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Un halcón acecha a Rice

Fuentes: IPS

Si la secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Condoleezza Rice, de verdad está decidida a avanzar hacia una solución de dos estados en el conflicto palestino-israelí, entonces deberá enfrentar a un serio adversario dentro mismo de la Casa Blanca. Sus únicos enemigos no son el vicepresidente Dick Cheney y los sobrevivientes de la camarilla […]

Si la secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Condoleezza Rice, de verdad está decidida a avanzar hacia una solución de dos estados en el conflicto palestino-israelí, entonces deberá enfrentar a un serio adversario dentro mismo de la Casa Blanca.

Sus únicos enemigos no son el vicepresidente Dick Cheney y los sobrevivientes de la camarilla neoconservadora que lo rodeaba a él y al ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld durante la primera administración de George W. Bush.

La oficina de Cheney sigue siendo una formidable fuerza contra cualquier concesión a un eventual gobierno palestino de unidad –y que incluya por tanto al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas)–, sin importar los esfuerzos de Arabia Saudita por lograr un acuerdo en ese sentido la semana pasada en La Meca.

Eliott Abrams, el propio asesor de Rice cuando ella se desempeñaba como consejera de seguridad nacional, quien se constituyó en el principal enemigo a sus actuales esfuerzos en el proceso de paz.

Hasta la reunión de Rice en Jerusalén la semana pasada con el primer ministro israelí Ehud Olmer y con el presidente palestino Mahmoud Abbas, el proceso de paz estaba congelado desde los días del gobierno de Bill Clinton (1993-2001).

La influencia personal de Abrams sobre Bush no se iguala con la de Rice, pero sus habilidades burocráticas y conexiones políticas, en particular con el llamado «lobby israelí» de organizaciones judías y de la Derecha Cristiana, le otorgan un considerable poder.

Según varias fuentes, Abrams ha trabajado en forma sistemática para socavar las esperanzas de Rice –así como las impacientes demandas del rey saudita Abdullah bin Abdul Aziz al-Saud– de darle a los palestinos un «horizonte político» para una solución definitiva al conflicto.

«La administración de Bush no ha hecho nada para presionar a Israel para que haga compromisos, más allá de la retórica vacía de Washington sobre el ‘horizonte político’ de los dos estados», escribió la semana pasada en el International Herald Tribune el analista Henry Siegman, director del Proyecto Estados Unidos-Medio Oriente en el influyente Consejo de Relaciones Exteriores.

«Cada vez que aparece la más pequeña insinuación de que Estados Unidos podría finalmente participar seriamente de un proceso político, Eliott Abrams se reúne en secreto con enviados de Olmert en Europa o en cualquier otro lugar para dar tranquilidad de que no existe tal peligro», sostuvo.

Tras la renuncia del ex jefe de equipo de Cheney, Lewis Libby, y la salida del Pentágono hace casi dos años de Paul Wolfowitz, ahora presidente del Banco Mundial, Abrams se convirtió en el neoconservador más influyente de la administración, sobre todo en políticas en Medio Oriente, por ser viceconsejero de Seguridad Nacional para la Estrategia de Democracia Global.

Como sus compañeros «halcones» (el ala más belicistas de Washington), Abrams nunca confió en los procesos de paz, no sólo entre Israel y Palestina. Cuando fue asesor sobre América Latina en el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989), se esforzó en arruinar todas las iniciativas regionales para poner fin a la campaña de Estados Unidos contra la guerrilla sandinista en Nicaragua, así como a la guerra civil en El Salvador. También resistió todo tipo de negociación con Cuba.

«Se opuso a las conversaciones de paz regionales, se opuso a las conversaciones bilaterales entre Estados Unidos y Nicaragua, y se opuso a las conversaciones con Cuba», dijo a IPS el analista William LeoGrande, decano de la Escuela de Asuntos Públicos de la Universidad Estadounidense, y autor de «In Our Backyard» («En nuestro patio trasero»), un estudio sobre la política de Washington en América Central.

«Él no negociaría con adversarios, aún cuando las negociaciones prometan salvaguardar los intereses estadounidenses. Siempre insistió en una total victoria, como si la política exterior fuera una cruzada moral en la que asumir compromisos es anatema», afirmó el experto.

Con su imagen severamente dañada tras ser condenado sin prisión por la Justicia por haber ocultado información al Congreso legislativo sobre el caso «Irán-Contras» –la venta encubierta de armas a Irán y el uso de esas ganancias para financiar la contrarrevolución nicaragüense–, Abrams, como muchos halcones, dejó el gobierno bajo la administración «realista» de George Bush (1989-1993), padre del actual mandatario. En los años 90 integró varios centros académicos.

Cuando Bush padre llamó al entonces primer ministro israelí Yitzhak Shamir a participar de una conferencia de paz en Madrid tras la primera guerra del Golfo en 1991, Abrams y decenas de otros neoconservadores crearon el Comité sobre Intereses de Estados Unidos en Medio Oriente para contrarrestar esa iniciativa.

En los años 90, Abrams condenó el proceso de paz de Oslo en los términos más duros y, cuando los palestinos iniciaron su segunda intifada (insurrección popular contra la ocupación israelí) en septiembre de 2000, responsabilizó de la violencia a los grupos judíos estadounidenses que apoyaron el diálogo de paz.

«Los líderes palestinos no quieren la paz con Israel, y no habrá paz», escribió entonces.

Inhabilitado a integrar el Departamento de Estado o de Defensa por su condena judicial, ingresó a la actual administración de Bush en 2001 con la misión de promover la democracia en el mundo. En 2002 se le encomendó diseñar políticas para Medio Oriente.(FIN/2007)

http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=40205