Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Las más famosas palabras jamás dichas en Gaza fueron las últimas palabras de Sansón (Libro de los Jueces, 16, 30): «¡Dejadme morir con los filisteos!»
Según el relato bíblico, Sansón se agarró a las columnas centrales del templo filisteo e hizo que todo el edificio se viniera abajo sobre los señores de los filisteos, el pueblo de Gaza y él mismo. El narrador de la historia valoró el hecho con la siguiente frase: «Así fue como el número de muertes que provocó con su muerte fue mayor que las que se llevó por delante en vida».
Una historia de sufrimiento, destrucción y muerte. Que puede estar a punto de repetirse ahora, solo que con los papeles cambiados: el templo puede venirse abajo con los palestinos (que tomaron su nombre de los filisteos), y entre los muertos estarán los señores de Israel.
* * *
¿Se convertirá Gaza en un Masada palestino (el lugar donde, mil años después de Sansón, los defensores judíos decidieron suicidarse masivamente antes que caer en manos de los romanos)?
La gente de Gaza está preocupada. Los combatientes de Hamas se preparan para la acción. Los jefes del ejército israelí están a la vez preocupados y preparándose para la acción.
Hace ya meses que los dirigentes políticos y militares de Israel discuten sobre la «gran operación»: una invasión masiva de la Franja de Gaza que ponga fin al lanzamiento de cohetes hacia Israel.
Los jefes del ejército, que normalmente están deseando entrar en combate, no están tan ansiosos en esta ocasión. En absoluto. Casi quieren evitarlo a toda costa. Pero son fatalistas. Todo depende ahora de un azar ciego. Por ejemplo, si mañana un cohete Qasam cae sobre una casa en Sderot y mata a toda una familia, habría tales protestas en Israel que el gobierno podría sentirse forzado a dar la orden, incluso en contra del buen juicio.
Para todos y cada uno de los planificadores políticos o militares, la Franja de Gaza es una pesadilla. Tiene unos 40 kilómetros de largo y 10 de ancho. En sus 360 kilómetros cuadrados de reseco desierto, apenas dos veces el área de Washington DC, sobreviven hacinados 1,5 millones de seres humanos, casi todos ellos indigentes que no tienen nada que perder y encabezados por un movimiento religioso militante. (Vendría bien recordar que en la guerra de 1948, la comunidad judía en Palestina llegaba apenas a 650.000 personas.)
Hace meses ya que los dirigentes de Hamas en Gaza están acumulando armas, que meten a escondidas en la Franja de Gaza a través de muchos túneles bajo su frontera con Egipto (al igual que nosotros introdujimos armas de contrabando en el país en la víspera de la guerra de 1948). Es verdad, ellos no han conseguido artillería ni tanques, pero poseen ya armas anti-tanques muy efectivas.
Según las estimaciones de nuestro ejército, una invasión de la Franja de Gaza puede costar las vidas de unos cien soldados israelíes y miles de combatientes y civiles palestinos. El ejército israelí desplegará tanques y bulldozer blindados y el mundo presenciará escenas terribles (la misma clase de escenas que nuestro ejército trató de suprimir y que causaron las protestas mundiales contra la «Masacre de Yenin» durante la operación «Escudo Defensivo» de 2002).
Nadie puede saber ahora cómo va a desarrollarse esa operación. Quizá la resistencia palestina llegue a colapsarse y se pruebe que son falsas las predicciones de numerosas bajas israelíes. Pero es también posible que Gaza se convierta en una Masada palestina, una especie de mini-Stalingrado. Esta semana, en una de las incursiones «rutinarias» del ejército israelí, una RPG (granada propulsada con cohete) penetró en uno de los famosos tanques Merkava Mark-3 fabricados por Israel y fue un milagro que no murieran los soldados que iban dentro. En una batalla grande y sangrienta, no se puede confiar en esos milagros.
La pesadilla no acaba ahí. Sin duda, el ejército israelí venza a la resistencia, cualquiera que sea el precio a pagar por ambos bandos, quizá demoliendo barriadas enteras y con una carnicería masiva. ¿Y después qué?
Si el ejército sale rápidamente de la Franja, la situación revertirá a lo que era antes y el lanzamiento de cohetes Qasam se reanudará (si es que alguna vez llega a parar). Esto significaría que toda la operación habrá sido en vano. Si el ejército permanece allí -¿qué alternativa le quedaría?-, estaría obligado a asumir la responsabilidad total de un régimen ocupante: alimentar a la población, abastecerla de servicios sociales, establecer la seguridad. Todo esto en una situación de guerra de guerrillas intensa y continua que convertirá en un infierno las vidas de ocupante y ocupados.
Para el ocupante, Gaza ha sido siempre problemática. El ejército israelí ha salido ya de allí en tres ocasiones y cada vez la alegría fue inmensa. «Gaza, ¡por fin, adiós! Fue siempre un eslogan popular. Cuando Israel firmó la paz con los egipcios, éstos rechazaron firmemente aceptar que les devolvieran Gaza.
No es accidental que las dos intifadas hayan comenzado en Gaza. (La primera, de la que hace esta semana exactamente veinte años, estalló cuando un camión israelí chocó con dos coches llenos de trabajadores palestinos, que fue interpretado por los palestinos como una represalia israelí deliberada. La segunda explotó tras la provocativa visita de Ariel Sharon al Monte del Templo, cuando policías israelíes dispararon y mataron a enfurecidos manifestantes musulmanes.)
El movimiento mismo de Hamas, que hoy celebra su veinte aniversario, nació -tampoco accidentalmente- en Gaza.
No es sorprendente que los comandantes de nuestro ejército retrocedan ante la idea de reconquistar la Franja de Gaza. No les gusta la idea de jugar el papel de los señores de los filisteos en la historia del palestino Sansón.
* * *
EL PROBLEMA es que nadie sabe cómo deshacer el nudo gordiano que Ariel Sharon, ese maestro en tejer nudos, ha dejado atrás.
Sharon inició el «Plan de Separación», una de las peores locuras en los anales de este estado, tan ricos en disparates.
Como se recordará, Sharon desmanteló los asentamientos y evacuó la Franja sin dialogar con los palestinos y sin traspasar el territorio a la Autoridad Palestina. No dejó a los habitantes de la Franja posibilidad alguna de poder llevar una vida normal, convirtiendo el territorio en una prisión gigante. Se cortaron todas las conexiones con el mundo exterior, la marina israelí cortó las rutas marítimas, la frontera con Egipto se cerró herméticamente, no se permitió reconstruir el aeropuerto, se impidió que se edificaran los edificios del puerto. El «paso seguro» prometido entre la Franja y Cisjordania fue totalmente sellado, todos los cruces para entrar y salir de la Franja permanecieron bajo total control israelí, que los abre y los cierra cuando se le antoja. Se terminó el trabajo de decenas de miles de trabajadores de Gaza en Israel, del que dependía el sustento de casi toda la Franja.
El siguiente capítulo fue inevitable: Hamas tomó el control militar de la Franja, sin que los indefensos políticos de Ramallah pudieran intervenir. Desde la Franja, los cohetes Qasam y los disparos de mortero se lanzaban hacia los pueblos y ciudades israelíes vecinos. Uno de los ejércitos más poderosos del mundo, con las armas más sofisticadas es incapaz de contrarrestar a una de las armas más primitivas sobre la tierra.
Y así es como se estableció un círculo vicioso: los israelíes estrangulan la vida de la gente en la Franja, los combatientes de Gaza bombardean la ciudad israelí de Sderot, el ejército israelí reacciona asesinando combatientes y civiles palestinos, la gente de Gaza lanza morteros hacia los kibbutz, el ejército lleva a cabo incursiones y mata a los combatientes palestinos día y noche, Hamas consigue armas anti-tanque más efectivas, y así indefinidamente.
* * *
Un israelí corriente y normal no tiene ni idea de lo que está sucediendo en la Franja de Gaza. La desconexión es absoluta. Ningún israelí puede entrar en la Franja, casi ningún palestino puede salir de ella.
Así ven las cosas mayoría de los israelíes: Nos fuimos de Gaza. Desmantelamos allí todos los asentamientos, a pesar del hecho de que esto nos causó una profunda crisis nacional. ¿Y qué sucede entonces? Los palestinos siguen disparándonos desde el interior de la Franja y convirtiendo la vida en Sderot en un infierno. No tenemos otra alternativa que convertir también sus vidas en un infierno para conseguir detenerlos.
Esta semana escuché un informe de una de las personas con mayor credibilidad en Gaza, el Dr. Eyad Sharraj, un famoso psiquiatra y activista por la paz y los derechos humanos. Expongo aquí algunas de las cosas que dijo a un pequeño círculo de activistas israelíes por la paz:
«Israel bloquea todas las importaciones a la Franja, excepto una corta lista de media docena de artículos básicos. Solían utilizarse a diario unos 900 camiones para las importaciones y exportaciones de la Franja de Gaza, ahora su número se ha reducido a 15. Por ejemplo, no se permite que entre jabón.
El agua para beber no es potable. Israel no permite que entre agua embotellada. Tampoco permite que se importen bombas de agua. El precio del filtro para el agua ha subido de 40 a 250 dólares, no hay recambios para los filtros. Solo la gente acomodada puede permitírselos. Sin embargo, se deja que entre cloro.
No se permite importar cemento. Cuando hay un agujero en el techo, no puede repararse. El edificio dedicado a hospital infantil permanece silencioso. No hay recambios de ninguna clase. No puede repararse el instrumental médico que se estropea. Ni tampoco las incubadoras para los bebés ni el equipo para diálisis.
Los enfermos graves no pueden acceder a un hospital, ni en Israel ni en Egipto ni en Jordania. Los pocos permisos que se conceden son entregados con un retraso mortal. En muchos casos, se condena a una muerte segura a los pacientes.
Los estudiantes no pueden irse a sus universidades en el extranjero. Los ciudadanos extranjeros que estuvieran visitando Gaza no pueden salir si tienen un documento de identidad palestino. No se permite la salida de los palestinos que tienen contratos para trabajar en el extranjero. A algunos palestinos se les permitió que pasaran a través de Israel para ir a Egipto, pero las autoridades egipcias no les permitieron entrar y tuvieron que volver a Gaza.
Han cerrado prácticamente todas las empresas, arrojando a la calle a sus trabajadores por falta de materias primas. Por ejemplo, la fábrica de Coca Cola ha cerrado. Después de sesenta años de ocupación, primero de los egipcios y después de los israelíes, no se produce casi nada en la Franja, excepto naranjas, fresas, tomates y similares.
Los precios en la Franja de Gaza están por las nubes, han subido cinco y hasta diez veces. La vida es ahora más cara en Gaza que en Tel Aviv. El mercado negro está floreciendo.»
¿Cómo puede la gente existir con esas condiciones? Porque los integrantes de las extensas familias se ayudan unos a otros. La gente acomodada ayuda a sus parientes. La UNRWA proporciona los comestibles más básicos y los distribuyen entre los refugiados, que son la mayoría de los habitantes.
* * *
¿HAY alguna otra posibilidad además de una invasión masiva? Por supuesto que sí. Pero requiere imaginación, audacia y buena disposición para actuar en contra de las pautas establecidas.
Se puede lograr un alto el fuego inmediato. Según todos los indicios, también Hamas está lista para ofrecerlo siempre que sea general: ambas partes deben parar todas las acciones militares, incluyendo los «asesinatos selectivos» y el lanzamiento de cohetes Qasam y de morteros. Tienen que abrirse los pasos de frontera para permitir el libre movimiento de productos en ambas direcciones. Debe abrirse el corredor entre la Franja y Cisjordania, así como la frontera entre la Franja y Egipto.
Si la situación llegara a calmarse, esto podría animar a los dos gobiernos palestinos en competición -Fatah en Cisjordania y Hamas en Gaza- a empezar un nuevo diálogo bajo los auspicios de Egipto o Arabia Saudí, a fin de superar la escisión y poder construir un liderazgo nacional palestino unificado que tenga autoridad para firmar acuerdos de paz.
En vez de gritar «Dejadme morir con los filisteos», tomemos las palabras de Dylan Thomas: «Y la muerte no podrá con nosotros»
Uri Avnery es un escritor israelí y activista por la paz con Gush Shalom. Ha aportado a CounterPunch su libro: «The Politics of Anti-Semitism».
Enlace con texto original en inglés:
http://www.counterpunch.org/avnery12172007.html