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La vacuidad del discurso de Olmert envuelta en el celofán huero de su retórica

Una chispeante burbuja

Fuentes: gush-shalom.org

Traducido para Rebelión por LB

Un amigo mío que se crió en Egipto participó en el interrogatorio a oficiales egipcios capturados en la guerra del Sinaí de 1956. Un teniente coronel egipcio le dijo: «Cada vez que David Ben-Gurion declaraba en uno de sus discursos que tendía su mano en son de paz nosotros poníamos nuestras fuerzas en estado de alerta«.

Desde luego, ése era un método típico de Ben Gurion: antes de lanzar una operación militar solía pronunciar un discurso que culminaba con la frase «¡Tendemos nuestra mano en son de paz!«. A menudo solía añadir que estaba dispuesto a reunirse con los líderes árabes cara a cara, que estaba a favor de negociaciones sin condiciones previas, y similares.

Ahora a Ben-Gurion le ha salido un heredero.

Cierto, ni siquiera en sus más sombríos sueños pudo imaginar Ben-Gurion un heredero como Olmert: un político que es la encarnación viva de todos los rasgos que Ben-Gurión detestaba. Sin embargo, como reza la Biblia, «los muertos no alaban al Señor» (Salmos, 115), y tampoco pueden elegir a sus herederos.

La semana pasada Olmert se desplazó hasta la mismísima tumba de Ben-Gurion, en el remoto Negev, e hizo un discurso diseñado para consolidar su status como su sucesor. No malgastaremos palabras valorando esa pretensión. Sin embargo, sí vale la pena analizar el discurso en sí, por lo que de revelador tiene.

Según todas las apariencias, se trata de un discurso pacifista como no se ha oído por aquí desde hace mucho tiempo. Algunos dijeron que era una respuesta a las palabras dirigidas a Olmert por el escritor David Grossman en el acto de homenaje a Rabin (1). Y lo cierto es que sí existe una similitud entre los dos: así como el discurso de Grossman era rico en valores sublimes y pobre en propuestas prácticas, Olmert descolló en el uso de frases impresionantes pero suspendió el test del contenido.

¿Y qué es lo que dijo, a fin de cuentas?

«Si vosotros (los palestinos) instaláis un nuevo Gobierno que emprenda la tarea de satisfacer los principios del Cuarteto, un Gobierno que realice el Mapa de Ruta y consiga la puesta en libertad de Gilad Shalit, entonces yo propondré a Abu-Mazen (Mahmoud Abbas) que nos reunamos de forma inmediata al objeto de iniciar un diálogo verdadero, abierto, sincero y serio entre nosotros y vosotros«. (Traduzco literalmente, pues la traducción oficial ha editado el texto).

Tiene buena pinta. Pero si los analizamos de nuevo nos percatamos de que no es más que una pompa de jabón.

Desde los días de Ben-Gurion todos nuestros Gobiernos han empleado esta táctica: decir «sí» a todas las propuestas de paz y añadir una pequeña condición previa que convierte de facto ese «sí» en un «no».

¿Qué es lo que Olmert demanda al Gobierno palestino? Psé, minucias: que reconozca el derecho de Israel a existir sin fronteras definidas (sin que Israel reconozca a su vez el derecho de los palestinos a un Estado dentro de las fronteras de 1967), que detenga la violencia (sin que Israel adopte un compromiso equivalente) y reconocer todos los acuerdos firmados en el pasado (los cuales prácticamente en su totalidad han sido violados por Israel no menos de lo que lo han sido por los palestinos).

Añádase a todo eso que el Gobierno palestino debe cumplir sus «obligaciones» derivadas del Mapa de Ruta. Este ridículo documento, un producto de Bush & Cía., dicta que el primer paso a dar por los palestinos ha de ser desmantelar todas las «organizaciones terroristas». Traducido: todas las organizaciones militares de los partidos palestinos. Mientras la ocupación israelí siga en pie, esta exigencia es completamente imposible e irrazonable y los palestinos, naturalmente, no la aceptan. Es como pedirle a Israel que desmantele su ejército como primer paso.

Olmert no sugiere que Israel también vaya a acatar el Mapa de Ruta. Según ese documento, paralelamente al desmantelamiento de las organizaciones palestinas Israel debe detener todas actividad de construcción de colonias. En la práctica, Israel no suspendió esas actividades ni por un momento en incluso hoy se siguen construyendo a todo gas.

¿Qué pasará si los palestinos cumplen todas estas condiciones unilaterales? Olmert aceptará reunirse con Abu-Mazen «inmediatamente«. ¿Para qué? Para iniciar un «diálogo verdadero, abierto, sincero y serio«.

Olmert eligió cuidadosamente sus palabras. No dice «negociaciones» (¡vade retro!), sino «diálogo». Un concepto que no compromete estrictamente a nada. Si eliminamos del texto las palabras bonitas que solo sirven de decorado -«inmediatamente», «verdadero», «abierto», «sincero», «serio»-, todo lo que queda es la disposición a celebrar una reunión. Es posible que haya gente deseosa de reunirse con Olmert -es sólo una cuestión de gustos-, pero tal circunstancia carece por completo de significado político.

Olmert no escatima palabras. «En el marco del diálogo (otra vez «diálogo» y no «negociaciones») y de acuerdo con la Hoja de Ruta (cfr. supra) ustedes (los palestinos) podrán establecer un Estado palestino independiente y viable con continuidad territorial en Judea y Samaria (Olmert emplea estas denominaciones de la [jerga de la] ocupación en lugar del término «Cisjordania», convertido en símbolo de la oposición a la ocupación), un Estado con soberanía total y fronteras definidas«.

Vaya, eso sí que suena bien. Nada de «fronteras temporales», como se dice en la Hoja de Ruta, sino «fronteras definidas». Sólo falta un pequeño detalles: ¿definidas dónde?

Algunos dirán: nadie revela sus posiciones de llegada antes de que comiencen las negociaciones (perdón, el diálogo). Sin embargo, a los palestinos se les exige que entreguen todo antes de empezar.

«Nosotros, el Estado de Israel, aceptaremos la evacuación de muchos territorios y asentamientos creados en ellos. Eso es algo extremadamente difícil para nosotros algo como la división de las aguas del Mar Rojo (refrán hebreo), pero lo soportaremos a cambio de una paz verdadera entre nosotros y vosotros«.

Suena lindo. Ahora bien, ¿qué significa? La evacuación de «muchos territorios» y no de «todos los territorios», ni siquiera de «la mayoría de los territorios». (En jerga israelí, «territorios» significa «territorios ocupados», un sintagma que los portavoces oficiales prefieren evitar).

Igualmente, Olmert no alude en ningún momento a «las fronteras anteriores a la Guerra de los Seis Días». Ni siquiera de las «fronteras delimitadas por la Línea Verde», que permitiría realizar algunos pequeños cambios y acordar un intercambio de territorios. Olmert se refiere a una nueva frontera que anexiona a Israel los «bloques de colonias» siguiendo el Muro de Separación. Eso significa ni más ni menos que la anexión a Israel de al menos el 10% de Cisjordania, y quizá más.

¿Y qué hay para detener todo eso? Al fin y al cabo, a esas alturas la otra parte ya estaría desarmada y habría aceptado reconocer a Israel sin fronteras definidas.

Ese el viejo plan de Ariel Sharon: desmantelar los asentamientos más pequeños y dispersos en los que vive el 20% de los colonos y anexionar a Israel los territorios ocupados por el 80% de asentamientos restantes. Olmert no dice qué va a pasar con el ampliado valle del Jordán, que constituye el 20% del territorio de Cisjordania y que ya está completamente separado de ella (exceptuando a Jericó). Tampoco menciona Jerusalén Este, donde se han establecido otros 200.000 colonos judíos.

Olmer promete que si los palestinos liberan al soldado Gilad Shalit él estaría dispuesto a «liberar a numerosos prisioneros palestinos, incluidos aquellos condenados a penas prolongadas, a fin de aumentar la confianza mutua y demostrar que realmente estamos extendiendo nuestra mano en son de paz».

Tras eliminar la cháchara de la frase, lo que Olmert está diciendo es que estaría dispuesto a liberar a prisioneros veteranos «con sangre en sus manos», algo que tanto él como sus antecesoras siempre se han negado a hacer, a cambio de la liberación del soldado israelí, como pide Hamas. Eso sólo confirma la opinión de los palestinos de que lo único que Israel entiende es el lenguaje de la fuerza y que nunca cederá nada a menos que se le obligue a hacerlo.

Se conoce que Olmert estaba de un humor particularmente generoso, pues añadió: «(Tras) el cese del terrorismo y la violencia… reduciremos de forma significativa el número de controles, aumentaremos la libertad de movimientos en los territorios, facilitaremos el movimiento de personas y bienes en ambas direcciones, mejoraremos el tránsito en los pasos fronterizos hacia la Franja de Gaza y liberaremos vuestro dinero para aliviar así las penurias que muchos de vosotros sufrís«.

«Gracias, mil gracias de todo corazón», podría replicar un palestino. Nada de acabar con la ocupación, nada de levantar el bloqueo de Gaza. Desmantelar algunos puestos de control y dejar que el resto sigan donde están. Nada de restablecer la libertad de movimientos, sino un acuerdo para «aumentar» el movimiento autorizado. Y nada de abrir el paso entre la Franja de Gaza y Cisjordania (como estableció el acuerdo de Oslo hace 13 años). Pero al menos devolveremos el dinero palestino «retenido» por nosotros. «Hurtado» sería un término más apropiado.

¿Y qué es lo que Olmert no dijo en su discurso? No propuso un alto el fuego en Cisjordania. ¿Por qué? Tal vez porque los generales se oponen. Sin embargo, hasta un niño puede darse cuenta de que sin un alto el fuego en Cisjordania el alto el fuego de la Franja de Gaza no se mantendrá. Los miembros de las organizaciones de Gaza no podrán permanecer impasibles mientras ven a los israelíes arrestar, herir y asesinar a sus indefensos camaradas de Cisjordania. Por no hablar del desmembramiento implícito en esta propuesta, contrario al acuerdo de Oslo, que declara de forma inequívoca que Cisjordania y la Franja de Gaza constituyen una «única unidad territorial».

Así pues, ¿cómo podríamos definir este discurso?

Es fácil decir lo que no es: no es un «jalón decisivo» en la política del Gobierno israelí. Un «jalón decisivo» implica un cambio de dirección, para lo cual sería necesario preparar al público, explicarle la naturaleza del cambio, sus razones y los resultados esperados. Nada de eso se ha hecho. Ni siquiera los portavoces de la extrema derecha se sintieron excitados.

La definición correcta es «manipulación», simplemente un poco más de prestidigitación preparada por «asesores de imagen» y expertos publicitarios.

Cierto, incluso la manipulación puede tener cierto valor positivo. Olmert ha decidido aplicar la manipulación a asuntos de paz, no a cuestiones bélicas. Este show demuestra que cree que la opinión pública israelí se está moviendo en esa dirección. El campo de la paz israelí puede felicitarse por ello. Pero no hay motivo para echarse a la calle a bailar para festejarlo.

¿Por qué hizo Olmert un discurso así? ¿Y por qué lo ha hecho precisamente ahora?

Existe una razón interna. En Israel va ganando fuerza (y con razón) la impresión de que este es un Gobierno sin programa, sin plan político, un Gobierno «hueco» (para utilizar la terminología de Grossman) cuya única preocupación es la supervivencia política.

Olmert pensó que era necesario llenar el vacío y dar la imagen de un Primer Ministro que sabe lo que está haciendo y trabaja hacia un objetivo claro.

Y existe también una razón externa, tal vez más significativa. Puede que Olmert esté en la quiebra, pero el presidente Bush está más desesperado todavía. Ha venido a Oriente Medio a convencer al votante usamericano de que sabe lo que está haciendo en Irak y en toda la región. Necesita un logro claro. Está prolongando la tradición de sus predecesores según la cual un presidente usamericano que no sabe qué hacer se vuelca hacia el conflicto israelo-palestino y consigue un «avance decisivo».

Bush le pidió a Olmert que hiciera un gesto para impresionar al mundo. De modo que Olmert hizo el gesto y soltó un discurso henchido de bellas frases y promesas sin contenido.

Recordémoslo: Bush quiere dar la imagen de un resuelto estadista empeñado en construir un frente de líderes árabes «moderados» contra el Eje del Mal que integrarían Irán, Siria, Hizbulá y Hamas. Por eso vino a Amán en lugar de convocar a sus siervos a Washington. Sin embargo, los líderes de Arabia saudita, Egipto y Jordania conocen los riesgos que entraña parecerse a agentes israelíes. Así que Bush pidió que Olmert incluyera en su discurso una alusión a la iniciativa árabe de paz, que fue rechazada de entrada por el Gobierno israelí después de que hubiera sido respaldada por todos los Estados árabes. Esta iniciativa dice que la totalidad del mundo árabe reconocerá a Israel y establecerá relaciones normalizadas con el Estado judío si se retira a las fronteras del 4 de junio de 1967. Ahora, de pronto, Olmert declara que existen elementos «positivos» en ese plan, aunque tampoco él lo aceptó en su día.

Bush ha regresado a casa y se olvidará de todo el asunto. El discurso de Olmert se sumará a muchos otros que se hundieron en el olvido al día siguiente de haber sido pronunciados. Simplemente, otro discurso más de un líder israelí «que tiende su mano en son de paz».

NOTAS:

(1) Gilad Atzmon realiza un interesante análisis de ese discurso en la siguiente dirección: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=41750

Texto original:

http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1165160032/