Traducido del inglés por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
Gideon Levy es una de las escasas voces valientes en unos medios de comunicación israelíes generalmente supeditados a la clase política dirigente. Desde 1988 escribe la columna «Twilight Zone» en el diario israelí Haaretz, documentando resueltamente la miríada de crueldades infligidas a los palestinos bajo la ocupación. En su nuevo libro, Gaza, una recopilación de artículos que se acaba de publicar en francés, Levy pronuncia frases que, según admite, son consideradas «locuras» por la mayor parte de sus compatriotas. El colaborador de The Electronic Intifada David Cronin habló con Gideon Levy sobre su periodismo y sus antecedentes.
Usted nació en Tel Aviv en los años cincuenta. ¿Sus padres eran supervivientes del Holocausto?
No eran supervivientes del Holocausto, salieron de Europa exactamente en 1939. Mi padre era de Alemania, mi madre checa. Ambos fueron realmente típicos refugiados porque mi padre vino en un barco ilegal que estuvo detenido durante medio año en Beirut por los británicos y sólo después de medio año en el océano pudo llegar a Palestina. Mi madre vino en un proyecto con Save the Children. Vino sin sus padres y fue directamente a un kibutz.
Mi padre siempre dijo que jamás halló su lugar en Israel. Vivió aquí durante 60 años pero su vida estaba arruinada. Tenía un doctorado en Derecho pero nunca lo ejerció en Israel. Jamás habló correctamente el hebreo. Creo que estuvo realmente traumatizado toda su vida.
Al mismo tiempo, nunca quiso volver a Europa, ni siquiera de visita. Procedía de los Sudetes, que después se convirtieron en Checoslovaquia. Todos los alemanes fueron expulsados.
¿Cómo le afectó la historia de sus padres cuando crecía?
Yo era un inmigrante típico de primera generación. Cuando mi madre solía dirigirse a mí en alemán me avergonzaba de que me hablara en un idioma extranjero. Su nombre era Thea; yo siempre decía que era Lea. Thea es un nombre griego de la mitología. Es un nombre hermoso pero como niño yo siempre decía que era Lea solamente para encubrir el hecho de que eran inmigrantes.
El apellido de mi padre era Loewy y durante muchos años me llamaron Loewy. Pero después me lo cambié por Levy y ahora lo lamento mucho.
Hábleme de su servicio militar en el ejército israelí
Hice mi servicio militar en la emisora de radio del ejército. Siempre fui un buen muchacho de Tel Aviv; tenía la opinión general; no me crié en una casa política.
Estuve en la emisora de radio durante cuatro años en vez de tres [la duración estándar del servicio militar], pero el cuarto año como civil. Es una emisora de radio muy popular; el ejército la financia pero es totalmente civil.
Estaba totalmente ciego a la ocupación. Era una palabra que no osaba pronunciar. Fui un producto típico del lavado de cerebro del sistema israelí, sin dudas ni cuestionamientos. Tenía mucho orgullo nacional; éramos los mejores.
Recuerdo mi primer viaje a los territorios ocupados [Cisjordania y la Franja de Gaza]. Había muchas emociones nacionales al visitar la tumba de Raquel y la mezquita de Hebrón. No vi allí a ningún palestino, sólo recuerdo las sábanas blancas en las terrazas. Incluso estaba convencido de que se sentían felices de que les hubiéramos conquistado, que estaban agradecidos de que les hubiéramos liberado del régimen jordano.
¿Cuál fue el punto de inflexión que le llevó a criticar la ocupación?
No hubo ningún punto de inflexión. Fue un proceso gradual. Comenzó cuando empecé a viajar a los Territorios Ocupados como periodista de Haaretz. No es como si decidiera un día «tengo que cubrir la ocupación». No. Me atrajo gradualmente como a una mariposa un fuego o una luz.
Mis opiniones políticas se formaron a lo largo de los años; no hubo un día en el que cambié. Fue realmente un proceso gradual en el cual comprendí que éste es el drama más grande: sionismo, ocupación. Y al mismo tiempo me di cuenta de que no había nadie para decírselo a los israelíes. Yo siempre traía historias exclusivas porque casi nadie estaba allí. En la primera Intifada había más interés en los medios de comunicación israelíes. Pero entre la primera y la segunda Intifadas, realmente me encontré casi solo cubriendo el lado palestino.
¿Ha rechazado usted completamente el sionismo?
El sionismo tiene muchos significados. Pero es seguro que el concepto común del sionismo incluye la ocupación, incluye la percepción de que los judíos tienen más derechos en Palestina que nadie, que los judíos son el pueblo elegido, que no puede haber igualdad entre judíos y árabes, entre judíos y palestinos. Todas esas creencias, que son muy básicas en el sionismo corriente, no puedo compartirlas. En este sentido puedo definirme como antisionista.
Por otra parte, la creencia de que los judíos tienen derecho a vivir en Palestina junto con los palestinos, haciendo todo lo posible para compensarlos por la terrible tragedia que sufrieron en 1948, también puede llamarse a esto creencia sionista. En este caso comparto esas opiniones.
¿Si alguien le llamase sionista moderado tendría alguna objeción?
Los sionistas moderados se parecen a los sionistas de izquierdas en Israel, a los que no puedo soportar. Meretz y Paz Ahora, quienes no están dispuestos, por ejemplo, a abrir «los archivos de 1948» y entender que mientras no resolvamos esto no se solucionará nada. Esos son los sionistas moderados. En este caso prefiero a la derecha.
¿La derecha es más honesta?
Exactamente.
¿Como judío israelí ha encontrado la hostilidad de los palestinos durante su trabajo en los Territorios Ocupados?
Nunca. Y es increíble. Viajo allí desde hace 25 años. He acudido al escenario de la mayoría de las grandes tragedias al día siguiente de que sucedieran. Hubo personas que perdieron a cinco hijos, siete en un caso.
Yo estaba siempre allí a la mañana siguiente y habría entendido que me hubieran dicho, «Escuche, no queremos dirigirnos a un israelí, márchese». O que me dijeran: «Usted es tan culpable como cualquier otro israelí». No, ha habido siempre una apertura para contar la historia. Existía una creencia o esperanza ingenua de que si se lo contaban a los israelíes a través de mí los israelíes cambiarían, pensaban que un relato en los medios de comunicación israelíes también podría ayudarles.
Ellos no saben quién soy. Las gentes de base nunca han oído nada sobre mí; no me conocen. La única vez que dispararon a mi coche fueron soldados israelíes. Fue en el verano de 2003. Viajábamos en un taxi de matricula amarilla, un taxi israelí a prueba de balas, de otro modo no estaría ahora aquí. Estaba muy claro que era un taxi israelí. Estábamos siguiendo una instrucción de toque de queda. Un oficial nos dijo: «Pueden ir por este camino». Y cuando íbamos por ese camino nos dispararon. No creo que supieran quiénes éramos. Nos dispararon como dispararían a cualquiera. Estaban con el dedo en el gatillo, como están siempre, como si tuvieran un cigarrillo entre los dedos. No dispararon solamente una bala. Dejaron el coche acribillado.
¿Ha estado en la Franja de Gaza recientemente?
Me han impedido ir. La última vez que estuve allí fue en noviembre de 2006. Como menciono en el prólogo de mi libro, estaba visitando el jardín de infancia Indira Gandhi en la Franja de Gaza al día siguiente de que a una enfermera [Najwa Khalif] que trabajaba en la guardería la matara un misil israelí delante de todos los niños. Cuando entré estaban dibujando cadáveres, aviones en el cielo y un tanque en la tierra. Acababa de llegar del funeral de la enfermera. Se llamaba jardín de infancia Indira Gandhi no porque la asesinada Primera Ministra india tuviera algo que ver sino porque la propietaria de la guardería era admiradora de Indira Gandhi.
A menudo ha hablado de que disfruta de completa libertad para escribir lo que quiere. Pero, ¿tiene la impresión de que la vida se hace más difícil para la gente con voces críticas en Israel y de que el gobierno trata activamente de sofocar la disidencia?
Personalmente, escribo para Hareetz y aparezco en televisión, nunca he tenido que ganarme esa libertad. Salgo todas las semanas en la televisión israelí en un programa de debate. Hubo años en los que tuve que ser más cauteloso, años en los cuales las palabras «crímenes de guerra» eran ilegales, incluso en Haaretz. Hoy eso terminó y soy totalmente libre. No tengo ninguna presión del Gobierno o del ejército. Nada.
Pero seguro que en el año pasado se produjeron auténticas grietas en el sistema democrático de Israel. Las autoridades han estado tratando de impedir que los manifestantes llegaran a Bilín [un pueblo de Cisjordania, escenario de frecuentes protestas contra el muro de Israel]. Pero también existe un proceso de deslegitimación de todo tipo de grupos y organizaciones no gubernamentales y de silenciar realmente muchas voces. Es sistemático, no aquí o allá. Las cosas se están poniendo mucho más difíciles. Lo fueron para «Romper el Silencio» [un grupo de soldados críticos con la ocupación] de un modo muy feo pero muy eficaz. La organización ya no puede levantar su voz. Y también lo han hecho con muchas otras organizaciones, incluido el Movimiento de Solidaridad Internacional, al cual se describe en Israel como enemigo.
¿Alguna vez se reunió con Rachel Corrie, la activista estadounidense por la paz muerta por una excavadora israelí hace siete años?
Nunca la conocí, por desgracia. Acabo de ver la película sobre ella la semana pasada. Rachel, James Miller y Tom Hurndall todos fueron asesinados en seis o siete semanas, uno tras otro, en el mismo lugar de la Franja de Gaza, más o menos. Estaba muy claro que eso era un mensaje.
¿Qué piensa de la decisión de los padres de Rachel de demandar al Estado de Israel por su asesinato?
Maravilloso. Vi a ambos cuando estuvieron en Israel. Realmente son muy nobles. Hablan de la tragedia del soldado que mató a su hija, que también es una víctima. Y son muy moderados. Admiro el modo en que lo están llevando y espero que ganen. Merecen una compensación, disculpas, algo. Su hija fue asesinada.
Participé en una película sobre James Miller, un documental para la BBC. La historia de James Miller es todavía más desgarradora. Fue un auténtico asesinato. Sabían que era periodista, fotógrafo, llevaba un chaleco en el que ponía «prensa». Estaba claro que era periodista. Y exactamente le pegaron un tiro.
¿Cómo se siente por el supuesto insulto a EE.UU. cuando Israel anunció la construcción de nuevos alojamientos en Jerusalén Oriental durante una visita a Oriente Próximo del vicepresidente estadounidense Joe Biden?
Realmente pienso que es demasiado pronto para juzgar. Algo está pasando. Parece que hay un cambio de aires. Seguro que Netanyahu [el Primer Ministro israelí Benjamín] está sudando. Y la pregunta es: ¿los estadounidenses tienen un programa claro?
Una cosa tiene que estar clara: Israel nunca ha dependido tanto de los Estados Unidos como en la actualidad. Hasta ahora Obama ha cometido todos los errores posibles. Su primer año ha sido en vano. Pero de todos modos tenemos que darles [a los estadounidenses] una posibilidad, porque seguro que hay un cambio de tono. Pero me temo que su objetivo principal ahora es deshacerse de Netanyahu. Y si ese es el caso, no conducirá a ninguna parte. Cualquiera que le sustituya será más de lo mismo sólo que más agradable. Será otra vez la mascarada del proceso de paz, oportunidades para salir en la foto, detalles que no llevan a ninguna parte. Desde este punto de vista prefiero un gobierno de la derecha. Al menos ves lo que hay.
España, actual titular de la presidencia de turno de la Unión Europea, parece dispuesta a fortalecer las relaciones de la UE con Israel. ¿Qué señal envía, una integración más profunda de Israel en los programas políticos y económicos de la Unión Europea?
Pienso que sería vergonzoso recompensar a Israel ahora. Recompensarlo, ¿para qué? ¿Para que construya más asentamientos? Pero pienso también que Europa seguirá los cambios de Washington, como sigue casi a ciegas todo lo que hace Estados Unidos.
Recientemente ha habido una pequeña controversia sobre el hecho de que Ethan Bronner, el corresponsal de The New York Times en Jerusalén, tiene un hijo en el ejército israelí ¿Tiene usted algún hijo en el ejército y cree que este asunto compromete a Bronner?
Mi hijo sirve en el ejército. No sirve en los Territorios, pero siempre me he desconectado de mis hijos. Tienen sus propias vidas y no he tratado de influir en ellos.
En cuanto a Ethan Bronner, es una cuestión muy delicada. El hecho de que haya muchos periodistas judíos, reporteros sionistas, que informan a sus medios de comunicación nacionales desde Oriente Próximo, seguro que es un problema. Por otra parte sé por mi propia experiencia que puedes tener un hijo sirviendo en el ejército y ser tú mismo muy crítico. Yo no haría de ello una razón para no permitirle cubrir Oriente Próximo para The New York Times, aunque no veo ninguna posibilidad de que el corresponsal de The New York Times en Jerusalén pudiera tener un hijo en una organización de la resistencia palestina, como las Brigadas de al-Aqsa, por ejemplo.
¿Qué papel pueden desempeñar los periodistas para tratar de lograr una solución justa y duradera del conflicto israelí-palestino?
Existe un enorme papel histórico que los medios de comunicación israelíes están jugando. Los medios de comunicación israelíes, que son unos medios libres, libres de censura, libres de presión gubernamental, han deshumanizado a los palestinos, los han demonizado. Sin la cooperación de los medios de comunicación israelíes la ocupación no duraría tanto. Son destructivos de un modo que no puedo describir. Esto no es Rumanía. No es la Rusia soviética. Es una democracia libre, los medios de comunicación podrían desempeñar cualquier papel, pero han decidido jugar éste. El asunto principal es el flujo de la información. Es absolutamente unilateral, lleno de propaganda, de mentiras y de ignorancia.