Los promotores e investigadores del proyecto Medsalt-2 aseguran que pretenden estudiar los depósitos salinos bajo el lecho marino del Mediterráneo, pero varios documentos lo ligan al interés de la industria de los hidrocarburos.
Una protesta de Greenpeace contra las prospecciones en Baleares. PEDRO ARMESTRE (GREENPEACE)
Sus promotores aseguran que se trata de una investigación puramente científica, pero las organizaciones ecologistas y el Govern balear sospechan que detrás del proyecto de prospecciones Medsalt-2 -entre las islas de Ibiza y Mallorca y al sureste de Ibiza y Formentera- se esconden en realidad los mismos intereses petroleros que desde hace tiempo acechan a las islas.
Allí, en las profundidades de sus aguas cristalinas, y bajo el actual lecho marino del Mediterráneo, se halla el mayor depósito de sal de la Tierra. Unos sedimentos que podrían aportar información sobre lo que se conoce como la Crisis de Salinidad del Messiniense, una extraordinaria y brutal desecación que sufrió el Mediterráneo hace seis millones de años y para la que aún hoy no hay una clara explicación. Pero los yacimientos salinos como este se han convertido también en el último tesoro escondido de las industrias de hidrocarburos, porque bajo ellos suelen descansar importantes reservas de petróleo y gas. En Baleares, desde hace años, han sido centenares los sondeos de exploración que se han llevado a cabo, pero una fuerte oposición social y política ha impedido que terminen siendo extraídos.
«No dudo de que sea un proyecto científico y de que sea interesante estudiar esas formaciones, pero lo que no pueden decir es que no haya otros intereses. En sus documentos hacen un llamamiento directo a las petroleras», dice Carlos Bravo, portavoz de Alianza Mar Blava, principal plataforma de lucha contra las prospecciones en el Mediterráneo.
Lo cierto es que la propia descripción del proyecto que aparece en la página de la asociación científica europea COST, que financia la investigación, afirma que Medsalt «es una oportunidad para que la comunidad científica comparta objetivos, datos, experiencia y herramientas con la industria, ya que existe un considerable interés en la exploración de petróleo y gas» en la zona. También un memorando de entendimiento firmado en 2015 asegura que «siete empresas de gas y petróleo activas en el Mediterráneo han expresado interés».
Mapa de localización del proyecto. Instituto Nazionale di Oceanografía e di Geofisica Sperimentale de Trieste
«Es como si me dijeras que un estudio sobre la metástasis celular puede interesar a la industria farmacéutica. Pues claro, pero eso no invalida la investigación», justifica Daniel García Castellanos, científico del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera, del CSIC, que trabaja en el proyecto. Él y el resto de geólogos, geofísicos y biólogos involucrados en Medsalt han emitido un comunicadorechazando su vinculación con la industria de los hidrocarburos. «La interpretación que se ha hecho de nuestro proyecto es infundada y simplista y pone en riesgo una década de trabajo en la que hemos perseguido entender ese periodo de la formación del Mediterráneo», zanjan. «Es irónico, porque el principal objetivo de nuestra exploración es demostrar que no existen yacimientos de gas y petróleo en esa zona, porque eso impediría nuestra investigación», añade García Castellanos.
Otro de los elementos más controvertidos en Medsalt-2 es la tecnología que pretende usar -la misma que utiliza la industria petrolera en sus sondeos- y que consiste en lanzar cañones de aire comprimido que hacen vibrar el agua emitiendo una señal acústica de gran impacto para la fauna marina.
«Es una zona con un altísimo valor ecológico, donde se quería hacer una reserva de cachalotes autóctonos y colindante con el Parque Nacional de Cabrera. El proyecto es un sinsentido», dice por su parte Julio Barea, de Greenpeace. Por eso, tanto la ONG ecologista como Alianza Mar Blava se oponen, «sea cual sea su finalidad».
Los científicos involucrados en Medsalt argumentan que todo ello ha sido previsto en el informe de evaluación ambiental que han presentado ante las autoridades españolas y que cuentan con observadores profesionales de mamíferos y monitores acústicos pasivos para evitar cualquier perturbación.
Carlos Bravo, por el contrario, considera que existen alternativas: «No nos oponemos a la investigación, pero planteamos que se haga con tecnología de menos impacto y que se esperen a que se haya aprobado la ley contra las prospecciones de hidrocarburos que está tramitándose en el Parlamento. Si se esperan a eso, adelante con el proyecto», dice.
Aunque Medsalt-2, promovido por el Instituto Nazionale di Oceanografía e di Geofisica Sperimentale de Trieste (Italia), fue concebido hace años, ha sufrido varios retrasos en la tramitación porque está obligado a una evaluación de impacto ambiental ordinaria y no simple, como pretendió tramitar al principio. El pasado 21 de abril el Ministerio de Asuntos Exteriores anunció en el BOE el inicio de ese procedimiento, aunque Alianza Mar Blava y Greenpeace han solicitado la nulidad por las «numerosas deficiencias» en el proceso.
@Luchiva