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Un viaje a Palestina

Fuentes: Rebelión

Llevo tiempo sin escribir, supongo que las experiencias se van acumulando y cuesta mas trabajo digerirlas, o se van convirtiendo en habituales. Comentaré las cosas más notorias que me han pasado, y espero que sea de vuestro interés. Para organizar los viajes, he estado dos veces en Palestina: la primera vez durante el puente de […]

Llevo tiempo sin escribir, supongo que las experiencias se van acumulando y cuesta mas trabajo digerirlas, o se van convirtiendo en habituales.

Comentaré las cosas más notorias que me han pasado, y espero que sea de vuestro interés. Para organizar los viajes, he estado dos veces en Palestina: la primera vez durante el puente de Andalucía (28 de Febrero, en Cisjordania), la segunda durante la Semana Santa (en Gaza).

Durante la primera visita me cogió en los territorios la operación «invierno calido» sobre Gaza, donde murieron mas de 150 personas y hubo mas de 500 heridos. En esas fechas, precisamente, pretendía desplazarme hasta allí pues tenía el permiso de Israel para hacerlo. Curiosamente el 29 de Febrero me llaman desde el Consulado para pedirme que NO vaya, que se espera una fuerte lluvia (de misiles) para el fin de semana, 1 y 2 de Marzo. Y así fue, y así lo vimos y vivimos. Me recomendaron esperar, así que me quedé entre Ramallah, Belén y Nablus. Aprendí que nuestras autoridades son avisadas previamente a los ataques, pero no lo comunican.

De esta estancia en Cisjordania destacar la pasividad en general de la gente; sin embargo el 3 y 4 de Marzo (después de «la lluvia» sobre Gaza), las manifestaciones de escolares y universitarios empezaron, dejando decenas de victimas en manos del ejercito israelí. Pero la queja más generalizada de la gente era la imposibilidad de vivir con los altos precios israelíes, y la no ayuda que llega del extranjero, pues parece ser que se lo quedan los cercanos a Fatah y fuerzas presidenciales, y el pueblo sigue sin disfrutar de nada.

A parte de esto la situación era normalizada, con anécdotas del tipo que la policía israelí nos para en la autopista, pues el taxista palestino no llevaba puesto el cinturón de seguridad. Tiene guasa el asunto, los matan como animales y después se preocupan por su vida y su seguridad, al no ponerse el cinturón. Esto motivó que un taxi compartido, que incluía a 3 adultos y un bebe tuviera que esperar en la carretera durante media hora, a pleno sol y sin agua, y esperar hasta que la policía volvió con la multa y la documentación del taxista. Inaudito, pero cierto (la multa la pagué yo, al menos algo de solidaridad).

En semana santa y dado que la «lluvia» había cesado decidí intentar entrar en Gaza (para continuar con mis tareas universitarias). Así lo hice, no recibí una respuesta negativa del consulado, y efectivamente tenía el permiso del ejército para entrar, así que en pocas horas estaba dentro de la Franja.

Estas pocas horas estuvieron llenas de anécdotas curiosas, por si a alguien le interesa leerlas. Cuando estaba en el avión solicité mi comida vegetariana (pues lo soy, y así normalmente lo solicito). Como muchas otras veces se habían olvidado de mi comida especial, pero llegaron con la comida kosher de los israelíes. Esta comida es de carne preparada sin sufrimiento animal, pues su religión les prohíbe infligir daño a nadie, incluidos los animales que después se van a comer. Le dije a la azafata que me proporcionase un papel para escribir una reclamación, donde exigía el mismo trato no-discriminatorio respecto a mis compañeros israelíes-judíos, con los cuales nunca se comete ningún error con su comida. También exigí conocer la dirección del catering, pues no es la primera vez que me pasa este «problema». La señora de atrás me ofreció su comida kosher, me negué diciendo que soy vegetariana pero no judía. La sobrecargo me ofreció su propia comida vegetariana, y así se solucionó el conflicto.

Pero fueron mas, llego al aeropuerto y empezamos por la fila de señores entusiasmados por saber de tu vida privada, dicen que por razones de seguridad, así que empezamos con los interrogatorios otra vez. Sobre mis motivos de «otra» visita a Israel (ya van 10 en dos años) les dije que era por motivo de la Semana Santa (the holy week), pero me decían que «eso qué era». Tras varios intentos de explicación la adrenalina me superó, les dije que no era mi culpa que fueran unos judíos incultos, ni que no supieran que a Jesús lo mataran en Jerusalén, y que tampoco era mi culpa que Jerusalén estuviese en Israel. Evidentemente estas respuestas me llevaron a un grado mayor de castigo. Así que recogí mi maleta por orden, mientras ellos retenían mi pasaporte, y me metieron en el cuarto oscuro (de los de seguridad), comprobaron mi equipaje y me dejaron salir. Si bien, antes de irme le pedí a la agradable señorita de seguridad su nombre para denunciarla ante «mis» autoridades por apropiarse de un pasaporte que no es de mi propiedad, sino de las autoridades como bien se especifica en el mismo, y yo que soy su guardiana legal no pude tenerlo cuando fui a recoger mi maleta. Me dio su información personal y estoy preparada para la denuncia, lo triste es saber que «mis» autoridades nada le van a decir a Israel, y mucho menos de cómo tratan a una persona en sus aeropuertos.

Y seguimos, me cogí el autobús para ir a Jerusalén. Este «sherut»se dedica a dejar a cada uno de los pasajeros en la puerta de su casa, y la mayoría son judíos israelíes. Normalmente a los que vamos a zonas árabes y no somos judíos, nos dejan en algún lugar, pero nunca en nuestro destino. Bien, pues esta vez me empeñé y le dije literalmente al conductor que no me bajaba hasta llegar a la estación de autobuses para ir a Ramallah -mi destino- , y que me tenía que tratar cómo lo había hecho con los otros 10 pasajeros judíos, pues de otra manera sería discriminación. Bueno, funcionó, y me dejó en mi destino.

Cuando llegué a Ramallah estaba ya exhausta de peleas y conflictos, pero después de recoger unos paquetes, me cogí un taxi y directamente para Gaza.

La entrada a Gaza era patética, una parte de la terminal de Eretz está destruida, y un radio de al menos 1 kilómetro alrededor está totalmente desolado y arrasado, con las huellas de los tanques presentes. Me sorprendió la vida en Gaza, muchas casas tenían construidas unas extensiones, tipo chabolas, de chapa, Uralita, y cualquier material disponible. Al parecer la necesidad de alojar a las personas que habían perdido sus casas en Bet Hanoun, y dada la falta de cemento, se apañaban de esta manera. Las calles llenas de animales, desde burros, mulos, caballos y camellos. Cualquier animal que pueda tirar de un carro es bienvenido, para suplir la falta de gasolina (que es total).

Llegué a la escuela, donde las furgonetas habían sido atacadas y parte de la administración también. La realidad negra y quemada había sido evitada de la visión de los niños empapelando las ventanas con papel de colores, así no tendrían que recordar diariamente su triste realidad. La jovialidad, vitalidad, y ganas de aprender de estos estudiantes rompe cualquier teoría sobre la importancia del contexto en la motivación, de hecho, estaban más activos y motivados que otras veces que los hemos visitado.

Y esta puede decirse que es la imagen que me traigo de Gaza, unas ganas de vivir, de superar cualquier tipo de carencia, una resistencia y resiliencia que aumenta en la medida que aumenta la presión. La gente tiene aún energías para seguir, a pesar de todo.

También me he encontrado mucho rechazo a Hamas, más de lo que me esperaba. Actualmente los salarios de profesores, médicos, personal de servicio, etc. se cobra según a la facción a la que cada uno pertenezca, y triste del que no pertenezca a ninguna. Unos reciben el dinero de un sitio (Europa y EEUU) y otros de otro (Irán y países árabes), pero el rechazo popular es generalizado. Quieren unión y no división. Hamas ha defraudado mucho, hasta a los que les votaron. No obstante, yo personalmente insisto en que esta fue la voz del pueblo palestino, que les votaron por mayoría absoluta, y que ahora se merecen al menos una oportunidad para gobernar. El desconocimiento de lo que pasa en Cisjordania es total, y al inversa de lo que pasa en Gaza. Este desconocimiento mutuo también favorece las diferencias entre ellos, pero las expectativas sobre el poder de los políticos están en sus peores momentos.

El futuro en Gaza no se ve, suficiente es con sobrevivir al presente. Todas las miras están puestas en Rafah y en Egipto, pero de éste tampoco quieren depender, pues no quieren ser egipcios sino palestinos. Después de algunas discusiones sobre si era mejor luchar por la apertura total de Rafah (personas, energía, alimentos), o una lucha para abrir los puertos de Israel, la solución fue solicitar y luchar por la apertura del puerto y el aeropuerto de Gaza, así no dependían ni de Egipto ni de Israel, sino que podrían desarrollar su propia autonomía. Esto es un sueño, pues Israel nunca permitirá el acceso libre al mar, el uso del puerto, o el aeropuerto que fue totalmente destruido en 2003, después de haber sido construido mayormente por España (pagó 25 de los 38 millones que costó, en 1999).

Al salir tenía una duda, si los israelíes tienen un sistema para discriminar en el aeropuerto que va del 1 (para los number one, israelíes, judíos que hablan hebreo), y el 6 para los terroristas (que visitan Cisjordania), ¿qué les tocará a los que vienen de Gaza?, sin duda esto se sale de sus esquemas. Así es, nos pusieron una etiqueta naranja fluorescente y nos acompañaron físicamente hasta el avión, así no nos despistábamos. En fin…, para qué escribir más sobre estos estúpidos comportamientos.

Seguiré contando más sobre mi percepción de Gaza