Traducido para Rebelión por LB.
En otros países lo hacen con más sigilo. Simplemente informan a los líderes electos de que, si no desisten de sus desastrosas políticas, los funcionarios harán públicas sus opiniones y precipitarán su caída.
Dichos funcionarios se llaman normalmente «junta», la palabra castellana para decir «comité» utilizada por los generales de América del Sur. Su método se suele denominar «putsch», un término germano-suizo que significa golpe repentino. (Sí, los suizos realmente tenían revueltas hace unos 170 años.)
Lo que casi todos esos golpes tienen en común es que sus instigadores prosperan con la demagogia belicista. A los políticos se les acusa siempre de cobardía frente al enemigo, incapacidad para defender el honor nacional, etc.
Excepto en Israel. En nuestro país estamos presenciando una especie de rebelión verbal contra los políticos electos protagonizada por un grupo de generales del Ejército, tanto en activo como retirados, agentes de la inteligencia extranjera y jefes de la seguridad interior. Todos ellos condenan la amenaza del gobierno de iniciar una guerra contra Irán, y algunos condenan el fracaso del gobierno en negociar la paz con los palestinos.
Sólo en Israel
Todo comenzó con el candidato más improbable para liderar semejante rebelión: el ex jefe del Mossad, Meir Dagan.
Durante ocho años, mucho más que la mayoría de sus predecesores, Dagan comandó el Mossad, el servicio de inteligencia exterior israelí, comparable con el MI6 británico. («Mossad» significa «Instituto». El nombre oficial es: «Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales»).
Nadie ha acusado nunca a Dagan de ser un pacifista. Durante su mandato el Mossad perpetró numerosos asesinatos, algunos de ellos contra científicos iraníes, así como ciberataques. En su calidad de protegido de Ariel Sharon era considerado como un campeón de las políticas más agresivas.
Y hete aquí que después de dejar el cargo comienza a hablar en los términos más duros contra los planes del gobierno para atacar las instalaciones nucleares iraníes. Sin pelos en la lengua dijo: «Es la idea más estúpida que he escuchado en toda mi vida».
Esta semana Dagan se ha visto ensombrecido por el recientemente liberado jefe del Shin Bet (Shin Bet y Shabak son diferentes formas de pronunciar las iniciales de la denominación oficial hebrea «Servicio de Seguridad General.»). Es el equivalente de la británica MI5, pero se ocupa sobre todo de los palestinos de Israel y de los territorios ocupados.
Durante seis años Yuval Diskin fue el silencioso jefe del sigiloso servicio. Su cabeza rapada se podía ver entrando y saliendo de las reuniones de las comisiones secretas. Es considerado como el verdadero padre de los «asesinatos selectivos» y su servicio ha sido ampliamente acusado de utilizar intensivamente la tortura. Nadie lo ha acusado nunca de ser blando con los árabes.
Y ahora ha alzado su voz. Eligiendo un lugar de lo más inusual – una reunión de dos docenas de jubilados en el café de una pequeña ciudad – se soltó la melena.
Según Diskin -¿y quién puede saberlo mejor?- Israel está dirigido en estos momentos por dos políticos incompetentes con delirios mesiánicos y escasa comprensión de la realidad. Su plan para atacar a Irán va a deparar una catástrofe mundial. No sólo no conseguirá evitar que los iraníes produzcan la bomba atómica, sino que hará que aceleren sus esfuerzos por obtenerla, esta vez con el apoyo de la comunidad mundial.
Yendo más lejos que Dagan, declaró que el único factor que impide las negociaciones de paz con los palestinos es el propio Netanyahu. Israel puede hacer la paz con Mahmoud Abbas en cualquier momento, y dejar pasar esta oportunidad histórica traerá el desastre a Israel.
Como jefe del Shin Bet, Diskin fue el funcionario gubernamental nº1 experto en asuntos palestinos. Su agencia recibe y recopila todos los datos, los informes de espionaje, los resultados de los interrogatorios y la información obtenida de los dispositivos de escucha.
Sin dejar ningún margen para la duda, Diskin dijo que conocía de cerca a Netanyahu y a Barak, que no confiaba en ellos y que pensaba que eran incapaces de guiar al país en una crisis. También dijo que están engañando deliberadamente a la gente. Tampoco omitió señalar que viven en medio del lujo más extremo.
Quien pensara que estos acusadores eran voces aisladas y que todo el coro de los jefes de seguridad actuales y pasados se elevaría como un solo hombre para condenarlos unánimemente, se llevó un chasco. Uno tras otro, estos expertos aparecieron citados en los medios de comunicación manifestando su acuerdo de fondo con los dos, aunque no necesariamente con su estilo. Ni uno solo de ellos puso en tela de juicio sus afirmaciones o negó lo que dijeron.
El actual Jefe de Estado Mayor y los jefes del Mossad y del Shin Bet han dado a entender que comparten los puntos de vista de los dos en lo que respecta a Irán. Casi todos sus predecesores, incluyendo todos los últimos jefes últimos militares del Estado Mayor, dijeron a los medios de comunicación que también ellos están de acuerdo. De repente se constituyó un frente unido de experimentados líderes de seguridad en contra de la guerra con Irán.
El contraataque no se hizo esperar. Toda la batería de políticos y medios de comunicación a sueldo entró en acción.
Hicieron lo que los israelíes hacen casi siempre: cuando se enfrentan a graves problemas o a serios argumentos no abordan el asunto en sí sino que seleccionan algunos detalles de menor importancia y los desmenuzan sin fin.
Prácticamente nadie trató de refutar las afirmaciones de los oficiales, ni en relación a la propuesta de ataque contra Irán ni sobre la cuestión palestina. Se centraron en los declarantes, no en lo que declararon.
Tanto Dagan como Diskin – dijeron – estaban amargados porque no les alargaron su mandato. Se sentían humillados. Solo desahogan su frustración personal. Hablan por puro despecho.
Si no confiaban en el presidente del Gobierno, ¿por qué no se levantaron y dimitieron mientras desempeñaban sus cargos? ¿Por qué no hablaron antes? Si era una cuestión de vida o muerte, ¿por qué esperaron?
Por otra parte, ¿por qué no siguen callados? ¿Dónde está su sentido de la responsabilidad? ¿Por qué ayudan al enemigo? ¿Por qué no se limitan a hablar a puerta cerrada?
Diskin – añadieron – no tiene ni idea de Irán. Ese país en absoluto caía bajo su esfera de responsabilidad. Dagan tenía conocimientos sobre Irán, pero su visión era limitada. Sólo Netanyahu y Barak conocían todos los hechos y todo el espectro de oportunidades y riesgos.
Fuentes «cercanas a la oficina del Primer Ministro» también tenían otra explicación: Dagan y Diskin, así como sus predecesores, eran simplemente estúpidos. Si unimos ese dato a la afirmación hecha por Dagan y de Diskin de que Netanyahu y Barak no son racionales (y tal vez tampoco completamente equilibrados psíquicamente), nos encontramos con que nuestra seguridad nacional depende por entero de un grupo de dirigentes irracionales y estúpidos, y que así ha sido durante años.
Un pensamiento aterrador: ¿qué pasaría si fuera cierto todo lo que dicen los unos de los otros?
El hombre acusado por sus asesores de seguridad de tendencias mesiánicas fue sometido a escrutinio personal a causa de otro suceso acaecido esta semana.
Su padre, Ben-Zion Netanyahu, murió a la edad de 102 años, con la mente lúcida hasta el final. En el funeral público fue elogiado por Benjamín. Como era previsible, fue un discurso cursi. El hijo se dirigió a su padre muerto en segunda persona («Me enseñaste…», «Formaste mi carácter…», etc), una práctica vulgar que me resulta especialmente desagradable. También derramó algunas lágrimas ante la cámara.
No hay duda de que el padre tenía una gran influencia sobre su hijo. Fue un profesor de Historia cuya vida intelectual se centró por completo en un tema: la Inquisición española, un capítulo traumático de la historia judía sólo comparable con el Holocausto.
Ben-Zion Netanyahu era un ultraderechista obsesionado con la idea de que los judíos pueden ser exterminados en cualquier momento, por lo que no deben confiar en ningún goy. Despreciaba a Menachem Begin, a quien consideraba un blandengue, y nunca se afilió a su partido. Su actitud intelectual se vio reforzada por un trauma personal: su hijo mayor, Yoni, el comandante de la espectacular incursión de Entebbe, fue el único soldado que murió en aquella operación.
Parece que no tenía un alto concepto de su segundo hijo. En cierta ocasión dijo públicamente que Benjamín no era apto para ser primer ministro, pero que sería un buen ministro de asuntos exteriores – un juicio sorprendentemente preciso si uno considera el trabajo del ministro de Relaciones Exteriores como una cuestión de marketing.
La casa en la que «Bibi» se crió no era muy feliz. El padre era un hombre profundamente amargado. Como historiador nunca fue aceptado por el mundo académico de Jerusalén, que rechazó sus teorías (sobre todo su tesis de que la Inquisición no perseguía a los marranos – judíos que prefirieron abrazar el cristianismo antes que abandonar España – debido a que practicaban el judaísmo en secreto sino por puro antisemitismo. Eso era un ataque directo a uno de los principios más preciados de la mitología judía, a saber, que aquellos judíos se mantuvieron fieles a su fe hasta el punto de sacrificar sus vidas en la hoguera). Al no obtener un puesto de profesor en Jerusalén, el padre emigró a EEUU, donde Benjamín se crió. El padre nunca perdonó a la clase dirigente israelí.
El mito del Gran Historiador trabajando en su titánica tarea era una realidad cotidiana en el hogar, en los Estados Unidos y, más tarde, de vuelta en Jerusalén. Los tres hijos tenían que caminar de puntillas, no se les permitía hacer ningún ruido que pudiera perturbar el gran hombre, ni traer amigos a casa.
Todo esto moldeó el carácter y la visión del mundo de «Bibi»: el espectro de la inminente aniquilación nacional, el papel referencial del padre furibundamente derechista, la sombra del mucho más admirado hermano mayor. Cuando ahora Benjamín habla sin parar del inminente Segundo Holocausto y de su papel histórico para impedirlo, tal posición no tiene por qué ser necesariamente una mera estratagema para desviar la atención de la cuestión palestina o para salvaguardar su supervivencia política. Es posible -¡pensamiento aterrador!- que realmente se crea lo que dice.
La imagen que surge es exactamente la que pinta Yuval Diskin: una mente fantasiosa obsesionada con el holocausto, fuera de contacto con la realidad, receloso de todos los gentiles, tratando de seguir los pasos de un padre rígido y extremista: en definitiva, una persona peligrosísima para dirigir a un país en medio de una crisis real.
Sin embargo, ése es el hombre que según todos los sondeos de opinión va a ganar las próximas elecciones, a celebrar dentro de apenas cuatro meses.
Fuente original: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1336133070/