Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Desde la consolidación del Estado Asad en la década de 1970, los sirios se han estado ahogando en un mar embravecido de símbolos autoritarios creados por un régimen generador de tabúes. Muchos de esos símbolos exigían inequívocamente obediencia, al igual que su icónico dirigente, sus estatuas y la reducción de Siria a su nombre. Otros símbolos tenían efectos bastante oscuros en la estructura de la sociedad siria, aterrorizándoles de forma latente para inducir una obediencia instintiva y a menudo inconsciente a los aparatos del Estado. Varios de esos símbolos cumplían simultáneamente ambas funciones.
Después de que este inmaculado orden simbólico fuera finalmente transgredido y socavado por la revolución siria, nos encontramos una vez más inundados de nuevos conjuntos de símbolos autoritarios, que en su mayoría se parecen siniestramente a los símbolos del Estado Asad en su intento de aterrorizar e intimidar. Este texto tratará de descifrar el simbolismo sirio e identificar las intersecciones que en ese aspecto se dan entre el régimen de Asad y algunos de sus adversarios.
El Estado de Asad asienta sus cimientos sobre grietas
Siria se separó del imperio Otomano a raíz de la Gran Revuelta Árabe (1916), alejándose así de un componente de su simbolismo político e identidad social. Antes de poder aventurarse a tender puentes en su identidad colectiva, los sirios se encontraron ocupados por fuerzas francesas, cuya expulsión les llevó otro cuarto de siglo. Más tarde, en el período posterior a su independencia, Siria dio algunos pasos hacia un nuevo modelo simbólico que pudiera pertenecer a todas las personas que habitaban ese pedazo de tierra. Los sirios albergaban y expresaban puntos de vista políticos divergentes que variaban entre los llamamientos emancipadores nacionales a favor de una nación siria y otros de tradición nacionalista panárabe. Mientras tanto, los modelos políticos democráticos basados en las cartas de derechos humanos fueron arraigando en otros lugares tras la II Guerra Mundial. En medio de este caos total, precisamente en 1970, el Estado Asad empezó a extender sus cimientos entre las grietas en la identidad siria.
Durante décadas, el régimen Asad ha establecido ritos de transformación y paso (1), cuyo objetivo era formular simbólicamente los límites entre los diversos elementos y actitudes dentro de la jerarquía social, así como mitigar las diferencias cualitativas entre el estatus social y sus consecuentes derechos y responsabilidades.
Ambos Asad, el padre fundador y luego su hijo, ocuparían después la posición de Dios en la cúspide de la jerarquía social o, como poco, la de representante de Dios en la Tierra, al igual que un profeta o califa en el sentido islámico. Es imposible, por ejemplo, encontrar una sola obra de teatro o de cine siria en la que alguno de los Asad aparezca retratado, ni siquiera en aras a su santificación y glorificación. Al igual que las enseñanzas islámicas prohíben la representación de Dios, de sus mensajeros o sucesores, considerando que tal caracterización es sacrílega, los Asad estaban colocados en una valoración suprema similar.
La hora de Siria en el reloj de Asad
La recurrencia de los ritos consolida las creencias en la mente y en el cuerpo, sirviendo de modos tácitos de dominación o de lo que a menudo se denomina violencia simbólica (2). Quienes ejercen este tipo de violencia, así como los que están sometidos a ella, no logran reconocer su naturaleza violenta. Así fue como en las referencias oficiales, el golpe de Estado del Partido Baaz (1963) se convirtió en revolución popular, y el golpe de Estado de Hafez al-Asad contra sus camaradas baazistas (1970) en Movimiento Correctivo. En el lapso de cuatro décadas, las celebraciones rituales de estos dos eventos se han impuesto repetidamente, hasta el punto de parecerse más a la histeria colectiva.
Estos ritos invocan una época legendaria y sagrada. Evocan sus manifestaciones mentales como si hubieran sido plantadas coercitivamente en la imaginación colectiva, suprimiendo eficazmente el tiempo lineal real que se mueve hacia adelante, volviendo una y otra vez a una historia espiritual donde no hay otro campeón más que Asad (3). Por consiguiente, este régimen sólo se envalentona en la medida en que el tiempo se petrifica en las mentes de los sirios.
Los mitos de la génesis de los Asad
Parece que la formación imaginaria de la sociedad siria (4) se hubiera ya diseñado para ser su mejor reiteración posible, como si lo único que los sirios más remotos pudieran rememorar en este calendario asadista, más allá de esta formación, es una imagen borrosa de un pasado feudal dominado por el extremismo, la injusticia y la explotación.
Aunque uno de los rasgos definitorios del símbolo es su referencia a un significado latente y distante, que a su vez evoca la imaginación colectiva de un grupo de personas, el símbolo asadista no refiere otro significado que no sea el mismo Asad. No hay ninguna imaginación colectiva que pueda emparejarse con un símbolo que de forma tan manifiesta suplanta significados abstractos (5).
Por consiguiente, Asad no es un representante de Dios, es Dios encarnado, dador de lo sagrado. La «Siria de Asad» es irrelevante para la imagen de Siria en el atlas, excepto cuando el Dios-Tirano concede el perdón a sus rasgos en la geografía y en la mente de la gente.
En su comprensión fenomenológica del simbolismo, el filósofo Paul Ricoeur concluye que cada símbolo representa en el mundo una totalidad respecto a una dimensión de lo sagrado, y la agregación de estos símbolos representa lo sagrado en su totalidad en una formación simbólica independiente. Lo mismo se aplica al régimen de Asad, que limitaba el símbolo, sus implicaciones y representaciones a su forma autoritaria de gobierno, convirtiendo cualquier desviación de este modelo en algo profano y desacreditado. Esto explica la razón por la que los medios estatales sirios hicieron descaradamente aquellas estrafalarias afirmaciones considerando que Bashar al-Asad era el líder de la oposición nacional; les resulta harto difícil poder comprender la noción de que su deidad tenga un rival.
Ahí radica el dilema sirio. Si deseas iniciar una revolución, tienes que concebir un modelo simbólico alternativo con el que los sirios puedan identificarse. Si tratas de formar una alternativa política, primero debes derrocar al régimen, que monopoliza las referencias y elimina las alternativas. Este círculo vicioso nunca podría resolverse sino a través de «suicidios», como el que se perpetró en marzo de 2011, cuando un grupo de sirios se atrevió milagrosamente a gritar «El pueblo quiere [el pueblo tiene voluntad…].« ¿Cómo no van a tenerla?
Rutas para la catarsis verbal
La falta de voluntad es el rasgo que define a la sociedad bajo el Estado de Asad. Para tener voluntad había que ser un león (asad) y el pluralismo implica capacidad para elegir. Era por tanto impensable que la voluntad pudiera desviarse de su centralidad «divina», ni siquiera a través de elecciones fraudulentas. No existen sinónimos de Asad. ¿Cómo iba entonces a poder generalizarse y concederse esa voluntad a los «súbditos»?
«El pueblo tiene voluntad» fue la herramienta a través de la cual la revolución empezó a desmantelar la visión y la concepción de Asad de la sociedad y la nación siria. Socavó los axiomas asadistas, los datos considerados indiscutibles, las características esenciales de la tiranía y el extremismo. El dictador endiosado tuvo que considerar que la mera capacidad del pueblo para separar el nombre de Siria del de Asad era una transgresión de proporciones enormes. Significaba que los alienados en la «Siria de Asad» podían haber llegado, final y definitivamente, a Siria, a su propia Siria.
Prisioneros de ningún lugar
La Siria de Asad es la encarnación más auténtica del concepto de «ningún lugar» expuesto por el antropólogo Marc Augé. Todo el país era un espacio imposible donde no podía establecerse ninguna entidad social; un espacio dedicado a transeúntes desconocidos y a las prácticas ajenas que en última instancia constituían sus vidas (6). Como tal, la vida bajo el Estado de Asad carecía de cualquier valor, especialmente cuando los sirios están hoy confrontados unos a otros, considerados por el mundo como extraños sin rostro. Mientras tanto, el lugar, como contenedor de relaciones sociales, historia e identidad, se hallaba cercado por agentes de seguridad e informantes, confiscado además por obsesiones paranoicas, leyes de emergencia y toques de queda ocasionales. La violación fundamental perpetrada por la revolución fue entonces el uso de cuerpos y de sus voces para expresar identidades y valores. Era la primera vez que los cuerpos sirios se reunían en las calles sirias sin ser instrumentos del régimen.
A la luz de lo anterior, uno puede comprender por qué Asad estaba tan interesado en que su foto apareciera en lo alto de las devastadas calles del este de Alepo. Un país sólo puede ser familiar para su tirano en la medida en que es ajeno a su propio pueblo.
Alienando las calles de la revolución
La calle es por tanto el lugar ideal para formular y perpetuar la identidad de los sirios y, consecuentemente, la identidad de su revolución. El intento de institucionalizar la calle se convirtió así en un objetivo común de todas las partes que competían por el poder, es decir, que competían para volver a reprimir a los sirios y devolverlos a ningún lugar, en la que otros pudieran asumir el papel de expresar su voluntad en su nombre. Por una parte, el régimen trataba de recobrar esas calles mediante la violencia armada. Aunque no pudiera borrar de la memoria colectiva siria la Siria que habían descubierto a la luz de la revolución, sin embargo trató de oscurecer esa luz, enviando tropas en una búsqueda de expandir «la nada» en las mentes de los sirios. Esto explica el intento del régimen de robarle a la revolución su sustancia, especialmente de las consignas que han resonado en las calles, como pone de manifiesto la consigna «Anda, vete ya, Bashar«, de la que se apropiaron rápidamente para convertirla en «Somos los hombres de Bashar«.
Por el contrario, los grafitis y la propaganda callejera islamista alienaron a las ciudades sirias de su revolución, especialmente con la prohibición cuasi religiosa de los ideales iniciales de la revolución como la libertad y la democracia, que el Daesh, al-Nusra y otras organizaciones extremistas consideran nociones proscritas.
Este tipo de grafitis ideológicos obtiene su poder de la prohibición religiosa. Representa las «opiniones» y leyes de Dios, y por tanto no pueden ser objeto de debate ni violadas en modo alguno. Lo sagrado se extiende también al ideólogo, quien a su vez se coloca por encima de los mortales ordinarios. Como representante terrenal del Todopoderoso Celestial, pertenece al incuestionable e inviolable inmortal sagrado. El régimen simbólico resurgía una vez más.
Un régimen, muchos actores
En Elements of Semiology, Roland Barthes sostiene que el menos una parte del icónico mensaje es, en términos de relación estructural, o redundante o absorbido por el sistema lingüístico. Quizá esto explique la reproducción del régimen simbólico del Estado Asad por las organizaciones que han surgido tras la revolución. De hecho, la referencia constituyente de estas organizaciones depende implícitamente de los marcos conceptuales propuestos por el régimen, aunque con expresiones novedosas y etiquetas emergentes.
Todas las organizaciones extremistas, incluido el Estado Asad, están en guerra unas contra otras y se disputan el baño de sangre sirio. La contienda entre estas organizaciones no se centra en la protección de los sirios, sino más bien alrededor de quién ostenta la prioridad para domesticarles y maltratarles. Esto es lo que una autoridad es en su referencia conceptual y esto es específicamente por lo que se han ganado la enemistad de los revolucionarios sirios, que de una vez por todas se habían apartado del patrón simbólico autoritario.
Debe señalarse que el extremismo no parece algo muy ajeno al régimen Asad. Desde la desintegración de la fachada híbrida de Asad, compuesta por las grietas de la identidad siria y la explotación de su fragilidad, los diversos componentes del régimen, bajo la amenaza de erosión por los cambios sociales producidos por la revolución, han recurrido a la intensificación de sus ritos de paso adonde pueda derivarse algún significado (7). El régimen del califato del Estado Islámico ha sido sin duda un componente anterior de esta fachada. ¡¿Cuántas veces hemos «prometido lealtad» a Asad?!
Hasta la deconstrucción de la revolución -o más bien destrucción-, los esfuerzos del régimen de simbolismo totalitario vuelven a alinearse sobre ciertos ejes, pero hasta la fundación de un nuevo Estado democrático, cualquier tentativa de contener a los sirios consistirá en una mera redistribución de los papeles del régimen de Asad entre nuevos actores.
El nacimiento del significado
Parece que el dilema sirio ha vuelto a aparecer. Para que podamos librarnos de la dominación extremista islamista, debemos deshacernos del régimen; pero para deshacernos del régimen debemos absolvernos de la dominación islamista extremista que impide la constitución de un Estado democrático e inclusivo.
Si el primer choque con el régimen simbólico ha empujado a los sirios hacia el suicidio de «El pueblo tiene voluntad», el segundo choque parece haber revelado qué es lo que la determinación del pueblo necesita para deconstruir y socavar esos símbolos. Parece evidente que el único acto que podría salvarnos de este círculo vicioso es un segundo suicidio, encarnado en un grafiti revolucionario en Binnish, que podría conducirnos a la cristalización del significado: ¡El pueblo está dispuesto a reinventar la revolución!
Referencias
(1) Véase Arnold van Gennep, The Rites of Passage.
(2) Véase Pierre Bourdieu, La Reproduction. Éléments pour une théorie du système d’enseignement.
(3) Véase Mircea Eliade, The Myth of the Eternal Return: Cosmos and History.
(4) Véase Cornelius Castoriadis, The Imaginary Institution of Society.
(5) Ali al-Zayyat, Glossary of Linguistic and Literary Terms (Arabic).
(6) Para profundizar en esta noción, véase Awatef Alkutaiti, «New Creative Expressions of the Youth in Post-Revolution Tunisia» (Arabic), Alawan website.
(7) Para mayor información, véase Moncef el-Mahouachi, «Rituals and Tyrannical Symbols: Functions and Signs Within Changing Society,» (Arabic) Insaniyyat.
(Traducido del árabe original al inglés por Yaaser Azzayyaat)
Fuente: http://aljumhuriya.net/en/al-jumhuriya-fellowship/one-regime-multiple-revolutions
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