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Una breve crítica ecosocialista al capitalismo

Fuentes: Rebelión

El capitalismo no quiere salvar la base natural de la sociedad, lo que quiere es salvarse a sí mismo y para eso necesita el crecimiento, es decir, la acumulación de capital, sacar beneficios de las dificultades de la crisis ecológica aunque de esta manera la humanidad camine hacia su desaparición. (Wolfgang Harich) [1]    El […]

El capitalismo no quiere salvar la base natural de la sociedad, lo que quiere es salvarse a sí mismo y para eso necesita el crecimiento, es decir, la acumulación de capital, sacar beneficios de las dificultades de la crisis ecológica aunque de esta manera la humanidad camine hacia su desaparición. (Wolfgang Harich) [1] 

 

El capitalismo, como sistema económico y social imperante en el siglo XXI o el Siglo de la Gran Prueba como lo define Jorge Riechmann, [2] ha venido subordinando a la naturaleza en el proceso de acumulación de capital. Cada día, mayor cantidad de bienes comunes naturales -de aquí en adelante bienes naturales-están siendo sometidos a los procesos productivos del régimen capitalista de producción. Las fuerzas productivas de dicho régimen han originado un crecimiento económico -desigual e inestable-, a cambio de la destrucción de los bienes naturales de la Tierra, lo cual revela la evolución de las fuerzas productivas en fuerzas productivo-destructivas. Es decir, la cosificación de la naturaleza suscito un excesivo e irracional uso de sus servicios ambientales.

La mercantilización de la naturaleza está intrínsecamente relacionada con el proyecto cultural del capitalismo, el cual gira en torno a la privatización tratando de buscar beneficios de forma inmediata, o sea, rentabilidad a corto plazo. [3] La privatización de la naturaleza permitió su apropiación destructiva causando un sinnúmero de desastres socioecológicos. Dicho de otra manera,

[…] la propiedad privada establece la cosificación del objeto natural y la alienación respecto a la naturaleza que, a su vez, se transforman en fundamentos del agotamiento de los bienes naturales y de la contaminación ambiental. La naturaleza es fetichizada por obra y gracia del capital. [4]

La apropiación de la naturaleza y posterior subordinación al sistema capitalista, demostró que la explotación del ser humano por medio de la venta de su fuerza de trabajo, no era la única forma en la que el capital podría reproducirse de manera ampliada. La reproducción del capital necesitó de la apropiación – cosificación de la naturaleza para poder perpetuarse. El capital no hizo distinción alguna de la vitalidad que representaba distintos bienes naturales para la conservación, no sólo de especies faunísticas y florísticas, sino, del ser humano. Por lo tanto,

[…] todo lo ‘precapitalista’ (entendiendo por tal, de un modo genérico, cualquier realidad natural o relación humana que implique una exterioridad fáctica y positiva con respecto a la lógica del capital), dentro y fuera de las sociedades industriales, terminaría por quedar incluido en el vasto circuito planetario de la acumulación capitalista. [5]

La omnipotencia del capitalismo consideró el crecimiento económico ilimitado -de no ser así, colapsaría-. La creencia catastrófica de que, ningún límite natural o social (clase obrera en la teoría marxista ortodoxa) podía impedir la acumulación del capital, impactó con los tiempos necesarios para que la biósfera se mantuviese autorregulada. La diferencia de tiempos entre la depredación extensiva de la naturaleza y la capacidad autorreguladora de la biósfera, ocasionó alteraciones ecológicas que la humanidad difícilmente podrá seguir afrontando si no reacciona a tiempo.

Para el año 2050 seremos más de diez mil habitantes, lo que supone una acentuación de la crisis si mantenemos el modelo productivista y consumista de la actualidad. No cabe duda de que el capitalismo pueda colapsar debido a la profundización de la crisis socioecológica. Pero el colapso del capitalismo a causa de la depredación de la naturaleza, de la presión irreversible a los límites naturales de la Tierra, sería el último de los escenarios deseados para tan anhelado propósito, ya que estaría seriamente en peligro la existencia de una gran parte de la población humana. Dicho de otra manera, sería a cambio de la vida de miles de millones de personas a raíz de la lógica del capitalismo: explotación del ser humano y la naturaleza.

El ritmo al que está progresando la civilización capitalista está chocando con el tiempo que requieren los ciclos del planeta para mantener, bajo unos parámetros mínimos de calidad, los bienes naturales que soportan la existencia de la raza humana sobre la Tierra. Siguiendo a Riechmann, tan sólo pensemos en la enormidad que significa alterar drásticamente el clima del planeta, acabar con las reservas de petróleo sin llevar a cabo una transición energética sostenible, eliminar los bosques tropicales en unas pocas generaciones, etc. [6]

Como mencionó Manuel Sacristán, «[…] nuestras capacidades y necesidades naturales son capaces de expansionarse hasta la autodestrucción. Hemos de ver que somos biológicamente la especie de la hybris, del pecado original, de la soberbia, la especie exagerada.» [7]

La catástrofe socioecológica cada día se torna más irreversible. En el Manifiesto, Marx y Engels hacían referencia a la historia de la lucha de clases, «[…] lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna […].» [8] La lucha de clases, en la actualidad, empieza a situarse considerablemente en el campo de las luchas ecológicas, ya no sólo son las reivindicaciones o la defensa del territorio por parte de comunidades campesinas e indígenas, sino que cada día se suman distintos movimientos ecologistas de diversas partes del planeta. También, los programas de los partidos obreros empiezan a considerar la defensa de los bienes naturales como un objetivo prioritario. Si no ocurre una transformación revolucionaria del sistema capitalista, la humanidad se ubicará en el borde del abismo. Sin embargo, siempre existirá una fuerte resistencia por parte de la clase capitalista -los dueños de las grandes trasnacionales, los políticos respaldados por las grandes corporaciones, los negacionistas del cambio climático, etc.- a la necesidad de un cambio del orden socioeconómico realmente existente. Están preparados para arruinar cualquier rincón de la Tierra con el fin de conservar su poder y riqueza.

En resumen, la raíz de todo mal es la lógica irracional del capitalismo y su creencia de crecimiento ilimitado. Por lo tanto, se requiere un proyecto radical alternativo, anticapitalista, antisistémico, ecosocialista, que ataque la raíz del problema. Abolir a la Hidra Capitalista, como mencionan los zapatistas. [9]

Notas:

[1] Wolfgang Harich, ¿Comunismo sin crecimiento? Babeuf y el Club de Roma, Materiales, Barcelona, 1978, p. 130.

[2] Jorge Riechmann, «¿Triunfará el nuevo gnosticismo? Notas sobre biología sintética, nanotecnologías y manipulación genética en el Siglo de la Gran Prueba», en Isegoría, núm. 55, 2016, p. 409.

[3] José María Aranda Sánchez, «Aportaciones de Jorge Riechmann a una ética ecosocialista», en Ciencia Ergo Sum, vol. 21, núm. 3, 2014, p. 195.

[4] Ignacio Sabbatella, «Crisis ecológica y subsunción real de la naturaleza al capital «, en Íconos, núm. 36, 2009, p. 73.

[5] Jorge Polo Blanco, «Mercantilización de la naturaleza, biocentrismo radical, extractivismo y desarrollo humano. Las inevitables paradojas de una política pública que no reconoce derechos intrínsecos a la naturaleza», en Revista de Filosofía, núm. 87, 2017, p. 56.

[6] Jorge Riechmann, Tiempo para la vida. La crisis ecológica en su dimensión temporal, Ediciones del Genal, Málaga, 2003, p. 4.

[7] Jorge Riechmann, «Manuel Sacristán, pionero del ecosocialismo», en Encrucijadas, vol. 11, 2016, p. 11.

[8] Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Centro de Estudios Socialistas, México D.F., 2011, p. 30.

[9] Michael Löwy, «De la Revolución de Octubre al ecosocialismo del siglo XXI», en Viento Sur, núm. 150, 2017, p. 107.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.