Una cuarta parte de los mamíferos y uno de cada ocho pájaros está bajo amenaza de extinción, escribía ya hace doce años el gran periodista M. Martí Font al relatar las advertencias de expertos reunidos por la UNESCO. Son 15.589 especies animales y otras 60.000 especies vegetales en riesgo de desaparecer. Se ha perdido el […]
Una cuarta parte de los mamíferos y uno de cada ocho pájaros está bajo amenaza de extinción, escribía ya hace doce años el gran periodista M. Martí Font al relatar las advertencias de expertos reunidos por la UNESCO.
Son 15.589 especies animales y otras 60.000 especies vegetales en riesgo de desaparecer. Se ha perdido el 45% de los bosques, así como el 10% de los corales. La definitiva hegemonía del Homo sapiens sobre el planeta Tierra ha desencadenado un proceso de desaparición de especies que se desarrolla a un ritmo cientos de veces superior al natural, un fenómeno cuyo inmediato precedente habría que buscarlo en la desaparición de los dinosaurios, hace 65 millones de años.
Comentaba la alarma denunciada por más de mil expertos y políticos de 30 países que participaron en la Conferencia Internacional sobre Biodiversidad, en la sede de la UNESCO.
Por su importancia, actualidad y sobre todo para los que niegan el cambio climático y los desastres acusados a la naturaleza y muchas de las especies que la habitan, recordamos las más importantes: «La Tierra es un planeta muy mal conocido», afirmó el estadounidense Edward Wilson, el científico que en 1980 acuñó el concepto de biodiversidad como el conjunto de especies vivas del planeta, su variabilidad genética y sus ecosistemas. «El hombre tan solo ha descrito 1,8 millones de especies sobre 10 y 30 millones que calculamos que existen; un solo gramo de suelo fértil contiene 5.000 tipos de bacterias», añadió. El ritmo de desaparición es tan rápido que entre 2002 y 2004 el número de especies amenazas pasó de 10.046 a 15.589, según la Lista Roja de Especies Amenazadas. Imagínese lector la situación 12 años después.
Los expertos afirmaron que esa conferencia ponía en evidencia el fracaso de los objetivos marcados en la Conferencia sobre la Biodiversidad de Río de Janeiro, de 1992, cuyas conclusiones firmaron 188 países, pero que no imponía obligaciones ni objetivos concretos, así como la llamada Cumbre de la Tierra celebrada en 2002 la localidad surafricana de Johannesburgo.
El ex presidente francés, Jacques Chirac, propuso crear una red mundial de expertos sobre biodiversidad que podría inspirarse en el grupo intergubernamental sobre el cambio climático. El objetivo de esta red sería identificar el máximo de especies posibles y descifrar la complejidad de las relaciones que se producen entre ellas, lo que según el presidente francés es la «clave del frágil equilibrio de la biosfera». Chirac añadió: «Somos las últimas generaciones en tener la capacidad de detener la destrucción de los seres vivos, antes de sobrepasar un umbral irreversible, más allá del cual incluso el futuro de la Humanidad sobre la Tierra pueda estar en peligro».
El mundo vive «una crisis sin precedentes desde la extinción de los dinosaurios», aseguró el director general del Programa de la ONU para el Medioambiente, Klaus Tope. «Ha llegado el momento de plantearnos la manera de interrumpir esta pérdida de diversidad por el bien de nuestros hijos y de nuestros nietos», añadió. Lo que está en peligro es una biodiversidad que ha sobrevivido a seis grandes periodos de extinción, y que comenzó a desarrollarse hace 3.000 millones de años.
Cada año se pierden 14 millones de hectáreas de bosque, lo que no sólo conlleva la extinción de multitud de especies que viven en ellos, sino que con la desaparición de espacios verdes se reduce la capacidad de los pulmones del planeta, que pierde así capacidad de producir oxígeno. Porque la biodiversidad es esencial para la vida humana, tanto para asegurar su subsistencia alimentaria como para desarrollar sus recursos médicos porque el 70% de la farmacopea moderna es de origen natural. Y todavía muchos políticos y dirigentes mundiales actúan como si esas advertencias y otras muchas más no se hubieran producido. Ya no cabe pretextar ignorancia ante una catástrofe de esta magnitud.