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Un queso Suizo

Fuentes: Rebelión

Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

La comisión investigadora Winograd no es una parte de la solución. Es una parte del problema.

Ahora, después de que la primera excitación ocasionada por la publicación del informe parcial se ha apagado, es posible evaluarla. La conclusión es que ha hecho mucho más daño que bien.

El lado positivo es bien conocido. La comisión ha acusado a los tres directores de la guerra -el Primer Ministro, el Ministro de Defensa y el Jefe del Estado Mayor- de muchas faltas. La palabra favorita de la comisión es «fracaso».

Es conveniente ponderar esta palabra. ¿Qué dice? Una persona «fracasa» cuando no cumple su tarea. La propia naturaleza de la tarea no se considera, sino únicamente el hecho de que no ha se realizado.

El uso de la palabra «fracaso» en todo el informe es en sí mismo un fracaso de la comisión. La nueva palabra hebrea inventada por los grupos de protesta -algo así como «ineptócratas»- se adapta a los cinco miembros de la comisión.

¿En qué fracasaron los tres mosqueteros del liderazgo de la guerra según la comisión?

La decisión de declarar la guerra se tomó con premura. La finalidad de la guerra proclamada por el Primer Ministro era poco realista. No había ningún plan militar detallado y finalizado. Ningún trabajo de la Plana Mayor ordenado. El gobierno adoptó la propuesta improvisada del Jefe del Estado Mayor, sin que se ofrecieran o pidieran alternativas. El Jefe del Estado Mayor pensó que ganaría sólo bombardeando y cañoneando. No se planificó ningún ataque terrestre. No telefonearon a tiempo a los reservistas. La campaña terrestre se emprendió muy tarde. En los años anteriores a la guerra las fuerzas no fueron entrenadas adecuadamente. Desapareció mucho equipamiento de los almacenes de emergencia. El gran ataque por tierra, que costó las vidas de tantos soldados, comenzó sólo cuando los términos del alto de fuego ya se habían acordado en la ONU.

Jarabe de palo. ¿Cuál es la conclusión? ¿Que debemos aprender de estas lecciones y mejorar rápidamente nuestro funcionamiento antes de que comencemos la próxima guerra?

Y desde luego, una gran parte del público dibujó precisamente esta conclusión: los tres «ineptócratas» tienen que ser apartados, hay que reemplazarlos por tres líderes que sean más responsables y «experimentados» y entonces deberíamos comenzar la III Guerra de Líbano para reparar los daños producidos por la II Guerra de Líbano.

¿El ejército ha perdido su poder disuasivo? Conseguiremos respaldarlo en la próxima guerra. ¿No hubo ningún ataque terrestre con éxito? Lo haremos mejor la próxima vez. En la próxima guerra penetraremos más profundamente.

Todo el problema es técnico: nuevos líderes con experiencia militar, un trabajo ordenado de la Plana Mayor, preparaciones minuciosas, un jefe del ejército procedente de las fuerzas terrestres en vez de un comandante aviador; y así todo irá bien.

La parte más importante del informe es la que no está. El informe está lleno de agujeros, como el proverbial queso suizo.

No hay mención al hecho de que desde el comienzo fue una guerra superflua, insensata y desesperanzada.

Esa acusación sería muy seria. Una guerra ocasiona muerte y destrucción en ambos lados. Es inmoral comenzar una a menos que haya un claro peligro para la propia existencia del estado. Según el informe, la II Guerra del Líbano no tuvo ningún fin específico. Esto significa que esta guerra no era forzosa, no suponía ninguna necesidad existencial para nosotros. Semejante guerra es un crimen.

¿Qué razones tenía el trío para ir a la guerra? En teoría liberar a los dos soldados capturados. Esta semana Ehud Olmert admitió públicamente que él sabía perfectamente que los soldados no podrían ser liberados mediante la guerra. Lo que significa que cuando decidió comenzar la guerra mintió a la gente descaradamente. Al estilo de George W. Bush.

Hezbolá no supone un peligro existencial para el Estado de Israel. ¿Una irritación? Sí. ¿Un enemigo provocador? Absolutamente. ¿Un peligro existencial? Seguramente no.

Para estos problemas podrían encontrarse soluciones políticas. Estaba claro entonces, como lo está ahora, que los presos deben liberarse mediante un intercambio negociado de prisioneros. La amenaza de Hezbolá sólo se puede conjurar por medios políticos puesto que surge de causas políticas.

La comisión acusa al gobierno de no examinar alternativas militares a las propuestas del Jefe del Estado Mayor. De la misma manera, la propia comisión puede ser acusada de no examinar alternativas políticas a la decisión del gobierno de declarar la guerra.

Hezbolá es primordialmente una organización política, una parte de la compleja realidad de Líbano. Durante siglos, los chiíes del sur de Líbano fueron pisoteados por las comunidades más fuertes -los matonitas, los suníes y los drusos-. Cuando el ejército israelí invadió Líbano en 1982, los chiíes lo recibieron como libertador. Tras volverse evidente que nuestro ejército no tenía la intención de ir tan lejos, los chiíes comenzaron una guerra de liberación contra nosotros. Sólo entonces, en el transcurso de la larga y finalmente exitosa guerra de guerillas, fue cuando los chiíes surgieron como una importante fuerza en Líbano. Si hubiera justicia en el mundo, Hezbolá erigiría monumentos a Ariel Sharon.

A fin de fortalecer su posición, los chiíes necesitaron ayuda. La consiguieron de la República Islámica de Irán, el patrón natural de todos los devotos del chiísmo en la región. Pero aún más importante fue la ayuda que vino desde Siria.

¿Y por qué la suní Siria vino a ayudar al Hezbolá chií? Porque quiso crear una doble amenaza: contra el gobierno de Beirut y contra el gobierno de Jerusalén.

Siria nunca ha abandonado su firme posición en Líbano. A los ojos de los sirios, Líbano es una parte integral de su tierra natal que fue desgajada por los colonialistas franceses. Una mirada al mapa es suficiente para mostrar por qué Líbano es tan importante para Siria, tanto económica como militarmente. Hezbolá provee a Siria de una estaca en la arena libanesa.

El aliento y apoyo a Hezbolá como una amenaza contra Israel es aún más importante para Siria. Damasco quiere recobrar los Altos del Golán, que fueron conquistados por Israel en 1967. Esto, para los sirios, es un supremo deber nacional, un asunto de orgullo patriótico, y no renunciarán a ningún precio. Ellos saben que por ahora no pueden ganar una guerra contra Israel. Hezbolá ofrece una alternativa: los alfilerazos continuos destinados a recordar a Israel que podría ser importante devolver el Golán.

Alguien que ignore estos antecedentes políticos y vea a Hezbolá sólo como un problema militar demuestra ser un ignorante. El deber de la comisión era decirlo claramente en vez de parlotear sobre «trabajo ordenado de la Plana Mayor» y «alternativas militares». Debería haber sacado una tarjeta roja a los tres «ineptócratas» por no contemplar la alternativa política a la guerra: las negociaciones con Siria para neutralizar la amenaza de Hezbolá mediante un acuerdo sirio-libanés-israelí. El precio habría sido una retirada israelí de los Altos del Golán.

Por no hacerlo, la comisión realmente dijo: no podemos escapar de la III Guerra de Líbano. Pero, por favor amigos, inténtenlo con más dureza la próxima vez.

Hay un enorme agujero en el informe que concierne a los antecedentes internacionales de la guerra.

La parte jugada por los Estados Unidos era obvia desde el primer momento. Olmert no habría decidido comenzar la guerra sin obtener explícitamente el permiso estadounidense. Si EEUU se lo hubiera prohibido, Olmert no habría ni soñado con empezarla.

George W. Bush tuvo un interés en esta guerra. Estaba (y está) clavado en el pantano iraquí. Trata de hacer culpable a Siria. Por lo tanto quiso asestar un golpe a Damasco. También quería romper la oposición Libanesa a fin de ayudar a los apoderados de EEUU en Beirut. Estaba seguro de que sería un paseo para el ejército Israelí.

Cuando vio que la que victoria esperada tardaba en llegar, la diplomacia estadounidense hizo todo lo posible por impedir un alto de fuego para «dar tiempo» a que el ejército israelí ganara. Esto lo hizo casi abiertamente.

¿En qué medida dictaron los estadounidenses a Olmert la decisión de comenzar la guerra, bombardear Líbano (pero no la infraestructura del gobierno de Siniora), prolongar la guerra y emprender una ofensiva terrestre a última hora? No lo sabemos. Quizás la comisión trate de esto en la parte secreta del informe. Pero sin esta información es imposible saber qué sucedió y por lo tanto el informe en gran medida es inservible para comprender la guerra.

¿Qué más se extraña en el informe? Es difícil de creer, pero no hay ni una sola palabra sobre el terrible sufrimiento inflingido a la población libanesa.

Bajo la influencia del Jefe del Estado Mayor, el gobierno acordó una estrategia que decía: bombardeemos Líbano, convirtamos la vida libanesa en un infierno y así los libaneses ejercerán presión sobre su gobierno en Beirut, que entonces desbaratará a Hezbolá. Fue la servil imitación de la estrategia estadounidense en Kosovo y Afganistán.

Esta estrategia mató a unos mil libaneses, destruyó barrios enteros, puentes y carreteras; y no sólo en áreas chiíes. Desde el punto de vista militar esto fue fácil de hacer, pero el precio político fue inmenso. Durante semanas las fotografías de muerte y destrucción provocadas por Israel dominaron las noticias del mundo. Es imposible medir el daño hecho a Israel copando el ámbito de la opinión pública mundial, daño que es irreversible y tendrá consecuencias duraderas.

Todo esto no le interesó a la comisión. Solo se preocupó del lado militar. El lado político se ignoró excepto para comentar que el Ministro de Exteriores no fue invitado a importantes consultas. El lado moral no se mencionó de ninguna manera.

Tampoco se menciona la ocupación. La comisión ignora un hecho que clama al cielo: que un ejército no puede ser capaz de conducir una guerra moderna cuando durante 40 años ha sido empleado como una fuerza de policía colonial en los territorios ocupados. Un oficial que actúa como un cosaco ebrio contra activistas por la paz desarmados o contra niños que lanzan piedras, como se ha visto esta semana en televisión, no puede dirigir una compañía en una guerra «de verdad». Ésta es una de las lecciones más importantes de la II Guerra de Líbano: la ocupación ha corrompido al núcleo del ejército israelí. ¿Como se puede ignorar esto?

La comisión juzga a Olmert y Peretz tan incapaces a causa de su falta de «experiencia», lo que significa experiencia militar. Esto puede llevar a la conclusión que la democracia israelí no puede confiar en líderes civiles, sino que necesita que los líderes sean los generales. Impone sobre el país un programa militar. Éste bien puede ser el resultado más peligroso.

Esta semana he visto en Internet una presentación muy bien hecha por los «reservistas», un grupo de amargados soldados de la reserva dispuestos a liderar la protesta contra los tres «ineptócratas». Muestra, fotografía tras fotografía, muchos de los fracasos de la guerra, y alcanza su clímax con la declaración de que el incompetente liderazgo político no permitió al ejército ganar.

Los jóvenes productores de esta presentación seguramente no son conscientes del desagradable olor que circunda esta idea, el olor del Dolchstoss im Ruecken, la puñalada en la espalda del ejército. De otra manera probablemente no se habrían expresado de esta forma que sirvió, no hace tantos, años como grito agrupador del fascismo alemán.

Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.