Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Una gran farsa se desarrolla ante los medios de información del mundo en la Franja de Gaza. Es la evacuación escenificada de 8.000 colonos judíos de sus hogares en los asentamientos ilegales, y ha sido cuidadosamente preparada para crear imágenes que apoyen la apropiación de Cisjordania por Israel respaldada por EE.UU., y la cantonización de los palestinos.
Nunca existió ni la menor razón para que Israel enviara al ejército a expulsar a esos colonos. Toda la operación podría haber sido realizada, sin el melodrama necesario para un frenesí mediático, mediante el establecimiento de una fecha fija en la que las IDF [ejército de Israel,, N.d.T.] se retirarían del interior de la Franja de Gaza. Una semana antes, todos los colonos, habrían partido tranquilamente – sin cámaras de televisión, sin muchachas llorando, sin soldados angustiados, sin comentaristas formulando empalagosas preguntas sobre cómo judíos pueden expulsar a otros judíos de sus hogares, y sin más trauma sobre sus terribles sufrimientos, las víctimas del mundo, a los que hay que ayudar, por lo tanto, a que expulsen a los palestinos de Cisjordania.
Los colonos – generosamente compensados por su molestia – se reasentarán en otros sitios en Israel, y en algunos casos en otros asentamientos ilegales en Cisjordania. Por cierto, cada familia judía que abandone la Franja de Gaza recibirá entre 140.0000 y 400.000 dólares sólo por el valor de la casa que dejan..
Pero detalles semejantes son raramente mencionados en la tempestad de información sobre la «gran confrontación» y el «momento histórico» que nos presenta Sharon y la asesina, saqueadora, cultura colonial que ayudó a crear.
El lunes por la noche, en Nightline de ABC, un reportero entrevistó a una joven, simpática, mujer israelí del mayor asentamiento de Gaza, Neve Dekalim – una muchacha de voz sincera, que retenía sus lágrimas. No considera a los soldados como enemigos, dice, y no quiere violencia. Se irá aunque hacerlo le cause su mayor dolor.
Habló sobe el árbol que plantó ante su hogar con su hermano cuando tenía tres años, de cómo creció en la casa que ahora estaban abandonando, de sus recuerdos, y de saber como jamás podría volver; que incluso si lo hiciera, todo lo que le era conocido habría abandonado el lugar.
La cámara luego se desplazó hacia sus padres ancianos sentados, sombríos, entre cosas embaladas, contemplando la escena, desamparados y resignados. Su madre era maestra de guardería infantil, nos dicen. Sabía casi todo sobre los niños que crecieron aquí, cerca del mar.
En los 5 años de brutal represión del levantamiento palestino contra la ocupación por parte de Israel, jamás vi o escuché una secuencia tan larga, con tanto detalle sentimental, humano, como en este caso; no recuerdo ni una sola vez en la que un reportero haya permitido a una simpática mujer palestina, cuya casa acababa de ser aplanada y que lo había perdido todo, que hablara de su dolor y pena, de sus recuerdos y de los recuerdos de su familia; jamás pude escucharla mientras reflexionaba sobre adónde iría y cómo viviría.
Y eso a pesar de que sólo en Gaza más de 23.000 personas han perdido sus casas bajo las aplanadoras y las bombas israelíes desde septiembre de 2000 – a menudo advertidas sólo un instante antes de la destrucción – porque «amenazaban la seguridad de Israel».
La vasta mayoría de las casas destruidas estaban ubicadas demasiado cerca de un puesto militar de las IDF o de asentamientos ilegales como para permitir que siguieran en pie. Las víctimas no recibieron compensación alguna por sus pérdidas y no tuvieron un lugar que las estuviera esperando para reasentarlas.
La mayoría terminó en ciudades de carpas temporales de la UNRWA hasta que lograron encontrar refugio en otro sitio en la Franja densamente superpoblada, un cuarto de la mejor tierra habitada por un 1% de la población, judía, que ocupaba la tierra a su detrimento.
¿Dónde estuvieron los camarógrafos en mayo de 2004 en Rafa cuando los refugiados perdieron dos veces seguidas sus casas en una incursión de una sola noche, sin poder recuperar ninguna de sus posesiones?
¿Dónde estuvieron cuando aplanadoras y tanques destrozaron calles pavimentadas con palas de acero, destruyeron el alcantarillado y las tuberías de agua, cortaron los cables de electricidad, demolieron un parque y un zoológico; cuando francotiradores mataron a dos niños, un hermano y su hermana, que alimentaban a sus palomas en el techo de su casa? ¿Cuando el ejército de ocupación disparó un obús contra un grupo de manifestantes pacíficos matando a 14, entre ellos dos niños?
¿Dónde han estado durante los últimos cinco años, cuando el calor del verano de Rafa hace la vida tan insoportable que todo lo que uno puede hacer es sentarse a la sombra del propio techo de lata galvanizada – porque está prohibido ir al mar, a diez minutos a pie del centro de la ciudad? ¿O cuando se llega a ser un objetivo humano móvil porque uno camina en un espacio abierto? ¿Y cuando sus ciudadanos opusieron resistencia, dónde estaban los panegíricos y los medios admirativos para que comenten sobre el «arrojo», la «voluntad» y la «audacia» de esta «gente joven»?
El martes 16 de agosto, el diario israelí Ha’aretz informó que más de 900 periodistas de Israel y de todo el mundo están cubriendo los eventos en Gaza, y que cientos de otros se encuentran en ciudades y localidades de Israel para cubrir las reacciones locales.
¿Hubo alguna vez tantos periodistas en un solo sitio durante los últimos 5 años para cubrir la Intifada palestina?
¿Dónde estaban los 900 periodistas internacionales en abril de 2002 después de que el campo de refugiados de Yenín fue arrasado en cosa de una semana en una demostración de pura arrogancia y sadismo israelíes?
¿Dónde estaban los 900 periodistas internacionales el otoño pasado cuando el campo de refugiados de Jabalya en Gaza estuvo sitiado por Israel y mataron a más de 100 civiles? ¿Dónde estuvieron durante cinco años mientras toda la infraestructura física de la Franja de Gaza era destruida?
¿Cuál de ellos informó que cada crimen de la ocupación israelí – desde las demoliciones de casas, los asesinatos selectivos y los cierres totales al asesinato de civiles y la destrucción injustificable de propiedad comercial y pública – aumentada significativamente en Gaza después de que se anunciara el Plan de «Desconexión» de Sharon – ese gran paso hacia la paz.
¿Dónde están los cientos de periodistas que deberían estar cubriendo las numerosas protestas no-violentas de palestinos e israelíes contra el Muro del Apartheid? ¿Manifestaciones no-violentas reprimidas mediante la violencia y la humillación por las fuerzas armadas israelíes? ¿Dónde están los cientos de periodistas que deberían estar informando sobre el acordonamiento de Jerusalén Este palestino y de la bisección de Cisjordania y la subdivisión de cada región en docenas de mini-prisiones aisladas?
¿Por qué no nos bombardean con informes indignados sobre las carreteras de circunvalación sólo para judíos? ¿Sobre los cientos de puntos de control internos sin justificación? ¿Sobre las innumerables ejecuciones y mutilaciones sin juicio? ¿Sobre la tortura y el abuso de palestinos en las prisiones israelíes?
¿Dónde estaban estos cientos de periodistas cuando fue enterrado por sus familiares desgarrados por el dolor cada uno de los 680 niños palestinos matados a tiros por soldados israelíes durante los últimos 5 años?
En su lugar un informe tras otro anuncia el «fin de la ocupación por 38 años» de la Franja de Gaza, una «encrucijada de la paz» y la noticia de que «ahora es ilegal que israelíes vivan en Gaza». ¿Es una especie de chiste?
Sí, es «ilegal que los israelíes vivan en la Franja de Gaza» como colonizadores provenientes de otro país. Ha sido ilegal durante 38 años. (Si lo desean pueden mudarse allá y vivir como iguales con los palestinos y no como ciudadanos israelíes, pueden hacerlo).
El plan unilateral de «Desconexión» no termina con la ocupación de Gaza.
Los israelíes no renuncian al control sobre la Franja.
Retienen el control de todas las fronteras por tierra, mar y aire, incluyendo el corredor Philadelphi a lo largo de la frontera de Gaza con Egipto, donde se permitirá que los egipcios patrullen bajo el ojo vigilante de Israel y según las condiciones más estrictas impuestas por Israel. Los 1,4 millones de habitantes de Gaza siguen prisioneros en una gigantesca colonial penal, a pesar de lo que sus líderes partidarios traten de afirmar.
Las IDF sólo cambian de frente fuera de la Franja de Gaza, que es rodeada por barreras eléctricas y de hormigón, alambradas de púas, torres de control, guardias armadas y sensores de movimientos, y conservarán la autoridad para invadir Gaza por un capricho. Pronto prohibirán que ocho mil trabajadores palestinos que trabajan en Israel por salarios de esclavos vuelvan a sus trabajos.
Otros 3.200 palestinos que trabajaban en los asentamientos por salarios por debajo del mínimo, han sido sumariamente despedidos sin recurso a paga de indemnización u otras formas de compensación.
Otros perderán sus medios de subsistencia cuando los israelíes transfieran la Zona Industrial de Gaza de Erez a algún otro sitio en el desierto del Negev.
El Banco Mundial informó en diciembre de 2004 que tanto la pobreza como el desempleo aumentarán después de la «Desconexión» incluso en el mejor de los casos, porque Israel retendrá el pleno control sobre el movimiento de bienes hacia y desde Gaza, mantendrá una separación forzosa de Cisjordania y Gaza impidiendo que los residentes de una parte visiten la otra, y elaborarán acuerdos aduaneros separados con cada zona dividendo sus economías ya desbaratadas — y a pesar de ello se nos obliga a escuchar día y noche noticias sobre esta histórica iniciativa por la paz, esta gran encrucijada en la carrera de Ariel Sharon, esta historia de trauma nacional para los hermanos y hermanas que han tenido que realizar las dolorosas órdenes de su sabio y sitiado líder..
¿Qué será necesario para que la verdad llegue a la gente? A la joven de Neve Dekalim
que puede expresar sus palabras sin mover un párpado por turbación o vergüenza?
Mientras las cámaras aproximan a los furiosos colonos que chocan patéticamente con sus «hermanos y hermanas» en el ejército israelí, ¿quién se preocupará por sus otros hermanos y hermanas en Gaza?
¿Cuándo merecerá la historia palestina de 1948 y 1967, y de cada día que pasa bajo la violencia del desposeimiento y de la deshumanización un titular en nuestros periódicos?
Me viene a la mente una entrevista que tuve este verano con Hussein Nabulsi, de Hizbulá – una organización que no tiene nada que ver con el movimiento por la liberación nacional palestina, pero que se ha aliado con los que considera como las verdaderas víctimas de las políticas y mentiras de EE.UU. e Israel.
Recuerdo sus ojos firmemente cerrados y sus puños apretados cuando me preguntó por cuánto tiempo se supone que árabes y musulmanes acepten que son ellos los victimizadores y los terroristas. «Duele», dice con un murmullo ardiente. «Duele tanto ver esta injusticia todos los días». Y continúa explicándome por qué los estadounidenses y los israelíes – con sus monstruosos arsenales militares – nunca vencerán.
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Jennifer Loewenstein será miembro visitante del Refugee Studies Centre en la Universidad de Oxford a principios de este otoño. Para contactos: [email protected]
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