Tres años han pasado desde que Israel lanzó su vasta operación militar, por tierra, mar y aire contra la indefensa, desarmada, asediada y empobrecida población palestina de la franja de Gaza. Unos 1500 civiles fueron asesinados en aquellos salvajes ataques, que duraron 22 días. Más de 350 de las víctimas mortales eran niños. Otras 5.000 […]
Tres años han pasado desde que Israel lanzó su vasta operación militar, por tierra, mar y aire contra la indefensa, desarmada, asediada y empobrecida población palestina de la franja de Gaza. Unos 1500 civiles fueron asesinados en aquellos salvajes ataques, que duraron 22 días. Más de 350 de las víctimas mortales eran niños. Otras 5.000 personas resultaron heridas, muchas de ellas mutiladas para el resto de su vida. Casi toda la infraestructura de la ciudad y gran parte de las infraestructuras de otras localidades de la franja de Gaza fueron destruidas, miles de viviendas fueron derribadas y extensas áreas de cultivo arrasadas.
Hoy, los criminales israelíes responsables de aquellas matanzas siguen libres, sin recibir castigo alguno y la población de Gaza sigue aislada del resto del mundo por efecto del bloqueo impuesto en sus fronteras, donde a pesar de la apertura parcial de la frontera con Egipto, en el paso fronterizo de Rafah, sigue sin poder recibir libremente lo que necesita de mercancías, incluso las de primera necesidad, como material para la construcción. Por este motivo, cientos de familias cuyas viviendas fueron destruidas por la archicriminal y cobarde aviación israelí, siguen viviendo en tiendas de campaña, en condiciones míseras.
Igual que ayer, cuando se producían las matanzas, hoy la llamada comunidad internacional sigue impasible ante el férreo asedio militar que Israel sigue imponiendo a la población de Gaza, privándola de sus más elementales derechos a una vida digna. Israel sigue impediendo la llegada de cualquier clase de ayuda internacional a la población palestina de Gaza. Mientras por el paso fronterizo de Rafah sólo se permite el tránsito de personas.
Todos nos acordamos de aquellos bárbaros ataques israelíes, en los que fueron utilizados armas prohibidas por la legislación internacional, como las bombas de fósforo blanco que todo el mundo pudo ver, vía satélite, como caían iluminando el cielo, incesantemente, sobre la población indefensa. Aquellas matanzas fueron perpetradas con la entera aprobación y aceptación del títere régimen del ya derrocado Mubarak en Egipto.
El principal objetivo de aquél capítulo de la habitual barbarie israelí era la eliminación del Movimiento de la Resistencia Islámica, HAMAS, de la escena política Palestina. Israel soñaba así con quitarse la espina de la vergonzosa derrota sufrida dos años antes en Líabno a manos de Hizbulá. Sin embargo, Israel volvió a fracasar y HAMAS sigue siendo hoy día un actor fundamental en el escenario político de Oriente Próximo, y mucho más fuerte que en las navidades del 2008.
Hoy día, la posición de Israel en Oriente Próximo es mucho peor que en el 2008, especialmente tras la eliminación del régimen de Mubarak y con un nuevo Egipto que se vislumbra muy distinto y distante del régimen del dictador, que durante más de 30 años estuvo enteramente bajo las ordenes de Israel y de Estados Unidos.
Israel tampoco cuenta ya con su ex gran aliado, Turquía, una alianza que precisamente empezó a quebrarse seriamente a causa de las matanzas israelíes de los 22 días en Gaza y que se terminó de quebrarse con la crisis del barco turco Mavi Marmara, que transportaba voluntarios y ayuda internacional para la población de Gaza y que fue atacado en alta mar por unidades del ejército israelí, en junio del 2010, asesinando a nueve voluntarios turcos.
Desde su derrota ante Egipto, en la guerra de Ramadán de 1973, Israel no volvió a ganar ningún enfrentamiento militar contra los árabes, quedándo muy atrás aquello victoria relámpago y total contra los árabes, en la Guerra de los Seis días, en 1967.
Así Israel fue derrotada en Líbano en el 2000, cuando fue obligada a por la resistencia libanesa, encabezada por Hizbulá, a abandonar precipitadamente el territorio libanés, tras una ocupación del sur de Líbano que duraba desde 1982. En el verano del 2005 el Ejército israelí abandonaba la franja de Gaza, derrotado por la resistencia palestina encabezada por HAMAS. En julio del 2006 el Ejército israelí fue derrotado nuevamente por Hizbulá, cuando Israel atacó el sur de Líbano, utilizando todo su poderío militar, precisamente para acabar para siempre con la resistencia islámica libanesa. El bárbaro ejército de Israel se ensañó en aquellos ataques, a lo largo de 33 días -como lo hizo despés en Gaza en las matanzas de los 22 días- con la población civil y con las infraestructuras de extensos barrios de Beirut y de otras localidades libanesas.
El sufrimiento de la población de Gaza, un millón y medio de personas, no se limita a los estragos causados por el bloqueo que sufre ese territorio palestino, pués la aviación israelí no ha dejado de realizar incursiones y bombardeos sobre Gaza a lo largo de los últimos tres años, con lo que suma ya más de 200 palestinos asesinados a consecuencia de estos incesantes ataques contra un territorios que carece de ejército, de defensas aéreas y de cualquier clase de armas pesadas. Una población desarmada y desprotegida, a todos los niveles, por la comunidad internacional. Una población, la palestina, que está abandonada a su suerte ¿Por qué? Simplemente porque el autor de estos crímenes, masacres y matanzas es Israel, un organización terrorista constituida en un Estado reconocido por las Naciones Unidas, y que desde su implantación forzosa en Palestina a manos de Occidente vive totalmente ajeno a la legalidad internacional y fuera de su alcance gracias al absoluto dominio que el Sionismo internacional y la Banca judía de Nueva York ejercen sobre los círculos de poder y los medios de comunicación de Estados Unidos y de las principales potencias Europeas.
Israel es a todas luces un Estado cuya esencia es la barbarie, el desprecio a la legalidad internacional y a toda la Humanidad. Y mientras este Estado artificial y contranatura sigua existiendo el mundo no conocerá la paz y Oriente Próximo y el Norte de África, desde Pakistán hasta Mauritania, seguirá siendo un hervidero y un baño de sangre cuyo único remedio es la desaparición del Estado de Israel como entidad política cuya cúpula militar, gobernante desde su implantación en 1948, es la causa de todos los males que sacuden la región y que continuamente implican muy gravemente a Estados Unidos y a sus aliados, siempre en defensa de los intereses del Estado bárbaro israelí y con un altísimo número de vidas sacrificadas (sólo en Irak más de 6.000 soldados americanos perdieron la vida y unos 40.000 resultaron heridos, únicamente para servir los intereses de Israel) y un altísimo coste económico que está llevando a Estados Unidos a la bancarrota, arrastrando consigo a gran parte de Occidente.