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Las cosas que pasan

Un consejo de ministros ominoso

Fuentes: Rebelión

Elogio del espontáneo La figura del espontáneo, ese desconocido que irrumpe en un acto público, cuya actuación por su carácter imprevisible y novedoso suele gozar de una amplia difusión en los medios de comunicación, va camino de convertirse en un héroe moderno, un especialista capaz de perturbar la normalidad indolora impuesta a nuestra sociedad y […]

Elogio del espontáneo

La figura del espontáneo, ese desconocido que irrumpe en un acto público, cuya actuación por su carácter imprevisible y novedoso suele gozar de una amplia difusión en los medios de comunicación, va camino de convertirse en un héroe moderno, un especialista capaz de perturbar la normalidad indolora impuesta a nuestra sociedad y de hacer mas comestible el pasto o la papilla que ingieren a diario millones de telespectadores.

El espontáneo -lo vamos a comprobar analizando tres actuaciones que se desarrollaron en tres ámbitos distintos- durante el certamen musical de Eurovisión, en el Parlamento Europeo y en un estadio de futbol -podría llegar a ser una figura destacada de nuestro sistema político-social. Tendría, entre otros méritos, el de romper la sensación de tedio y abandono que a veces nos invade al sentarnos, por pura rutina, frente a una pantalla de televisión.

Nadie, a estas alturas, ignora ya que la impresión, más bien la idea, de que «aquí-nunca-pasa-nada», se ha ido apoderando poco a poco de las mentes de nuestros compatriotas: ni los cambios de mayorías, ni el fasto de las coronaciones, ni los estragos de las mareas negras, ni los corrimientos de tierras, ni el hundimiento de las Bolsas, ni los terremotos devastadores, ni la inauguración de un tramo de autopista…Nada parece sacar a nuestros contemporáneos del estado de letargo en que parece haberles sumido el parpadeo de ese invento maléfico llamado televisión.

El espontáneo podría entonces (estamos quizás en el albor de un nuevo fenómeno de sociedad) simbolizar todo lo que nuestra sociedad echa tanto de menos. Es decir: lo nuevo, lo inesperado, lo excitante, lo prohibido… Tendría la ventaja, por otra parte, de satisfacer una aspiración ampliamente extendida en nuestra sociedad, particularmente entre los jóvenes: el deseo de ser célebres de forma instantánea y sin esfuerzo. Una celebridad reflejada inmediatamente en las pantallas, en las primeras planas de los periódicos y las revistas y, por supuesto, en la Red.

No se trata de una idea descabellada. Recordemos que a Andy Wahrol, el creador de ese movimiento artístico denominado «Pop-art» que tuvo su época dorada en la década de los 60, se le ocurrió una idea sencilla, pero genial: la de convertir en objetos de arte, entre otros, las estampas gráficas coloreadas a posteriori, los productos de publicidad, las latas de sopa, etc. Es decir: lo divertido, lo fácil de entender, lo despreciable, lo inútil y lo desechable. Lo que hoy denominaríamos «basura». Wahrol, además de inventar esa corriente artística, que él mismo calificó de «arte del desecho», anticipó un concepto sobre lo que podría llamarse en el futuro «la celebridad»: la del político fungible, la del futbolista de una temporada, la del cantante de una hora o de un verano, etc. Y resumió su pensamiento al afirmar que en el futuro todos tendríamos derecho, por lo menos una vez en nuestra vida, a quince minutos de fama o de celebridad.

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El espontáneo que se introdujo en la final de la Eurovisión , (seguida por más de cien millones de espectadores), mientras el representante de España Daniel Dijes interpretaba su inefable canción «Algo pequeñito«, logro subir al escenario escapando a todos los controles. A continuación, ante las cámaras que filmaban su hazaña, se integró en el cuerpo de baile. Le bastaron veinte segundos para saltar a la fama y lograr que un evento musical un tanto renqueante, rejuveneciese de pronto y tomase las dimensiones de un «drama histórico». Fue así, en efecto, como lo calificaron al dia siguiente los patrocinadores del evento y los periódicos noruegos que insertaron esa noticia en primera plana.

Precisemos que Jimmy Jump, el espontáneo que fue capaz de burlar el servicio de seguridad para llevar a cabo su «hazaña», es un catalán que se llama Jaume Marquet y Sot, nacido en Sabadell. Al parecer se ha especializado en este tipo de actuaciones subversivas… Como ya lo hizo en otras ocasiones, solicito a posteriori, por Internet, una aportación de sus admiradores para resarcirse de los 1800 euros de multa que le impuso la policía noruega.

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Pasemos ahora a lo ocurrido en una sesión del Parlamento Europeo el 7 de mayo pasado. En este ocasión el espontáneo se nombraba Cohn-Bendit, el ex -joven rebelde de la revuelta estudiantil francesa de mayo del 68… El marco en el que se expresaba, casi medio siglo después, ya no era la calle, sino un recinto oficial, el Parlamento europeo, con los escaños ocupados por hombres y mujeres elegidos en sus respectivos países y aparentemente satisfechos con la inocuidad de sus funciones y la falta total de poder de decisión de esta importante Cámara..

Reciclado desde hace tiempo en ese papel, Cohn-Bendit aparecía en el vídeo que recogía su intervención, martilleando sus argumentos y pronunciando unas palabras en las que resonaba todavía algún que otro eco de su antiguo discurso revolucionario. Se le podía calificar de espontáneo, pero un espontáneo formando parte de ese «establishment» que escuchaba, entre impasible y aburrido, su diatriba contra el Parlamento europeo, calificado de «escenario de la hipocresía política y económica» y cómplice de los que se dedicaban «a hacer negocio a costa de los griegos». Cohn-Bendit precisaba a continuación: «Nos prestan a nosotros al 1,5 % y nosotros prestamos a Grecia al 3,5 o al 6 %». Y añadía: «Francia le ha vendido fragatas por 2.500 millones de euros y Alemania seis submarinos por otros mil millones». Entre otras ventas de armas, precisaba, destinadas a un ejército griego pletórico, en pugna aparente con Turquía, su enemigo tradicional…

Un espontáneo, consecuentemente, integrado, joven aun e irreverente. Directo y brillante en la exposición de sus ideas, apurando al máximo su tiempo a la hora de abordar las causas de la crisis y de denunciar a sus verdaderos responsables. En el vídeo, a su lado, podían verse, con la mirada perdida o medio dormitando, a dos viejos conocidos: López Garrido, ex IU, venido a encallar en el PSOE y en Bruselas y Barroso, al que su reconocida mediocridad le permitio ser reelegido al frente de la Comisión Europea. En torno a Cohn-Bendit, mientras hablaba, menudeaban los tapoteos, los silencios y las palmaditas de impaciencia. Hasta que por fin, finalizado su discurso, el díscolo diputado Verde tomó asiento y el presidente pudo pasar la palabra a otro diputado.

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Vamos ahora con el tercer espontáneo. Este episodio lo protagoniza un futbolista que, aclamado en su tiempo por los aficionados catalanes, apura actualmente los ultimos destellos de su carrera de futbolista. Muchos habrán reconocido en esta descripción al astro brasileño Ronaldinho, cada vez mas ausente de las gacetillas y de la prensa especializada en nuestro deporte-rey… Salvo con esta noticia, aparentemente sin importancia, pero merecedora de ser difundida, tanto por el historial de su protagonista como por haber tenido lugar en un campo de futbol de los Estados Unidos, durante un partido jugado por la selección brasileña en aquel país.

El artículo resaltaba la reacción del astro del balón redondo ante la irrupción en el terreno de juego de un espontáneo que se dirigió a él y le persiguió durante breves instantes. El periodista que daba fe de la noticia, resaltaba un hecho insólito: habitualmente, recordaba, esta clase de aficionados suelen saltar al césped para ver de cerca a sus ídolos y para felicitarlos efusivamente. O, en ocasiones, para agredirles o mofarse de ellos, antes de que los apresen las fuerzas del orden y los expulsen «manu militari». En este caso, precisaba el artículo, Ronaldinho no solo no echó a correr o repelió la agresión, sino que además abrazó al espontáneo y lo besó en un carrillo ante los miles de espectadores que llenaban el campo.

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Comprobamos una vez mas, a propósito de este fenómeno, que en el marco de lo que Debord calificó de «sociedad del espectáculo», lo insignificante, lo huero, lo vulgar y lo inhabitual, sea cual sea su naturaleza, pueden -en determinadas ocasiones- convertirse en una información importante, digna de ser difundida «urbi et orbi», presta a ser deglutida en el momento mismo en que se produce por millones de espectadores, o poco después.

Qué duda cabe, a la vista de estos tres ejemplos, que la figura del espontáneo, al aportar esa nota de sorpresa, de novedad y frescura, está llamado a multiplicarse, a invadir y a estar presente en los grandes eventos festivos, musicales y deportivos de nuestra época. Y también, porque no, con el tiempo, en los recintos y cenáculos que frecuentan nuestros representantes políticos.

21 de mayo de 2010: un Consejo de Ministros ominoso

Leído en un boletín que lleva por título «Mallorca confidencial», una información relativa a la intención, no concretada, del Presidente del Gobierno de aplicar un nuevo impuesto a las rentas más altas. Dice así: «Zapatero confirmó que el ejecutivo prepara una subida fiscal «para los que más tienen», pero ya no lo planteó como posibilidad como lo había hecho pocas horas antes al decir que el gobierno tomaría una decisión (al respecto) cuando lo considerase conveniente. Zapatero anunció que el impuesto para las rentas más altas lo presentaría el gobierno «en breves semanas». Y no preciso cuantas.

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Ante este tipo de noticias y su indefinición, se nos ocurre la siguiente idea: el lugar más adecuado para que Zapatero acabe sus días, de político se entiende, podría ser algo así como un Museo del Olvido o de los Renunciamientos. Allí podrían amontonarse, en un orden cualquiera, las promesas electorales, los discursos polvorientos, las proclamas ajadas, las declaraciones solemnes y los lideres desportillados. Y pienso para mis adentros: triste final el tuyo Zapatero, triste, si no materializas a la mayor brevedad posible ese impuesto novedoso y cargado de simbolismo que podría borrar, aunque fuese solo en parte, la impresión de que nuestro jefe del ejecutivo, que tan duramente ha atacado con su plan de ajuste a las clases laboriosas de este país, podria demostrar que es un dirigente no sometido aun del todo a los dictados de los poderosos: es decir de la Banca, los Mercados, la Unión Europea, el FMI, los Estados Unidos, etc., etc.

El y Diaz-Ferran, el rey de los morosos y de los engaña-obreros, a punto quizás de recibir la puntilla de sus propios coetáneos, podrían darse la mano en ese Museo, como exponentes de lo que produce este país, para su desgracia, en el campo de la representación política y económica. (Les añadiría, con toda justicia, al líder de la oposición, Mariano Rajoy, al que el dibujante Peridis, en un rasgo gráfico genial, describe últimamente estirado en una tumbona, esperando a que le caiga la breva del poder, mientras, inesperadamente, lanza un llamamiento a la huelga general).

Un artículo del País que hacía referencia a las intervenciones de Zapatero en el Consejo de Ministros del 21 de mayo, vino a confirmar estos temores. Ante el relato de cómo se desarrollo el Consejo, podía uno preguntarse si se trataba de la reunión de miembros de un partido democrático o, mas bien, de un conclave del Komintern, presidido por el Padre de todas las Rusias, frente a unos discretos y atemorizados compañeros de partido. En la vergonzante y extraña terminología utilizada por el Jefe del Gobierno, «los pobres» por un lado» y «los ricos» por el otro», los presentes se enteraron de que los «ricos» también pagarían (¿cuando?) una cuota de impuestos excepcional… Pero nadie al parecer, salvo el círculo estrecho de los fieles al Presidente, estaba al corriente de que, a continuación, Zapatero el pusilánime, Zapatero el príncipe de la duda, iba a completar ese anuncio con el de una demora en ese proyecto-estrella que podía contribuir a devolver al PSOE su imagen de partido progresista, frente a una derecha al acecho.

Desilusión, comentaba el cronista, en las filas de los ministros socialistas. Hasta el punto de que dos incondicionales del Presidente, nos referimos a Blanco y a Pajín, que habían anunciando imprudentemente que la presentación y la aplicación de ese impuesto eran inminentes, debieron enmudecer. Zapatero, pensaron a continuación, no podía equivocarse. Así es que prietas las filas… En conclusión, y como afirmaba un lector de este artículo: «Me apunto a las futuras huelgas generales«.

Entre vigilia y sueño: «La noche del cazador»

La sociedad, de la mano de sus creadores -los poetas, los músicos, los cineastas, los pintores- intentó siempre dar forma y vida a los monstruos que habitan nuestro subconsciente. El cine en particular, primero siendo niños y después como adultos, nos brindó la posibilidad de visualizar esos monstruos presentes en nuestros sueños y nuestras pesadillas. Como aficionado incondicional al séptimo arte, nunca he olvidado algunas imágenes de aquel cine. Y las sigo llevando ancladas en la memoria.

Una de ellas es la de un brazo velludo, inmenso, que penetra por la ventana de un rascacielos y con la extremidad de los dedos se apodera de una mujer rubia que grita de terror y se desvanece. Esta imagen, de fuerte carga onírica, desaparece y surge, sobre un fondo de jarcias, velas y cordajes, un personaje vestido de negro, que ocupa toda la dimension de la pantalla. Mis tías, estoy acurrucado en los brazos de una de ellas, creen que estoy dormido. Pero, al amparo de la oscuridad, contemplo fascinado ese personaje. No logro apartar la vista de esa figura: me atraen sus uñas afiladas y su rostro espectral. Pero lo que más pavor me causa son sus orejas, recortadas y puntiagudas.

Estos dos personajes, lo sabré mas tarde, son dos mitos que pertenecen por derecho propio a la historia del cine y a su mundo mágico e hinóptico. El primero es King-Kong, el rey de la selva. y el segundo Nosferatu, el Vampiro. Debo añadir a estas dos figuras míticas, la de Robert Mitchum, uno de mis actores preferidos, en su interpretación de un personaje tenebroso, surgido de las entrañas de una sociedad pacata e ignorante. Hasta una fecha reciente, inexplicablemente, no había logrado verle actuar en «La noche del cazador», película de aquel grandísimo actor llamado Charles Laughton, (fue la única que dirigió), estrenada en 1955…

El tema de la película es la ilustración perfecta de una frase de Primo Levi. Levi nos advierte de «que los monstruos existen, pero son demasiado pocos para ser peligrosos». Más peligrosos, concluye, son los hombres normales, los funcionarios dispuestos a obedecer sin discutir». Vestido de negro de los pies a la cabeza, Mitchum utiliza en la película, para seducir a sus víctimas, un discurso venenoso y letal que mezcla habilidosamente los valores morales y la religión.

En su recorrido infernal, va sembrando de cadáveres una América profunda en la que sus habitantes, sospechosa y peligrosamente buenos, se convierten al final en un turba sedienta de sangre: la del falso predicador, cuya maldad esplendorosa le debe mucho a la presencia en la película de dos candorosos e inocentes niños que conocen su secreto, a los que persigue sin descanso, y que logran finalmente escapar a la vesania del monstruo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.