Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Cada vez que Israel se enfrenta a una «escalada» militar, se revela la delgada envoltura que apenas cubre su racismo institucionalizado. El incitador principal, como siempre, ha sido el primer ministro Benjamin Netanyahu, quien, en una serie de tuits y publicaciones de Facebook, envió el mensaje en los últimos días de que un gobierno minoritario apoyado por los partidos árabes sería «una bofetada a los soldados del ejército israelí y un peligro para el Estado de Israel». En su discurso ante la Knéset esta semana, aprovechó de manera similar la oportunidad de presentar a los miembros árabes de la Knéset como partidarios del enemigo.
El siguiente en el orden después de Netanyahu, y a veces incluso superándolo, es el hombre que se ha convertido en el actual coronador de reyes, Avigdor Lieberman. Con todo el sistema político a sus pies, el presidente del partido Yisrael Beiteinu ha dado la vuelta en los últimos días como alguien a quien cada pensamiento racista merece especial atención. En una entrevista a Channel 12 News el miércoles regurgitó su incitación habitual contra miembros de la Lista Conjunta de los partidos árabes. «En lo que a mí respecta, son una quinta columna: personas que quieren destruir el Estado de Israel desde dentro y trabajar en contra de sus intereses», dijo.
Esta incitación desenfrenada, que florece en momentos de tensión, tiene un efecto político destructivo. El argumento escuchado desde casi todas las partes del espectro político es que la operación en la Franja de Gaza efectivamente aumentó la posibilidad de que el presidente de Azul y Blanco, Benny Gantz, formara un gobierno minoritario apoyado por los partidos árabes y, por lo tanto, la única forma de salvar a Israel de una tercera elección es un gobierno de unidad basado en la propuesta del presidente Reuven Rivlin.
Esto, sin embargo, no es una conclusión lógica sino que es una conclusión que revela el hecho de que los árabes son ciudadanos de segunda clase que se someten a un proceso acelerado de deslegitimación cada vez que no están atentos en respuesta a una llamada militar de emergencia emitida por el primer ministro.
Además los dos principales incitadores, Netanyahu y Lieberman, están explotando tanto la tensa situación de seguridad como su pulida retórica racista para presionar enormemente a Gantz para que ingrese a un gobierno de unidad basado en la propuesta del presidente. Gantz, quien hasta ahora ha demostrado una firmeza impresionante, no debe ceder ante esta presión. Pronto el denso humo de los cohetes se disipará e Israel, una vez más, se verá eclipsado por la imagen del sospechoso criminal en serie Netanyahu, el hombre que no es apto para ser primer ministro.
Fuente: https://www.haaretz.com/opinion/editorial/a-racist-unity-government-1.8129762
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