si infringen la norma, pueden ser detenidas y castigadas por «fuga» con multas, detención y deportación.

Algunos países de la región comenzaron a reformar el sistema.

El Consejo Federal Nacional (parlamento) de Emiratos Árabes Unidos adoptó un proyecto de ley sobre los trabajadoras domésticas que, por primera vez, les garantiza un día de descanso semanal, 30 días de vacaciones pagas, licencia por enfermedad paga y no paga, y 12 horas de descanso al día, entre otros derechos laborales.

El gabinete de Qatar también adoptó un proyecto de ley que garantiza un día de descanso semanal, 30 días de licencia paga, 10 horas de trabajo diario y un pago por terminación de servicio.

«Son avances significativos, pero aún no están acordes al Convenio sobre las Trabajadoras y los Trabajadores Domésticos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)», recordó Human Right Watch (HRW), con sede en Nueva York.

Las normas de Omán, por ejemplo, son muy débiles y no contemplan penas para los empleadores que violan las reglas. Es el último país de la región que no garantiza derechos laborales en su legislación, reza la declaración.

«Las trabajadoras domésticas, en particular, se ven obligadas a trabajar en aislamiento y bajo duras condiciones laborales, y son vulnerables a agresiones sexuales, entre otras formas de abuso», señala la organización.

Kuwait y Filipinas negocian un acuerdo, que al parecer garantizará una mayor protección y un marco normativo más fuerte para los trabajadores migrantes.

Muchos países asiáticos ahora verifican los contratos de sus ciudadanos en el exterior para chequear que los empleadores cumplen con un salario y condiciones laborales mínimas antes de permitirles viajar.

India y Sri Lanka también le piden a los patrocinadores depósitos de seguridad, que devuelven cuando la trabajadora regresa segura a su hogar.

Pero muchas investigaciones revelan que desde que los países asiáticos tomaron medidas para proteger a sus ciudadanas en el extranjero, los reclutadores extienden su demanda a lugares más baratos de África oriental, en especial a países donde hay mucha pobreza y un gran número de desempleados, lo que hace difícil rechazar la oferta laboral.

«La gente cree que van a ganar mucho dinero y se van a hacer ricos», indicó una trabajadora de Tanzania que estuvo en Omán, al ser consultada por IPS.

«Pero no saben que se van al infierno», alertó.

Cuándo se fue de Tanzania en 2014, creyó que había conseguido un trabajo soñado que le permitiría mantener a su familia en su país.

En cambio, pasó dos años virtualmente encerrada en la casa de su empleador, explotada y maltratada.

Tenía que hacer todas las tareas de la casa, ocuparse de cuatro niños, entre ellos un bebé recién nacido, y estar a disposición para levantarse a cualquier hora de la noche para cuidarlo, y luego levantarse a las cuatro de la madrugada para preparar el desayuno de la familia y aprontar a los niños para ir la escuela.

Además, podía comer dos veces al día las sobras, y le permitían comunicarse con su familia sólo 10 minutos cada dos meses.

Patricia Lawson, investigadora de la Coalición de Trabajadores Domésticas de Tanzania, entrevistó a 50 trabajadoras domésticas en Omán y Kuwait.

Unos 43 entrevistadas denunciaron que los empleadores les confiscaron sus pasaportes, las obligaron a trabajar siete días a la semana, y casi la mitad declaró que en un momento u otro las obligaron a quedarse en la casa o en los complejos residenciales, reveló Lawson, cuya organización se dedica a defender trabajadoras domésticas.

«La mayoría de las mujeres dijeron que sus empleadores les dificultaron la huida limitando sus comunicaciones durante semanas e impidiendo que se comunicarán con el mundo exterior», detalló.

«Y por lo menos la mitad no tenían ninguna privacidad y las obligaban a dormir en el piso de los salones de estar», relató Lawson.

Las mujeres que denunciaron agresiones sexuales dijeron que los hombres de la familia las agarraban, exponiéndose y entraban a sus habitaciones de noche. Muchas dijeron que las violaron.

«Los hombres se ponían violentos o nos amenazaban cuando nos negamos a sus avances», denunció Aisha, otra trabajadora doméstica que estuvo en Emiratos un año y luego en Omán, dos.

«O le mentían a sus esposas, diciendo que traté de seducirlos», añadió.

Las trabajadoras también denunciaron que no se podían comunicar con sus empleadoras por la barrera del idioma o por miedo a que las despidieran, indicó Lawson.

Además, dijeron que cuando se quisieron ir, sus empleadores o agentes les reclamaban que les devolvieran el dinero, y muchas veces era más de lo que habían ganado.

Un exfuncionario de la embajada de Tanzania en Omán dijo a IPS que ninguno de los casos de violación denunciados a la policía por trabajadoras domésticas que él había asistido habían avanzado, porque ellas se negaban al análisis forense o porque la policía, tras cuestionarlas, no les creía.

En el Golfo, cuando las autoridades no creen en una denuncia de violación, esta puede considerarse como una confesión de relaciones sexuales consensuadas, lo que deriva en cargos de zina (relaciones sexuales fuera del matrimonio) contra la víctima de violación.

La organización de Lawson les enseña a las mujeres a identificar las señales de explotación y hacen un seguimiento a las trabajadoras en el extranjero y llaman a la embajada si están en problemas.

Dada la falta de mecanismos de seguridad o de voluntad política para el cambio, es mejor «no decirle a las mujeres que no vayan, sino explicarles cómo viajar seguras», explicó.

Según el informe de HRW de 2016, Tanzania amplió las protecciones a las trabajadoras domésticas en el extranjero a partir de 2011, pero todavía hay muchas falencias en las políticas migratorias y de reclutamiento, que las pone frente a un gran riesgo desde el comienzo y ofrecen pocas oportunidades de reparación.

Tanzania le pide a sus ciudadanos que procesen sus solicitudes de emigración a través del Ministerio de Trabajo, pero muchos trabajadores emigran sin seguir ese camino.

Las autoridades disponen que las mujeres emigren a través de una agencia de reclutamiento, pero no fijaron estándares mínimos de cómo esas organizaciones deben asistirlas en casos de abuso ni inspecciones o penas frente a casos de violación.

«Impulso investigaciones. No me encontré con ningún caso que fuera investigado», observó Mickness Mahera, una dirigente política tanzana que ayuda a rescatar mujeres atrapadas en Medio Oriente, en entrevista con IPS.

Mahera reclama al gobierno que logre acuerdos laborales con los países del Golfo para proteger a las trabajadoras domésticas en el extranjero.

Traducción: Verónica Firme.

Fuente original: http://www.ipsnoticias.net/2018/03/trabajadoras-domesticas-inmigrantes-explotadas-medio-oriente/