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Turquía, el gran alfil

Fuentes: Rebelión

Los atentados yihadistas en París y la crisis diplomática desatada tras el derribo de una avión ruso por cazas turcos en la frontera Siria, han puesto de manifiesto una de las mayores contradicciones de la OTAN. La bipolaridad del poderío político-militar de esta organización se mueve en la frágil frontera que separa el fundamento legitimador […]

Los atentados yihadistas en París y la crisis diplomática desatada tras el derribo de una avión ruso por cazas turcos en la frontera Siria, han puesto de manifiesto una de las mayores contradicciones de la OTAN. La bipolaridad del poderío político-militar de esta organización se mueve en la frágil frontera que separa el fundamento legitimador de la guerra como una respuesta contra el terrorismo a favor de la democracia occidental, y la capacidad operativa de los sectores que dominan las rutas de tráfico tanto de armas como de petróleo.

En cuanto a Francia, pese a pertenecer al Consejo de Seguridad de la ONU y ser miembro clave de la OTAN, el presidente François Hollande abogó por la no intervención de la Alianza Atlántica y decidió reunirse con Vladimir Putin para apoyar la avanzada militar contra el Estado Islámico, generando suspicacias en el bando occidental. Ante la presencia de la prensa internacional, el mandatario ruso lanzó una provocativa pregunta «en vez de contactar con nosotros, Turquía llamó a sus aliados en la OTAN. ¿Acaso quieren poner a la OTAN al servicio del Estado Islámico?»

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, recordó a Francia las ayudas brindadas para el sostenimiento de la estabilidad, apelando a «los valores fundamentales tanto de la OTAN como de la Unión Europea», es decir, «a la democracia, la libertad y unas sociedades abiertas», y no perdió ocasión para llamar la atención sobre la importancia de no apoyar el régimen sirio de Al Asad. Ante el cuestionamiento del presidente griego, Alexis Tsipras, sobre la actuación errática del gobierno turco miembro de la Alianza Atlántica, Stoltenberg llamó a la calma pues «Turquía está en el centro de una situación muy volátil y compleja en Siria e Irak».

El ajedrez geopolítico termina por agravarse con las recientes denuncias que Rusia ha formulado contra el gobierno de Turquía, develando su relación económica con el Estado Islámico. Para Putin, el derribo del avión ruso fue una respuesta ante los bombardeos a las instalaciones petroleras dominadas por el EI, además acusó a Turquía de «llenarse los bolsillos con el crudo robado» en Siria e Irak.

«En Occidente, nadie ha preguntado por el hecho de que el hijo del presidente turco encabece una de las mayores empresas energéticas o que su hijo haya sido designado ministro de Energía. ¡Qué maravilloso negocio familiar!», opinó el viceministro de defensa ruso, Anatoli Antonov.

La cuestión sobre la capacidad de explotación de crudo y el manejo de las rutas de tráfico en manos del Estado Islámico, fuente de financiación del grupo terrorista, ha salpicado a otros países de la región. El periódico Al Arab al Jadeed ha llevado a cabo una investigación que implica al Estado de Israel. Un anónimo responsable oficial ante una compañía petrolera internacional afirmó en conversación directa con Al Araby que «Israel se ha convertido de una manera u otra en el vendedor principal del petróleo que controla el EI. Sin los israelíes, la mayor parte del petróleo producido por esta organización se movería solo por Iraq, Siria y Turquía».

Otra cuestión que tiene que ver con el enfoque del enemigo interno, bandera del miedo mediático instalado con los titulares que presagian el desconcierto ante una guerra deslocalizada (en realidad puesta en marcha hace una década por la arremetida norteamericana en Afganistán, Pakistán e Irak) es la ruptura estrepitosa del pacto de no agresión entre el PKK (Partido de los trabajadores de Kurdistán) y el gobierno Turco firmado en el marco de los acuerdos de paz del 2012. Analistas internacionales denuncian que el esfuerzo bélico de Turquía ha tenido un efecto mínimo en la lucha contra el EI en comparación con los ataques hacia el pueblo kurdo. Más aún, el gobierno turco consintió que militares estadounidenses y de la coalición internacional utilizaran bases militares en el sur del país, en el Kurdistán turco, para las operaciones anti-ISIS. Recientemente la oposición denunció que el gobierno de Turquía, pese a presentarse como una fuerza anti-Estado Islámico, permitió el tránsito de milicianos del califato en su territorio.

Vemos que el discurso de la lucha por la democracia se hace agua entre jarras a medida que la percepción de deslocalización del conflicto se acentúa. Como lo indican las investigaciones oficiales, los responsables del atentado en París eran ciudadanos franceses; de la misma forma, Alemania ha denunciado el reingreso de ciudadanos alemanes militantes del Estado Islámico que habrían sido cooptados y entrenados por esta estructura terrorista. Si sumamos la cuestión migratoria agravada por los bombardeos en territorio sirio, encontramos que la preocupación por la seguridad de las fronteras es también una agenda política que pretende movilizar a la opinión pública en favor de medidas xenófobas o restrictivas. En este orden de ideas, la cumbre Valleta entre la Unión Europea y varios países africanos preocupados por el control migratorio, ha resuelto profundizar la política de contención sin contemplar el derecho internacional humanitario. De esta forma, Eslovenia empezó hace semanas a construir una valla de 1,8 metros en su frontera con Croacia, imitando a Hungría. La cuestión primordial según los asistentes de Valleta es «boicotear y destruir las vías de «contrabando»  de personas antes de que sean utilizadas y la exportación a terceros países de las oficinas de inmigración», para lo cual decidieron implementar un programa de devolución rápida de migrantes ilegales mediante acuerdos con países fronterizos de la Unión Europea. La resolución del problema migratorio no parece contemplar ni los derechos humanos, ni el compromiso por re-localizar a las víctimas de la guerra en Medio Oriente que realidad vienen huyendo masivamente -aunque actualmente vivamos el punto más álgido de la situación- desde la guerra del Golfo.

La crisis financiera tanto en Grecia como en Serbia pareciera ser útil al plan de los cercos inhumanos impulsados desde la Unión Europea. Ambos países cobran trascendencia como posibles escudos regionales a la migración de Medio Oriente. Como lo recuerda Jorge Verstrynge, el terrorismo es también una práctica económica.

Para agravar las contradicciones latentes en este tablero, el silencio de la Alianza Atlántica frente a la responsabilidad económica y militar de las monarquías saudíes en el desarrollo del Estado Islámico, pretende sacar de escena a los principales impulsores de la política de desestabilización de Medio Oriente que encuentran, empero, en Israel y Turquía un soporte político de cara al lobby armamentista y petrolero con los Estados Unidos.

Fe de erratas: el artículo fue escritoantes del envío de tropas turcas a Irak. Entendemos éste último movimiento como resultado de la presión interna del bloque atlántico frente a la negligencia, no menos sospechosa, del gobierno que lidera Erdogan.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.