En El Dominical de El Periódico, distribuido además de por este periódico con varios diarios regionales, del pasado 29 de agosto, hay una entrevista muy peculiar. Se la hacen a José Pereira Caballero. Un cubano que desde hace 17 años trabaja en la tabaquera Partagás, una de las fábricas de habanos más famosas de La […]
En El Dominical de El Periódico, distribuido además de por este periódico con varios diarios regionales, del pasado 29 de agosto, hay una entrevista muy peculiar. Se la hacen a José Pereira Caballero. Un cubano que desde hace 17 años trabaja en la tabaquera Partagás, una de las fábricas de habanos más famosas de La Habana.
El trabajo de José Pereira es leer «todo tipo de libros y artículos de periódicos» a los más de 600 tabaqueros para amenizar sus jornadas laborales.
Los textos los selecciona el propio Pereira intentado que sea «lo más variado posible». «Apuesto por todos los géneros literarios, como ensayo, poesía, novela, cuento, ciencia ficción, oratoria, literatura de viajes… Voy a la biblioteca, me informo de nuevos títulos y luego los comento con los tabaqueros», afirma.
«Hacemos que los trabajadores se interesen y se introduzcan en el mundo de la cultura… al poco tiempo de estar aquí conocen la figura de Don Quijote y recitan versos de Lope de Vega, Quevedo, Espronceda…», señala el lector de libros en la entrevista.
En el mercado neoliberal al que a muchos nos ha tocado vivir, que una empresa disponga de un profesional dedicado a entretener y cultivar las mentes de sus trabajadores resultaría impensable. Para los responsables de recursos humanos y los altos ejecutivos de la jungla empresarial occidental, sería un despilfarro reñido con la sacrosanta competitividad destinar recursos a algo tan «improductivo» en sus términos empresariales. A la única «comodidad» y «gentileza» que llegan nuestras empresas es a disponer de una máquina gratuita de café o coca-cola, me temo que con el objeto de que incrementando el nivel de cafeína en sangre de los trabajadores aumente su productividad. Y es que al modelo económico «democrático» neoliberal, Jesús le sobra. No produce, no fabrica puros, no lo publicita, no los envasa, no los distribuye. No sirve, no hay por qué pagarle a alguien que hace ese trabajo «tan poco rentable» para un propietario o accionista empresarial.
El ejemplo de José Pereira es uno más de los que nos demuestran que otro modelo de producción y de trabajo es posible. Otro mundo es posible. Y, una vez más, nos lo está ofreciendo ese pequeño y humilde país, acosado y vilipendiado por los poderosos, que es Cuba.
Bloqueado, amenazado y sometido a todo tipo de ofensivas diplomáticas y comerciales, las empresas cubanas tienen en nómina a una persona cuyo trabajo es leer literatura a los trabajadores. Hasta en el último rincón de la sociedad cubana descubrimos humanas lecciones que nos enseñan lo grande que puede ser una sociedad y lo miserable que pueden ser otras.