El último congreso de Fatah, celebrado el 1 de enero de 2017, coincidiendo con su 52 aniversario, ha confirmado el acaparamiento de la organización por Mahmud Abbas, líder ya anciano. Pero no ha permitido definir una línea estratégica frente al gobierno israelí, y las sombras de dos ausentes -las de Mohamed Dahlan y de Maruan […]
El último congreso de Fatah, celebrado el 1 de enero de 2017, coincidiendo con su 52 aniversario, ha confirmado el acaparamiento de la organización por Mahmud Abbas, líder ya anciano. Pero no ha permitido definir una línea estratégica frente al gobierno israelí, y las sombras de dos ausentes -las de Mohamed Dahlan y de Maruan Barguti- han estado presentes en los debates.
El séptimo congreso de Fatah se abrió en Ramala el 29 de noviembre de 2016. Mahmud Abbas, también presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), ha sido reelegido el mismo día, por aclamación, a la cabeza del movimiento fundado por Yasser Arafat. El Consejo Revolucionario y el Comité Central de Fatah no serán elegidos más que cuatro días más tarde.
La unanimidad de fachada alrededor de la figura que va envejeciendo de Mahmud Abbas (81 años) no puede ocultar las divisiones que minan Fatah. Negándose a emprender el debate sobre sus perspectivas estratégicas, la dirección política, «cisjordana», muy cercana a la ANP, pone en peligro el futuro de la organización.
Cooperación securitaria con Israel
El congreso de Fatah se ha abierto en un contexto difícil para Mahmud Abbas. Hace frente a un gobierno israelí de derecha radical, dirigido por el Likud, que lleva a cabo una política de colonización extensiva. El levantamiento palestino de octubre de 2015, llamado «intifada de los cuchillos», que comenzó en la parte árabe de Jerusalén, se ha extendido a continuación al conjunto de Cisjordania. No ha terminado. Sin embargo, rechazando suspender la cooperación en temas de seguridad entre las fuerzas de policía palestinas e Israel, pilar de los acuerdos de Oslo, el presidente se ha atraído las iras del conjunto de las facciones palestinas. Continúa apostando por una solución negociada con Israel, a pesar del rechazo por Benjamín Netanyahu de la Iniciativa francesa por la Paz /1 (una reunión internacional se celebrará en París el 15 de enero en presencia de decenas de ministros de asuntos extranjeros) que intenta organizar negociaciones multilaterales. En fin, el tema de la reconciliación con Hamas está estancado: el último gobierno de unión nacional fue disuelto en junio de 2015.
Debilitado, Mahmud Abbas debía, por tanto, demostrar que mantiene su legitimidad como cabeza de Fatah y que incluso es capaz de suscitar la unidad nacional. Todos los partidos políticos palestinos se mostraban unidos en la apertura del congreso. Prudente, Faiz Abu Warda, miembro dirigente de Hamas, recordaba sin embargo que la presencia de su formación en el primer día de la conferencia del Fatah solo tenía un aspecto «protocolario». El Movimiento de la Resistencia Islámica está sobre todo atento a las divisiones que desgarran Fatah, en particular las existentes entre los defensores de la línea presidencial y los partidarios de Mohamed Dahlan -expulsado del Comité Central del movimiento en junio de 2011.
Un movimiento cada vez menos «nacional»
El séptimo congreso ha sido el de una llamada al orden: la de Fatah como movimiento «nacional», es decir representativo de los palestinos de la banda de Gaza, de Jerusalén-Este, de Cisjordania, pero también de la diáspora (chatat), en particular de los campos de refugiados palestinos de Líbano, Jordania y Siria. El principal asunto del congreso residía en la elección del Consejo Revolucionario (80 miembros) y del Comité Central, compuesto de un presidente, de 18 miembros elegidos y de tres miembros honorarios permanentes (Faruk Qaddumi, Mohammed Ghunaym y Salim Zanun). Ahora bien, estas nuevas instancias de Fatah consagran una lógica ya en marcha en 2009, en la sexta conferencia del movimiento /2: la dirección del Fatah es mayoritariamente la dirección de un único territorio, Cisjordania, y no la dirección de los territorios -aún menos la del conjunto de un pueblo disperso. Se confunde, en fin, con el aparato de la ANP.
Cisjordania, donde tiene su sede la ANP, está así sobrerrepresentada en las instancias dirigentes del partido, en detrimento de la banda de Gaza y de las instancias del movimiento en Jordania, Líbano y Siria. La sección libanesa del Fatah, sin embargo considerablemente implantada entre los refugiados de Líbano, no tiene ya representantes en el seno del Comité Central, tras la exclusión de Sultan Abu Ayunan, elegido en 2009. La sección siria acude al Comité Central con Samir Rifai. Solo cinco miembros del Comité Central son originarios de la banda de Gaza, y no residen necesariamente allí. El Consejo Revolucionario, estructura amplia, es también mayoritariamente «cisjordano»: solo diez miembros de la banda de Gaza han sido elegidos, de ellos cuatro residentes en Cisjordania.
Los presos palestinos del Fatah no están representados más que por Maruan Barguti, que sigue siendo sin duda el hombre más popular del movimiento. Los cuadros dirigentes del Comité Central están en muchos casos ligados al aparato de la Autoridad, o han tenido en el pasado un papel importante en su seno, ya sea en los servicios de seguridad (Djibril Rajub, Ismael Jabr), en los ministerios (Sabri Saidam), en las provincias (Djamal Muhaisen), en el Consejo Legislativo Palestino (Raui Fatthh). Si opositores históricos a los acuerdos de Oslo siguen siendo aún miembros del Comité Central (Abbas Zaki, Mohammed Ghunaim, Faruk Qaddumi), el grupo de los «negociadores» con Israel está muy representado (Saeb Erekat, Mohammed Shtayyeh, Mohammed Al-Madani) Entre repliegue del Fatah sobre un territorio (Cisjordania) y dependencia respecto a la ANP, el congreso de Fatah se ha distinguido en fin por la ausencia de feminización de sus instancias dirigentes. Solo una mujer, originaria del campo de refugiados de Balata (Cisjordania) forma parte del Comité Central: Dalal Salameh.
La sombra embarazosa de Mohamed Dahlan
Contener la protesta interna del Fatah controlando a los rebeldes cuando se acercaba el Congreso, tal era igualmente el desafío de Mahmud Abbas. Ha sido preciso en primer lugar que el presidente palestino resistiera a las presiones del «cuarteto árabe» /3, compuesto por Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Jordania: desde agosto de 2016, esos Estados le apremiaban para que se reconciliara con Mohamed Dahlan. Para ellos las divisiones del Fatah son, en efecto, susceptibles de reforzar a Hamas. Sin embargo, Abbas no ha seguido sus recomendaciones: el 21 de noviembre de 2016 tres miembros de la oficina parlamentaria de Dahlan han sido detenidos por la policía palestina en Cisjordania.
Antiguo miembro del Comité central del Fatah, durante un tiempo responsable de los servicios de seguridad palestinos, Dahlan fue excluido del movimiento y expulsado de los territorios palestinos en 2011. No oculta sus ambiciones de suceder a Mahmud Abbas, con quien no tiene grandes desacuerdos estratégicos, a la cabeza de Fatah y de la Autoridad Nacional Palestina. Para hacerlo, Dahlan dispone de sólidos apoyos regionales que no son los del presidente. Instalado en los Emiratos Árabes Unidos (EAU), se ha convertido en un verdadero diplomático regional en la sombra y su red se confunde con la cartografía de la «contrarrevolución» árabe: agente-viajero del príncipe Mohammed Ben Zayed Al Nahyan, actual ministro de defensa de los EAU, es una persona cercana a los servicios de seguridad del presidente Abdel Fatah Al-Sissi y se encuentra del lado del general Khalifa Haftar en Libia. Últimamente, la monarquía jordana, que le ha ignorado durante mucho tiempo, se ha colocado al lado de sus poderosos padrinos para facilitar su acceso al poder.
Dahlan no es sin embargo solo una figura impuesta desde el exterior: tiene aún sus partidarios en el seno de Fatah. Mientras que Mahmud Abbas se preocupa principalmente del Fatah de Cisjordania, Dahlan sabe atraerse los favores de facciones locales, en primer lugar en Gaza de donde es originario, pero también en los campos de refugiados de Líbano o en el seno de la diáspora. En ciertos casos, como en el campo de Ayn al-Hilweh (Líbano), la división está ya certificada: hay dos Fatah, uno cercano a Abbas y el otro que es leal a Dahlan. Esta presencia en el seno del partido de simpatizantes de Dahlan conduce a la dirección a organizar verdaderas purgas, hasta entre sus propios parlamentairos. Así, tras una manifestación de Fatah organizada en Gaza el 1 de agosto de 2015, estallaron enfrentamientos entre militantes de Fatah fieles a la presidencia palestina y partidarios de Dahlan. Cuatro manifestantes fueron heridos. Cinco días más tarde, Mahmud Abbas expulsaba de Fatah a cuatro dirigentes cercanos a Dahlan: los diputados Najat Abu Bakr et Naima Cheikh Ali, Adli Sadeq et Taufik Abou Khoussa.
Una victoria pírrica
Para protegerse de la protesta, que supera la simple oposición Dahlan-Abbas, la dirección de Fatah ha echado el cerrojo al congreso de diciembre de 2016 desde su preparación, limitando el número de delegados presentes a 1400 -un umbral muy por debajo del último congreso de 2009, al que asistían 2335 miembros del partido. Reitera aquí una técnica aplicada desde hace mucho en las elecciones palestinas /4: más que maquillar unas votaciones muy vigiladas, define un marco en el que no se le puede derrotar. El movimiento puede así presumir del carácter «democrático» de su congreso, celebrado públicamente.
Mahmud Abbas no está lejos de haber salido exitoso en su apuesta: Mohammed Dahlan y sus partidarios de la Corriente Reformista (Al-Tayar al-islahi) están, por el momento, claramente excluidos de la nueva dirección del Fatah. Pero no dejan de ser amenazadores: a finales de noviembre, prometían la celebración de una conferencia alternativa que todavía no ha tenido lugar. En cuanto a los partidarios de una reforma del Fatah, este séptimo congreso no les ha dejado ningún espacio, prefiriendo apostar por su marginación forzada.
Exclusión de militantes, estrechamiento del número de delegados y prima a Fatah de Cisjordania: la victoria de Abbas es una victoria pírrica que debilita más que refuerza al movimiento que pretende dirigir. El comunicado final del congreso, publicado el 3 de diciembre de 2016 no distingue ya entre la estrategia de la ANP y la de Fatah: menos que un movimiento de liberación nacional, se convierte en una cámara de registro del poder. Si el «derecho a la resistencia», al «retorno» de los refugiados y a la «autodeterminación del pueblo palestino» son mencionados, la única perspectiva estratégica evocada es la de apoyarse en la Iniciativa de la Liga Árabe -que data de 2002- o en la Iniciativa francesa por la Paz de junio de 2016. Ciertamente, se recuerdan grandes principios, como la necesidad de reactivar la dirección de la OLP, la unidad nacional y la reconciliación interpalestina. Sin embargo, es difícil ver lo que distingue a Fatah de la ANP en términos de estrategia y de programa.
El Congreso de Fatah quería sobre todo dar garantías de estabilidad. A la comunidad internacional, Mahmud Abbas le ha comunicado que era aún capaz de dirigir a sus tropas y de contener a sus opositores. El comunicado final del congreso no dirige en fin un mensaje de solidaridad mas que a dos Estados árabes: Egipto y Arabia Saudita, en particular por su «lucha contra el terrorismo». El mensaje se pretende tranquilizador, el eje El Cairo-Riad sigue siendo estructurante para Fatah desde los acuerdos de Oslo y las nuevas correlaciones de fuerzas regionales producidas por la guerra en Siria -apenas mencionada- no modifican los planteamientos de alianzas regionales del movimiento.
La incógnita Maruan Barguti
El congreso no ha resuelto todas las cuestiones internas y el futuro no carecerá de contradicciones para Fatah. Aunque los opositores hayan sido contenidos, los partidarios de un cambio siguen siendo numerosos. Aunque la dirección de Fatah es mayoritariamente cisjordana y está orgánicamente ligada a la Autoridad, el movimiento preserva verdaderas bases populares en la banda de Gaza, igual que en la diáspora, en particular en Líbano. Sobre todo, queda una incógnita sin resolver: la de Maruan Barguti, elegido con el mayor número de votos al Comité Central, cuya esposa, Fadwa Barguti, reitera el mismo éxito en el seno del Consejo Revolucionario.
Encarcelado en Israel desde 2002, Barguti no es quizás el hombre más fuerte del partido pero, en cambio, es el más popular. Su estrategia no ha sido siempre de fácil lectura en el pasado. A veces presentado como el Mandela palestino, partidario de una solución de dos Estados, ha mantenido no obstante un crédito entre los sectores de Fatah más opuestos a los acuerdos de Oslo, igual que en lo que queda de las ramas armadas de la segunda Intifada. Se presenta con una figura reformista, pero sus alianzas son sinuosas. En enero de 2005, amenazaba a Abbas con presentarse a las elecciones presidenciales palestinas, para retirarse posteriormente. En la creación del movimiento Al-Mustaqbal («El porvenir»), que fundó entonces, su principal aliado era Mohamed Dahlan, y Hamas anunciaba que podría apoyarle.
Contrariamente a Mahmud Abbas, no condena el levantamiento palestino de octubre de 2015: en una carta publicada en las redes sociales en marzo de 2016, al contrario, llama a suspender la cooperación en materia de seguridad entre la Autoridad Palestina e Israel, a democratizar y a revitalizar la OLP, así como a distinguir claramente la ANP de Fatah, al que desea devolver su identidad nacionalista.
El Comité Central debe nombrar pronto a su futuro vicepresidente -una decisión que los dirigentes palestinos prefieren tomar al abrigo de las miradas. El nombre de Maruan Barguti es evocado para ocupar la plaza número dos del movimiento. Sus adversarios, con Djibril Rajub, antiguo hombre fuerte de los servicios de seguridad de Cisjordania, a la cabeza, se preparan ya para disputarle ese papel. A falta de ser un congreso de reagrupamiento, el verdadero meollo de este encuentro residía quizás en la designación del delfín. Pero en una suerte de mimetismo con la ANP, Fatah parece haberse mudado en un cascarón vacío en el que las decisiones son tomadas por una camarilla dirigente, que monopoliza el poder desde hace cerca de un decenio.
Notas
1/ Nicolas Dot-Pouillard, «Initiative française pour la paix : les Palestiniens divisés, un président contesté», Middle East Eye, 16/06/2016. http://www.middleeasteye.net/f
2/ Palestine : Salvaging Fatah, Middle East Report n° 91, 12/11/2009. https://d2071andvip0wj.cloudfr
3/ Adnan Abu Amer, » Is Fatah reconciliation underway ahead of local elections ? «, Middle East Eye, 1/09/2016. http://www.al-monitor.com/puls
4/ Xavier Guignard, «Un autoritarisme discret ? Les élections municipales de 2012 en Cisjordanie», noria-resear.
http://orientxxi.info/magazine
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur