Aunque parezca contradictorio Egipto ha cambiado y sigue siendo el mismo. Durante los últimos 15 meses, una vez que la euforia fue reduciéndose, que asimilaron la victoria por haberle ganado la batalla al presidente Hosni Mubarak, los egipcios volvieron a la rutina y empezaron a enfrentarse a las graves consecuencias económicas que ha generado la […]
Aunque parezca contradictorio Egipto ha cambiado y sigue siendo el mismo. Durante los últimos 15 meses, una vez que la euforia fue reduciéndose, que asimilaron la victoria por haberle ganado la batalla al presidente Hosni Mubarak, los egipcios volvieron a la rutina y empezaron a enfrentarse a las graves consecuencias económicas que ha generado la Revolución del 25 de enero. Los «nuevos egipcios» se sienten más faraones que nunca, han recuperado la dignidad, la capacidad de opinar sabiendo que sus palabras ahora tienen efecto han empezado a construir la idea del Egipto que ansían y que ahora parece posible. Las elecciones presidenciales del 23 y 24 de mayo han sido la prueba de fuego. Elegir al sustituto del temido Mubarak, ha supuesto cumplir un sueño para millones de ciudadanos que habían dejado de sentirse personas, que sencillamente habitaban un espacio pero eran incapaces de desarrollar ningún tipo de autoestima.
Los resultados son aún provisionales, hasta el lunes o el martes de la semana que viene el Ministerio del Interior no anunciará los nombres de los finalistas, los dos candidatos que han obtenido más votos y que se enfrentarán en una segunda vuelta el 16 y 17 de junio, pero con el escrutinio muy avanzado, los egipcios ya saben que el islamista Mohamed Morsi (del Partido Justicia y Libertad, brazo político de los Hermanos Musulmanes) ha obtenido en torno a un 25% de los votos, seguido a muy pocas décimas por Ahmed Shafik, el último primer ministro de Hosni Mubarak (lo que se considera fulul, remanente del antiguo régimen), y a menos de un punto por el nasserista Hamdim Sabbahi. Con una participación de apenas un 43,3%, más de la mitad de los 52 millones de electores se han abstenido de depositar sus votos porque ninguno de los candidatos les convencía o por desconfianza de una posible manipulación de los resultados por parte del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas (SCAF). Lo cierto es que los salafistas de An Nur, cuyo candidato (Abu Ismail) fue rechazado por la Comisión Electoral por no cumplir con los requisitos, no parece que hayan acudido a las urnas. An Nur logró un 20% de los escaños en las elecciones parlamentarias de noviembre y habían pedido el voto para el islamista moderado Abul Futuh, uno de los grandes perdedores de estas elecciones. En Alejandría, feudo islamista, el liberal Sabbahi ha obtenido un buen resultado por lo que los analistas consideran que el voto islamista radical no ha quedado reflejado en los actuales comicios. La gran sorpresa ha sido el resultado de Sabbahi, un candidato cuyos principios están más cerca de lo que motivó la Revolución del 25 de Enero, esto supondría que los egipcios siguen teniendo presente el sacrificio realizado y la intención de no dejar morir el nuevo sentimiento nacionalista que les llevo a unirse de forma espontánea y a luchar por una causa común.
En el polo opuesto, no es una sorpresa que el islamista sin carisma pero con el poderoso aparato de la Hermandad detrás, Mori, haya quedado en primer lugar. A pesar de la mala gestión de los últimos meses en el Parlamento, los Hermanos Musulmanes siguen siendo los mejor organizados y los que tiene una mayor capacidad de movilización social. Y aunque resulte difícil de comprender desde el exterior, también es comprensible que el mensaje de «más hechos y menos palabras» del militar Shafik haya calado hasta situarse en segundo puesto por apenas unas décimas. La población ansía estabilidad, necesita empezar a ver la luz al final del túnel y, en parte, opinan que una figura fuerte, con los rasgos y seguramente convicciones del ex rais, es la persona adecuada para gestionar el momento actual. Lo que desde los foros más críticos también se apunta es hasta qué punto en un país dirigido por Shafik se llevará a cabo una «transición».
Los candidatos más votados se han convertido en una muestra, para algunos, preocupante; para otros, realista del Egipto actual. El régimen de Hosni Mubarak no se ha superado, su sombra sigue estando presente. Las consecuencias de que la SCAF haya asumido el poder durante los últimos meses, el papel que deberá jugar el Ejército a partir de que el pueblo haya elegido a su presidente, es lo que más preocupa a una sociedad que ha experimentado en demasiadas ocasiones durante los últimos meses la inestabilidad, la violencia y el caos. Aun así, hayan depositado o no su voto, de lo que no hay duda es de que los egipcios están decidiendo su futuro. En los cafés, junto a las shishas que no dejan de soltar humo que huele a manzana o a miel, frente a tés Lipton con mucho azúcar, acumulando cervezas Stella vacías en los bares del centro de la ciudad, siguen aprendiendo a marchas forzadas a construir su democracia.
Fuente original: http://www.aish.es/index.php/egipto/125-noticias/3082-un-islamista-un-fulul-y-un-nasserista