Un accidente automovilístico y un divorcio complicado cambiaron la vida de Teresa. Después de 30 años de trabajo estatal, decidió abrirse espacio en el empleo independiente, que se ha convertido hoy en una de sus razones de ser. «Me vi sin trabajo, con una hija y un hijo adolescentes. Tenía sólo unos pesos en el […]
Un accidente automovilístico y un divorcio complicado cambiaron la vida de Teresa. Después de 30 años de trabajo estatal, decidió abrirse espacio en el empleo independiente, que se ha convertido hoy en una de sus razones de ser.
«Me vi sin trabajo, con una hija y un hijo adolescentes. Tenía sólo unos pesos en el bolsillo, pero no pensé que era el fin de mundo», cuenta Teresa Álvarez Carrasco, de 54 años, quien está al frente de un pequeño restaurante. Empezó haciendo croquetas y, como gustaban, cada día llovían los encargos. La nueva vida de esta cubana, licenciada en Economía, había comenzado.
«No planifiqué tener un restaurante, fue creciendo solo. Decoré el patio de la casa con plantas y piedras. Me dijeron que sacara la licencia y buscara un nombre», recuerda 10 años después de aquellos trámites.
«En mi antiguo trabajo, donde dirigía a decenas de hombres, me decían doña, así que lo llamamos `Doña Teresa´», dice, con la sonrisa en los ojos.
En medio de helechos y rejas, están las 12 capacidades, como establecen las normas para estos establecimientos, identificados popularmente como «paladares», nombre tomado de una telenovela brasileña cuya transmisión coincidió con la ampliación de esta actividad, en 1993.
A raíz de la crisis económica iniciada en la década del noventa, miles de trabajadores debieron quedarse en sus casas, percibiendo sólo parte del salario. Entre las reformas adoptadas, estuvo el trabajo por cuenta propia en especialidades a las que el Estado no podía dar respuesta.
Aparecieron en las ciudades y campos de la isla reparadores de todo tipo de equipos, prestadores de servicios, transportistas privados, cafeterías y mini restaurantes, hasta alcanzar 157 categorías. Todos deben pagar impuestos, que varían según la modalidad. El excedente cubre las necesidades familiares y la continuidad del negocio.
Según expertos, desde 2004 se trabaja en el reordenamiento del llamado «cuentapropismo», sobre la base de ciertos principios: que sirva de complemento del empleo estatal, se realice de manera individual, la autorización para el buen ejercicio sea renovable; la producción y comercialización se realicen en el domicilio del titular y sea ejercido sólo por personas naturales.
Aunque no hay cifras oficiales, los investigadores estiman que cerca de la tercera parte de los «cuentapropistas», o trabajadores por cuenta propia, son mujeres, con presencia notable en especialidades vinculadas con la gastronomía.
Esta casa, que presta servicios en pesos cubanos -no en moneda convertible, que se cotiza a 25 pesos por uno convertible–, está ubicada en Fontanar, a unos 10 kilómetros del centro de La Habana. Sin embargo, hasta allí llegan las familias, las parejas, los amigos buscando «la sazón de Tere».
«Siempre me gustó cocinar, pero aquí descubrí que tenía un don para inventar platos, organizar eficientemente la cocina, mantener la higiene y llevar los inventarios. Todo es como una inspiración», comenta.
«No tenemos lujos, invertimos poco a poco en mejoras, pero sin perder la esencia de un restaurante familiar. Cuando los clientes llegan, saludan, ven a mis hijos, quienes en su tiempo libre son mis ayudantes», explica.
«Aunque se pierde un poco la privacidad, los clientes aprecian el ambiente, muy distante de lo frío y formal que puede resultar otro tipo de restaurante», dice.
«Tenemos en la carta 90 platos de comida criolla -a base de cerdo, pollo, carnero y conejo- e italiana. Algunos los he creado yo, otros mi hijo. Cuando amanecemos con ganas de inventar, mezclamos ingredientes hasta obtener una nueva receta», cuenta.
Así, se puede elegir entre el Bistec Ángel, una combinación de diferentes embutidos y sustancias; o el Teresa, revestido de jamón, chorizo, queso y cebollas, entre otras muchas opciones, incluidos los postres caseros.
El espíritu de Teresa ha sido fuerte, ni siquiera el Gillan Barré -grave enfermedad neurológica- la pudo doblegar. Los médicos le dijeron que sólo podría caminar al año, pero a los seis meses comenzó a dar los primeros pasos, en una recuperación que los especialistas consideran asombrosa.
Anda por su cocina, sonriente, viendo cómo está la preparación de los platos, que se hacen al momento y no deben tardar, sin que esto les reste calidad.
«El trabajo es duro, desde la mañana a la noche. Al cierre, hay que revisar la existencia de productos para que no falten al otro día. No somos ambiciosos y atendemos con hospitalidad y seriedad», agrega.
Hay dos máximas que no deben violarse: comprar productos donde está establecido, como sinónimo de garantía y legalidad, y cocinar todo al momento, sin que el tiempo entre el pedido y el servicio sobrepase los 30 minutos.
«Esta paladar me sirvió para dedicarle tiempo a mis hijos y sacarlos adelante, sentirme realizada y ayudar a mi familia. Es importante no cerrar nunca porque eso crea incertidumbre en los clientes y, si pierdo uno, pierdo 10, pues la promoción aquí son sólo los comentarios de persona a persona», apunta.
Ajetreo sin fin
Otra de las modalidades del trabajo por cuenta propia en que incursionan las mujeres son las cafeterías de comida ligera para llevar, sin servicio de mesas. También requiere de mucho esfuerzo.
Rosa vive cerca de una estación de ómnibus intermunicipal. Sus principales clientes son los conductores de los vehículos. «Desde que amanece estás cocinando y vendiendo `cajitas´ (envases de cartón donde se sirve la comida)», dice.
«Vendo desde hace años. La comida está buena y las raciones, abundantes. Alguna gente quiere ganar más sirviendo menos, pero no se da cuenta que así pierde clientela», dice Jorge López, uno de sus fieles comensales.
Rosa confiesa: «Lleva trabajo. Lo hacemos entre mi esposo y yo. Si tengo que salir, él vende y otra persona cocina. Compramos las viandas, arroz y granos en los mercados agropecuarios de libre oferta y demanda; el resto, en la red que vende en pesos convertibles».
«No es para hacerse rico, pero da para vivir. He arreglado mi casa, fabriqué un cuarto para mi hija y le hice realidad un sueño: tener una computadora. Creo que con mi título de técnico medio en economía, en un empleo estatal, no habría podido hacer todo eso», afirma.
Según informes oficiales, el salario promedio al cierre del pasado año era de 387 pesos. Cada día, Rosa vende cerca de 60 «cajitas» a 25 pesos, entre otros productos de menos precio. «Sacando los costos, los impuestos y los gastos de la casa, nos queda dinero», revela, un tanto reacia.
Para Haydé, después de llevar una cafetería por casi 10 años, fue preferible cerrar «porque no daba tanto como al principio. Era algo muy esclavo, todos los días, a todas horas, y mucho tiempo de pie, que acaba con los riñones», dice.
Desde sus inicios, esta actividad es considerada «un mal necesario» de los tiempos de crisis. Sin embargo, algunos economistas tienen otra visión.
«El trabajo por cuenta propia constituye una posibilidad más de empleo y da solución a problemas en la prestación de los servicios a la población e inclusive para el mismo Estado», señala un economista que prefirió no ser identificado.
El estudio Política Social y reformas estructurales: Cuba a principios del siglo XXI, de un grupo de autores cubanos, señaló en 2004 que la cantidad de este tipo de trabajadores era pequeña, ya que representaba 3,4 por ciento del total de ocupados.
Las limitaciones en los permisos, la falta de un mercado mayorista para la compra de insumos y el rigor en los controles, entre otras causas, minaron el trabajo por cuenta propia.
En los momentos de esplendor, en 1995, se registraron unos 210.000 inscritos. Según fuentes especializadas, al finalizar 2006 contaban con licencia para el ejercicio legal del trabajo por cuenta propia 136.349 personas.
En la medida en que se ha limitado la entrega de licencias, así como el incremento de los impuestos, estos trabajadores han abandonado el desempeño legal de esta actividad, pero una parte no despreciable de ellos la ejerce ahora por vías no legales y sin tributar al presupuesto, señala un estudio al respecto.
A juicio del experto consultado, «hay que dejar de tener el criterio de que la creación de un espacio no estatal constituye un germen del capitalismo. En el socialismo pueden y deben convivir diversas formas de propiedad y en modo alguno contradice la nueva forma de producción social».
Uno de los problemas del ejercicio por cuenta propia es que no existe derecho a jubilación. Al respecto, el especialista considera que esa decisión debe reconsiderarse «por cuanto ese sector presta un servicio, crea bienes materiales para la sociedad y esta debe reconocérselo».
A su juicio, «debería incluirse, dentro del impuesto que se paga a la Oficina Nacional de la Administración Tributaria, un complemento que considere la jubilación».