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Un libro en treinta minutos para lo que queda de vida

Fuentes: Rebelión

¿Se puede empezar a leer un libro en la estación de Francia de Barcelona y acabarlo a la salida del último túnel del Garraf, poco antes de que el tren llegue a Sitges? Sí, se puede. A condición de que el autor sea un hombre delicioso, inteligente y sensible en enormes dosis y a partes […]

¿Se puede empezar a leer un libro en la estación de Francia de Barcelona y acabarlo a la salida del último túnel del Garraf, poco antes de que el tren llegue a Sitges? Sí, se puede. A condición de que el autor sea un hombre delicioso, inteligente y sensible en enormes dosis y a partes iguales, como Oliver Sacks.

El libro se llama Gratitud y en él el insigne neurólogo y humanista da sentido a toda su vida a través de reflexiones y agradecimientos durante los últimos seis meses de la misma, tras confirmarle el médico y amigo que el cáncer que había permanecido dormido y olvidado durante más de una década ha vuelto traidoramente para cobrarse entera cuanto le queda de vida.

El libro está dividido en cuatro capítulos -«Mercurio», «De mi propia vida», «Mi tabla periódica» y «Saabat»- bordados por un mismo hilo conductor, el de la memoria y los grandes hitos vitales de Oliver Sacks: Su pasión por las ciencias y, en especial, su apego a los minerales de la tabla periódica a los que identifica con un sentimiento o una vivencia o un deseo, sus conflictos íntimos respecto al rígido judaísmo de sus padres, los traumas y amarguras -y emociones vitales también- de su activa y vivida homosexualidad … En «Saabat» resulta de una fuerza sobrecogedora la reacción de su madre al confesarle su padre la homosexualidad de Oliver, pese a haberle rogado éste que no lo hiciera dada su ortodoxia cerril. «Eres una abominación. Ojalá no hubieras nacido», le espetó la señora sin misericordia alguna, demostrando una ignorancia y un odio infundados por su propio hijo poco más que adolescente … A pesar de todo, Sacks valora el rol de sus padres como factores de configuración de su trayectoria.

En no poca medida, «Despertares», la obra más existencial de Sacks, llevada al cine por Penny Marshall en 1990, era una premonición del último tramo de su vida: Levantar el vuelo y zafarse de aquel melanoma para decaer y apagarse para siempre una década después. Eso sí, habiendo vivido serena e intensamente hasta el último minuto, como refleja y contagia en «Gratitud».

Manuel Zaguirre. Exsecretario General de la USO. Militante PSC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.