Traducido por S. Seguí
Primera parte: ¿Un nuevo comienzo o la misma hipocresía de siempre?
El jueves 4 de junio de 2009, el día anterior al 42o aniversario de la conquista por Israel del resto de Palestina, dos días antes del 65o aniversario del día D y exactamente 425 años después del día en que Sir Walter Raleigh fundó la primera colonia británica en el Nuevo Mundo, en Roanoke Island, el presidente Barack Obama leyó un esperadísimo discurso que muchos confiaban que señalara un cambio histórico sin precedentes en la política exterior de Estados Unidos, y demostrara una transformación de las relaciones de este país con el llamado mundo musulmán.
Podrían escribirse miles de palabras sobre si Obama estuvo o no a la altura de las expectativas en su discurso, de tan amplia temática, en la Universidad de El Cairo. ¿Estuvo a la altura del desafío del siglo, con respeto, gracia y compasión? ¿O bien aprovechó la ocasión para dar el espaldarazo a la hegemonía israelí, el imperialismo americano y el poder occidental sobre pueblos y culturas indígenas?
¿Debemos alabar sus citas coránicas, su denuncia de los estereotipos islámicos negativos, su utilización de términos como colonialismo, ocupación y Palestina? ¿Deberíamos maravillarnos de su comprensión del hecho que, como resultado del imperialismo occidental y la Guerra Fría, a muchos musulmanes se les negaran «derechos y oportunidades» y los países musulmanes fueran «tratados como países satélites, sin tener en cuenta sus propias aspiraciones»? ¿Deberíamos estar encantados con su reconocimiento de que Irán, país firmante del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, tiene el inalienable «derecho a acceder a la energía nuclear con fines pacíficos», aun cuando nunca mencionara a Israel por su nombre cuando dijo que «ningún país por sí sólo debería determinar qué países disponen de armas nucleares» y señalara que «algunos países disponen de estas armas» y «otros no»? ¿Y qué decir de la extraordinaria confesión de que «Estados Unidos tuvo un protagonismo en el derrocamiento de un gobierno iraní democráticamente elegido?
¿Deberíamos danzar la danza del cambio y la esperanza porque Obama reconociera lo innegable: el sufrimiento, el desplazamiento, la deshumanización y las legítimas expectativas de dignidad, oportunidad y construcción de un Estado del pueblo palestino? ¿Deberíamos pasar algún tiempo comparando y contrastando los adjetivos «indestructible» e «intolerable»? ¿Debería estimularnos la referencia de Obama al «derecho a la existencia» de Israel, que deliberadamente excluyó el calificativo habitual y excluyente de «como Estado judío»? ¿Y qué pensar de su resuelto rechazo de la colonización ilegal israelí que está teniendo lugar en estos momentos? ¿O de su asociación entre la resistencia palestina a la ocupación y el deseo de «derechos plenos e iguales» con la lucha del pueblo afroamericano contra la brutalidad de la esclavitud y la «humillación de la segregación»? ¿O de su yuxtaposición de la narrativa palestina con la del apartheid de Suráfrica?
¿Cómo podemos tomar la elevada retórica de Obama y su inspiradora invocación de una Humanidad unificada? ¿Y la pasmosa hipocresía? ¿Con cuánta pasión deberíamos destacar que, en el mismo momento en que Obama declara su «indesmayable» compromiso de «lucha contra los extremismos violentos» que amenazan al pueblo estadounidense y contra «las muertes de hombres, mujeres y niños inocentes», aviones no tripulados Predator y Reaper, que lucen en su fuselaje las barras y estrellas, surcan los cielos de Afganistán y Pakistán, aumentando probablemente la escandalosa cifra de muertos que acumula ya el joven gobierno de Obama. ¿Deberíamos recordar a todo el mundo que, hace tan solo un mes, estos raids aéreos asesinos se cobraron en un solo día las vidas de más de 120 civiles afganos en la población de Granai? ¿Y qué hay del hecho de que, en sus primeros 100 días, el nuevo presidente haya conseguido crear más de dos millones de refugiados pakistaníes?
Al manifestar que los acontecimientos del 11-S traumatizaron al pueblo estadounidense, y afirmar que Estados Unidos de América no es un «imperio atento sólo a su propio interés», y al declarar que las acciones de «extremistas» son «irreconciliables con los derechos de los seres humanos, el progreso de las naciones y el Islam», Obama omitió cualquier mención a las 700 bases militares que puntean el globo o a los cuatro millones de refugiados iraquíes resultado de la invasión de este país por Estados Unidos. Dijo que Al Qaeda ha «matado a personas de diferentes credos, pero más que ningún otro, ha matado a musulmanes.» Obama no mencionó los más de un millón de iraquíes muertos en estos seis años que no son responsabilidad de Al Qaeda, sino que son víctimas de los Estados Unidos.
Obama citó el Corán cuando dijo que «quien mata a un inocente es como si matase a toda la Humanidad», y que «quien salva a una persona es como si hubiese salvado a toda la Humanidad.» Así pues, ¿cuántas Humanidades han sido destruidas por Estados Unidos en su intento de proteger a sus ciudadanos a medio mundo de distancia?
Sobre el 11-S, Obama declaró: «Las víctimas eran hombres, mujeres y niños inocentes de Estados Unidos y de muchos otros países que no habían hecho ningún daño a nadie. Y sin embargo, Al Qaeda decidió asesinarlos sin piedad, reivindicar el ataque, e incluso hoy manifestar su decisión de matar a gran escala. Tienen afiliados en muchos países e intentan ampliar su alcance. Esto no son opiniones que puedan debatirse, son hechos a los que hay que hacer frente.»
Imaginen lo siguiente: si en este párrafo anterior el término Estados Unidos fuese sustituido por Palestina, y Al Qaeda por el ejército israelí, el presidente habría estado hablando de la devastación causada por Israel en Líbano en 1982 y 2006, el bombardeo de Gaza el pasado invierno, y su manifiesta decisión de atacar Irán. Por supuesto, esta relación Obama la omitió.
En uno de los fragmentos más reveladores de su discurso de 50 minutos, Obama manifestó que «los Palestinos deben abandonar la violencia. Es una verdad evidente, la violencia es un callejón sin salida. No es ni un signo de valor ni de poder lanzar cohetes sobre niños dormidos, o hacer saltar por los aires a mujeres en un autobús. No es así como se consigue la autoridad moral, es así como se renuncia a ella.»
Este ruego de Obama en favor de la resistencia pacífica y la denuncia de la violencia es sin duda encomiable, especialmente en labios de un presidente estadounidense. Pero aquí hay algo que no cuadra. Obama dirigió estas observaciones sólo a los palestinos, dando fuerza así una vez más a toda la narrativa propagandística según la cual los árabes practican un terrorismo inmoral mientras que Israel actúa sólo en una defensa propia necesaria. Es absurdo. No se dijo una sola palabra de los mortíferos ataques de Israel contra la población encerrada y hambrienta de Gaza, durante los cuales los militares israelíes mataron más de 1.400 palestinos -85% de los cuales eran civiles-, de ellos 400 niños. Obama no consideró necesario condenar la utilización de misiles y bombas, fósforo blanco y explosivos de metal inerte denso, tanques, aplanadoras, aviones no tripulados y balas, todo ello de fabricación estadounidense, contra niños durmientes y adultos aterrorizados en Beit Lahiya, Beit Hanoun y Jabalya. Aparentemente, Obama no considera que Israel haya renunciado a su autoridad moral al mantener a los palestinos bajo ocupación militar durante un cuarto de siglo, al arrestar y a veces matar a tiros a quienes protestan pacíficamente contra la anexión continua de tierra palestina (17 palestinos han muerto por disparos israelíes cuando protestaban contra el muro, desde 2004), o al mantener a miles de palestinos en las prisiones de Israel durante años, sin cargos ni juicios. Los israelíes que protestan por el comportamiento agresivo y racista de su gobierno son vilipendiados, y los valientes jóvenes que se niegan a prestar servicio en la ocupación son enviados a la cárcel.
Pero en ningún lugar fue la ironía de Obama más vergonzosa que cuando pidió a los palestinos que «pensasen sobre todo en lo que pueden construir», sin añadir que durante el ataque a Gaza Israel destruyó más de 5.000 viviendas, 16 edificios gubernamentales, 20 mezquitas y muchas escuelas, universidades y hospitales. Israel atacó ambulancias, instalaciones y refugios de las Naciones Unidas, almacenes de alimentos, fábricas y plantas energéticas. Y es evidente que, si bien Obama pidió poner fin a los asentamientos ilegales en Cisjordania (sin mencionar el desmantelamiento de las actuales colonias y puestos avanzados israelíes, todos ellos ilegales con arreglo al Derecho Internacional), no puso en cuestión la continua construcción y el mantenimiento de los controles militares israelíes, sus torres de vigilancia, el muro del apartheid, y las carreteras de circunvalación cerradas a los palestinos que dividen sus tierras.
Es cierto que Obama manifestó su apoyo a un Estado palestino e instó a Israel a reconocer el «derecho a la existencia» de Palestina. También mencionó la opresora ocupación de Cisjordania y el estrangulador bloqueo y cerco económico de Gaza cuando dijo:
«… Israel debe también estar a la altura de sus obligaciones y garantizar que los palestinos puedan vivir, trabajar y desarrollar su sociedad. Del mismo modo que destroza las familias palestinas, la crisis humanitaria actual de Gaza no sirve a la seguridad de Israel, ni tampoco la continua falta de oportunidades de Cisjordania. El progreso en la vida cotidiana del pueblo de palestina debe ser un elemento central de la vía hacia la paz, e Israel debe dar pasos concretos que permitan dicho progreso.»
Son, sin duda, hermosas palabras en labios de la persona más poderosa del planeta, y debería ser una esperanza para todos los defensores de los derechos humanos y el Derecho Internacional que Obama diese continuidad a estas demandas y sugerencias con medidas concretas. Hay siempre el temor de que los grandes objetivos y los bonitos discursos sirvan para reforzar los medios israelíes que permitan alcanzar los objetivos estadounidenses. Ahora bien, a la vista de las palabras de Obama en El Cairo hoy hay la posibilidad de hallar un mejor punto de partida.
Segunda parte: Disfunción eréctil o el timing es lo importante
Mientras asistimos a un análisis sin fin de las matizadas palabras de Obama en El Cairo, sería prudente analizar el momento elegido por Obama para lanzar su discurso ante los 3.000 invitados de la Universidad de la capital egipcia y millones de personas en todo el mundo.
La aproximación de Obama al mundo musulmán llega en un momento en que Oriente Próximo está en puertas de dos importantes elecciones que se celebrarán la próxima semana: la del Líbano, el 7 de junio; y la de Irán, el 12 de junio.
Según el comentarista Rannie Amiri, «debido al complejo marco político del Líbano, confesional en su fundamento, la comprensión de la mecánica y la dinámica tras la próxima votación para el Parlamento es más complicada que la de la elección presidencial de Irán. Hay dos coaliciones principales en Líbano, que llevan el nombre de Alianza 8 de Marzo y de Alianza 14 de Marzo, aclara Amiri:
La Alianza 8 de Marzo recibe su nombre de la fecha en que se celebró, en 2005, una masiva manifestación en Beirut organizada por Hezbolá que expresó su oposición a su desarme, su apoyo a Siria y su resistencia a Israel. La coalición está formada por Hezbolá; el partido Amal, de Nabih Berri; y el Movimiento Patriótico Libre, no religioso, del general Michel Aoun. A diferencia de Nasrallah y Berri, musulmanes chiíes, Aoun es cristiano maronita por lo que cuenta con el apoyo del electorado de éste y otros grupos cristianos.
La Alianza 14 de Marzo recibe también su nombre de una manifestación masiva, celebrada en Beirut en 2005, pero ésta marcadamente anti siria. Tuvo lugar exactamente un mes después del asesinato del primer ministro Rafiq Hariri y marcó el comienzo de la Revolución de los Cedros que condujo a la retirada de todas las tropas sirias de Líbano después de 29 años. La Alianza 14 de Marzo es la actual coalición en el poder, cuenta con el apoyo occidental y está compuesta principalmente por partidos suníes, drusos y cristianos. Su líder es Saad Hariri, multimillonario, hijo de Rafiq, y su Movimiento por el Futuro forma el bloque principal.
Mientras que la Alianza 8 de Marzo mantiene poder de veto sobre las decisiones del gobierno, como parte del acuerdo de reparto de poder conseguido en mayo de 2008 con el Acuerdo de Doha, y ocupa 58 escaños de la Asamblea Nacional de Líbano, la Alianza 14 de Marzo dispone de 70 escaños. Si bien el líder de Hezbolá, Sayyid Hassan Nasrallah, ha fomentado un gobierno libanés estable y unificado que represente la voluntad popular, afirmando que «En interés de Líbano y su estabilidad, es importante que haya comprensión y cooperación entre los libaneses a la hora de llevar los asuntos del país,» su oponente, el líder de la mayoría parlamentaria, Saad Hariri, afirmaba con frialdad que «No formaremos parte del gobierno si la Alianza 8 de Marzo gana las elecciones.»
Se afirma que el número de escaños indecisos es de 30, por lo que la Alianza 8 de Marzo ganando sólo siete de ellos conseguiría una mayoría parlamentaria. Si fuese así, sería un golpe para Estados Unidos, Israel y sus aliados en Oriente Próximo -Egipto, Arabia Saudí y Jordania- desequilibrando la representación popular en Líbano contra la influencia occidental y en favor de una resistencia constante contra el imperialismo y el colonialismo.
Así pues, las apuestas son altas para el gobierno de Obama. En las últimas semanas, tanto la secretaria de Estado, Hillary Clinton, como el vicepresidente, Joe Biden, han visitado Beirut para dar su apoyo a la facción 14 de Marzo y asegurar a los votantes libaneses que Estados Unidos no interferiría en las próximas elecciones. Qué irónico. Clinton pidió una elección «limpia y libre de interferencia exterior» y la Casa Blanca explicó que la visita de Biden tenía por objeto «potenciar el apoyo de Estados Unidos a un Líbano independiente y soberano.»
Hezbolá manifestó que las visitas sorpresa de estos altos funcionarios estadounidenses ha levantado «fuertes sospechas y equivale a una intromisión clara y detallada en los asuntos de Líbano.» Este temor parece bien fundado teniendo en cuenta la opinión de Estados Unidos de que la continuación de la asistencia financiera y militar a Líbano tendría en cuenta qué facción política gana la elección del domingo.
Después de reunirse con el presidente libanés, Michel Suleiman, Biden manifestó: «Les aseguro que estamos con ustedes para conseguir un Líbano soberano y seguro, dotado de instituciones fuertes» y también que «la elección de líderes comprometidos con el Estado de Derecho y la reforma económica abre la puerta a un crecimiento y una prosperidad duraderos aquí en Líbano.» Sin embargo, Biden afirmó que «Estados Unidos evaluará el carácter de nuestros programas de asistencia basándose en la composición del nuevo gobierno y en las políticas que proponga.»
El parlamentario Hassán Fadlallah, en la línea de Hezbolá, dejó clara la posición de su partido sobre la visita de Biden: «Parece que esta visita es parte de un intento de Estados Unidos de supervisar la campaña electoral de un partido político que se siente amenazado políticamente (…) a la vista del resultado esperado de las elecciones legislativas,» afirmó.
No es sorprendente que ni Clinton ni Biden mencionasen las numerosas detenciones de parlamentarios libaneses prooccidentales acusados de espiar para Israel, ni tampoco el uso generalizado del fraude electoral a fin de decantar la balanza contra Hezbolá. Como informa el periodista estadounidense Franklin Lamb: «El veterano opositor chií de Hezbolá Ahmad Al-As’ad ha formado una organización chií anti Hezbolá llamada Asamblea por una Opción Libanesa y ha presentado a 19 candidatos contrarios a Hezbolá. Admite abiertamente que recibe una buena parte de ayuda saudí para que compita contra Hezbolá en el Sur y en la Bekaa, y se cree que está aliado con el equipo pro EE UU de Hariri. As’ad sabe que su grupo no puede ganar y que la inmensa mayoría de chiíes votarán por Hezbolá. Su objetivo no es tanto que los electores voten contra Hezbolá sino conseguir que no lo hagan a favor de este partido. Así, en el recuento de votos, Israel y los centros anti Hezbolá podrán declarar que Hezbolá está perdiendo apoyo entre sus bases, ya que ha conseguido menos votos que en 2005, etc.
Para conseguirlo, los operativos de As’ad han estado alquilando carnets de identidad de los votantes a razón de hasta 1.000 dólares cada uno. Los carnets se entregan a cambio de 1.000 dólares y se devolverán el lunes 8 de junio, una vez escrutadas las papeletas.
Entretanto, en Irán, aumenta la tensión a medida que el país se prepara para su décima elección presidencial la próxima semana. Los cuatro candidatos obtuvieron el visto bueno, a partir de una lista de 475 aspirantes -433 hombres y 42 mujeres- , de los doce miembros del Consejo de Guardianes, encargado de estudiar las aptitudes de los candidatos y de aprobar su capacidad para dirigir los asuntos del país. Mientras que el presidente Mahmoud Ahmadineyad y el secretario del Consejo de Estado y ex jefe del cuerpo de Guardianes de la Revolución Mohsen Rezaei presentan unas candidaturas conservadoras y tradicionalistas, el ex presidente del Parlamento Mehdi Karroubi se presenta como candidato reformista moderado. La única amenaza real a la reelección de Ahmadineyad viene del ex primer ministro Mir-Hossein Mousavi, que se presenta en su campaña como reformista fiel a los principios de la Revolución Islámica de 1979.
Mousavi ha ganado apoyos en las zonas urbanas, mientras que Ahmadineyad tiene el apoyo rural a su favor. Mousavi ha manifestado su compromiso con la Constitución iraní, y propone un mayor acceso a la información y una política exterior más conciliadora. En una reciente emisión de televisión, afirmó que Irán «debe avanzar hacia un Estado en el que el gobierno proporcione a los ciudadanos cualquier tipo de información, con las excepciones de la información militar y la de seguridad», y afirmó también que las esperanzas iraníes de un mayor desarrollo «no son realizables sin libertad de los medios de comunicación y la prensa.»
En materia de política exterior, Mousavi ha asegurado que el programa nuclear iraní continuará con arreglo a la ley, y prometió que «todos los logros, enfoques y avances logrados no deberían abandonarse.» Asimismo, articuló su deseo de una diplomacia internacional en torno al programa nuclear del modo siguiente: «Hay dos asuntos con relación a nuestro programa nuclear: el primero es el uso de la tecnología nuclear con fines pacíficos, que forma parte de nuestros intereses nacionales y no puede abandonarse; el segundo asunto es lo que algunos países afirman sobre posibles diversiones en nuestro programa nuclear: es este punto el que estamos dispuestos a discutir con otros países.»
En relación con las tensas relaciones de Irán con Estados Unidos, Mousavi considera que el nuevo gobierno Obama se distancia de la agresiva retórica del pasado de Bush. «Estados Unidos ha cambiado el tono,» afirmó. «Iniciar relaciones con Estados Unidos no es un tema tabú, si ellos cambian en la práctica su postura.» Esta afirmación es consistente con los mensajes de Ahmadineyad y del líder supremo, el ayatolá Ali Jameney, que han pedido que Estados Unidos cambie su actuación en la arena internacional, y no sólo hable de ello. Mousavi mostró su mesurado enfoque de los asuntos internacionales -en contraste con la confiada postura de Ahmadineyad – al afirmar: «Irán no es amigo de Estados Unidos, pero este país tiene una gran influencia a escala mundial y grandes capacidades económicas y militares. Es cierto que somos un país poderoso, pero nuestro poder no debería llevarnos a actuar de un modo poco razonable. No podemos quedarnos solos ante Estados Unidos.»
También Ahmadineyad se ha mostrado favorable a la diplomacia durante la campaña. «Los sectores políticos de Washington no han dejado de señalar su disposición a un diálogo con funcionarios del gobierno de Irán,» dijo a finales de Mayo, y añadió: «Si las conversaciones se celebran en un plano de igualdad, no ponemos ninguna objeción. Nos gustaría discutir toda una serie de asuntos internacionales.» No obstante, Ahmadineyad mencionó con orgullo el hecho de que él nunca recurrió a «buscar el favor de los países occidentales» para alcanzar sus objetivos como gobierno iraní.
A medida que los debates y las campañas se enconan, la violencia ha hecho también acto de presencia en el ambiente electoral. El Washington Post informó que «Cinco personas perecieron el pasado domingo en el incendio provocado de un banco iraní en la ciudad suroriental de Zahedan, en la que un atentado suicida en una mezquita chií mató la semana pasada 25 personas en la explosión de una bomba.» El gobierno iraní ha afirmado que el grupo separatista islamista Jundullah, que reivindicó el ataque a la mezquita y que realiza regularmente ataques y secuestros en la región, recibe apoyo de Estados Unidos y está vinculado a Al Qaeda.
Jamenei instó a la estabilidad y la solidaridad ante toda esta innecesaria violencia. «Los hermanos suníes y chiíes, los diferentes grupos étnicos y políticos, las corrientes sociales deberían procurar la unidad tanto en los asuntos relacionados con las elecciones como en los que no,» afirmó el lunes, añadiendo que el atentado a la bomba «lleva el sello inconfundible de Israel y Estados Unidos.» El ministro de Asuntos Exteriores Maouchehr Mottaki afirmó: «Los grupos extremistas de la región están vinculados con algunas de las fuerzas extranjeras de Afganistán,» a la vez que Jalal Sayah, vicegobernador provincial de Sistan-Baluchistan, provincia fronteriza con Pakistán y Afganistán, afirmó que al menos tres personas han sido arrestadas en relación con los ataques terroristas, y añadió: «Según la información obtenida, colocaron la bomba a petición de Estados Unidos y sus aliados.»
Así pues, ¿qué tienen que ver estas interferencias occidentales en las próximas elecciones de Oriente Próximo con el discurso de Obama en El Cairo?
Mucho.
En uno de los momentos álgidos de su discurso, Obama glosó la democracia y manifestó su creencia en el valor de la autodeterminación. Declaró su compromiso con «los gobiernos que reflejan la voluntad del pueblo, » y aseguró que Estados Unidos no pretende saber qué es lo mejor para todos, del mismo modo que no pretendemos escoger el resultado de una elección pacífica.» Y continuó así:
«Tengo la firme creencia de que todos los pueblos desean determinadas cosas: la posibilidad de expresar el pensamiento y de opinar sobre cómo son gobernados, la confianza en el imperio de la ley y la administración de justicia igual para todos, un gobierno que sea transparente y no robe al pueblo, y la libertad para vivir como deseen. Éstas no son ideas sólo estadounidenses: son derechos humanos. Y esa es la razón por la que vamos a apoyarlas en todo lugar. Estados Unidos respeta el derecho de todas las voces pacíficas y respetuosas de la ley a ser escuchadas en todo el mundo, aunque no estemos de acuerdo con ellas. Y acogeremos con agrado cualquier gobierno elegido y pacífico, siempre y cuando gobierne con respeto hacia todo su pueblo.»
Obviamente, Estados Unidos no ha reconocido la legitimidad de la avasalladora victoria de Hamás sobre Al Fatah en las elecciones palestinas de 2006, que contaron con el apoyo y la estrecha supervisión de Estados Unidos. Desde su victoria parlamentaria hasta hoy, Hamás ha sido aislado y demonizado por Occidente. Si el término operativo en el discurso de Obama parece ser el de «pacífico», entonces también debería dirigirse a Israel.
El reciente gobierno israelí de extrema derecha, liderado por Benjamin Netanyahu y más peligroso aún al formar parte de él el fascista Avigdor Lieberman como ministro de Asuntos Exteriores, no está sujeto a los dictados de Obama. Mientras que se pide a Hamás que «tenga un papel relevante en el cumplimiento de las aspiraciones palestinas con el fin de unificar al pueblo palestino» mediante el fin de la violencia, el reconocimiento de anteriores acuerdos y el reconocimiento del derecho de Israel a existir, a Israel no se le pide la misma cosa. El flujo de miles de millones de dólares de ayuda estadounidense a Israel no corre el riesgo de verse cortado en función de quién gobierne en el llamado «Estado judío.» El apoyo de Estados unidos, militar, financiero y diplomático no será objeto de reevaluación debido a la constante agresión de Israel contra los palestinos, las amenazas a Irán, la negación de los derechos de los palestinos (tanto dentro de Israel como en los Territorios Ocupados), el rechazo a un estado palestino independiente y soberano, y el evidente desprecio al Derecho Internacional que prohibe todo tipo de colonias en los territorios ocupados, el castigo colectivo, las leyes discriminatorias y la construcción del Muro del Apartheid que separa a las comunidades palestinas de sus propias tierras.
Así pues, mientras el presidente Obama promueve el gobierno representativo en una región con una acuciante falta de democracia, los funcionarios, espías y agentes locales de Estados Unidos están intentando socavar la integridad de estas dos elecciones. Sus esfuerzos por influenciar los resultados políticos tanto en Líbano como en Irán, a fin de instalar liderazgos más prooccidentales parecen no existir para los sentimientos de Obama sobre seguir «la voluntad del pueblo.»
Nima Shirazi es escritor y músico. Nacido y criado en Manhattan, reside en Brooklyn y escribe en el weblog Wide Asleep in America con el seudónimo de Lord Baltimore.
S. Seguí es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.