Traducido del inglés para Rebelión por Nadia Hasan
Al Sionismo le tomó más de 100 años conspirar con dispuestos gobiernos occidentales y orientales, para limpiar Palestina de su población indígena y lograr el término lo que fue una próspera e inusual cultura, debido al amor de su gente por la tierra, adoptada y adaptada por sus numerosos conquistadores, lo que aseguró su supervivencia en el tiempo.
Hoy Palestina no está en ningún mapa oficial, sólo una Palestina bíblica. No hay ninguna entidad legal llamada «palestinos». Lo que ha quedado de Palestina, Cisjordania y Gaza, se ha convertido en «tierras disputadas» – tierras distanciadas de cualquier vínculo histórico a los palestinos. Hoy, en la Diáspora, nuestra identidad es una mezcla de identidades, que incluso emulan placas patentes de los «Territorios Ocupados» de Israel, o de multicolores tarjetas de negocio intercambiadas en vuelos y desechadas en el vuelo siguiente. «¿Tú naciste en Jerusalén, cierto?, ¿Eres israelí?» Si, nací en Jerusalén; no, no soy israelí; no soy judío. Nací en Jerusalén, Palestina, pero mi pasaporte no dice que soy palestino. Dice que soy de Jerusalén. Perdón por eso. Jerusalén es una ciudad y un país porque la ONU lo dice.
Al menos tengo una cierta identidad, una que tengo que revelar cuidadosamente, en caso de que un patriota me acuse de un acto ilegal – viajando con una identidad ilegal. ¡Jerusalén, Palestina!
El desafortunado entre nosotros, cogido por la pinza humana israelí, ya no tiene identidad, sólo un rostro en una tarjera plástica y una historia electrónica, desprovisto de una historia relevante. Si en la democracia israelí, los árabes-israelíes (palestinos de Aka) son los «Actuales Ausentes», aquellos que viven en las «tierras disputadas» deben ser los «Pasados Definitivos Ausentes». Estos PDA viven en un enorme basurero israelí carenando hacia la única carretera abierta hacia el vertedero humano. Este basurero, desde Oslo, se ha llenado por la arrogancia sionista y por un poderoso lobby que ignora todo menos los intereses israelíes. Israel nunca volverá a 1947, nunca volverá a 1967; y nunca echará pie atrás a la promesa de recuperar un pasado que nunca fue, pero que fue hecho para ser. ¡Los palestinos y el mundo se condenen!
Y nosotros, los palestinos, no hemos tenido. Nosotros no tenemos ni líderes ni profetas. Incluso un espejismo sería un cálido pensamiento para una fría almohada en los devastados campos de refugiados de Jenin o Rafah. Aquellos que erigen dicho título son rápidamente eliminados junto a las básicas, usuales, desarmadas y desnutridas garantías.
A modo de registro, no hay país – árabes, musulmanes, occidentales u orientales – dispuestos a hacer mella a nuestra actual situación. Ninguno siquiera ha estirado una mano de ayuda. En serio. Somos los únicos nueve millones de almas en el Planeta Tierra cuya identidad coincida con su tierra – DISPUTADA. Nuestra identidad, si un rastro de ella aún existe, está desapareciendo en la misma proporción que nuestra querida Palestina.
Una criatura de Marte nos clasificaría como una suerte de «mutación»: nuestras circunstancias son tan diferentes a las de otra gente, que no habría ningún criterio en contra de cómo esos extraños juzgarían nuestra existencia – o más bien, nuestra no-existencia. Y ciertamente no podemos esperar que esos marcianos sientan empatía con nosotros: nosotros aun nos aferramos a valores que ya no son aceptados por el mundo que los marcianos están explorando.
¿Nosotros esperamos que un marciano entienda el significado o relevancia de la identidad o del derecho al retorno, en las cacofónicas sentencias de aquellos que declaran ser líderes del mundo de masas?
Yo, personalmente, no tengo ningún problema en explicarles a los marcianos el significado de identidad o derecho al retorno. No tengo, incluso, ningún problema en explicarles el significado de derechos humanos bajo el Derecho Internacional, a aquellas criaturas provenientes de tan lejano planeta. Es a mis queridos humanos a quienes es difícil convencer de que tengo una identidad, una tierra que llamo mía, y una historia que ha sido testigo de más de 30,000 salidas de luna y dos almas que ascendieron al cielo unos cientos pies desde mi natal Jerusalén. Si es que hubiera un registro sobre mi hoy, solamente podría ser encontrado en los Archivos del Cielo.
…Y en los corazones, mentes y almas de nueve millones de palestinos, cada uno de los cuales posee un doble registro y una llave de un hogar en algún lugar de una tierra que aún es y que siempre será – Palestina.
El tiempo está de mi lado; y de tu lado también, porque tú sostienes la llave de Palestina en tu mano. Y el tiempo puede ser comprimido.
Un tardío Feliz Eid, un Feliz Hanukkah y una Feliz Navidad.
-Jamil I. Toubbeh, Ph.D. es un investigador superior en el Centro de Salud Asiático y Profesor adjunto en el Departamento de Salud Pública de la Universidad de Temple, Philadelphia. Es también el autor de «Día de la Noche Larga: recuerdos del Nakba de un refugiado palestino», MacFarland & Co. Publisher.
-Jamil I. Toubbeh, Ph.D. es un investigador superior en el Centro de Salud Asiático y Profesor adjunto en el Departamento de Salud Pública de la Universidad de Temple, Philadelphia. Es también el autor de «Día de la Noche Larga: recuerdos del Nakba de un refugiado palestino», MacFarland & Co. Publisher.