Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
El discurso de Obama demuestra poco cambio real. En la mayoría de los aspectos su análisis mantiene las erróneas políticas estadounidenses
Una vez que se dejan de lado los mujamalat (las muestras de cortesías intercambiadas entre anfitrión y huésped), lo esencial del discurso del presidente Obama en El Cairo [1] indica que es probable que haya pocos cambios reales en la política estadounidense. No es necesario adivinar las intenciones de Obama (puede que sea absolutamente sincero y creo que lo es). Son sus análisis y sus fórmulas los que en la mayoría de los aspectos mantienen intactas las erróneas políticas estadounidenses.
Aunque prometió «decir la verdad lo mejor que puedo», hubo muchas cosas que el presidente se dejó fuera. Habló de tensión entre «Estados Unidos y el Islam», el primero un lugar específico concreto, el segundo una vaga elaboración que subsume pueblos, prácticas, historias y países más variados que similares.
Aun cuando se profese acercamiento y respeto, etiquetar al «otro» de Estados Unidos como un «Islam» nebuloso y que lo engloba todo es una manera de evitar reconocer lo que de hecho une y moviliza a los pueblos por muchos países de mayoría musulmana: una abrumadora oposición popular a las cada vez más intrusivas y violentas intervenciones militares, políticas y económicas de Estados Unidos en muchos de estos países. Para quienes apoyan estas intervenciones esta oposición (y la resistencia que genera) se ha convertido ahora en sinónimo de «Islam».
Fue decepcionante que Obama reciclara la noción de su predecesor de que el «extremismo violento» existe en un vacío, sin relación con el uso de la fuerza exponencialmente mayor por parte de Estados Unidos (y sus representantes) antes y después de l 11 de septiembre de 2001. Hizo hincapié en el «enorme trauma» que en Estados Unidos provocó la muerte de casi 3.000 personas en un día, pero no dijo ni una sola palabra de los cientos de miles de huérfanos y viudas dejados en Iraq, aquellos a los que el zapato arrojado por Muntazer al-Zaidi [2] obligó a los estadounidenses a recordar por unos segundos el año pasado. Ignoró a las decenas de civiles que mueren cada semana en la «necesaria» guerra en Afganistán o a los millones de civiles que huyen de la escalada provocada por Estados Unidos en Pakistán.
Como a menudo hizo el presidente George Bush, Obama afirmó que es sólo una violenta minoría la que mancilla el nombre de una vasta y «pacífica» mayoría musulmana. Pero una vez más perecía considerar a todos los musulmanes como sospechosos cuando advirtió que «cuanto antes se aisle a las comunidades musulmanas extremistas y no deseadas, antes estaremos todos más seguros».
Donde más evidentes fueron estos estos puntos débiles fue en sus declaraciones acerca de Palestina/Israel. Ofreció a su audiencia una minuciosa lección del Holocausto y lo utilizó explícitamente como justificación de la creación de Israel. «También es innegable», afirmó el presidente, «que el pueblo palestino (musulmanes y cristianos) han sufrido en la búsqueda de una patria. Durante más de seis décadas han padecido el dolor del desplazamiento».
¿Han sufrido en la búsqueda de una patria? Ellos ya tenían una patria. Sufrieron el haber sido limpiados étnicamente, desposeídos de ella y porque el grupo étnico-nacional no adecuado les impidió retornar a los lugares de donde ellos procedían. ¿Por qué sigue siendo tan difícil decir esto?
Sermoneó a los palestinos diciéndoles que «la resistencia por medio de la violencia es errónea y no tiene éxito». Les advirtió que «no es una señal ni de valor ni de poder lanzar cohetes a niños que están durmiendo o hacer estallar a ancianas en un autobús. No es así como se reivindica la autoridad moral; así es como se renuncia a ella».
Es bastante justo, pero, ¿realmente se figuraba Obama que estas palabras iban a impresionar al público árabe que había observado horrorizado cómo Israel masacraba con armas suministradas por Estados Unidos a 1.400 personas en Gaza el pasado invierno, incluyendo a cientos de niños que dormían, huían o estaba aterrorizados? ¿Pensaba realmente que su auditorio no recordaría que el número de palestinos y libaneses atacados y matados por Israel siempre ha excedido de manera descomunal el número de israelíes matados por árabes, precisamente a causa de las armas estadounidenses que él ha prometido seguir entregando a Israel irresponsablemente? Amnistía Internacional confirmó recientemente lo que los palestinos ya sabían hace mucho: Israel rompió el alto el fuego negociado cuando atacó Gaza el pasado 4 de noviembre, lo que provocó el lanzamiento de cohetes en represalia que no mataron a ningún israelí hasta después de que Israel emprendiera su mucho mayor ataque a Gaza. Que siga permaneciendo en silencio acerca de lo que ocurrió en Gaza y se niegue a hacer a Israel responsable sólo demuestra su total falta de compromiso con la verdad.
Algunas personas están dispuestas a permitirle esto a Obama porque por fin está hablando con dureza de los asentamientos israelíes en la Cisjordania ocupada. En el Cairo afirmó: «Estados Unidos no acepta la legitimidad de los continuos asentamientos israelíes. Esta construcción viola acuerdos previos y mina los esfuerzos para lograr la paz. Es el momento de que se detengan estos asentamientos».
Esta palabras cuidadosamente elegidas se centran solamente en la continua construcción de asentamientos, no en la existencia de los propios asentamientos; estos son absolutamente compatibles con el consenso de la aplicación del proceso de paz según el cual los asentamientos existentes permanecerán para siempre donde están. Esto suscita la pregunta de a dónde cree Obama que está yendo. Resumió las «legítimas aspiraciones» de los palestino en el establecimiento de un «Estado». Esto se ha convertido en una consigna conveniente que se supone que para los palestinos sustituye su búsqueda de derechos y de justicia que el propuesto Estado les niega. Obama ya ha declarado públicamente que se opone al derecho de los refugiados palestinos a retornar a su hogar y nunca ha apoyado el derecho de los ciudadanos palestinos de Israel a vivir libres de la instigación racista y religiosa, de la persecución y de las practicas avivadas por las más altas instancias oficiales y recogidas en sus leyes.
Puede que tenga una mayor determinación que su predecesor, pero sigue estando comprometido con una impracticable «visión» de dos Estados cuyo objetivo no es restaurar los derechos de los palestinos, sino preservar Israel como un enclave de privilegios israelíes judíos. Esto es un callejón sin salida.
Hubo una frase en su discurso que yo aplaudí y que él debería tener en consideración: «Dada nuestra independencia, todo orden mundial que eleve a una nación o grupo de personas sobre otro fracasará inevitablemente».
[1] http://www.guardian.co.uk/
[2]http://www.guardian.co.uk/
• Ali Abunimah es co-funder de [la página web] The Electronic Intifada [www.electronicintifada.net] y autor de One Country, A Bold Proposal to end the Israeli-Palestinian Impasse.
Nota del editor, 5 de junio de 2009: Este artículo incluía una frase que afirmaba que «el último ataque suicida contra civiles por parte de palestinos se produjo en 2004». Era incorrecto y Ali Abunimah incluyó una aclaración.
Enlace con el original: http://www.guardian.co.uk/