Recomiendo:
0

Un Ejercicio Repugnante

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística, por Carlos Sanchis. La traducción es copyleft.

EL TEMA CENTRAL de este artículo es la repugnancia. Por consiguiente, pido disculpas de antemano por el uso frecuente de esta palabra y otras similares.

En el diccionario de sinónimos encuentro realmente varios: aborrecimiento, revulsión, detestación, náusea, hastío, aversión, antipatía, abominación, repulsa, horror, repugnancia, odio, inquina, y algunos más. Todos ellos están presentes en mis sentimientos sobre la acción que tuvo lugar el martes en Jericó.

FUE detestable, en primer lugar, porque fue un truco ingenioso de propaganda electoral. Que un político envíe el ejército a recoger votos es un acto detestable. En esta acción, mataron a tres personas. Muchas vidas, palestinas e israelíes, fueron puestas en peligro.

El horrible cinismo de la decisión era evidente a la vista de todos. Incluso los votantes lo notaron: en una encuesta de opinión pública dos días después, el 47% dijo que la decisión estaba influida por consideraciones electorales, sólo el 49% pensaban de otra manera.

No es la primera vez que Ehud Olmert anda sobre cadáveres en su camino hacia el poder. Como alcalde de Jerusalén, dio empuje a la apertura de un túnel en el área de los lugares sagrados musulmanes y causó (como era de esperar) docenas de bajas. Benjamín Netanyahu, su cómplice en aquel momento, está hecho de material similar.

Netanyahu, por lo menos, fue una vez un soldado de combate que arriesgó su propia vida en acción. Mucho más despreciable es un político que envía a otros a arriesgar sus vidas pero lleva mucho cuidado de no arriesgar la propia. Esta ignominiosa banda también cuenta con George Bush y Richard Cheney, dos tratantes de guerra en serie.

Olmert tenía un problema. Su partido se estaba hundiendo lentamente en las encuestas. conforme pasaba el tiempo, algunos de los entusiastas de Kadima habían empezado a notar que Olmert, después de todo, no es ningún Sharon. La gloria de Sharon deriva principalmente de ser un victorioso general que paseó durante la guerra del Yom Kippur con un gran vendaje alrededor de su cabeza ( hasta hoy mismo no está suficientemente claro con qué propósito). Olmert tenía la necesidad urgente de una acción militar que le proporcionara los laureles de un duro comandante militar, y que también le ayudara a quitarse de encima el apodo que le sacó el Likud: Smolmert. (Smol, en hebreo, significa izquierda.)

El truco fue amortizado. En la misma encuesta, el 20.7% de los votantes dijeron que la acción de Jericó los persuadió a votar por Kadima, o, por lo menos, reforzó su decisión de hacerlo.

En general, uno debe tener cuidado con un político civil que deviene un líder coronado con laureles militares. Es suficiente con mencionar el clásico caso de Anthony Eden, el heredero de Winston Churchill, que inició la guerra de Suez en octubre de 1956.

¿QUÉ nos recuerda esa guerra? La confabulación.

El británico quiso derrocar a Gamal Abd-al-Nasser, porque tuvo la osadía de expropiar a los accionistas británicos de la Compañía del Canal de Suez. Los franceses quisieron derrumbarlo debido a su apoyo a la guerra argelina de liberación. Conspiraron con David Ben-Gurion que quería destruir el ejército egipcio recientemente re-equipado. El intermediario principal de la confabulación fue Simón Peres, ahora Nº 2 en la lista de Kadima.

La cosa funcionó así: Paracaidistas israelitas, mandados por Ariel Sharon (fundador de Kadima), fueron lanzados cerca del canal de Suez. Gran Bretaña y Francia emitieron un falso ultimátum y exigieron a Egipto e Israel retirar sus fuerzas del canal, una exigencia absurda, puesto que el canal está bien adentrado en territorio egipcio. Como estaba acordado de antemano, Israel se negó, y entonces las fuerzas británicas y francesas invadieron el área del canal y dejaron que el ejército israelí tomara el control de toda la península del Sinaí. La confabulación fue tan primitiva y obvia que enseguida fue descubierta. Final de Eden.

El asunto de Jericó es increíblemente similar: los británicos y estadounidenses fingieron temer por la seguridad de sus observadores, que fueron apostados en Jericó según un acuerdo que tocaremos después. Le dijeron a Mahmoud Abbas que podrían retirarlos. En un momento acordado en secreto con el primer ministro israelí, los observadores británicos y usamericanos salieron y el ejército israelí entró. Los preparativos para la acción se habían estado llevando a cabo durante semanas.

Una cosa debe decirse a favor de George Bush y Tony Blair (y su miserable Ministro de Exteriores, Jack Straw): ellos han devuelto la profesión más vieja del mundo a la ciudad más vieja en el mundo. El hilo escarlata de Rahav la Ramera (Josué, 2) conduce a este acto de prostitución.

EL TENIENTE GENERAL Dan Halutz puede estar orgulloso de esta victoria. En el pasado, se hizo famoso por decir que todo lo que él siente es un ligero golpe en su ala cuando él deja caer una bomba en un barrio civil, aun cuando también mueran mujeres y niños. Después de eso duerme bien, dijo. Ahora él ha ganado auténtica gloria: con la ayuda de docenas de tanques, helicópteros y robustas retroexcavadoras ha tenido éxito capturando a seis prisioneros desarmados en un pueblo pequeño y tranquilo, no-violento que vive del turismo.

En el curso de la acción, los soldados de Halutz crearon un repugnante cuadro que ha enmugrecido la imagen del ejército israelí a los ojos de los centenares de millones que lo vieron en sus pantallas. Ordenaron que policías y civiles palestinos se quitaran la ropa, entonces permitieron que fueran fotografiados, una y otra vez; una y otra vez, en calzoncillos. No había necesidad de eso. El pretexto, que podrían haber escondido cinturones explosivos en su cuerpo, era ridículo bajo tales circunstancias. Y aun cuando hubiera sido necesario, podría hacerse ciertamente lejos de las cámaras. No había ninguna duda: la intención era humillar, rebajar y satisfacer tendencias sádicas.

Una persona puede, quizás, superar palizas o incluso la tortura. Pero no puede olvidarse de la humillación en la vida, sobre todo cuando se hizo por completo a la vista de su familia, amigos, colegas y toda la gente del mundo. ¿Cuántos nuevos terroristas nacieron en ese momento?

Ese día, por casualidad fui a visitar a amigos en un pueblo palestino de Cisjordania. Nosotros – mis anfitriones y yo – nos aferramos a la pantalla de la televisión (principalmente Aljazeera). Cuando esas imágenes aparecieron, no podía mirarlas con mis ojos por vergüenza.

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN ISRAELÍES disfrutaban. No sólo lo pasaban bien; se pusieron gagas de pura alegría. Ellos contribuyeron con su parte especial al aborrecible evento y estaban en atención y firmes detrás del gobierno. Como una bandada de loros, repitiendo la mendaz versión oficial unánimemente.

Era un festival de cerebros lavados. ¡ Los «Asesinos de Ze’evi» habían sido capturados! ¡Era nuestro deber nacional! ¡No podríamos descansar hasta que cayeran en nuestras manos, vivos o muertos!

Estas tres palabras – «Asesinos de Ze’evi» – se convirtieron en un mantra. Fueron repetidas eternamente en la radio y televisión, aparecían en la prensa escrita (¡ en toda ella!) y en los discursos de los políticos (¡en todos ellos!). Es decir: los israelíes son «asesinados», los palestinos son «eliminados»

¿Por qué, por el amor de Dios? Rehavam Zee’vi, un ministro del gobierno en aquel tiempo, predicaba día y noche sobre la «transferencia»; el eufemismo para la expulsión de Palestina de los palestinos. Comparados con él, Jean-Marie le Pen en Francia y Joerg Haider en Austria son liberales de alma generosa. Su asesinato selectivo no es diferente del asesinato selectivo del Jeque Ahmed Yassin y veintenas de líderes palestinos, incluido Abu-Ali Mustafá, el líder del Frente Popular que fue autorizado por Israel a volver desde Siria a los territorios palestinos después de Oslo.

Ésta es parte de la cadena interminable de violencia: El ejército israelí mató a Abu-Ali Mustafá. Le sucedió Ahmed Sa’adat quien, según el servicio de seguridad israelí, ordenó el asesinato de Rehavam Ze’evi en venganza, y cuya captura era el objetivo de la acción de Jericó. Y así sigue.

Permítanme ser claro: Me opongo a todos los asesinatos. Los suyos y los nuestros. Al asesinato de Abu-Ali Mustafá y al asesinato de Rehavam Ze’evi. Pero quienquiera que derrame la sangre de un líder palestino no puede quejarse del derramamiento de la sangre de uno israelí.

HAY todavía otro lado del asunto que no es menos repugnante: la actitud hacia el mantenimiento de los acuerdos.

Sa’adat y sus colegas estaban detenidos en Jericó conforme a un acuerdo firmado por Israel. En virtud del mismo, ellos dejaron la Mukata’a en Ramallah, durante el sitio a Yasser Arafat, y entraron en la cárcel palestina en Jericó. Los EE.UU. y el Reino Unido garantizaron su seguridad y se comprometieron a supervisar su encarcelamiento.

Lo que ha pasado ahora en Jericó es un claro quebrantamiento del acuerdo. Los miserables pretextos inventados en Jerusalén, Londres y Washington son un insulto a la inteligencia de un niño de 10 años.

Los gobiernos israelíes consideran a menudo el quebrantamiento de un acuerdo como un acto patriótico si sirve a nuestros propósitos. Los acuerdos sólo son obligatorios para el otro lado. Está no es solamente una moralidad primitiva, sino que también está dañando a nuestros intereses nacionales. ¿Quién firmará un acuerdo con nosotros sabiendo que solo le obliga a él? ¿Cómo puede Israel, convincentemente, exigir que los líderes de Hamas «acepten todos los acuerdos» firmados por la Autoridad Palestina?

Muchos israelíes creen que la acción de Jericó fue un ejercicio inteligente. Yo lo encontré absolutamente abominable.