En España hablar de racismo es poner la vista en Estados Unidos y señalar los actos racistas que ocurren allí, como si fuese el único lugar donde suceden, pero no escandalizarse cuando en tu país queman día si y día también las viviendas de los temporeros en Huelva, cuando mueren personas en la Frontera Sur buscando una vida mejor o se ignoran las muertes en “extrañas circunstancias” dentro de CIES y centros tuteados de menores.
España no es racista dicen, mientras callan nuestras voces que gritan las experiencias de un racismo sistemático e institucional que se aprende desde la cuna, que tan pronto como entras a la escuela ya te señalan y aprendes que ser diferente es algo malo. Muchos justificarán que la pareja a la que tres adolescentes maleducadas han agredido de manera racista en la linea 4 del metro de Madrid reaccionara quedándose callada ante los insultos y escupitajos de estas, pero cuando escuchas diariamente descalificativos como “panchito de mierda” o “eres un producto de un condón roto… como en la selva no hay condones” no te sorprendes, porque lo has escuchado toda tu vida y aprendes que tienen el poder y la palabra de designarte como quieran mientras ignoran tu voz y le quitan valor.
Es incontable la cantidad de veces que habré presenciado actos de ese tipo en mi instituto, compañeros/as llamando “machupichu”, “sudaca», “negrata» o “moro de mierda” a otros compañeros/as y viendo como nadie hacia nada, pero luego te dicen que el racismo en España no existe que solo son casos aislados y no es un problema real. ¿Cómo se debe sentir una persona negra o racializada cuando le dicen esto y lleva viviendo el racismo toda su vida? se siente ignorada, nuestras voces no importan porque nadie nos escucha y no le dan importancia a nuestras experiencias. Hace años la gente no grababa estos actos pero pasaban igualmente, ahora hay valientes como la mujer que grabó la agresión racista en el metro que se atreven a hacerlo y que contribuyen a que se denuncien estos delitos de odio y se haga justicia.
Es desalentador que se tenga que documentar la humillación contra nuestra persona para que las personas se pongan en pie contra la discriminación, pero es así, si no se graba parece que no sucede pero yo misma llevo presenciando y aguantando veinte años las mismas situaciones que son invisibles para una población que no quiere oír que España es racista y mucho, y que esto no va a cambiar si los que lo habitan no hacen auto-reflexión de sus comportamientos y se paran a escuchar lo que tienen que decir aquellos que son diferentes a ellos.
La sociedad española necesita despertar, poner una publicación en negro en Instagram no es suficiente para no ser racista, hay que ser antirracista, hacer autocrítica de los estereotipos dañinos que infectan esta sociedad marcada por un racismo que pasa de generación en generación y no ignorar las voces que lo denuncian. Es hora de dejar de mirar hacia otros países y mirarse a sí mismo, de pararse a pensar qué te da el poder de insultar a otra persona por ser diferente a ti, por no nacer en el mismo trozo de tierra que te da el privilegio de oprimir con tus palabras a quién no es de aquí o aunque lo sea, su piel traza una barrera de distinción entre lo que eres tú y lo que es el otro que te hace pensar que eso te da la autoridad sobre su persona.
No será posible sin las bases de una educación antirracista y la reconstrucción de una sociedad racista, para hacer entender a las nuevas generaciones que el color de tu piel o tu posición geográfica no te hace mejor persona ni mucho menos te da la autoridad sobre los demás. Tengo la esperanza de algún día dejar de ver vídeos de ese tipo por las redes pero no porque nadie los grabe, si no porque dejen de suceder actuaciones similares y no haya cabida para el odio en este país, entonces ahí si, mi lugar de origen será digno de decir que en él no hay espacio para el racismo.
Cynthia García es graduada en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.