La invasión desatada en marzo de 2015 por Arabia Saudí contra Yemen no tiene fin y sus consecuencias se palpan todos los días. La monarquía de la familia Saud, «renovada» con el nuevo príncipe heredero Mohamed Bin Salman (MBS), no da tregua a la población yemení que desde hace casi tres años sufre una crisis […]
La invasión desatada en marzo de 2015 por Arabia Saudí contra Yemen no tiene fin y sus consecuencias se palpan todos los días. La monarquía de la familia Saud, «renovada» con el nuevo príncipe heredero Mohamed Bin Salman (MBS), no da tregua a la población yemení que desde hace casi tres años sufre una crisis humanitaria permanente. MBS, con poco más de treinta años de edad, es presentado como la renovación para un sistema conservador y ultraortdoxo en lo político y religioso, y como una bocanada de aire fresco para la economía saudí, que se basa en la venta de exclusiva de petróleo y en gastos descomunales por parte de una casta que gobierna al país con mano de hierro desde 1932.
El plan Visión 2030 presentado por el príncipe heredero es, básicamente, un viraje dentro del sistema capitalista que rige en Arabia Saudí e intenta liberalizar una economía oxidada y en crisis. Fomentar el turismo, intervenir en fondos de inversión y -escándalo internacional mediante- sacudir el avispero de la corrupción entre las decenas de príncipes y jeques multimillonarios, son algunos puntos de un programa financiero que busca modernizar al capitalismo saudí y limpiar la cara de un régimen que no tolera la más mínima disidencia.
Al mismo tiempo, MBS es el estratega de la invasión a Yemen, que tuvo como consecuencia un fuerte golpe a las finanzas saudíes y el estancamiento de las fuerzas militares de la familia real. Pese a la matanza indiscriminada producida por los bombardeos, Arabia Saudí no tuvo capacidad real para avanzar sobre el territorio yemení, y sus aliados circunstanciales -como los ex presidente Abd Rabbo Mansur Hadiy Ali Abdullah Saleh- tampoco funcionaron como punta de lanza para derrotar al Movimiento Ansarolá y a la poderosa tribu de los houthis, que no sólo controlan buena parte del país, sino que, junto al ejército yemení, dieron duros golpes a las tropas enemigas apostadas en la frontera de ambas naciones.
Al no poder resolver el conflicto en Yemen, generado por Arabia Saudí y el príncipe heredero, la monarquía de los Saud escapa hacia adelante y recrudece los ataques militares:
-El 1 de enero, 23 yemeníes murieron por bombardeos saudíes contra el distrito de Al-Yarahi, en la provincia portuaria de Al-Hudayda, al oeste del país. A su vez, decenas de personas fueron heridas por los ataques de los cazas saudíes contra una estación de servicio, un mercado y una granja en el centro de Al-Yarahi.
-El 31 de diciembre del año pasado, al menos 20 yemeníes fueron asesinados por ataques aéreos saudíes contra una zona residencial en Al-Hudayda. Las bombas estuvieron dirigidas contra tres autos civiles cerca de un restaurante en Al-Yarahi.
-El 30 de diciembre, los aviones de combate también bombardearon una granja en Al-Hudayda, por los cuales fallecieron al menos diez mujeres yemeníes.
-A finales de 2017, la cadena HispanTV difundió un informe elaborado por el Centro Legal para Derechos y Desarrollo de Yemen, que revela que la invasión saudí dejó hasta ahora un saldo 35.415 víctimas civiles, de las cuales 13.603 perdieron la vida y 21.812 resultaron heridas.
Apenas cuatro días antes de que finalizara 2017, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) alertó sobre la situación crítica que viven los niños yemeníes.
Según declaró la representante de Unicef en Yemen, Meritxell Relaño, el año que se fue se convirtió el peor para los niños del país. Las cifras reveladas por Relaño son escalofriantes: siete millones de menores de edad padecen hambruna y más de 900.000 mil sufren cólera. La funcionaria de Unicef también advirtió que sólo en diciembre de 2017 más de 80 niños resultaron heridos o fallecieron por enfrentamientos, cólera o desnutrición. A esto se suma que algunas comunidades del país dejaron de recibir suministros, asistencia médica y servicios de atención humanitaria.
Relaño aseveró que «los niveles de pobreza en las familias han llegado a unos niveles insostenibles». Y confirmó que si no se toman medidas urgentes y concretas la actual situación se agudizará, provocando más muertes. Relaño recordó que en Yemen alrededor de 22 millones de personas necesitan ayuda humanitaria.
En reiteradas ocasiones, la Organización de Naciones Unidas (ONU) denunció que la campaña militar saudí, además de costarle a la vida a miles de personas, destruyó gran parte de la infraestructura, incluidos hospitales, escuelas y fábricas.
El 30 de diciembre, La Organización Mundial de la Salud (OMS), Unicef y el Programa Mundial de Alimentos (PMA)- exigieron el fin de la invasión a Yemen porque provoca «un sufrimiento humano inimaginable».
«Hemos superado el hito de los 1000 días de guerra en Yemen. A medida que la violencia se intensificó en los últimos días, los niños y las familias vuelven a morir en ataques y bombardeos», denunciaron las agencias de la ONU en un comunicado conjunto.
En la declaración, los organismos internacionales detallaron que el 75 por ciento de la población necesita asistencia humanitaria, al menos el 60 por ciento de los yemeníes sufre inseguridad alimentaria y 16 millones no tienen acceso al agua potable ni a instalaciones sanitarias adecuadas. «Yemen ha superado el punto de no retorno y ha pasado de un rápido declive de una crisis a una catástrofe que se profundiza», aseveraron en el comunicado.
Mientras Arabia Saudí continúa devastando Yemen, los grandes medios de comunicación y muchos gobiernos del mundo se esfuerzan por presentar a Mohamed Bin Salman como una «esperanza de modernización» para la más cruenta monarquía del Golfo Pérsico. Pero hasta ahora la única verdad irrefutable es que en las manos del joven príncipe heredero sólo se amontona la sangre de los yemeníes.
Fuente original: http://elfurgon.com.ar/2018/
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