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Entrevista a Gideon Levy

Una de las figuras señeras del periodismo crítico israelí explica sus puntos de vista sobre el conflicto y las perspectivas de paz

Fuentes: Counterpunch

Traducido para Rebelión por LB.

Durante décadas Gideon Levy ha utilizado la plataforma proporcionada por el diario liberal israelí Haaretz para arrojar luz sobre la brutal realidad de la ocupación israelí. Su labor periodística, junto con la de su colega Amira Hass, ha sido un recurso de incalculable valor no sólo para los lectores israelíes, sino también, a través de la página web de Haaretz, para las audiencias internacionales que buscan un punto de vista israelí informado y humano sobre el conflicto. Sería difícil exagerar hasta qué punto Levy se encuentra aislado dentro de su propia sociedad, un aislamiento que ha aumentado durante la última década a medida que la opinión pública israelí se ha precipitado en estampida hacia la derecha. Gideon Levy ha descrito en otro lugar cómo en Haaretz se guarda una gruesa carpeta de cancelaciones de suscripciones de lectores indignados por sus artículos. A pesar de esta hostilidad, con el tiempo su crítica de la política israelí se ha vuelto más -no menos- radical.

Su reciente libro, El castigo de Gaza, es una recopilación de las columnas que ha publicado en Haaretz desde 2006, cuando la victoria electoral de Hamas originó duras sanciones y violentas represalias por parte de Israel y de sus aliados internacionales, hasta las secuelas de la masacre de Gaza del año pasado, que representó la sangrienta culminación de la misma reacción antidemocrática. Esta cronología constituye por sí misma una novedad, pues para la mayoría de los periodistas, incluso para los que critican el ataque [israelí contra Gaza], el contexto relevante para [explicar] la masacre se extendía hasta el mes de lanzamientos de cohetes Qassam que lo precedió o, como máximo, al año y medio transcurrido desde que Hamas tomó el control de la Franja. Pero Gideon Levy no es como la mayoría de los periodistas y su crítica de las políticas y la sociedad israelíes va mucho más allá de las palabras ambiguas y de los equívocos eufemismos que emplea la mayoría de sus contemporáneos en los medios de comunicación y la gente de la ‘izquierda israelí’. Mientras que los intelectuales sionistas liberales como Amos Oz y David Grossman apoyaron en principio el ataque, aunque criticando posteriormente sus excesos, Levy es rotundo: aquello no fue una «guerra», escribe, fue «un salvaje ataque contra la población más desamparada del mundo», una «ofensiva insensata, inútil, criminal, superflua». Cuando la operación Plomo Fundido se puso en marcha los medios de comunicación israelíes no sólo cerraron filas [en torno a su gobierno] sino que jalearon la masacre con un fervor patriotero casi increíble. En medio de ese clima, Levy, una vez más, se distinguió del resto condenando el ataque desde el principio como un «crimen de guerra» que traspasaba «todas las líneas rojas de la humanidad, la moral, el derecho internacional y la sabiduría».

Este excepcional coraje intelectual es también evidente en su aguda crítica de esos «liberales» israelíes que, cuando sus valores liberales chocan con sus valores sionistas, sistemáticamente traicionan aquellos en beneficio de estos. Una de las columnas más notables que se reproducen en el libro es una respuesta dirigida al destacado liberal sionista AB Yehoshua. A pesar de la amistad personal que les une, Levy no vaciló en fustigar de la forma más directa e inmisericorde la brutal apología que hacía Yehoshua de los crímenes de guerra israelíes en Gaza, escribiendo lo siguiente: «Es como si los poderosos, incluido usted, hubieran sucumbido a un gran y terrible incendio que hubiera arrasado en ustedes todo vestigio de conciencia moral». Esta integridad volvió a evidenciarse en una columna publicada la semana pasada en la que Levy criticaba a su colega y editor de Haaretz Aluf Benn por su ceguera hacia, y complicidad reflexiva con, las brutalidades de la ocupación. «Usted fue un cómplice absoluto del crimen», escribe en alusión al tiempo que Benn prestó servicio como soldado en un ejército israelí que torturaba y maltrataba a los detenidos palestinos, «y ni siquiera tiene usted conciencia de su culpabilidad». Leyendo sus columnas es evidente que es eso lo que más profundamente perturba a Levy: no sólo que sus colegas y conciudadanos toleren y cometan actos de brutalidad, sino que además se sientan tan satisfechos de cometerlos. Su incansable compromiso para cuestionar esa complacencia y su férrea determinación para forzar a sus lectores a encarar las consecuencias de sus actos constituye una fuente de inspiración así como una acusación para la gran mayoría de sus colegas, y no sólo de Israel. «Ese es nuestro verdadero rostro», insiste, sin descanso. «Este es nuestro retrato moral».

Me reuní con él en Londres hace un par de semanas para hablar de su libro, de la izquierda israelí, del clima político en Israel y de las perspectivas de paz. Sigue a continuación la entrevista completa.

***

Durante la última década la opinión pública israelí parece que se ha despeñado: las últimas elecciones produjeron la Knesset más derechista y, como en sus recientes columnas ha sugerido usted, posiblemente más racista de la historia de Israel. ¿Qué hay detrás de esta tendencia?

Ocurrieron dos cosas. Una de ellas fue el fracaso de la conferencia de Camp David en 2000, cuando el primer ministro israelí Ehud Barak regresa y proclama que no existe un «interlocutor palestino». Esta mentira fue muy difundida y convenció a los israelíes de todo el espectro político. Y luego vino la segunda Intifada -las bombas en los autobuses, los atacantes suicidas- y toda la sedicente ‘izquierda israelí’ se fue al garete, cosa que hace que me pregunte hasta qué punto era una izquierda sólida. Porque si lo tuvo tan fácil para estrellarse, entonces no estoy seguro de que fuera muy sólida en principio. El caso es que no quedó nada de la izquierda israelí, a excepción de algunos pequeños grupos, dedicados y valientes, que siguen siendo muy activos. Por desgracia, no son muy influyentes.

¿Por qué es tan débil la izquierda [israelí]? ¿Lo es por esas dos razones?

Sí, porque esos dos acontecimientos -el convencimiento de que no hay un «interlocutor palestino» y el terrorismo palestino- hicieron muy fácil a todos los izquierdistas cambiar de opinión. Lo cual me hace preguntarme si eran realmente izquierdistas en absoluto.

¿Las protestas Sheikh Jarrah(1) le infunden esperanzas de un renacimiento de la izquierda?

El otro día yo estaba allí en una de las protestas del viernes con una amiga estadounidense, y me dijo: «Exactamente de esta forma es como comenzó en Estados Unidos el movimiento contra la guerra en los años 60». Yo soy más escéptico, más pesimista. Creo que lo que está pasando allí es algo notable y profeso pleno reconocimiento a todas aquellas personas que se manifiestan un viernes sí y otro también, pero no veo que se convierta en algo influyente, no.

Leyendo Haaretz da la impresión de que las fuerzas democráticas en Israel están cada vez más amenazadas, por ejemplo en el mundo académico.

Esa es mi principal preocupación en estos momentos, incluso más que la ocupación, porque va a destruir a Israel desde dentro. Creo que la democracia israelí se está enfrentando al mayor reto que ha enfrentado nunca: una campaña sistemática contra todo tipo de voces alternativas. Hasta ahora no ha tocado a los medios de comunicación, porque de todas formas la mayoría de los medios de comunicación se han ofrecido voluntariamente a colaborar con el proyecto de ocupación, y a aquellos de nosotros -la minoría- que vamos contra corriente hasta ahora no nos habían tocado, pero ya no lo doy por hecho. Por otro lado, ahí están las nuevas leyes y las campañas contra las ONG y contra la academia, y la cosa se está deteriorando día a día. Puede ser que muy pronto me afecte a mí, pero hasta ahora no me ha tocado personalmente, o a los periodistas en general.

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN ISRAELÍES

Cierra usted la introducción de su libro con un homenaje a la valentía de los editores de Haaretz por apoyar sus escritos y continuar publicándolos en medio de un clima de intolerancia y chauvinismo rampantes. ¿En qué medida Haaretz es único en este sentido? He notado, por ejemplo, que Michael B. parece haber desaparecido del Yedioth Ahronoth [el diario israelí de mayor tirada] después de publicar varias columnas criticando la operación Plomo Fundido.

Lo despidieron. No «despareció». Simplemente lo despidieron.

Entonces, ¿son los medios de comunicación israelíes muy patrioteros en su cobertura en general? ¿Cómo de único es Haaretz?

Está muy clara la división entre Haaretz y todos los demás. Es una división muy, muy nítida, eso nadie puede discutirlo. La sedicente democracia israelí tendría un aspecto completamente diferente si Haaretz no existiera, mientras que cualquier otro periódico o cadena de televisión podría desaparecer mañana y no se produciría ningún cambio. Haaretz es realmente el último reducto de los medios de comunicación israelíes que mantiene viva la democracia. Sin embargo, Haaretz, como usted sabe, es un periódico relativamente pequeño, muy elitista, y no llega a las masas. Todos lo demás son medios comerciales, libres, profesionales, pero cuando se trata de asuntos como la ocupación, todos los medios de comunicación, a excepción de Haaretz, se han alineado -nadie los ha reclutado, se han reclutado ellos mismos de forma voluntaria- para colaborar con la ocupación, para deshumanizar sistemáticamente a los palestinos, para demonizar y difundir temores que a menudo son totalmente artificiales y exagerados. Los medios de comunicación en Israel están desempeñando un papel fatal, sobre todo en el mantenimiento de la ocupación y de las emociones y sentimientos nacionalistas y militaristas en la sociedad israelí. Creo que el papel que en conjunto están jugando los medios israelíes es un papel criminal, excepto en el caso de Haaretz, y no porque yo trabaje en Haaretz, sino porque Haaretz es realmente la única voz sensata aquí.

¿Por qué cree usted que el resto de los medios de comunicación se han «autorreclutado» para apoyar la ocupación?

No es por censura, ni gubernamental, ni militar, ni nada, no es por presiones de ese tipo. Es sólo por tratar de complacer a los lectores, se trata solamente de factores comerciales, consideraciones comerciales. Se trata de complacer al lector, no molestarlo, no frustrarlo, que no se enfade. Y ese es el sesgo más peligroso de todos, ya que contra él no hay resistencia: es voluntario, no se impone a nadie, todo el mundo está contento. El gobierno está feliz, los lectores son felices, los editores son felices, todo el mundo es feliz con ello, y así no habrá resistencia.

Haaretz tiene una influencia significativa fuera de Israel. ¿Es influyente también dentro de Israel?

Tradicionalmente sí. Haaretz siempre fue el periódico más influyente de Israel, porque lo lee la élite y tradicionalmente ha tenido influencia no sólo sobre los políticos y la élite económica sino también sobre otros medios. Creo que de alguna manera esta influencia ha disminuido, pero todavía sigue ahí: Haaretz sigue desempeñando un papel, no está siendo marginado, en absoluto. Así que la influencia de Haaretz es mucho más amplia que su circulación en Israel. Y también el hecho de que está siendo leído en todo el mundo a través de la página web le da a Haaretz una posición especial también dentro de Israel, ya que la gente es consciente de que cualquier persona del mundo interesada en el Oriente Medio lo está leyendo. Eso da a Haaretz un gran poder dentro de Israel, porque se entiende que tiene una influencia exterior. Así que desde este punto de vista Haaretz aún tiene influencia, pero tampoco hay que exagerar.

MANEJANDO EL 48

He notado un cambio en sus propios escritos: da la impresión de que sus críticas son cada vez más radicales. Estoy pensando en particular en una columna reciente en la que argumentó que «[d]efinir a Israel como un Estado judío nos condena a vivir en un Estado racista», e instó a la gente a «reconocer la naturaleza racista del Estado». ¿Ha habido un cambio en sus escritos? Y en caso afirmativo, ¿qué significa?

No es un cambio, es un proceso. Mi postura se ha hecho más y más radical con el paso de los años, en contraste con la corriente opuesta de toda la sociedad: cuanto más nacionalista se hace Israel, cuanto más violento y agresivo se convierte el gobierno israelí, como en «Plomo Fundido», como en la Segunda Guerra del Líbano, como en el asalto a la Flotilla, todos esos acontecimientos me sitúan en una posición mucho más radical, obviamente, porque hay mucho más contra lo que protestar. Así que, sí, me estoy volviendo cada vez más radical, pero no se puede señalar una fecha concreta para decir que ese día me convertí en un radical. Es un proceso continuo.

¿Aceptaría la etiqueta de «anti-sionista» para definir sus puntos de vista?

Depende de lo que se entienda por «sionismo», pues el sionismo es un concepto muy fluido. ¿Quién puede definir qué es el sionismo? Si sionismo significa derecho de los judíos a tener un Estado, soy sionista. Si sionismo significa ocupación, soy anti-sionista. Así que nunca sé cómo responder a esa pregunta. Si sionismo significa tener un Estado judío a expensas de ser un Estado democrático, entonces soy anti-sionista, porque sinceramente creo que esas dos definiciones -«judío» y «democrático»- son contradictorias. Para mí, Israel debería ser un Estado democrático.

Entonces, ¿sería correcto decir que apoya un Estado para los judíos, pero no un «Estado judío» en el sentido de un Estado que mantiene artificialmente una mayoría judía?

Absolutamente. Debería ser un Estado para judíos que fuera un Estado justo, un Estado democrático, y si resulta que hay una mayoría palestina pues que haya una mayoría palestina. La idea es que los judíos deben tener su lugar, pero ese lugar no puede ser exclusivamente suyo, porque esta tierra no es exclusivamente suya.

Esto nos da pie a hablar de los «liberales sionistas, con los cuales usted ha sido muy crítico. Ha escrito usted que «[una] izquierda reacia a atreverse a hacer frente a 1948 no es una verdadera izquierda». En primer lugar, y por lo que respecta a los refugiados palestinos, ¿tiene una opinión formada sobre si debe permitírseles regresar?

En primer lugar debo dejar muy clara una cosa: el problema debe ser resuelto. Y mientras que el problema de los refugiados siga irresuelto, nada se solucionará. Esos cientos de miles de refugiados no pueden continuar, generación tras generación, viviendo en las condiciones en que lo hacen. Tienen derechos. Ahora bien, también es cierto que no se puede, y nadie quiere, solucionar el problema creando otro nuevo. Completo retorno significa crear nuevos refugiados. El lugar donde vivo en Tel Aviv pertenecía a un pueblo palestino. Si los dueños de ese pueblo regresan tendré que irme a otro lugar. Todo Israel es originariamente palestino, cuando no son sus pueblos lo son sus tierras, sus campos… casi todo eso pertenecía a los palestinos. Así que si se autoriza un retorno general se crea un nuevo problema. Por lo demás, hay muy pocos precedentes en la historia en los que se haya permitido a todo el mundo regresar a su hogar original décadas después de una guerra. Pero el problema hay que resolverlo.

Creo que podría haber una solución, pero requiere que Israel tenga buena voluntad, cosa que no tiene. Se requeriría, en primer lugar, que Israel reconociera su responsabilidad moral. Esa es la primera condición. Ya es hora de que Israel asuma su responsabilidad por lo que pasó en el 48 y se dé cuenta y reconozca que se produjo una especie de limpieza étnica, que la expulsión de 650.000 personas de sus tierras no era algo inevitable y que fue un acto criminal. Creo que asumir la responsabilidad sería el primer paso. Como segundo paso, Israel tiene que participar en un proyecto internacional de rehabilitación de los refugiados, algunos de ellos en los lugares donde viven. La tercera fase, obviamente, sería la del retorno total al Estado palestino, en caso de que existiera un Estado palestino. Y la última etapa debería ser un regreso simbólico, limitado, también a Israel. Huelga recordar que Israel ha absorbido en los últimos años a un millón de rusos y que la mitad de ellos no eran judíos. ¿Por qué podemos absorber medio millón de rusos no judíos y no absorber unos pocos cientos o decenas de miles de palestinos, que pertenecen a este lugar, cuyas familias viven en Israel? Así es como lo veo.

¿Prefiere usted dos Estados o un solo Estado? Y si prefiere una solución basada en dos Estados, ¿cuáles son los motivos de su preferencia? Por ejemplo, mi solución ideal sería la fórmula de un Estado bi-nacional o de un solo Estado, pero creo que por ahora la solución más justa que se puede lograr es la fórmula de los dos Estados. Así que si usted se decanta por una solución de dos Estados, ¿es porque piensa que esa es la solución más justa, sin más, o sencillamente la solución más justa que objetivamente cabe alcanzar en un futuro próximo?

En primer lugar, estoy totalmente de acuerdo con la forma en que lo ha expresado, yo mismo no podría haberlo formulado mejor. ¿El ideal, la utopía? Un único Estado para palestinos y judíos, con igualdad de derechos, una verdadera democracia, con igualdad real entre los dos pueblos. El problema es que no creo que tal cosa sea posible en estos momentos y mucho me temo que un Estado único se convertiría en un Estado apartheid. Las dos comunidades son muy… hay una gran abismo entre ellas. Tenemos que darnos cuenta de que la comunidad judía en Israel está hoy más desarrollada, es más rica, y que mezclar inmediatamente ambas sociedades creará mucha fricción. Hay también mucha mala sangre acumulada entre las dos comunidades. No creo que funcione y, por supuesto, no creo que funcione en igualdad de condiciones. Así que la única solución que queda es la solución de los dos Estados. El problema es que está empezando a ser demasiado tarde para eso, porque evacuar a medio millón de colonos… ¿quién lo hará? Nadie. Así que estoy bastante desesperado. Y la otra solución, que creo que será la más probable, será un cúmulo de soluciones artificiales: la mitad de un Estado palestino en la mitad del territorio… eso no va a durar, y con eso no se resolverá nada.

EL «SIONISMO LIBERAL»

Acabo de terminar la lectura de «Mitos del sionismo liberal», de Yitzhak Laor, que obviamente es muy crítico con la «izquierda sionista». ¿Qué piensa de la política de personas como David Grossman, Amos Oz, AB Yehoshua y de[l partido] Meretz? ¿Hacen una crítica lo suficientemente radical de la política israelí? Y, en caso contrario, ¿por qué su crítica es tan indulgente?

En primer lugar, Oz y Yehoshua estuvieron cenando en mi casa hace unas semanas, así que tengo que ser muy cauteloso con lo que digo, pero soy muy crítico con ese tipo de pensamiento. Puede añadir a [su lista al presidente israelí] Shimon Peres y al Partido Laborista. Esa es la típica hipocresía israelí, y yo en muchos sentidos aprecio más a la extrema derecha de[l ministro de Relaciones Exteriores israelí Avigdor] Lieberman que a Shimon Peres, ya que con Lieberman, al menos, sabes que lo que ves es lo que hay: está muy claro lo que defiende. La gente como Simón Peres o Meretz -y no digo que sean idénticos- y Oz y Yehoshua y Grossman, quieren comer sopas y sorber, comerse el pastel y dejarlo intacto, como decimos en hebreo. Eso no funciona.

Creo que a algunos de ellos les falta valor. Otros, como Shimon Peres, son hipócritas que hablan de paz y hacen lo contrario. Creo que Oz, Yehoshua y Grossman, a quienes conozco muy bien personalmente, tienen buenas intenciones. Pero en muchos sentidos aún están encadenados a la ideología sionista. No se han liberado de la vieja ideología sionista, que básicamente no ha cambiado desde el 48 -a saber, que los judíos tienen derecho a esta tierra, casi el derecho exclusivo. Están tratando de encontrar una manera de ser sionistas y defender la paz y la justicia. El problema es que el sionismo, en su significado actual, en su acepción común, es contradictorio con los derechos humanos, con la igualdad, con la democracia, y ellos no lo reconocen. Es demasiado difícil para ellos reconocerlo, darse cuenta de ello. Y por lo tanto su posición es una posición imposible, porque lo quieren todo: quieren sionismo, quieren democracia, quieren un Estado judío, pero quieren también derechos para los palestinos… Es muy bonito quererlo todo, pero tienes que elegir, y ellos no son lo suficientemente valientes para elegir.

Meretz apoyó la masacre de Gaza…

¡Y también lo hizo Yehoshua! En el libro hay un intercambio entre él y yo. Así lo hizo.

¿Por qué la apoyó? ¿Fue la presión del público? ¿Ha tenido ello consecuencias para la izquierda israelí?

Hace ya mucho tiempo que Meretz perdió el rumbo, y ahora es casi una nulidad. Es un grupo compuesto por tres parlamentarios -es decir, nada-, cada uno de los cuales tiene sus propios intereses, nada que ver con la ocupación. Uno se ocupa de los derechos de los gays, el otro se ocupa de cuestiones económicas, y la ocupación la tienen completamente olvidada. En estos momentos Meretz está sumida en una crisis profunda, muy profunda, y apoyaron la operación Plomo Fundido de la misma forma que apoyan la mayor parte de lo que hace este gobierno, de una manera que es vergonzosa para Meretz. Pero de todos modos Meretz es muy, muy marginal -tres parlamentarios-, y están perdiendo todas sus opciones, porque nunca llegarán a ser aceptados por los derechistas, y están perdiendo a los izquierdistas, porque ¿qué son? Para apoyar la operación Plomo Fundido ya puedo votar al Likud, ¿para qué necesito a Meretz?

LA OCUPACIÓN

Pasemos directamente a la ocupación. ¿Por qué ha elegido Israel ocupar a los palestinos? ¿Los motivos de la ocupación son los intereses económicos, la ideología…?

No creo que sea la economía, porque económicamente puedo dibujarle a usted un escenario en el que la paz traería a Israel mucha más prosperidad. El plan de asentamientos es uno de los proyectos más costosos en los que Israel haya invertido, así que no veo… No son razones económicas, ciertamente no.

Pero incluso si en general el fin de la ocupación supusiera un beneficio neto para la economía israelí, ¿no es cierto que existen ciertos poderosos intereses económicos en cuyo beneficio se mantiene la ocupación?

No lo creo. Ciertamente, esa no es una consideración importante. La ocupación es una continuación de la misma ideología que estableció el Estado: cuanto más, mejor; cuanto más grande, mejor… Sigue siendo esa ideología antigua que tenemos, ese afán de obtener ‘dunam tras dunam’, como decimos en hebreo. Es una cuestión de bienes raíces, se trata de acaparar la mayor cantidad posible de territorio. Se trata de creer que cuanto más grandes seamos más fuertes seremos, lo que no es el caso -al contrario, cuanto más grandes somos más débiles nos hacemos. Pero esta ideología nunca ha cambiado desde el 48.

Recientemente entrevisté a Norman Finkelstein y sugirió que se ha llegado a un punto e hizo a este respecto una analogía con la ocupación del Líbano en el que Israel se niega a retirarse simplemente porque ya está allí y otros le piden que se retire, y no quiere retirarse bajo presión. ¿Cree usted que hay algo de cierto en eso?

Ciertamente hay mucho de verdad en el hecho de que a los israelíes no les importan mucho los territorios [palestinos ocupados], pero viven tan bien y tienen tan poco interés y conocimiento de los territorios ocupados que ¿para qué meterse en el berenjenal de una retirada? ¿Por qué molestarse? Y en una situación en la que la mayoría de la sociedad es indiferente el único grupo activo significativo de la sociedad son los colonos, así que puedan dictar [su agenda], porque al resto de la población le importa un bledo, y no hay un movimiento real, significativo, a favor de evacuar los asentamientos.

¿Existe dentro de Israel alguna elite que se oponga a la ocupación?

No. Escribí una vez que la actual Knesset es la primera en la que de un total de 120 diputados no hay ni un solo parlamentario judío para el que luchar contra la ocupación sea el objetivo prioritario. Ni uno solo. Hay algunos partidarios de los movimientos anti-ocupación, pero para ninguno de ellos la oposición contra la ocupación es su principal estandarte. Con eso está dicho todo.

GAZA

En cuanto a Gaza, en su libro usted describe [la operación] Plomo Fundido como «una guerra que no fue una guerra», como «un ataque salvaje a la población más desamparada del mundo». ¿Puede hablarnos un poco de cómo la masacre fue percibida en Israel tanto a nivel popular como por políticos y comentaristas de los medios?

Para empezar, es lo mismo. La forma en que se describió en los medios de comunicación es la forma en que la gente lo ve -esa es la gran influencia de los medios de comunicación en Israel. Así que primero fue el escenario en el que estaban los cohetes Qassam: los describieron de forma exagerada. Luego vino la exigencia por parte de los medios de comunicación y de la gente de que «se hiciera algo». Luego vino la fase de demonización de Gaza: informaciones del tipo de «¡Arsenal de armas iraníes están siendo introducidos de contrabando por los túneles!», lo cual resultó ser una gran mentira, porque en Gaza apenas hay armas, a excepción de los primitivos Qassams. Pero la cuestión era demonizar y exagerar su poder. Y luego vino la exigencia de «hacer algo e ir a la guerra», llamando al ataque «guerra», lo cual también es una mentira. Aquello no fue una «guerra», porque las guerras se libran generalmente entre dos ejércitos, con algún tipo de resistencia; [en Gaza] prácticamente no hubo resistencia, aquello fue solo un brutal ataque contra una población civil. No hubo enfrentamientos. De los pocos soldados israelíes que murieron en la operación Plomo Fundido muchos fueron víctimas del fuego amigo. Así que aquello no fue una guerra. Pero esa es la forma en que fue percibida.

¿Cuáles son a su juicio los objetivos de la política de Israel hacia Gaza: el asedio y los periódicos ataques militares? ¿En qué lugar se sitúa la «preocupación por la seguridad»?

Creo que la seguridad es un factor, no pretendo afirmar que no lo sea. El problema es que cuando Gaza está en paz a nadie en Israel le preocupa Gaza. Indudablemente, el gobierno no puede tolerar los ataques contra el sur de Israel, ningún gobierno en el mundo los habría tolerado. Aquello no podía continuar: ¿caen Qassam todos los días y el Estado hace como si no ocurre nada? Eso es inconcebible. El problema es que nadie se pregunta por qué los palestinos lanzaban los Qassam. Supongo que si Gaza hubiera sido libre no habría habido ningún Qassam. Pero Gaza no es libre, y la ocupación de Gaza no terminó, simplemente cambió de formato. Creo que al gobierno israelí le gustaría empujar a Gaza a manos egipcias -cosa que no ocurrirá porque Egipto lo rechaza-, y también separar a Gaza de Cisjordania, debilitando a los palestinos. Esto último ya lo ha logrado. Y los palestinos también tienen cierta responsabilidad por ello: el hecho de que no pueden unirse es fatal desde su punto de vista. Así que todo se trata de hacer todo lo posible para deprimir Gaza, para ponerla bajo muros y vallas y que no se oiga más de ella.

Había un par de puntos en su libro en los que parecía que se replegaba usted al tipo de crítica «sionista liberal» estándar del tipo que ya hemos comentado. Por ejemplo (como ha señalado Asa Winstanley en su reseña), en la columna inmediatamente posterior al inicio de la operación Plomo Fundido se mostró usted muy crítico, obviamente probablemente el más crítico de toda la prensa israelí-, pero aún así la describió como una «reacción exagerada», lo que me hizo pensar que le hacía usted el caldo gordo a la idea de que se trataba de una ‘respuesta’ a la violencia palestina en lugar de una agresión israelí. ¿Mantiene usted su opinión de entonces?

Es una pregunta muy buena, si me permite decirlo. Siempre hay que leer esos artículos en el contexto de la época de su publicación. No es muy fácil criticar una guerra cuando apenas ha comenzado. Hubo muchos israelíes que criticaron la primera guerra del Líbano, la segunda guerra del Líbano y Plomo Fundido, pero sólo después de que terminaron o después de que degeneraron en fiascos. Mi primer artículo apareció… el sábado se desencadenó el ataque, yo escribí el artículo la tarde del sábado y apareció el domingo. En ese contexto, tenía que ser un poco más prudente para captar la atención de Israel. Y tuve que tomar en cuenta también la forma en que los israelíes lo ven. Ahora bien, puedo decir lo mismo hoy, y simplemente lo dije, que los Qassam no son algo que el gobierno pueda pasar por alto, ningún gobierno del mundo [lo haría]. Lo único es que yo creo que Israel debería preguntarse por qué disparan los Qassam. En general, seguro que hoy lo escribiría de forma un poco diferente, pero sólo un poco diferente.

¿Qué hay del hecho de que antes de la invasión Hamas se había adherido a un alto el fuego y se ofreció a renovarlo?

Por supuesto, pero eso lo escribí inmediatamente. Escribí que si de lo que se trataba era de conseguir un cese el fuego podíamos lograrlo sin una guerra, y no necesitamos una guerra para alcanzar un alto el fuego, de eso no existe la menor duda. Y a medida que se van sucediendo las guerras estoy en condiciones de asegurarle una cosa: la próxima guerra voy a ser aún más radical. Porque como israelí siempre dejo un cierto margen para la duda -quizás, quizás esta vez sea diferente -, pero no es el caso. No olvide que cuando empezó [el ataque a Gaza] yo no estaba seguro de que iba a ser lo que acabó siendo; podría haber sido una operación de un día, no sabíamos lo que estaba pasando.

LAS PERSPECTIVAS DE PAZ

Recientemente se ha anunciado que en septiembre se iniciará una nueva ronda de «conversaciones de paz». ¿Es usted optimista con respecto a los posibles resultados? [Nota: esta entrevista fue realizada el 20 de agosto, antes de iniciarse las ‘conversaciones de paz’]

En absoluto. Es otra escena de esta mascarada en curso, otra oportunidad para la foto. Pero no se trata solamente de ser escéptico sobre las posibilidades de que algo bueno surja de ahí: hay que recordar que también puede ser muy peligroso, pues los fracasos del denominado «proceso de paz» podrían dar lugar a otro baño de sangre. Ya vimos en el 2000 lo que ocurrió tras el fracaso de Camp David. Así que no se trata solo de decir «vamos a darles una oportunidad, tal vez salga algo bueno de ello». No va a salir nada bueno de ello, pero sí podría provocar otro derramamiento de sangre.

¿Observa muchos cambios en la forma en que la administración de Obama ha abordado el conflicto en comparación con sus predecesores?

Nada me haría más feliz que observar señales de cambio. No ha habido nada. Cuando fue elegido y leyó aquel discurso en Chicago, se me saltaron las lágrimas. Realmente esperaba y creía que iba a ser una atmósfera nueva, un mundo nuevo y un Oriente Medio nuevo. Nada, pero nada, ha salido de aquello. Es una decepción profunda, muy profunda.

¿Cree usted sinceramente que Israel desmantelará algún día sus asentamientos? ¿Es eso realista? Es evidente que sería un trauma enorme para la sociedad israelí los colonos han crecido hasta convertirse en una parte sustancial de la población. ¿Ocurrirá?

En primer lugar, hay que ser lo suficientemente realista como para creer en los milagros. No pienso que [lo que usted dice] vaya a ocurrir sin un milagro, pero este tipo de cosas ya han sucedido en la historia. Francia retiró a un millón de colonos de Argelia hace no muchos años. No digo que sea lo mismo -no es lo mismo, porque Argelia estaba allende el mar y esto está en nuestro patio trasero, así que no es tan simple. A pesar de todos mis deseos de ser optimista no veo que vaya a ocurrir, pero hay tantas cosas en la historia más reciente que han ocurrido inesperadamente… Mire lo que le pasó a la Rusia soviética, mire lo que pasó con el muro de Berlín, mire lo que pasó con el régimen del apartheid. Todos ellos fueron acontecimientos inesperados. Siendo realistas, racionalmente, no veo que vaya a ocurrir.

¿Qué deberíamos hacer en el Reino Unido y en EEUU los partidarios de la justicia en Palestina?

En primer lugar, levantar la voz y tratar de presionar a sus gobiernos para que dejen de apoyar la ocupación. Porque sus gobiernos de Europa están apoyando la ocupación, están apoyando el asedio de Gaza, están apoyando el boicot de Hamas, están apoyando a Israel como ocupante. Eso tiene que acabar. En cuanto a la campaña BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones), sobre esa cuestión tengo dos cosas que decir. En primer lugar, como israelí que no boicotea a Israel no puedo pedir a otros que lo hagan -no lo hago yo mismo. En segundo lugar, el boicot es un arma legítima -el propio Israel está haciendo un montón de boicots: Gaza, Hamas, Irán… Israel es un boicoteador de primer orden. A lo largo de la historia [el boicot] ha sido eficaz en algunos casos, como en Sudáfrica. No hay duda de que Israel se merece el boicot. Pero, ¿será eficaz en este caso? No estoy seguro. El peligro es que también podría incitar a la sociedad israelí a ser cada vez más nacionalista y a cerrarse más al mundo. En este caso no tengo una respuesta: ¿tendrá un efecto positivo o no? Entiendo el sentimiento de castigar a Israel, pero el boicot no puede ser un objetivo. Es sólo un medio. Y como medio no estoy seguro de que sea eficaz, realmente no lo sé. Desearía que lo fuera, pero no estoy seguro.

Si los activistas de EEUU consiguieran modificar la política exterior estadounidense de manera significativa, ¿podría Israel continuar con la ocupación sin el apoyo de EEUU?

De ninguna manera. Israel no puede continuar con nada, ni siquiera con su propia existencia, sin el apoyo de los Estados Unidos. Israel nunca estuvo tan aislado y nunca fue tan dependiente de los Estados Unidos como ahora. Así que la clave se encuentra en Washington, sin duda. El problema es que yo no veo… Veo un cambio en Washington, pero es mínimo.

Cuando le dije a mi padre [un ciudadano israelí que vive en Israel] que le iba a entrevistar, se rió. Cuando le pregunté por qué, me dijo que en Israel a usted lo odian. ¿Cómo de aislado cree que se encuentra usted en la sociedad israelí?

Creo que la reacción de su padre es típica. Ni que decir tiene que mi voz es una voz muy marginal, pero todavía tengo el privilegio de ser oído. Salgo a menudo en televisión, en la televisión convencional, y escribo con total libertad mis columnas de Haaretz, que es un periódico mainstream. Y sí, estoy muy solo y mi voz es una voz muy solitaria, pero ya sabe, la historia está llena de casos en los que las mayorías estaban equivocadas y las minorías tenían razón.

Última pregunta: ¿Le resulta difícil seguir adelante, aislado, sin dejar de ser tan crítico como es?

No. No es siempre muy agradable, pero ¿acaso tengo elección? No puedo cambiar mi forma de pensar, no voy a dejar de alzar mi voz mientras pueda alzarla y mientras disponga de los medios para hacerlo -y, en general, como he dicho, me siento con mucha libertad para hacerlo. Todo el precio que estoy pagando es un precio relativamente menor.

***

Gideon Levy es un destacado periodista israelí y miembro del consejo editorial de Haaretz. Su libro más reciente es The Punishment of Gaza, publicado por Verso.

Jamie Stern-Weiner escribe para New Left Project, donde esta entrevista apareció originalmente.

(1) Sheikh Jarra: barrio árabe de Jerusalén del cual los colonos judíos, con la complicidad del aparato judicial israelí, han expulsado a varias familias palestinas alegando que en tiempos del Imperio Otomano sus viviendas pertenecían a judíos, pese a que los genuinos documentos turcos certifican lo contrario. En vista de que los colonos judíos persisten en su empeño de apoderarse de más viviendas palestinas, dejando a más familias palestinas literalmente en la calle, algunos activistas judíos han iniciado una campaña de solidaridad concentrándose en el barrio todos los viernes para protestar contra las expulsiones y desalojos de palestinos. La policía israelí ha declarado ilegales esas manifestaciones.

Fuente: http://www.counterpunch.org/stern09082010.html