Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Hace cien años salía a la luz en una publicación mensual de nombre Lughat al-Arab (‘la lengua árabe’), un informe del editor sobre una investigación llamada «el fundador del sionismo» en su edición de septiembre de 1911.
El intento de los árabes desde el inicio del siglo XX para comprender el movimiento sionista, siempre ha producido una mezcla de sentimientos. La tercera emisión, de septiembre de 1911, contiene un informe de investigación por el editor llamado «el fundador del sionismo».
«Muchos hablan sobre el sionismo hoy en día, pero la mayoría de la gente no sabe de qué se trata», escribió. Para iluminar a sus lectores el editor citó un artículo publicado tres meses antes en un periódico francés, autoría de un escritor de Estambul: «Antes de que el grupo llegara a conocerse como ‘sionista’, los turcos los denominaban Donmeh [turcos cripto-judios]…»
El artículo en la revista de Bagdad conectaba el sionismo con el Sabbateans y divulgaba para sus lectores detalles de la vida de su líder, Shabbetai Zvi, quien afirmó que era el Mesías y que las doce tribus de Israel no tardarían en regresar a Palestina. En El Cairo, afirma el editor, Shabbetai Zvi conoció a una bella judía que actuaba extrañamente y que pretendía ser la «Reina designada por el Mesías».
Se casaron y viajaron por todo el Oriente; Shabbetai Zvi continuó difundiendo su mensaje hasta su encarcelamiento y la conversión al Islam. Sus seguidores, emulándolo, también se convierten. Shabbetai Zvi fue desterrado a Albania, donde murió en 1676, porque siguió participando en el misticismo. Después de la muerte del «canalla», dice el artículo, sus seguidores continuaron su camino y sus descendientes «viven ahora en Salónica y Edirne».
«Esos son los sionistas y sus raíces. Los jefes de Estado y las autoridades les temen como se teme a los hombres-lobos. Esto se debe a que los sionistas son gente seria, trabajadora, astuta y alerta, y ejercen una considerable influencia en su entorno», explica el artículo. No es difícil adivinar lo que se consideraba la fuente de la influencia. El escritor explicó: «Por el oro que tienen en sus manos…» Y, en las reuniones con los delegados, algunos los adulan, por temor a las intrigas. Por estas razones, los funcionarios honestos del Estado hablan del «peligro sionista».
De hecho, funcionarios de zonas remotas de la región advirtieron de este peligro. Se informó de un aumento de la presencia judía en Irak y en algunas partes de la Gran Siria. Se aludió a la proliferación de máquinas agrícolas e industriales y las instalaciones, e incluso se habló de la «rutina y la organización de sus colonias». El funcionario de Jerusalén escribió, «80.000 judíos viven en la ciudad, mientras que el número de musulmanes no excede de 9.000». Un funcionario sirio confirmó esta estimación y agregó: «Las actividades emprendidas por estas personas son las de una nación; durante las vacaciones agitan una bandera azul que tiene la palabra «Zion» escrita en ella».
Por un lado, el escritor trató de tranquilizar a sus lectores: «Pase lo que pase con este asunto sionista, no hay razón para preocuparse porque nunca se convertirán en una nación». Por otro lado, él no trató de ocultar su preocupación: «Hay que tener en cuenta que estos extranjeros compiten con los nativos de la tierra, por lo que brotan luchas y disputas sobre la tierra». El diario de Bagdad encontró razones para subrayar los estrechos lazos que unen a los judíos, y se refirió a la «ética de la solidaridad entre ellos, que alcanzó el nivel más alto».
Este informe proyecta la ansiedad ante lo desconocido, junto a la admiración. En conclusión, el autor sugirió que había algo que aprender de los sionistas: «Ellos deben servir como modelos ejemplares para otros», escribió. Han pasado cien años. Parece que nada ha cambiado desde entonces, y la vida en el Oriente continúa como siempre.