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Entrevista al activista y académico estadounidense Norman Finkelstein

Un «momento histórico» en Medio Oriente

Fuentes: New Left Project

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Después de varios meses de diplomacia intensiva, el secretario de Estado de EE.UU. John Kerry anunció una nueva vuelta de negociaciones israelíes-palestinas. Para comprender mejor las perspectivas y las implicaciones de un proceso de paz reanimado en Medio Oriente, hablé con el activista y académico estadounidense Norman Finkelstein, que ha estado escribiendo y dando conferencias sobre el conflicto entre Israel y Palestina durante décadas y es autor, entre otros, de los libros Beyond Chutzpah: On the Misuse of Antisemitism y de Abuse of History and Knowing Too Much: Why the American Jewish Romance with Israel is Coming to an End. En la actualidad trabaja con Mouin Rabbani en un libro titulado How to Resolve the Israel-Palestine Conflict.

Jeremy Ben-Ami, director de J. Street, el principal lobby liberal sionista en EE.UU. celebra la reanudación de las conversaciones de paz como una potencial «oportunidad histórica» de lograr un acuerdo de dos Estados. Usted ha sido un observador cercano del proceso de paz durante más de dos décadas. ¿Pueden nuevas conversaciones producir un momento «histórico» o debemos esperar más de lo mismo?

Cuando gente como Jeremy Ben-Ami habla de la «solución de dos Estados», está hablando de dos Estados divididos por la frontera previa a junio de 1967 y cuidándose siempre de añadir «con transferencia de tierras». Esto quiere decir anexionar a Israel los principales bloques de colonias y dar a los palestinos algún territorio a cambio. De hecho, su propuesta fronteriza está muy clara. Es la ruta del Muro. Los israelíes hablan con bastante franqueza del Muro como la «futura frontera» para citar a la actual ministra de justicia de Israel, Tizpi Livni.

Ese tipo de arreglo de dos Estados impide cualquier posibilidad de un Estado palestino. La retención por parte de Israel de los bloques de colonias de Ariel, Karnei Shomron y Ma’ale Adumim dividiría Cisjordania en tres, se apropiaría de parte de sus más valiosas tierras y recursos y aislaría Jerusalén Este. Cuando la gente habla de los términos de un acuerdo final a menudo se concentra en porcentajes -qué porcentaje de Cisjordania será retenido por Israel, etc.- lo que no incluye el punto principal presentado por la delegación palestina en las conversaciones de Annapolis: no se trata solo de porcentajes. Jerusalén Este representa solo el 1% de Cisjordania, pero un Estado palestino sin él es impensable. El Gran Este de Jerusalén -el triángulo que va de Jerusalén Este a Ramala y Belén- significa un 40% de la economía palestina.

Sin embargo, estoy de acuerdo con Ben-Ami en que nos acercamos a un momento histórico, ¿por qué? Porque ahora los palestinos está más débiles que nunca. Esto se debe a cuatro factores principales:

· Regionalmente, el mundo árabe está totalmente desbaratado y dispuesto a hacer cualquier cosa que exija EE.UU. Kerry dice a la Liga Árabe «celebren una reunión, apoyen mis directrices», y la Liga Árabe se reúne y apoya sus directrices. Kerry dice «cambiad la Iniciativa Árabe de Paz para incluir una referencia a transferencia de tierras», y lo hacen. No presentan ninguna resistencia.

· Hamás, que era el principal obstáculo para que la Autoridad Palestina (AP) impusiera su voluntad, se ha reducido a cero. Hamás ha roto sus vínculos con Siria e Irán, prefiriendo colocarlo todo en el canasto del régimen de la Hermandad Musulmana de Egipto. Con su desaparición, Hamás se encuentra en el estado más desesperado desde su fundación en los años 80.

· El pueblo palestino nunca ha estado más abatido y desesperado. A pesar de toda la palabrería de las ONG de Ramala en Facebook, Twitter y los blogs de una Tercera Intifada, no hay ninguna señal al respecto. Esto podría cambiar, pero ahora mismo los palestinos están en un estado de ánimo derrotista.

· La Autoridad Palestina no es más corrupta porque ha tocado fondo hace mucho tiempo, pero depende más que nunca de EE.UU., donde gobierna el tesoro, y la AP tiene que obedecer órdenes. Parece que Obama agregará unos pocos dólares que enriquecerán a una pequeña capa de los nuevos ricos de Oslo.

Cuando se suman todos estos factores, es posible que EE.UU. pueda imponer una derrota histórica a los palestinos obligándolos a aceptar un acuerdo en términos que imposibiliten un Estado palestino viable.

Una salvedad es que, como señala mi coautor Mouin Rabbani, el presidente palestino Mahmud Abbas pueda no tener la autoridad necesaria para imponer un acuerdo semejante. En definitiva no tendrá apoyos para firmar y no puede llegar solo al último paso. Mouin piensa que en vez de eso podría llegar a un acuerdo provisional, lo que es excelente para Israel, que quiere prolongar el proceso hasta que los hechos sobre el terreno sean irreversibles.

¿Y este acuerdo se parecería al «acuerdo de dos Estados» de las palomas sionistas que acaba de describir, en el cual Israel consideraría el Muro su frontera?

Mire, si existiera un Óscar a la mejor actuación de un país, Israel ganaría de lejos. Es el sitio más teatral del mundo. Tomemos un solo punto. ¿Conoce alguna facción de la política israelí que haya disentido de la ruta del Muro, porque no incorpora las colonias que se encuentran afuera? No: todos reconocen que el Muro es la frontera, porque no se puede construir un muro de esas dimensiones y a ese coste y luego reivindicar tierra más allá. Es verdad, si pudieran conseguirlo, les gustaría el Valle del Jordán, pero eso es solo un bono. El resultado final es el Muro, que incorporará cerca del 9,5% de Cisjordania. Y esa cifra se ha mantenido constante desde el año 2000: El mapa de Israel presentado en las conversaciones de Taba en 2001 mostraba una anexión israelí de cerca de un 9% de Cisjordania, y el mapa extraoficial presentado por el entonces primer ministro israelí Ehud Olmert a Abbas en 2008 incluía el 8,7%. Una fracción del 1% es el abismo que separa a los polos de opinión de la elite israelí. A propósito, el camino del Muro refina el «problema demográfico de Israel». Incorpora solo a 25.000 palestinos de Cisjordania del lado «israelí», que en su mayoría serán expulsados administrativamente con el paso del tiempo.

El resto es solo teatro para permitir que Israel afirme que ha hecho concesiones dolorosas. Y funciona. Recientemente hablé con un buen amigo, un profesor palestino, y le dije que Israel quiere conservar cerca del 9% de Cisjordania anexada por el Muro. Su reacción fue reveladora: dijo, «¿Realmente? ¿Es todo lo que quieren?» Es exactamente la forma en que se presentará, dirán «Israel renunció al 91% y todo lo que quiere es un 9%».

Nathan Thrall en New York Review of Books argumenta que en cada vuelta sucesiva de negociaciones Israel ha ofrecido cada vez más en términos de territorio, culminando en la propuesta de Olmert en 2008, que ofreció «mucha más» tierra que nunca. ¿No ofrece esta tendencia más esperanza a las nuevas conversaciones?

El resultado final de Israel, en comparación con el teatro, ha sido absolutamente consecuente. No ha habido cambios entre las conversaciones de Taba en 2001 y las negociaciones de Annapolis en 2008. Israel ha tratado consecuentemente de anexar cerca de un 9% de Cisjordania, incorporando los principales bloques de colonias.

Thrall se refiere de paso a las transcripciones filtradas de las negociaciones israelíes-palestinas que se han llegado a conocer como «los papeles de Palestina». Es un historial voluminoso y extremadamente esclarecedor. El problema es que la gente es perezosa. No lo ha leído. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) tiene un grupo que suministra asesoría legal a los negociadores palestinos, la Unidad de Apoyo a las Negociaciones (NSU). Este organismo era técnicamente competente y bien informado, se esté de acuerdo o no con su posición política (por desgracia Saeb Erekat despidió a casi todos los que tenían algunos gramos de materia gris, como Michael Tarazi y Diana Buttu, cuando amenazaban con eclipsarlo). Compuso matrices cada pocos meses, delineando en detalle dónde se encontraban las partes respectivas en términos de un acuerdo.

Leyendo ese historial, podemos ver de qué consistía la generosa oferta de Olmert. La mejor oferta oficial de Olmert, en las negociaciones de Annapolis, propuso una anexión israelí del 9,2% de Cisjordania. Después, en 2008, mostró un mapa a Abbas, pero no le permitió llevarse una copia fuera de la sala. Abbas se comprometió al respecto y transmitió los detalles a la NSU, que elaboró otro mapa. Éste mostraba una propuesta israelí de una anexión del 6,8% de Cisjordania. Israel excluye muchos trozos de territorio palestino ocupado cuando calcula esas cifras, de modo que la NSU convirtió la cifra del 6,8% en el verdadero porcentaje, una anexión de israelí del 8,7% de Cisjordania. Olmert afirma que ofreció el 6,3% en lugar del 6,8% y por cierto es posible que Abbas haya recordado mal, pero no es una gran diferencia. El punto importante -que Thrall no menciona- es que es esencialmente Israel siempre presenta el mismo mapa. Todos están de acuerdo en que según la propuesta de Olmert, Israel retendría los principales bloques de colonias. Pero una vez que uno está de acuerdo con eso cuela todo. Los bloques de colonias constituyen el problema. Todo lo demás es teatro, porque Israel ya ha declarado su frontera definitiva, el Muro.

Es sorprendente que nadie se haya sentado a leer el verdadero historial. Thrall elogia el reciente libro de Elliott Abrams sobre la diplomacia del Gobierno de Bush en Medio Oriente como un «relato detallado, franco y perspicaz». ¡Abrams es un condenado mentiroso! Un político tiene que cruzar un umbral muy elevado para que lo condenen en EE.UU. por mentir. El «franco» relato de Abrams, que he leído, nunca menciona los papeles de Palestina. Ni una palabra. Sin embargo, en dichos papeles tenemos una transcripción escrita de lo que sucedió. Tomemos otro ejemplo. Durante la retirada de Israel de Gaza en 2005, bajo el entonces primer ministro Ariel Sharon, su asesor más próximo, Dov Weisglass, concedió una famosa entrevista a Ha’aretz. Fue una entrevista muy larga, pero los comentaristas informados citan un pasaje en particular en el que Weisglass dice que el propósito de la retirada era «poner en formol» el proceso de paz. En otras palabras, Israel podía decir «hemos hecho ese inmenso gesto en Gaza, por lo tanto déjennos tranquilos para construir colonias en Cisjordania». Esa fue la intención. El libro de Abrams, que es un relato de esos años (era un funcionario clave en el gobierno de Bush), cita cada parte de la entrevista de Ha’aretz excepto la más crucial. Es su relato «franco». Peor todavía, en dos ocasiones el propio Thrall cita las explicaciones propagandísticas de Abrams de por qué Sharon se retiró de Gaza y excluye la admisión de Weisglass. ¡Cuesta creerlo, pero Thrall presenta a Abrams, un fanático derechista, como pro palestino!

La situación que usted describe, en la cual EE.UU. e Israel tratan de sacar provecho de la debilidad palestina e imponer un acuerdo, recuerda la cumbre de Camp David en el año 2000. Pero en esas conversaciones, ante la última dificultad, cuando le presentaron la oferta israelí, el entonces presidente palestino Yasir Arafat dijo que no. Ahora bien, Arafat no era precisamente inmune a la corrupción. ¿Qué nuevas condiciones existen ahora que puedan llevar a Abbas a ir más allá que Arafat y a colocar su firma en un acuerdo estadounidense-israelí?

No voy a decir una palabra de elogio a Yasir Arafat. Tengo recuerdos demasiado vívidos del espectáculo de horror cuando estuvo al frente. Pero conservó hasta su muerte un residuo de convicción nacionalista y de compromiso con la causa de Palestina. Era en esencia narcisista, porque pensaba que encarnaba a Palestina, pero era auténtico. Las personas que lo sustituyeron solo eran una banda de pillos no demasiado astutos. El baloncesto de Magic Johnson tiene un IQ más elevado que Mahmud Abbas y Saeb Erekat juntos. Y la corrupción y el cinismo de la actual dirigencia no están diluidos por el sentimiento nacionalista que mantuvo Arafat.

En segundo lugar, ahora los palestinos están mucho más débiles. Karma Nabulsi ha escrito, y estoy de acuerdo, que el movimiento palestino se encuentra en un «nadir», el punto más bajo de su historia. Recuerde que Arafat tuvo que enfrentarse a Hamás en el año 2000; ahora mismo Hamás es un factor nulo.

Es una acción astuta de EE.UU. e Israel, que aprovechen esta oportunidad para imponer un acuerdo. Y esa es la verdadera traducción de lo que dice Ben-Ami: los palestinos y el mundo árabe se encuentran en su punto más débil, y si llegamos un día a imponer nuestra voluntad, ahora es el momento oportuno.

¿La renovación de las negociaciones es también una respuesta al aumento de la presión internacional sobre Israel por la ocupación, por ejemplo las recientes directrices de la UE que limitarán los vínculos económicos europeos con las colonias? ¿El objetivo primordial estadounidense e israelí con estas conversaciones sería imponer un acuerdo de la manera que usted acaba de describir o de desviar la presión internacional y de esa manera reducir los costes de mantener el statu quo?

Ya he enumerado los eventos negativos relevantes, pero como usted dice, también ha habido algunos eventos positivos, o por lo menos no retrocesos. Cuando la UE publicó sus directrices, me preocupó que pudiera aplicarlas claramente en Cisjordania y que fuera más circunspecta en el problema de Jerusalén Este (que Israel anexó de facto en 1967). En este caso, las directrices son muy claras: la UE «no reconoce la soberanía israelí» sobre «los Altos del Golán, la Franja de Gaza y Cisjordania, incluido Jerusalén Este», todo lo cual constituye territorio «ocupado». A pesar de que han pasado 56 años y un masivo establecimiento de hechos sobre el terreno, Israel no ha logrado ningún progreso en su intento de legitimar sus nuevas fronteras. Se encuentra exactamente donde estaba hace 45 años.

Pienso que usted tiene razón en que el objetivo de Israel con estas negociaciones es mitigar la amenaza planteada por las nuevas directrices y, lo que es más importante, el espíritu subyacente. Los funcionarios israelíes lo han dicho abiertamente: las directrices de la UE son una consecuencia de que Netanyahu no quiere negociar, así que volvamos a las negociaciones.

Es predecible y muy doloroso, un niño de cinco años podría decirle exactamente lo que va a suceder. Llegaremos a enero, cuando deberían entrar en vigor las directrices de la UE y EE.UU. e Israel dirán: «estamos negociando, por lo tanto no es el momento de implementar las líneas directrices, deben postergarlas hasta que veamos cómo se desarrollan estas negociaciones». Luego alargarán las negociaciones durante un par de años. Pienso que Obama hará exactamente lo mismo que Bill Clinton. La presidencia de Obama es un fracaso y él lo sabe. En su último año, Clinton intentó redimirse del escándalo Lewinsky y por eso en el último minuto presionó por un acuerdo en Camp David. De la misma manera, en el último minuto Obama ejercerá una presión auténtica para tratar de redimir ocho años desastrosos. Por lo tanto, durante el próximo par de años, por lo menos, no se verá ningún efecto de las directrices de la UE.

En el lado palestino, en las últimas semanas los grandes temas para llevar a las nuevas «negociaciones» han sido si las fronteras anteriores a 1967 serán el punto de referencia y si Israel liberará o no a cierta categoría de prisioneros políticos. Por lo tanto, ¿qué pasó con la demanda original de Abbas de una congelación de las colonias? Ahora se dice que Israel reducirá extraoficialmente la construcción de colonias en todas partes con excepción de los bloques principales, en los que construirá 1.000 nuevas unidades. Ha’aretz informa de que: «casi nunca ha habido un año en el que se construyeran más de 1.000 unidades de viviendas en las colonias bajo los auspicios del Gobierno». De eso exactamente se trata, ¿verdad? Lo único que realmente interesa a Israel es retener esos bloques de colonias, por lo tanto se ha asegurado la aquiescencia palestina al respecto. A propósito, Ha’aretz también informa de que incluso los miembros «duros» del Likud han apoyado esta «congelación» de las colonias porque ciertamente solo quieren los bloques de colonias y no les importa mucho que haya una congelación en otros sitios.

Los negociadores de la AP insisten en que las fronteras de 1967 constituyen los términos de referencia, lo que es algo extraño, porque como recuerda Condoleezza Rice en sus memorias, ese ya era el punto de referencia de facto en las conversaciones de 2008 en Annapolis, que no llevaron a ninguna parte. El tema nunca ha sido si esos son los términos de referencia; el tema ha tenido que ver con la frase crítica «transferencias de tierras mutuamente acordadas» que da a Israel derecho a veto sobre la frontera final. Una vez que se dice «transferencias de tierras mutuamente acordadas», se acabó. ¿Renunciará Israel a Ma’ale Adumim?

Usted mencionó que la AP depende tanto del apoyo estadounidense que básicamente obedece órdenes. ¿Pero entonces cómo pudo resistir durante tanto tiempo la presión de EE.UU. e Israel para reiniciar las conversaciones? ¿Qué cambió en las últimas semanas?

Estoy lejos de ser un experto en política palestina. Pero hablo con analistas que conocen la situación, como Rabbani. Siempre ha dicho que Abbas volvería a negociar. Era totalmente predecible. En un cierto nivel, no tenía otra alternativa: Obama lo llama y dice que está en juego el paquete de ayuda, ¿qué va a responder? Por lo tanto también hemos visto mucho teatro del lado palestino, con la intención de conseguir lo más que puedan, que en este caso parece que es una noria gigante y una montaña rusa para el parque de atracciones de las ONG en Ramala.

¿A eso se refiere el paquete de paz económica de Tony Blair?

Son sobornos económicos a cambio de mantener la «seguridad» mientras Israel continúa con el negocio serio de la anexión. Fueron, a propósito, los dos sombreros que llevaba puestos el ex primer ministro de la Autoridad Palestina, Salam Fayyad: estaba a cargo del desarrollo económico y estaba a cargo de la seguridad. Si los dirigentes palestinos quieren generosidad, tienen que pegar duro. Fayyad era responsable de la represión de Hamás, ese era el quid pro quo.

Dicen que Abas ha prometido someter cualquier acuerdo de las conversaciones a un referendo popular. Tal vez la amenaza de la inminente capitulación provoque la resistencia palestina.

Cualquiera que prediga estas cosas con algún grado de confianza es un charlatán. El boicot de los autobuses en Montgomery fue totalmente espontáneo, como las sentadas originales en Greensboro. Cuando Rosa Parks se negó a ceder su asiento, el plan de la NAACP era recurrir al sistema legal para conseguir un dictamen favorable de un tribunal. Lo que sucedió -un boicot popular masivo- fue espontáneo. Imagine a esa gente trabajadora, caminando al trabajo o yendo en coches compartidos durante un año. Un año levantándose de madrugada. ¿Quién podía pensar que encontrarían recursos morales en su interior para hacer ese tipo de sacrificio?

Por lo tanto nunca se pueden predecir esas cosas. Pero también hay que tener el cuidado de evitar predicciones en la otra dirección. Cuando hablaba de cambios en Medio Oriente durante el último par de años, siempre describí los eventos de Egipto y Turquía como irreversibles excepto en el caso de un golpe militar en Egipto, que -siempre agregaba- consideraba muy improbable. ¿Por qué improbable? Porque, ¿quién podía llegar a imaginar que habría un golpe militar con mandato popular en Egipto? No podía, ni en mis más locos pensamientos, predecir que la izquierda liberal secular en Egipto apoyaría un golpe militar. Fue horrendo. El acto inaugural de los golpistas en Egipto fue matar a tiros a docenas de fieles a las 3:30 a.m. durante las plegarias de la mañana. La izquierda liberal secular no dijo una palabra. Nada. ¿Quién podía imaginar eso hace un año?

De modo que la historia está llena de sorpresas en ambas direcciones. Los palestinos pueden haber llegado al punto en el que miren alrededor y digan «es lo mejor que podemos conseguir» e incluso aprobarlo en un referendo. No se puede predecir que no lo harán. Es posible.

Si la situación es tan calamitosa como usted la describe, hasta el punto de que corremos el riesgo de que nos impongan una derrota por medio de estas negociaciones, ¿no es hora de revisar radicalmente nuestra estrategia?

Sé que suena contradictorio, pero sigo siendo optimista. Pienso que todo está en su sitio para llegar a un acuerdo. Primero, la opinión pública internacional es más hostil que nunca hacia Israel, muchos comentaristas señalaron que uno de los motivos por los que la UE adoptó su reciente iniciativa contra las colonias es la hostilidad de la opinión pública europea a la ocupación israelí. Segundo, el derecho internacional sigue siendo un arma muy poderosa, a pesar de 45 años de desesperados esfuerzos israelíes para crear hechos irreversibles sobre el terreno, el consenso internacional se mantiene notablemente sólido. La UE no se ha retirado en absoluto respecto al problema del estatuto de Jerusalén Este. Es una derrota sorprendente para Israel y uno de los motivos por los que se muestra tan indignado.

Por lo tanto existe una hostilidad pública internacional a la ocupación israelí respaldada por un consenso legal internacional. ¿Qué falta? Un movimiento popular de los palestinos exigiendo que se cumpla la ley. Tenemos que ser sensatos al respecto y por lo tanto, en el espíritu de la sensatez, quisiera referirme al Movimiento por los Derechos Civiles en EE.UU.

El Movimiento por los Derechos Civiles enfrentaba un dilema familiar. Los negros del Sur estaban luchando por sus derechos contra una población blanca sureña criminal y recalcitrante. El Movimiento por los Derechos Civiles experimentó diferentes estrategias «gandhianas». Cuando Martin Luther King inició su acción, adoptó un enfoque gandhiano convencional: tratar de «ablandar los corazones» de los opresores. Más adelante King, al darse cuenta de que no había ninguna posibilidad de ablandar los corazones de los racistas blancos del Sur, adoptó una estrategia gandhiana diferente. Hizo que los activistas por los Derechos Civiles enfrentaran la represión en el Sur, arriesgando sus vidas y exponiéndose a golpizas al hacerlo, para mostrar a la comunidad nacional en general lo brutal y represivo que era el Sur blanco en su determinación de negar los derechos a los negros.

Había un sheriff en Albany, Georgia, llamado Laurie Pritchett. Era un personaje astuto: cuando los afroestadounidenses protestaban los arrestaba tranquilamente. No había titulares y el Movimiento por los Derechos Civiles se veía como un fracaso. Así que los dirigentes por los Derechos Civiles escogieron en su lugar a sheriffs con la reputación de muy brutales: Eugene ‘Bull’ Connor en Birmingham, Alabama y Jim Clark en Selma, Alabama. Sabían que esos sujetos utilizarían mangueras, caballos y perros. Entonces habría escenas de inocentes manifestantes por sus derechos básicos según la Constitución de EE.UU. cruelmente reprimidos por blancos asesinos que lograrían inmensos titulares que llevarían a la gente en otros sitios del país a indignarse y también avergonzarían a EE.UU. en el exterior.

El mismo principio se aplica al caso de los territorios palestinos ocupados. En el caso de los israelíes, no cuesta encontrar a un Eugene ‘Bull’ Connor. Es la naturaleza de una potencia ocupante. Si los palestinos enfrentan a la ocupación de modo no violento y en masa -las manifestaciones deben ser masivas y organizadas a escala nacional- tendremos fotografías y titulares equivalentes: las golpizas, los arrestos, la tortura y los asesinatos. Si eso se muestra a plena luz del día en el contexto de una opinión internacional que ya es hostil, la comunidad internacional se movilizará, como sucedió en EE.UU.: en 1965 se aprobó la Ley de Derecho a Voto y los afroestadounidenses ganaron concretamente, en vez de solo en teoría, el derecho a voto.

La gran variable son los propios palestinos. Ahora mismo están deprimidos y abatidos, pero eso puede cambiar. Por lo tanto sigo teniendo esperanzas.

Como subraya Rabbani es posible resolver el conflicto, pero tiene que ser ahora. Es urgente. Porque, como señala, el derecho internacional es dinámico y fluido, cambia para ajustarse a las realidades políticas. Por eso la resolución 242 de 1967 de la ONU se basó en las fronteras del armisticio de 1949 en lugar de las propuestas en la Resolución 181. Se ajustó a una realidad cambiada. Lo mismo ha ocurrido con la cuestión de los refugiados palestinos: el consenso legal solía ser la Resolución 194, ahora es «una solución justa basada en la Resolución 194». Hasta ahora, la UE y la comunidad internacional se han mantenido firmes respecto a las fronteras de 1967. Pero pueden cambiar de opinión. Pueden ajustarse a la nueva realidad. Por lo tanto el momento es ahora: o lo hacemos ahora, o en la próxima vuelta la ley puede haberse diluido.  

Jamie Stern-Weiner es coeditor de New Left Project.

Fuente original: New Left Project

Fuente: http://www.newleftproject.org/index.php/site/article_comments/a_historic_moment_in_the_middle_east

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