Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Parece como si la masacre de Sabra y Chatila se hubiera producido hace una docena de semanas y no hace treinta años. Este año los ciudadanos estadounidenses recibieron mensajes del Departamento de Estado y de su Embajada en Beirut para que se alejaran de la ciudad y de la conmemoración anual de la masacre de Sabra y Shatila que Israel propició en su día. El personal de la Embajada completó la destrucción de documentos sensibles y empaquetó todos los artículos no esenciales. El gobierno francés dijo también a sus ciudadanos que no acudieran a Beirut ni participaran en las «reuniones masivas porque les preocupaba que se produjeran estallidos repentinos de indiscriminada violencia».
Pero acudieron. A pesar de todas las bien intencionadas advertencias de sus gobiernos, acudieron de forma más numerosa que nunca. Llegaron para dar testimonio junto a los supervivientes y sus familias del horror de ese crimen contra los palestinos y pedir justicia.
Una anciana señora de Haifa, Palestina, dijo amargamente mientras las delegaciones extranjeras presentaban respetos en el cementerio de los Mártires de Shatila: «¡Al menos, Dios está castigando a Sharon!». Se refería al coma en el que está inmerso desde hace cinco años el arquitecto de la masacre, mantenido en un estado vegetativo al coste de 400.000 dólares anuales, pagados parcialmente por los contribuyentes estadounidenses. Se lamentaba de que no se hubiera arrestado a nadie, de que no se hubiera juzgado ni condenado a nadie porque Israel se ha negado a abrir sus archivos sobre la carnicería. Tampoco el gobierno de EEUU le ha pedido nunca que lo haga. El gobierno libanés ni siquiera ha investigado la masacre como crimen.
Mya Shone y Ralph Schoenman, escritores, foto-cronistas e historiadores de la masacre de 1982, respondieron a un reciente artículo del New York Times sobre la masacre que nos recordaba esta semana que el «Haaretz narró el 26 de septiembre de 1982 el alto nivel de planificación que precedió a la invasión al servicio del «objetivo a largo plazo que persigue la expulsión de toda la población palestina presente en el Líbano, empezando por Beirut». Shone y Schoenman nos recordaban que el Sunday Times de Londres informaba ese mismo día: «Esta operación militar cuidadosamente planificada previamente [enviar a una milicia seleccionada a Shatila mientras las fuerzas israelíes sellaban el campo para impedir posibles escapatorias] para ‘purgar’ los campos se denominó Moah Barzel (Cerebro de Hierro); el plan era conocido por Sharon y Begin y formaba parte del plan más amplio de Sharon que el gabinete israelí discutió aquel 17 de julio».
Cada año, acontecimientos locales o regionales impactan en las conmemoraciones anuales de Shatila de muy diversa forma. Este año, durante varios de los cinco días de acontecimientos que llevaron a visitantes extranjeros a los campos palestinos, incluidos los campos de Shatila y Mar Elias en Beirut, Burj Shemali y Al-Buss en el sur y, hacia el norte, hasta llegar a Nahr Al-Bared (Río Frío), que el ejército libanés destruyó en 2007 durante los sucesos de Fateh Al-Islam, hubo numerosas discusiones en las reuniones y en los autobuses que regresaban al campo de Shatila y a otros once campos que albergan ahora a unos 10.000 refugiados palestinos llegados de Siria. Son recibidos como honrados huéspedes por sus compañeros palestinos, pero necesitan ayuda con toda urgencia.
Los refugiados que llegan cuentan cómo se han producido algunas escisiones en su comunidad a causa del caos sirio, al igual que en las comunidades chiíes, sunníes, cristianas y drusas. El Mando General del Frente Popular para la Liberación de Palestina (MG-FPLP), que fue expulsado hace cinco semanas del campo de Yarmouk por otros palestinos, está afirmando que los palestinos que no apoyen al cien por cien al Presidente Bashar Al-Asad están con Al-Qaida y con el Ejército Libre Sirio (ELS). Por otra parte, el ELS afirma que los palestinos que se nieguen a unirse a ellos están con Ahmed Yabril, el líder de MG-FPLP. Los residentes en el campo de Yarmouk pagan el pato por ambos lados. La mayoría de los palestinos no quieren tener nada que ver con la política de la crisis siria sino tan solo vivir en paz.
La mayoría de los que fueron expulsados recientemente del campo de Yarmouk en Damasco y han tenido que volver a Shatila, no habían vuelto nunca de visita al lugar de la matanza de la que sobrevivieron milagrosamente hace treinta años.
Un caballero cristiano del campo de Yarmouk, que en 1976 fue expulsado del campo palestino de Tel Al-Zaatar cuando la milicia cristiana lo destruyó, y que estaba viviendo en Shatila en el momento de la masacre de 1982, expresó su conmoción al ver cómo los actuales residentes están viviendo con unos niveles sanitarios, nutricionales y socio-económicos tan deprimidos. Expresó su sorpresa ante una delegación estadounidense visitante al ver que no tenían derecho a trabajar ni a tener la propiedad de una casa. Los palestinos refugiados en Siria disfrutan de ambos derechos, explicó, junto a muchos más. Todos los refugiados palestinos que llegan de Siria que fueron entrevistados por este observador, encontraban que las condiciones de vida actuales en Shatila eran mucho peores que las de la época de la masacre hace treinta años.
La mayoría de los palestinos que llegan de Siria se quedan temporalmente con amigos o parientes que habitan en los doce campos existentes en el Líbano. Hay alrededor de 500 familias alojadas temporalmente en Saida, a unos 50 kilómetros al sur de Beirut, otras 350 familias están como sardinas en lata en el campo de Ain Al-Helwa, que ya está extremada y densamente poblado con cerca de 20.000 refugiados. Alrededor de 500 familias palestinas, convertidas de nuevo en refugiados, se alojan temporalmente en el Valle de la Bekaa cercano a la frontera con Siria, incluidas 250 familias que se encuentran en el campo de Yilil. Decenas de refugiados palestinos se encuentran en el campo Bedawi cerca de Trípoli. Un problema grave que se da en todos los campos es que el abarrotamiento y la escasa agua y electricidad disponibles están creando muchas tensiones entre las familias.
Hasta la fecha, la distribución de la ayuda no ha estado muy organizada. La UNRWA se halla aún inmersa en el proceso de hacer listas de los refugiados que llegan de Siria, lo que recuerda la época en que la agencia de las Naciones Unidas tuvo que atender las necesidades de los refugiados desplazados de Nahr Al-Bared en 2007. El ACNUR, la Agencia para los Refugiados de las Naciones Unidas, cuyo mandato no incluye a los palestinos, está también estudiando el problema.
Pero la necesidad de ayuda es ahora y muy urgente. En una reunión celebrada el 20 de septiembre con miembros de los comités de los campos palestinos y la comunidad de ONG locales e internacionales, se identificaron tres necesidades urgentes de los refugiados de Siria, cuyas cifras aumentan tras cada palestino asesinado en Siria. El 19-20 de septiembre, murieron 18 palestinos más y por tanto las cifras de los que escapan hacia el Líbano crecerán en los próximos días.
Entre los tres problemas más urgentes a que se enfrentan los palestinos que llegan de Siria son problemas sociales que van desde encontrar un lugar para vivir, alimentos, educación e impedir que los jóvenes se unan a las milicias libanesas que ofrecen 100 dólares al día a los jóvenes palestinos para que trabajen como mercenarios. Unos cuantos están luchando en ambos bandos del conflicto sirio mientras sus madres y padres les instan a «mantenerse alejados de las calles».
La UNRWA tiene capacidad para ayudar con la escolarización primaria y secundaria en sus 52 colegios en el Líbano. Hoda Al-Turki, la esforzada portavoz de la UNRWA en el Líbano está preocupada por las diferencias existentes en los planes de estudio de las escuelas de la UNRWA en el Líbano y los colegios sirios donde se educan los palestinos. La UNRWA no tiene colegios en Siria. Pero en la tarde del 20 de septiembre se llegó a una solución, acordándose un plan de estudios. Uno de los problemas es que en los colegios sirios se enseña la Nakba y la historia palestinas pero los colegios de la UNRWA tienen prohibido enseñar nada sobre Palestina para que el gobierno estadounidense no corte la financiación bajo presiones del lobby sionista.
Hasta ahora, es la UNRWA la que se está ocupando de atender las necesidades médicas de los refugiados que llegan.
Hay quien propone albergar a los refugiados en los colegios, como se hizo tras los combates en Nahr al-Bared, pero se necesitan las escuelas para dar clase.
El 20 de septiembre se anunció un gesto humanitario muy importante por parte del gobierno libanés, y es que la Seguridad General libanesa que se encarga de los asuntos de visados e inmigración, ha renunciado a cobrar todas las tasas de entrada y salida a los refugiados palestinos de Siria. El permiso de residencia, que anteriormente solo se concedía para siete días, se garantizará indefinidamente sin necesidad de solicitudes ni procesos de entrevistas kafkianos. Esto supone un beneficio importante para los refugiados, que han sido groseramente explotados a ambos lados del cruce de frontera de Maznaa (Líbano-Siria), con exigencias de sobornos y «tasas de tránsito» por cabeza que han despojado a muchas familias del escaso dinero con que contaban.
Un ejemplo: Cuando trataba de atravesar el Líbano hace dos semanas, Umm Ahmed tuvo que enfrentarse a un guardia de seguridad que le espetó: «Si no tiene número de teléfono en el Líbano, ya puede regresar a Siria por donde vino». Ella le contestó: «Señor, debería mostrar algo de piedad. Sabe que estamos huyendo de la guerra, no estamos aquí de vacaciones». Él replicó con frialdad: «¡Si no hay número de teléfono, no entra!». Le estaba exigiendo un soborno.
El principal problema económico es que los refugiados que llegan, como todos los palestinos que se encuentran en el Líbano, no tendrán derecho a trabajar.
El tercer problema tiene que ver con la cuestión de la seguridad. El Líbano ha anunciado que no puede absorber más refugiados. No obstante, se espera que la cifra de 10.000 palestinos provenientes de Siria pueda duplicarse. Muchos de los palestinos que llevan desde 1948 en el Líbano están llegando a su límite de tolerancia por las condiciones en que se ven obligados a vivir sin los más elementales derechos civiles.
Hay acuerdo general aquí en que aunque la distribución de ayuda del estilo momento-foto de las ONG es muy apreciada, la desorganización en la misma está haciendo que a las familias de refugiados se las esté arreando como ganado de un lugar a otro para recibir diversas formas limitadas de ayuda a la vez que se las va despojando de su dignidad. En ocasiones los refugiados se ven obligados a permanecer bajo el sol hasta que llegan los equipos de televisión de los donantes para filmar este «acto de caridad en solidaridad con el pueblo palestino».
Hay que decir en su favor que Hizbollah ha estado ayudando algo. Los refugiados sirios, ya sean sunníes, cristianos o drusos han recibido algo de ayuda de un centro que se encuentra cerca de Saida. Al Haji Mohamed Al-Haj, miembro del Comité de Trabajo Social de Hizbollah, dijo que ayudar a «nuestros amigos sirios es parte del deber de devolver el favor por lo que hicieron por nosotros durante la guerra de julio y por la obligación moral y nacional de la resistencia».
Lo que se necesita sin más dilaciones es que se fije una reunión urgente de las partes interesadas que incluya a las facciones de la OLP, a ONG locales e internacionales, a donantes, al Creciente Rojo palestino, a la UNRWA, a la UE y a grupos de las Naciones Unidas, así como a los partidos políticos locales para elaborar rápidamente un plan ejecutable que evite duplicaciones y aborde todas las necesidades.
Los residentes del campo de Shatila, en este treinta aniversario de sus horas más oscuras, están organizándose para poner en marcha este llamamiento con una sola voz, fuerte y unida, en ayuda de sus hermanos y hermanas de Siria.
Franklin Lamb es autor de «The Price We Pay: A Quarter Century of Israel ‘s use of American Weapon’s against Lebanon » (1978-2006), disponible en Amazon.com.uk , y de «Hizbollah: A Brief Guide for Beginners». Ha participado en las investigaciones de la Comisión Kahan sobre la masacre de Sabra y Shatila. Es miembro de la Fundación de ese mismo nombre y de la Campaña por los Derechos Civiles de los Palestinos en Líbano. Puede contactarse con él en: [email protected]
Fuente original: http://weekly.ahram.org.eg/2012/1117/re5.htm