Una ruta esclarecedora por megaproyectos innecesarios y resistencias alentadoras compartiendo luchas y presenciando horrores. «Si luchas puedes perder, pero si no luchas, estás perdido». J. W. Goethe La idea puede parecer cuando menos friki: un fin de semana largo recorriendo lugares afectados por grandes infraestructuras energéticas o por focos de contaminación, a bordo de un […]
«Si luchas puedes perder, pero si no luchas, estás perdido». J. W. Goethe
La idea puede parecer cuando menos friki: un fin de semana largo recorriendo lugares afectados por grandes infraestructuras energéticas o por focos de contaminación, a bordo de un autobús de dos pisos, desde Barcelona a Sabiñánigo (Huesca). Cuando se explica que los compañeros de viaje son activistas medioambientales y sociales, periodistas, académicos, y gentes que ponen lo suyo para inclinar la balanza hacia el Buen Vivir (frente a la explotación, los destrozos ambientales y el capitalismo salvaje), la cosa empieza a tener sentido.
Los informativos están repletos de tragedias, de muestras de abusos, despropósitos, muerte, despotismo, irracionalidad y falta de corazón. Detrás de todos esos casos hay gente que sufre las imposiciones de un modelo de desarrollo mal entendido, de una civilización que ha arrasado con todas las culturas en nombre del materialismo y de la codicia, del desprecio hacia el otro y hacia la Madre Tierra. Pero también hay gente que resiste, que lucha, aunque les aparten, aunque no les escuchen, aunque les pisen.
A veces, esas personas que se oponen a la apertura de una mina a cielo abierto en la India, a la construcción de una planta de Coca-Cola junto a un acuífero en México o a un gigantesco embalse en China consiguen gritar tan alto que el invasor se va con su proyecto a otra parte. A veces, muchas veces, no pueden vencer, pero su lucha ha creado un movimiento, una solidaridad que va haciendo crecer la ola, la marea… y sirve de semilla para otras luchas, para otras uniones.
Y entre todos, poco a poco, se va generando una nueva conciencia, la idea de que «otro mundo es posible». Ese era uno de los objetivos del Volt Oligotoxic, que en su segunda edición se ha centrado especialmente en los grandes proyectos energéticos, las conexiones transfronterizas España-Francia que, con la excusa de la seguridad energética en la Unión Europea (UE), impulsan la creación de un Mercado Único del gas y de la electricidad que supondría la introducción de estas materias primas en el mercado de valores.
Nada bueno se puede esperar de tal fin. En un momento tan trascendental para el planeta, en el que el calentamiento global está poniendo en peligro la vida tal como la conocemos (parece que ya no resulta realista pensar en no superar los 2 ºC de aumento), seguir apostando por combustibles fósiles y grandes centros de generación eléctrica es la mayor de las locuras, y la máxima de que hace falta crecer para generar riqueza, la mayor de las falacias.
El Volt (organizado por el Observatorio de la Deuda en la globalización -ODG- y la Xarxa per la Sobirania Energètica -Xse-) pretendía generar diálogos entre los territorios afectados por proyectos que figuran en estrategias supranacionales con el objetivo de articular procesos de intercambio de información, de coordinación y de incidencia política a diversos niveles: local, regional, estatal y europeo. Y para los participantes en el recorrido (pertenecientes a organizaciones tan variadas como Ecologistas en Acción, Som Energia, la Plataforma Auditoria Ciutadana del Deute, la Alianza contra la Pobreza Energética, Enginyeria sense Fronteres, Platform London, Bankwatch Network, Sustrai, la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético, entre otras) y los anfitriones de las paradas (Plataforma Gasoducto Martorell-Figueres, Prou Sal!, La Garsa y la Plataforma Unitaria contra la autopista Eléctrica), el objetivo se ha cumplido con creces.
La primera jornada en Barcelona situó la problemática en contexto a través de tres mesas: los peligros del libre comercio: de la experiencia en América Latina a la realidad europea (TLC, TTIP y Plan Juncker); afectados por el acaparamiento (TTIP, el caso español, el corredor de Gas del Sur) y afectados por deudas ilegítimas (pobreza energética y otros).
El día siguiente fue ambulante: un gigantesco autobús de 90 plazas inició la ruta. Primera parada: Castellar del Vallési donde ENAGAS ha construido un gasoducto de 50 Km y casi un metro de diámetro a través de espacios naturales «protegidos» que quedan en una zona castigada por la urbanización e industrialización, con gran oposición vecinal. Francia rechaza construir su parte al otro lado de la frontera y el gasoducto está sin usar después de costar 50 millones de euros y arrasar los escasos bosques de la zona. Va de ningún sitio a ningún sitio (¡!).
Segunda parada: la escombrera salina de Sallentii, una montaña de 540 m de altura y 50 millones de toneladas de sal (hay otras seis más en la comarca) donde se vierten los residuos de la minería de potasa del Bages, más de 100 años de explotación, que salinizan las tierras, los acuíferos y los ríos (el Cardener y el Llobregat, que da de beber a Barcelona y cuya desalinización se paga con dinero público). Iberpotash, la multinacional que explota las minas, de capital israelí, acumula sentencias judiciales en su contra que no se ejecutan, pero patrocina equipos locales de deporte, la Universidad de Manresa, fiestas locales, etc. Aunque dejara de verter residuos, los existentes seguirían salinizando la cuenca otros 2.000 años (¡!).
Tercera parada: los depósitos de gas de Balsarenyiii. Otro proyecto faraónico en fase de tramitación administrativa y consistiría en la creación de ocho cavidades subterráneas de 30 m de diámetro y 200 m de altura situadas a 700 m bajo tierra, para cuya construcción haría falta inyectar a presión ¡50 millones de m3 de agua! con una técnica parecida a la del fracking, que se asienta sobre dos fallas geológicas (lo que recuerda al tristemente proyecto Castor, en aguas de Tarragona) y que de completarse permitiría almacenar gas para abastecer a Cataluña dos semanas (¡pero el 85% del gas en España viene de Argelia y no hay conexión hacia el sur!).
Tras esa maratón de abusos y despropósitos, el tercer día, en Graus (Huesca) se dedicó a conocer la lucha histórica (y permanente) de la Plataforma Unitaria contra la Autopista Eléctricaiv Aragón-Cazaril, que cruzaría el Pirineo, y los posteriores proyectos Graus-Isona y Peñalba-Isona, todos finalmente desestimados judicialmente gracias a la oposición de los vecinos de la zona organizados en torno a la plataforma. Treinta años de luchas y docenas de pilonas de 60 m de altura, sin cableado, que la empresa Red Eléctrica se ha negado a retirar a pesar de haber sido indemnizada para ello con 300.000 millones de pesetas de la época. Se debatieron las interconexiones energéticas en la UE y las alternativas a esos macroproyectos que ya están en marcha como las cooperativas de consumo, la autogeneración de energías renovables, etc., con ejemplos de otras luchas fuera de nuestras fronteras (Azerbayán, México, Inglaterra).
Por la tarde se celebró en el pequeño pueblo de Capella, adalid de la resistencia popular, una asamblea que culminó con la «Declaración de Capella», el documento fundacional de una Red de Apoyo Mutuo en respuesta a las interconexiones energéticas pirenaicas. Fue ahí cuando los participantes fueron conscientes de que es posible cobijar bajo un mismo paraguas las luchas de muchos pequeños grupos que, como David, combaten contra el poder del oligopolio de la energía y de los bancos. Si 100 hondas lanzan al mismo tiempo su piedra contra Goliat, es más fácil que alguna le golpee en la cabeza.
La ruta terminó en Sabiñánigo, pueblo industrial del Prepirineo oscense con un gigantesco vertedero industrial de 120.000 toneladas de residuos tóxicos procedentes de la fabricación de Lindanov, que aprovecha solo el 20% de la materia prima utilizada en su fabricación y es altamente cancerígeno. Según técnicos del propio Gobierno de Aragón, harían falta 500 millones de euros para su solución, pero apenas dedican a ello un par de millones al año. El gobierno central y la UE se lavan las manos. Sin embargo, parece que sí hay dinero (y mucho) procedente del Plan Juncker para la construcción de una Autopista Eléctrica (400 kV) que uniría Sabiñánigo con Marsillon (Francia), cuya oposición ha unido a diversas asociaciones de la zona lideradas por el grupo local de Ecologistas en Acción.
Como culminación de este recorrido transpirenaico, el Volt emitió el «Comunicado de Sabiñánigo» (que se publicará próximamente en estas mismas páginas), donde se exponen los argumentos que demuestran que los proyectos concretos de interconexión eléctrica y gasísitica que amenazan de una punta a otra a la cordillera, son «una auténtica irresponsabilidad y un inaceptable despilfarro, impuesto de manera antidemocrática y totalmente opaca», con el que «se pretende simplemente perpetuar el régimen fósil y apuntalar la energía nuclear y un modelo energético que se ha demostrado ya caduco e insostenible».
Así que, a pesar de haber sido testigos de las consecuencias de la codicia, el despotismo y la falta de respeto a los derechos de las personas y de la naturaleza, los participantes de esta original excursión regresamos a casa sintiéndonos menos solos, haciendo propia la sentencia del inolvidable Galeano: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.
Notas
i Puedes encontrar más información sobre los proyectos mencionados y los grupos que se les oponen en http://www.gasoducte.blogspot.com/
iii http://www.facebook.com/lagarsa.balsareny
iv http://autopistaelectricano.blogspot.com.es/
v http://www.eldiario.es/aragon/sociedad/gobiernos-Pirineo-toneladas-residuos-toxicos_0_441306771.html
Paco Muñoz de Bustillo pertenece al grupo de traductores de Rebelión y a Ecologistas en Acción.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.