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Un paseo de libertad

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Carlos Sanchis

MAHATMA GANDHI lo habría amado. Nelson Mandela lo habría saludado. Martin Luther King habría sido el más entusiasta; le habría recordado viejos días.

Ayer, un decreto del Oficial Comandante del Sector Central, el General Yair Navehl, estuvo a punto de entrar en vigor. Prohibía a los conductores israelíes llevar pasajeros palestinos en los territorios ocupados. El General tocado con quipa, amigo de los colonos, justificó esto como una necesidad vital de seguridad. En el pasado, habitantes de Cisjordania han llegado a territorio de Israel en automóviles israelíes.

Los activistas israelíes por la paz decidieron que esta orden nauseabunda debía ser protestada. Varias organizaciones planearon una acción de protesta en el mismo día en que esta debía entrar en vigor. Organizaron un «Paseo de Libertad» de automóviles de propietarios israelíes que iban a entrar en Cisjordania (una ofensa delictiva en sí misma) y darles un paseo a los palestinos locales que se habían ofrecido para la acción.

Un hecho impresionante en la preparación: conductores israelíes y pasajeros palestinos quebrando abiertamente la ley, enfrentándose a arrestos y procesos ante un tribunal militar.

En el último momento, el general «congeló» la orden. La manifestación fue cancelada.

La orden que fue suspendida (pero no cancelada oficialmente) emitía un fuerte olor de apartheid. Se une a un gran número de hechos de las autoridades de la ocupación que recuerdan al régimen racista de Sudáfrica, tales como la construcción sistemática de carreteras solo para israelíes en Cisjordania y por las cuales los palestinos tienen prohibido circular. O la ley «temporal» que prohíbe a los palestinos de los territorios ocupados que se han casado con ciudadanos israelíes vivir con sus parejas en Israel. Y, lo más importante, el Muro que es oficialmente llamado «obstáculo de separación». En afrikáans, «apartheid» significa separación.

La «visión» de Ariel Sharon y Ehud Olmert viene a ser el establecimiento de un «estado palestino» que no sería nada más que un cordón de islas palestinas en un mar israelí. Es fácil descubrir una similitud entre los enclaves planeados y los «bantustanes» que fueron dispuestos por el régimen blanco en Sudáfrica; las así llamadas «patrias» donde se suponía que los negros disfrutaban de «autogobierno» pero que realmente eran lo mismo que campos de concentración racistas.

Por esto, tenemos razón cuando usamos el término «apartheid» en nuestra lucha diaria contra la ocupación. Nosotros hablamos del «muro del apartheid» y de «métodos del apartheid». La orden del general Naveh prácticamente ha dado la sanción oficial al uso de este término. Incluso instituciones que están lejos del campo por la paz radical la han relacionado con el sistema del Apartheid.

Por consiguiente, el título del nuevo libro del antiguo presidente Jimmy Carter está totalmente justificado – «Palestina; Paz no Apartheid». El título despertó la ira de «los amigos de Israel» más incluso que el propio contenido del libro. ¿Cómo se atreve? ¿Comparar Israel con el repugnante régimen racista? ¿Sostener que el gobierno de Israel está motivado por el racismo, cuándo todas sus acciones están guiadas únicamente por la necesidad de defender a sus ciudadanos contra los terroristas árabes? (Por cierto, en la cubierta del libro hay una fotografía de una manifestación contra el Muro que fue organizada por Gush Shalom y Ta’ayush. La nariz de Carter apunta a un cartel nuestro que dice: «El Muro; Cárcel para los Palestinos, Gueto para los Israelíes».)

Parece que el propio Carter no estaba completamente feliz con el uso de este término. Ha indicado que se sumó a las exigencias de los editores que pensaron que un título provocativo estimularía la publicidad. Si así fue, la táctica tuvo éxito. El famoso grupo de presión judío se movilizó en su totalidad. Carter fue puesto en la picota como un antisemita y un embustero. La tormenta alrededor del título desplazó cualquier debate sobre los hechos citados en el libro que no han sido cuestionados en serio. El libro no ha aparecido todavía en hebreo.

Pero cuando nosotros usamos el término «Apartheid» para describir la situación, tenemos que ser conscientes del hecho de que la similitud entre la ocupación israelí y el régimen blanco de Sudáfrica implica sólo los métodos, no la esencia. Esto debe quedar bien claro, para prevenir graves errores en el análisis de la situación y las conclusiones deducidas de él.

Siempre es peligroso dibujar analogías con otros países y otros tiempos. Ni dos países ni dos situaciones son exactamente iguales. Cada conflicto tiene sus propias raíces históricas específicas. Incluso cuando los síntomas son los mismos, la enfermedad puede ser bastante diferente.

Todas estas reservas se aplican a las comparaciones entre el conflicto Israelo-palestino y el conflicto histórico entre los blancos y los negros en Sudáfrica. Baste señalar varias diferencias básicas:

(a) En Sudáfrica hubo un conflicto entre negros y blancos, pero ambos estaban de acuerdo en que el estado de Sudáfrica debía permanecer intacto; la cuestión sólo era quién lo gobernaría. Casi nadie propuso dividir el país entre negros y blancos.

Nuestro conflicto es entre dos naciones diferentes con identidades nacionales diferentes cada una de las cuales sitúa el más alto valor en un estado nacional propio.

(b) En Sudáfrica la idea de «separación» era un instrumento de la minoría blanca para la opresión de la mayoría negra, y la población negra la rechazó unánimemente. Aquí, la gran mayoría de los palestinos quiere ser separada de Israel para establecer un estado propio. La gran mayoría de israelíes, también, quiere estar separada de los palestinos. La separación es la aspiración de la mayoría en ambos lados, y la cuestión real es por donde debe transcurrir la frontera entre ellos. En el lado israelí, sólo los colonos y sus aliados exigen retener unida toda la área histórica del país y objetan la separación para robar la tierra de los palestinos y expandir los asentamientos. En el lado palestino, los fundamentalistas islámicos creen también que el país entero es un «waqf» (custodia religiosa) y pertenece a Alá, y por consiguiente no debe dividirse.

(c) En Sudáfrica, una minoría blanca (aproximadamente del 10 por ciento) gobernó sobre una gran mayoría de negros (78 por ciento), personas de raza mixta (7 por ciento) y asiáticos (3 por ciento). Aquí, entre el Mediterráneo y el Río Jordán hay ahora 5.5 millones de judío-israelíes y un número igual de palestino-árabes (incluidos los 1.4 millones de Palestinas que son ciudadanos de Israel).

(d) La economía de Sudáfrica estaba basada en la mano de obra negra y posiblemente no hubiera podido existir sin ella. Aquí, el gobierno israelí ha tenido éxito excluyendo casi completamente a los palestinos no israelíes del mercado laboral de Israel reemplazándolos con obreros extranjeros.

Es importante señalar estas diferencias fundamentales para prevenir graves errores en la estrategia de la lucha para acabar con la ocupación.

En Israel y en el extranjero hay personas que citan esta analogía sin prestar la debida atención a las diferencias esenciales entre los dos conflictos. Su conclusión: pueden aplicarse de nuevo los métodos que tuvieron tanto éxito contra el régimen de Sudáfrica a la lucha contra la ocupación, a saber: ,movilización de la opinión pública mundial, un boicot internacional y el aislamiento.

Eso evoca una clásica idea falsa que se enseñaba en clases de lógica: un esquimal conoce el hielo. El hielo es transparente. El hilo puede ser masticado. Cuando le dan un vaso de agua que también es transparente piensa que puede masticarlo.

No hay ninguna duda que es esencial poner en pie a la opinión pública internacional contra el tratamiento delictivo de las autoridades de la ocupación a la población palestina. Nosotros lo hacemos todos los días, tal como Jimmy Carter lo está haciendo ahora. Sin embargo, debe quedar claro que esto es inmensamente más difícil que la campaña que llevó al derrocamiento del régimen sudafricano. Una de las razones: durante la Segunda Guerra Mundial, las personas que después se convirtieron en los gobernantes de Sudáfrica intentaron sabotear la lucha anti-Nazi y fueron encarceladas, por consiguiente levantaron el aborrecimiento a nivel mundial. Israel es aceptado por el mundo como el » Estado de los Supervivientes del Holocausto», y por tanto despierta una inmensa simpatía.

Es un serio error pensar que la opinión pública internacional acabará con la ocupación. Esto ocurrirá cuando el propio público israelí se convenza de la necesidad de hacerlo.

Hay otra diferencia importante entre los dos conflictos que puede ser más peligrosa que cualquier otra: en Sudáfrica, ningún blanco habría soñado con la limpieza étnica. Incluso los racistas entendieron que el país no podría existir sin la población negra. Pero en Israel, esta meta está bajo una grave consideración, tanto secreta como abiertamente. Uno de sus abogados principales, Avigdor Lieberman, es un miembro del gobierno y la semana pasada Condoleezza Rice se reunió oficialmente con él. El apartheid no es el peor peligro que planea sobre las cabezas de los palestinos. Están amenazados por algo infinitamente peor: La «Transferencia», lo que significa la expulsión total.

Algunas personas en Israel y en todo el mundo llevan la analogía del Apartheid a su conclusión lógica: la solución aquí será igual que la de Sudáfrica. Allí, los blancos se rindieron y la mayoría negra asumió el poder. El país permanecía unido. Gracias a sabios líderes, encabezados por Nelson Mandela y Frederick Willem de Klerk, esto pasó sin derramamiento de sangre.

En Israel, esto es un bonito sueño hasta el fin de los días. A causa de los pueblos implicados y sus ansias, se convertiría inevitablemente en una pesadilla. En este país hay dos pueblos con una conciencia nacional muy fuerte. Tras 125 años de conflicto, no hay la más mínima oportunidad de que vivieran juntos en un estado, compartieran el mismo gobierno, sirvieran en el mismo ejército y pagaran los mismos impuestos. Económicamente, tecnológicamente y educativamente, la brecha entre los dos pueblos es inmensa. En semejante situación, relaciones de poder similares a las de la Sudáfrica del Apartheid África, ciertamente, surgirían.

En Israel, el demonio demográfico está acechando. Hay una angustia existencial entre los judíos a causa de que el equilibrio demográfico cambie incluso dentro de la Línea Verde. Todas las mañanas los bebés son contados; cuántos bebés judíos nacieron durante la noche, y cuántos árabes. En un estado conjunto, la discriminación crecería un céntuplo. La ofensiva para desposeer y expulsar no conocería ningún límite, florecería la actividad colonizadora judía desenfrenada, junto al esfuerzo por poner a los árabes en desventaja por todos los medios posibles. Para abreviar: El infierno.

Puede esperarse que esta situación cambie en 50 años. Yo no tengo ninguna duda que al final, una federación entre los dos estados, quizás incluso también Jordania, se dará. Yasser Arafat habló conmigo sobre esto varias veces. Pero ni los palestinos ni los israelíes pueden permitirse el lujo de 50 años más de derramamiento de sangre, ocupación y sigilosa limpieza étnica.

El fin de la ocupación vendrá en el marco de la paz entre los dos pueblos que vivirán en dos estados vecinos libres – Israel y Palestina – con la frontera entre ellos basada en la Línea Verde. Espero que esta será una frontera abierta.

Entonces – inshallah (ojalá) – los palestinos subirán libremente a los automóviles israelíes, y los israelíes subirán libremente en automóviles palestinos. Cuando ese tiempo llegue, nadie recordará al general Yair Naveh, o incluso a su jefe, el general Dan Halutz. Amén.

Carlos Sanchis pertenece a los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.