Si fuera responsable de formación, discusión o lectura de una organización que estuviera dispuesta a combatir, con tenacidad, sin desalentarse y en la medida de sus fuerzas, por debilitadas que estas estuvieran, contra las injusticias aléficas que nos rodean y generalizan aceleradamente, recomendaría sin vacilar la lectura -capítulo por semana, 22 en total, seis meses […]
Si fuera responsable de formación, discusión o lectura de una organización que estuviera dispuesta a combatir, con tenacidad, sin desalentarse y en la medida de sus fuerzas, por debilitadas que estas estuvieran, contra las injusticias aléficas que nos rodean y generalizan aceleradamente, recomendaría sin vacilar la lectura -capítulo por semana, 22 en total, seis meses de excelente y sustantiva enseñanza- de uno de los mejores libros que yo he leído sobre lo que podríamos llamar, con alguna imprecisión, historia del comunismo resistente del siglo XX, italiano este caso aunque no sólo: El sastre de Ulm. El subtítulo: El comunismo del siglo XX: hechos y reflexiones: no afirma por afirmar: se describen situaciones de manera documentada y nunca trivial y se reflexiona sobre ellas. El prólogo de Manuel Monereo está a la altura del ensayo. No es cualquier cosa y no era tarea fácil.
Por si fuera necesario, que no lo es, me permito trazar una breve presentación del autor. Lucio Magri, como reza en la solapa interior del libro, es uno de los exponentes de mayor relieve de la izquierda crítica del PCI. Fue uno de los fundadores de Il manifesto, diario del que si no ando errado llegó a ser director (También, de 2000 a 2005, Magri dirigió la revista de Il Manifesto, el suplemento mensual del periódico). Expulsado del PCI en 1970, tras los 68 y la invasión de Praga, fue secretario general del Partido de la Unidad Proletaria (PDUP), desde 1976 a 1984, uno de los nada alocados partidos de la poblada izquierda comunista de la época. El giro impuesto al partido de Togliatti por el segundo Berlinguer, impulsó la convergencia de ambas organizaciones. Años más tarde, Magri se opuso a la transformación-disolución del Partido de Gramsci y tras la formación de Rifondazione comunista aceptó presidir su grupo parlamentario. Dimitió al constatar que la nueva formación carecía de auténtica voluntad para conseguir una verdadera refundación, la tarea de la hora.
La edición de Il sarto di Ulm tiene la siguiente estructura: Prólogo: Manuel Monereo. Introducción. Capítulo 1. La herencia
Todo lo que nos ha importado a lo largo de muchos años, casi todo lo que también nos sigue importando. Destaco ahora, por ejemplo, las páginas dedicadas por Magri al «segundo Berlinguer», un sentido homenaje a un dirigente italiano que muchos escuchamos emocionados en 1977 en la plaza Monumental de Barcelona (pronto: ex plaza de toros). Unas quince mil personas, algunas más seguramente, oyéndole hablar en un italiano impecable en un silencio sepulcral. Liturgia comunista del más alto nivel y profundidad. Inolvidable.
Las razones para recomendar la lectura del libro del compañero Magri, y que intentaré explicar poco a poco a lo largo de las entregas, se agolpan. Cualquier enumeración peca por injusta. Dos entre mil doscientas posibles: hable de lo que hable, sea cual sea el tema objeto de su análisis, Magri siempre logra («siempre» es siempre que diría Tarski) una mirada propia, un análisis no trillado. Magri camina por senderos no transitados, repensando con frutos una historia mil veces leída o escuchada pero no siempre bien explicada y comprendida. Sea el tema que sea: la URSS, el o los 68, Praga, Hungría, Berlinguer, el compromiso histórico, la desaparición del PCI, la extrema izquierda italiana, la guerra fría, el estalinismo, el papel histórico de Stalin, Togliatti, Andropov. Es igual, tanto da. Siempre, siempre, hay un punto de vista propio, informado, argumentado e interesante.
La segunda razón. El que es propiamente el último capítulo del libro -21: «El fin del PCI»- se inicia con las siguientes palabras: «Llego en condiciones pésimas. Ante todo, y sobre todo, porque tras un breve intervalo retomo la pluma en un momento en el que vivo un profundo drama personal. Ha desaparecido Mara, mi amadísima compañera: no es sólo un dolor sino una amputación de mí mismo que no cicatrizará, que vuelve opaca la inteligencia y débil la voluntad. Y justo en el lecho de muerte me ha impuesto la promesa de continuar mi vida, sin ella, al menos hasta que haya terminado el trabajo que había comenzado durante los años de sus sufrimientos. Y sé que si lo dejase en este momento ya no sería capaz de mantener la promesa». ¿Han leído alguna vez palabras tan necesarias, emotivas y contenidas a un tiempo? ¿Habló alguien alguna vez, y generalizó urbi et orbe, de hombres de mármol, hierro o uranio? ¿Así fueron los y las comunistas? ¿Fue así en todos o en la mayoría los casos? ¿Esa es su historia, nuestra historia? Basta. Nos han intentado dormir con todos los cuentos, nos los sabemos todos.
Lucio Magri presentó hace un par de meses su libro en Barcelona. En la Facultad de Filosofía de la UB. La editorial responsable de la edición, Libros de El viejo topo, hizo todo lo posible y un poco más para dar a conocer el encuentro. En la mesa, Tono Lucchetti, Francisco Fernández Buey y Miguel Candel, y el compañero que traducía a Magri. Pocos ciudadanos, escasos estudiantes, menos filósofos, para un político-intelectual de su altura y unos acompañantes que recogen y simbolizan lo mejor de la filosofía política hispánica de las últimas décadas.
En el texto que tenía escrito para su presentación, a sus casi ochenta años de edad, Magri presentaba y reflexionaba sobre el siguiente problema, otro ejemplo de una inteligencia política que sólo puede producir reconocimiento y admiración:
He venido sobre todo, comentó Magri aquella tarde, «para plantearos un problema que considero muy importante, no sólo para vosotros sino para todos». El siguiente: «Es indiscutible que, cuando empezó la guerra civil, los comunistas españoles eran una exigua minoría. Pero es igualmente indiscutible que en los años de la guerra los comunistas se multiplicaron, tanto entre la población como en las instituciones». ¿Por qué? Podía deberse a varios motivos señaló: «la ayuda material de la Unión Soviética, la oleada de voluntarios que llegaban de otros países, el papel político que desempeñó Palmiro Togliatti y las cualidades organizativas de Luigi Longo». No es fruto de ningún «nacionalismo italiano» su comentario, verdad de la buena.
También es indiscutible, proseguía Magri, que el PCE-PSUC, con la energía que le aportaba la generosa juventud comunista, «fue el único que, durante décadas y en la clandestinidad, se opuso al régimen franquista». ¿Único? ¿Exagera un pelín Magri? No mucho, no mucho. Magri prosigue su relato: «Unas veces cometió errores (como el de un amago de lucha armada), otras obtuvo grandes éxitos (huelgas generales, creación de una sólida red sindical). Pero sus militantes demostraron en todo momento un extraordinario coraje individual, que muchas veces pagaron con sus vidas». El amago de lucha armada hace referencia a la penetración por el Valle de Arán y no es seguro que fuera un disparate en aquellas circunstancias. Los actos desesperados pueden contener fuertes nudos de racionalidad.
Franco murió en 1975. Deberíamos otorgar gran atención a ese año, señaló el autor de El sastre de Ulm. En ese momento, esas fueron las palabras de Magri, «el régimen estaba dividido en conservadores moderados, influidos por el Opus Dei y partidarios de una suerte de democracia controlada, y fascistas ortodoxos. Casi simultáneamente se derrumbaban los regímenes semifascistas de Portugal (debido a la insurgencia de los oficiales del ejército orientados hacia la izquierda) y de Grecia». Los principales partidos comunistas europeos intentaban liberarse de la obediencia debida a Breznev. En Francia, por ejemplo, recordó Magri, el acuerdo entre el PCF y el Partido Socialista estaba a punto de llevar a Miterrand a la presidencia con un programa transformador, no claudicante. En Italia, se había registrado hacía poco «una clamorosa afirmación electoral del PCI» que había superado el 35% de los votos y se había convertido en el partido italiano más votado. Además, todo el occidente capitalista se veía sometido a una grave crisis económica y en el seno de la socialdemocracia europea, según Magri, se desarrollaban discusiones no trilladas.
De este conjunto de hechos nacía una cuestión, señaló Magri, sobre la cual había leído y discutido mucho con muchos compañeros, sin lograr encontrar una respuesta adecuada. La cuestión: ¿cómo puede explicarse que el PCE, con su patrimonio histórico, en un momento histórico en el que la suerte aún no estaba echada, en las primeras elecciones legislativas más o menos democráticas tras la muerte del dictador, obtuviera sólo (Magri escribió: «un miserable») el 10% de los votos, por no hablar, además, de las numerosas crisis que sufrió posteriormente? ¿Cómo se explica, añadía el autor italiano, «que en España, durante décadas, se hayan alternado en el poder ex facistas remozados o socialdemócratas que poco tenían de socialistas?» Socialdemócratas, desde luego, es un generosísimo término que Magri usa para una descripción rápida, no científica.
El problema no atañía sólo a los comunistas o a los ciudadanos españoles. Atañía a toda la izquierda europea, una izquierda que se había «puesto de rodillas ante la hegemonía de los Reagan, las Thatcher, los Blair, por no hablar del horrendo Berlusconi; atañe a esa izquierda que hoy, a pesar de la crisis económica y de civilización que doblega el planeta, sigue perdiendo fuerza e identidad cultural».
Desde luego, finalizaba Magri, no era su intención «achacaros la responsabilidad de esta decadencia». Él quería solamente entender «por qué la ocasión de realizar un verdadero cambio fue sofocada por la voluntad de censurar el pasado y convertir en mito la modernidad que homologa a todos». En palabras que demuestran una inteligencia para la síntesis que está al alcance de pocos: ¿por qué la movida fue más llamativa que el desempleo?
No pedía una respuesta, solamente esperaba que su libro contribuya a estimular la reflexión. Tal vez un esbozo de respuesta, señaló, podía encontrarse en las palabras del mismísimo Franco cuando, sacando sus propias conclusiones, afirmó: «He construido una clase media fuerte».
Aquí, en esta última afirmación no dice nada nuevo Magri. El sociólogo reaccionario Juan José Linz ya apuntó esa idea de diseño social hace décadas. En su libro, en su imprescindible ensayo, Lucio Magri, una inteligencia política como pocas, aventura otra conjeturas y reflexiones de mayor interés. No se las pierdan.
PS: Recuerdo el poema de Brecht, «El sastre de Ulm» (Historia de almanaque, Alianza, Madrid, traducción de Joaquín Rábago) que da título al libro:
-¡Obispo, puedo volar!-
le dijo el sastre al obispo.
-¡Fíjate, voy a probar!-
Y con algo como alas
el sastre subió al lugar
más alto de la catedral.
Pero el obispo no quiso mirar.
– Como el hombre no es un ave,
eso es pura falsedad –
dijo el obispo del sastre
– Nadie volará jamás.-
– El sastre ha muerto – la gente
al obispo fue a informar
Fue una locura. Sus alas
se tenían que desarmar.
Y ahora yace destrozado
sobre la plaza de la catedral.
– ¡Que repiquen las campanas!
Era pura falsedad
Como el hombre no es un ave
– dijo el obispo a la gente –
¡nunca el hombre volará! –
¡Volaremos de nuevo! «Fe, esperanza y caridad» laicas: Praxeología, esperanza y lucha (y solidaridad añadida). El programa de la hora.
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