Traducido por Caty R.
Tzipi Livni nació en Tel Aviv (Israel), en 1958. De 1980 a 1984 fue agente del Mossad (servicio de inteligencia israelí). En 1999 fue elegida para la Knesset (Parlamento). Nombrada ministra de Cooperación regional en 2001. En marzo de 2006 pasó a dirigir el ministerio de Asuntos Exteriores y en Mayo de 2007 exigió la dimisión del Primer Ministro, Ehud Olmert.
Livni está en la línea de salida. Todos los sondeos la colocan en cabeza. Está convencida de que el Primer Ministro, Ehud Olmert, cuestionado por la justicia por un asunto de financiación ilegal de sus campañas electorales, no podrá mantenerse mucho tiempo más en la incómoda posición en la que se encuentra. Livni está convencida de que ha llegado su oportunidad. La ministra israelí de Asuntos Exteriores, por lo tanto, ha pedido que se celebren (desde ahora) elecciones primarias en el Kadima, para designar un sucesor del actual jefe del gobierno. Livni se prepara para la batalla del aparato contabilizando sus apoyos.
La lucha no será fácil contra su principal adversario, el ministro de Transportes y ex jefe de Estado Mayor del ejército, Shaul Mofaz. Ehud Olmert tampoco está dispuesto a darle facilidades. Al contrario. Va a intentarlo todo para conseguir el fracaso de esta competidora que, al revés que él, no controla los entresijos del partido. Esta es su principal desventaja.
A cambio, esta abogada de profesión, dispone de un alto capital, además de su popularidad: la integridad. Nunca ha estado implicada en ningún escándalo de ningún tipo, la «doña limpia» de la política israelí aparece como una figura de renovación tras una serie de asuntos que han empañado la imagen de un gran número de dirigentes políticos del país durante los últimos años.
Sin esperanza de encontrarle la menor mancha, sus adversarios y competidores se esfuerzan por demostrar su inexperiencia política así como una trayectoria poco relevante. Pero como dice Daniel Bensimon, periodista de Haaretz, «su ventaja es que aquí, en Israel, adoramos los cambios; y su debilidad que el partido le tiene miedo. Es un poco como Ségolène Royal antes de las presidenciales: controvertida para los de fuera y para los de dentro»
A punto de cumplir 50 años, Tzipi Livni, obviamente, entró tarde en la política. Fiel del Likud (derecha nacionalista), fue elegida por primera vez para la Knesset (Parlamento) en mayo de 1999. Hija de una familia de combatientes del Irgun, organización ultranacionalista judía que recurrió a operaciones terroristas contra los ingleses y los palestinos antes de la creación del Estado de Israel en 1948, Tzipi Livni creció en la tradición conservadora, el gusto por la discreción y la voluntad indefectible del combate en los que le ilustraron sus padres, Sara y Eitan. Todavía hoy recuerda de memoria los himnos de conquista y sacrificio que mecieron su infancia.
Rindiendo homenaje a su madre, fallecida en octubre de 2007, alabó a «esta luchadora que arrastró a todo el mundo en su estela». En su juventud también fue una luchadora. Como mínimo durante cuatro años, a principios de los ochenta, Livni fue agente del Mossad -oficialmente como experta jurídica- y habría participado en la persecución de dirigentes de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), especialmente en Europa. Naturalmente se ha filtrado poco sobre aquellos años de lucha clandestina.
De vuelta a una vida más pacífica terminó sus estudios de Derecho, que apenas había empezado, y se convirtió en abogada especialista en Derecho comercial. Lógicamente, se orientó hacia la política para proseguir la lucha emprendida por los suyos y por el clan político derivado del Irgun, que se convirtió en el Likud. Aunque no comparte las opiniones políticas de Golda Meir, siente una profunda admiración por la única mujer israelí que primero fue ministra de Asuntos Exteriores para llegar después a Primera Ministra. Una trayectoria que claramente quiere emular. Su carrera política ha sido rápida gracias al padrinazgo de Ariel Sharon. Siguió sin pestañear sus inflexiones políticas a favor de la retirada de la Franja de Gaza y la escisión del Likud, que dio lugar al nacimiento del Kadima.
Tzipi Livni sabe lo que quiere y está dispuesta a lo que haga falta para conseguirlo. Se comenta que en febrero de 2003, con el fin de obtener el ministerio que deseaba, no dudó adelantarse a la cita del candidato anterior para soplarle el ministerio que le iban a asignar. Después de varias experiencias en el gobierno de Sharon, por fin en marzo de 2006 consiguió el ambicionado puesto de ministra de Asuntos Exteriores, considerado como el trampolín natural hacia la dirección del gobierno.
No es porque tenga una prisa especial por lo que quiere acceder a lo más alto, sino porque piensa que hay que hacer que las cosas avancen en una dirección determinada, la de la creación de un Estado palestino, de cuya necesidad está convencida, con el fin de preservar el carácter judío del Estado de Israel. Por lo tanto, está perfectamente ubicada en la cabeza del equipo que lleva a cabo las negociaciones con los palestinos. Su complicidad con Condoleezza Rice, Secretaria de Estado estadounidense, le permitió afirmar su autoridad y perfeccionar el aprendizaje de los secretos de la política internacional.
Todo el mundo achacó a la inexperiencia su petición de dimisión de Ehoud Olmert, en mayo de 2007, tras la publicación del devastador informe preliminar de la comisión Winograd sobre la guerra de Líbano del verano de 2006. Se le acusó de cobardía por no abandonar sus funciones después de haberse ganado el apodo de «Tzipi the Knife» (Tzipi navaja).
Algunos le reprochan su profundo anclaje en la derecha cuando afirma que los palestinos de Israel tendrán que callarse si se crea al Estado palestino, o que «los Palestinos no podrán celebrar su independencia hasta que no eliminen de su vocabulario el término Nakba (catástrofe)», que utilizan para señalar la invasión de sus tierras y el despojo de sus pueblos. Gideon Levy, del diario Haaretz, que le ha dado un buen repaso públicamente, sin embargo considera que es «preferible» a cualquier otro sucesor potencial de Ehoud Olmert.
Realmente Tzipi Livni sigue siendo una gran interrogación. «A los israelíes les gusta porque saben pocas cosas de ella», ironiza Herb Keinon, del Jerusalén post. Discreta, reservada, siempre rechazando hablar de sí misma y sus proyectos, esta mujer está por descubrir. Más bien fría y seria y más aficionada a las cosas simples que a las frivolidades, preserva celosamente su vida privada.
Casada y madre de dos hijos, se declara feminista, pero opina que la promoción debe basarse en los méritos y no en el género. En el ministerio de Asuntos Exteriores se le considera una buena profesional, aunque un poco demasiado distante, alguien que para llegar al papel de Primera Ministra deberá salir de su caparazón.
Original en francés: http://www.lemonde.fr/archives/article/2008/06/12/tzipi-livni-la-pretendante_1057205_0.html
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.