Traducido para Rebelión por Elena González
Cuando éramos pequeños íbamos a la granja de mi tío en el Valle del Jordán, en Cisjordania, a buscar huevos de pascua. La fiesta la organizaba la mujer cristiana de mi tío y toda la familia participaba con gusto porque era muy divertido. Mientras buscábamos entre los árboles y mirábamos bajo las piedras en la tierra más fértil de Cisjordania, los adultos se aseguraban de que cada niño encontrara al menos un huevo con alegres coloridos. La ocupación israelí en 1967 puso fin a estas visitas familiares durante las vacaciones de mi padre en la Universidad Americana de Beirut.
Hoy, el Valle del Jordán es una zona cerrada incluso para los palestinos que viven en Cisjordania y en Jerusalén este. Se incluyó en el Área C bajo los acuerdos de Oslo, un área que cubre aproximadamente el 60 por ciento de Cisjordania y que debía ser devuelta a los palestinos como parte del proceso de paz. En lugar de esto, el Área C ha sido salvajemente colonizada, con soldados israelís y colonos poniendo en práctica las políticas de despoblación más agresivas en el Valle del Jordán.
Mis memorias del Valle del Jordán ocasionalmente me evocan alguna simpatía por la voluntad del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, de entablar negociaciones que no han llevado a ninguna parte en 17 años. Las negociaciones son una forma de abordar el mayor reto al que se enfrentan los palestinos: como salvar la mayor parte posible de la tierra física de Palestina de las apropiaciones de tierra, demoliciones de casas y expulsiones llevadas a cabo por Israel. Ya que sin palestinos en las tierras de Palestina la búsqueda de derechos quedaría, como Israel sabe muy bien, para los libros de historia.
Si la estrategia de Abbas tuviera una oportunidad razonable de rescatar ni que fuera pequeñas partes de Palestina entonces muchos palestinos le apoyarían firmemente. Pero no es así: el incremento masivo en iniciativas de asentamientos ilegales durante los 17 años de negociaciones han más que doblado la población colona. Y la llamada congelación vendida por el gobierno de Obama se caracterizó por un ritmo más alto de construcción israelí en Gaza y Cisjordania que en el mismo Israel, según Americans for Peace Now (Norteamericanos por la paz ahora) , debido a las varias «excepciones» del gobierno de Netanyahu. Lo que es más, el antiguo presidente del partido conservador británico, Chris Patten, recientemente escribió en el Financial Times que ha visto más construcción a gran escala en Cisjordania que en Europa. Si, dice Patten, «el gobierno de Obama nos ha dicho que hay una «congelación sin precedentes» en la actividad de los asentamientos. ¿Quién está engañando a quién?»
¿Y por qué? La verdad es que todos, Israel, Estados Unidos, la Unión Europea, los países árabes y la Autoridad Palestina (pero no los palestinos) se han beneficiado de la farsa de las negociaciones. Las negociaciones han permitido que Israel se presente ante el mundo como interesados en lograr la paz, aunque continúa colonizando; ha ofrecido una hoja de parra para la incapacidad o falta de voluntad de la administración estadounidense de responsabilizar a Israel por sus políticas; la autoridad palestina no ha tenido que afrontar la quiebra de sus programas y estructuras políticas, y la Unión Europea y los países árabes han lamentado la situación sin tener que hacer nada al respecto.
Para los palestinos hacer un llamamiento para acabar con esta farsa puede ayudar a desmantelar las estructuras de poder corruptas e ineptas, fuertemente apoyadas por los Estados Unidos de América, que han llevado las cosas a este punto, lo que pondría de relieve la valiente resistencia civil de la gente en los pueblos contra la pérdida de su tierra, incluidos aquellos en el Valle del Jordán, que reconstruyen sus casas al mismo ritmo que Israel las derriba, en un «acto de resistencia no violenta», como dijo Luisa Morgantini, antigua vicepresidenta del Parlamento Europeo, tras su reciente viaje. Destacaría la confiscación continuada de tierra a los ciudadanos palestinos por Israel y quizá llevaría a la igualdad de derechos para todos en lo que una vez fue Palestina y ahora está gobernado por Israel.
Acabar con la farsa también evidenciaría la realidad violenta de un movimiento de colonos que ha hecho de Cisjordania y de Jerusalén este un lugar tan peligroso para vivir. Podría incluso llevar a llamar a las cosas por su verdadero nombre: los asentamientos son ilegales bajo el derecho internacional, pero de algún modo esto suena demasiado abstracto. Apoderarte de cosas que no te pertenecen, como tierras y agua, es robar. Las personas que roban son ladrones y criminales y deben ser tratados en consecuencia.
Estas realidades se han vuelto borrosas por los giros de hombres y mujeres trajeados que corren de reunión en reunión con la prensa a remolque. Abbas busca ahora cobertura política de la Liga Árabe para sus próximos pasos. Pero lo que pase ahora debe depender de la gente palestina: declarar que este proceso no tiene sustancia, hacer balance, y responder a lo que realmente está ocurriendo en el terreno, como hacen los que están comprometidos con la resistencia civil y el movimiento de boicot, desinversiones y sanciones. Si no, no quedará nada de Palestina.
Nadia Hijab es codirectora de Al-Shabaka, the Palestinian Policy Network (Red de Política Palestina)
Fuente: http://mideast.foreignpolicy.com/posts/2010/09/27/a_post_negotiations_future_for_the_middle_east
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