Traducido para Rebelión por Caty R.
La parte más delicada del viaje de Benedicto XVI a Tierra Santa será, probablemente, la que corresponde a los israelíes. Además de que las relaciones entre el Vaticano e Israel reposan sobre una historia complicada por la tardía normalización (1993) entre las dos partes y el peso de los fundamentos teológicos divergentes, algunos episodios recientes han tensado sus relaciones diplomáticas y han alterado el diálogo judío-cristiano.
La ofensiva criminal del ejército israelí en la Franja de Gaza en diciembre de 2008 y enero de 2009 ha complicado las relaciones entre el gobierno israelí y la Iglesia Católica, cuya la presencia permanente en los Territorios Ocupados proporciona al Vaticano una idea bastante precisa de la suerte reservada a los palestinos.
A principios de enero, el cardenal Renato Martino, presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, suscitó airadas reacciones israelíes al comparar la Franja de Gaza con «un campo de concentración». El Papa, por su parte, condenó «todas las violencias». Sobre este asunto político, los palestinos esperan que el Papa recuerde, como mínimo, la doctrina del Vaticano, que defienda su «derecho natural» a una patria y el respeto a las resoluciones de la ONU, especialmente la retirada de Israel a las fronteras de 1967. La cuestión de las relaciones diplomáticas con el Estado judío, minadas desde hace años por las negociaciones en torno al estatuto de los bienes eclesiásticos situados en Israel y en la parte oriental de Jerusalén anexada en 1967, no podrá eludirse más. Un acuerdo que data el Imperio Otomano prevé la exención de impuestos para las comunidades cristianas. Un estatuto que Israel pretende poner en tela de juicio mientras que el Vaticano exige el reconocimiento total de los derechos jurídicos y patrimoniales de las congregaciones.
Beatificación impugnada
Las últimas discusiones, a finales de abril, no tuvieron éxito; algunos protagonistas tienen la esperanza de conseguir el anuncio de un acuerdo parcial con respecto a algunos bienes simbólicos durante la visita del Papa. La obtención de visados de larga duración para los religiosos presentes en Israel y en los Territorios Ocupados constituye otro tema de discusión.
A estos contenciosos se añade la polémica suscitada por la voluntad del Vaticano de proceder a la beatificación de Pío XII, cuya actitud hacia los judíos durante el Holocausto sigue siendo polémica.
El Papa, como cualquier visitante extranjero en Israel, visitará la institución Yad Vashem, como hizo su predecesor en el año 2000, sin pasar por el museo donde se halla una foto de Pío XII cuya inscripción está impugnada por el Vaticano (en la que se alude a la complicidad de Pío XII con los nazis, N. de T.)
Este viaje, finalmente, podría ser la oportunidad para saldar el «asunto Williamson», el obispo negacionista a quien el Papa levantó la excomunión en enero. La comunidad judía mundial se conmocionó y las relaciones judío-cristianas se ensombrecieron. El Papa debería reiterar la firme condena de la Iglesia sobre este asunto y disipar las sospechas de antisemitismo cristiano que resurgieron en esa ocasión. ¡El viaje a Israel no es una peregrinación a Suiza!, confirma un protagonista del diálogo judío-cristiano, al tiempo que señala la solidez de las relaciones entre judíos y católicos «desde el Vaticano II» y la declaración Nostra Aetate, que señalaba especialmente el fin de la estigmatización de los judíos como pueblo deicida y el reconocimiento del vínculo entre el Judaísmo y el Cristianismo.
Texto original en francés: http://www.lemonde.fr/proche-