He tenido la oportunidad de ver un sorprendente cortometraje que ha producido una joven cineasta siria titulado «Terreno rocoso». No sé cómo se llama la directora porque esta artista combatiente ha preferido no firmar su trabajo para poder seguir participando en la epopeya del gran levantamiento sirio. Vi la película en casa de un amigo […]
He tenido la oportunidad de ver un sorprendente cortometraje que ha producido una joven cineasta siria titulado «Terreno rocoso». No sé cómo se llama la directora porque esta artista combatiente ha preferido no firmar su trabajo para poder seguir participando en la epopeya del gran levantamiento sirio. Vi la película en casa de un amigo y a ratos me deslumbraba la magia de la gente mientras escribe la historia en medio de la sangre y la muerte.
Terreno rocoso (al-waar) es el nombre de uno de los barrios de Homs, la ciudad que hoy se ha convertido en la capital de la revolución siria, y la película muestra escenas de la alegría popular por la revolución y por su capacidad de liberar al individuo y la sociedad, escenas que se entremezclan con momentos de represión sangrienta que transmiten la muerte y la destrucción que vive Siria.
Es cierto que la protagonista de la película es la ciudad, con sus barrios cuyos nombres han tomado connotaciones que mezclan la heroicidad con la valentía y los sueños con la voluntad: Al-Jalidiyya, Baba Amro, Bab al-Sibaa, Al-waar, Baba al-Dreib, la nueva plaza del reloj, la antigua plaza del reloj… Pero en el corazón de estos barrios se erige un joven de unos veinte años que vuela como una mariposa, llevado a hombros, enconrvado como un arco a punto de lanzar una flecha hacia el horizonte. Eleva su voz y levanta su mano dando la señal del inicio, como un director de orquesta. Al pasar, >le acompañan los gritos de los manifestantes: «Que Dios te proteja».
Se llama Abd al-Basit al-Sarut, portero del equipo de fútbol Al-Karama (dignidad) y portero de la selección de jóvenes de Siria. Sus rasgos son beduinos, es una persona sedienta que no se sacia más que con libertad y en su voz se advierte la embriaguez de los lemas y las canciones. Es él quien los compone, convirtiendo la concentración nocturna en los barrios de Homs, cuyo aire agujerean las balas, en una fiesta popular, y los lemas en algo parecido a una súplica por una nación degollada y por la voluntad de un pueblo que ha decidido no inclinarse ante nadie.
«Vete es el grito del valiente, Un grito de la ciudad con los beduinos, Un grito de todas las religiones, El grito de Siria y la tierra que la cubre: Que se vayan él y sus perros Y la destrucción que han traído consigo».
Los vehículos militares blindados BTR ocupan las calles vacías, la cara de un hombre escondida en la oscuridad cuenta las tres masacres de Homs que tuvieron lugar en 17 de mayo. El ruido de las balas de las metralletas irrumpe en el lugar, mientras cuenta historias de heridos que entran en el hospital con una herida en la mano y son entregados días después a su familia como cadáveres exánimes.
Destrucción que se apoya en destrucción, los servicios de seguridad y los shabbiha no cesan de matar y la sangre cubre la ciudad. Sin embargo, esta terrorífica escena se disipa ante el flujo de manifestaciones populares. ¿Cómo han podido las sirias y los sirios producir esta maravilla que dura ya siete meses en los que han llenado las calles desafiando conscientemente a las balas? ¿De dónde saca la garganta la valentía para enfrentarse a las balas y cómo se han convertido los pechos en escudos de la libertad?
El protagonista de esta película es la voz que desafía al fusil. Abd al-Basit al-Sarut dice: «Nuestra arma es nuestra voz». También cuenta cómo el régimen ha ofrecido una recompensa de un millón de libras sirias para quien ayude a capturarlo por ser un salafí. Al decir la palabra salafí, sonríe con sorna y eleva la voz cantando: «Derramaos, lágrimas, derramaos por las víctimas y los jóvenes de Siria».
El protagonista de la película nace en las gargantas y la voz humana logra enfrentarse a los disparos y vencerlos. Algo parecido a una boda y sus ritos mezcla la muerte con la fertilidad en una historia que sus propios protagonistas elaboran mientras mueren para vivir.
Es como si Abd al-Basit al-Sarut parece hubiera brotado en el lugar. El portero se convierte en hijo de una situación popular llamada revolución y las voces de los jóvenes en la escena de declamación nocturna ofrecen la imagen de un futuro que se contradice con la idea de la eternidad del régimen que ha difundido la maquinaria mediática oficial.
En toda la película vemos una única foto del presidente Bashar al-Asad, sobre un fondo conformado por la foto de su padre. Bajo la foto se lee lo siguiente: «Al-Asad o nadie». Parece que este nuevo lema es la culminación del antiguo, el que se ponía bajo la foto de Hafez al-Asad: «Nuestro líder para la eternidad y más allá». La imagen de Bashar en Homs añade un significado nuevo al antiguo lema. El objetivo de la expresión «nadie» es asustar a la gente, la eternidad y nadie. Con esto, la aristocracia del régimen llega a su cima y el vacío provocado por la dictdura a su alrededor quiere hoy tragarse la nación.
La idea del nadie la enfrentan hoy los sirios y las sirias con la idea de todo el mundo, todo el mundo llena las calles y todos desafían el vacío que imponen las balas, borrando las imágenes del nadie con lemas en pro de la libertad: «De Daraa ha llegado una revolución que pide libertad».
La libertad se opone a la idea de nadie y la democracia es lo contrario de la eternidad de la dictadura. Eso es lo que nos dice la joven directora siria que ha grabado su película bajo las balas y que presenta un modelo del significado del arte en tiempo de revolución.
El portero que se ha convertido en el cantor de Homs no es más que uno de los fenómenos que ha producido el gran levantamiento popular en Siria. Este y otros son fenómenos que anuncian que la gente ha irrumpido en el espacio común y que la imaginación popular es capaz de crear vida en medio de la muerte. También anuncia el nacimiento de una generación de jóvenes que ha teñido de rojo los siete mares de Damasco*, convirtiendo el agua en sangre derramada, derramada como la sangre de las víctimas.
Cuando los shabbiha mataron a Ibrahim Qashush y le cortaron la garganta, pensaron que callando la voz del poeta y cantante sirio, callarían la voz de la revolución, pero les nacieron mil y un cantores y el gorjeo de los jóvenes de los barrios invadió el cielo.
Cuando la película «Terreno rocoso» terminó me encontré a mí mismo repitiendo inconscientemente con los jóvenes de Homs sus lemas: «Abd al-Basit, que Dios te proteja».
* Referencia a la plaza se los Siete Mares de Damasco, plaza en la que se organizan las manifestaciones pro-régimen.
http://www.alquds.co.uk/index.asp?fname=today31qpt998.htm&arc=data20111010-3131qpt998.htm
Traducido por Traducciones de la Revolución Siria: http://traduccionsiria.blogspot.com/2011/11/normal-0-21-false-false-false-es-x-none.html