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De símbolos y ciudadanos admirables

Una fácil muestra de solidaridad para la ciudadanía de izquierdas

Fuentes: Rebelión

Brevemente. Empecé a dar clases en 1981. Hice mis prácticas de profesor de Filosofía en el instituto Balmes de Barcelona. Allí había estudiado Manuel Sacristán de joven. Para obrar en coherencia con la tradición, invité en febrero de 1983 a Francisco Fernández Buey a dar una conferencia sobre Marx. Era el año el centenario. Fue […]


Brevemente. Empecé a dar clases en 1981. Hice mis prácticas de profesor de Filosofía en el instituto Balmes de Barcelona. Allí había estudiado Manuel Sacristán de joven. Para obrar en coherencia con la tradición, invité en febrero de 1983 a Francisco Fernández Buey a dar una conferencia sobre Marx. Era el año el centenario. Fue inolvidable. No sólo para mi. Antiguos alumnos que aún veo siguen recordando las palabras de Paco, su tono, sus explicaciones, sus pasiones razonadas. Muchos no han olvidado la lista de preferencias de Marx de la que nos habló el autor de Marx (sin ismos): «Nada humano me es ajeno», por ejemplo; su color preferido: el rojo por supuesto, o sus héroes, Kepler y Espartaco.

La sala del profesorado del Balmes tenía colgados retratos de sus directores desde mediados del siglo XIX. Todos hombres. A la única directora que hasta entonces había habido no se le había hecho ningún retrato. También había un crucifijo. Era parte indiscutida del escenario. Cuando me animé, algo nervioso, fui capaz de sugerir en un claustro, con la máxima cortesía de la que fui capaz -no me fue fácil: yo era entonces un activo militante del Movimient Comunista de Catalunya-, que parecía ajustado a derecho y a principios éticos elementales que el símbolo de una cosmovisión religiosa no presidiera los encuentros del profesorado de un instituto público que debía ser ajeno a toda concepción religiosa. Se me objetó. Se me señaló, siguiendo unas palabras recientes de Tierno Galván, que Cristo era símbolo de paz, que no debíamos volver a las cruzadas de antaño, que había que ser abiertos y no dogmáticos, que el marxismo era inflexible y dictatorial, y que yo era una muestra de ello. Etc. Respondí a medias, con escasas fuerzas, pero solicité finalmente una votación sobre mi propuesta. Ganamos, ganamos por poco. El símbolo no ha vuelto al Instituto. Lo he comprobado: mi hijo estudia allí.

Han pasado 26 años desde entonces, más de un cuarto de siglo. Supuestamente, el nacional catolicismo español tiene menos poder institucional, ha disminuido sus apoyos, se ha modernizado y el espadón no amenaza. Teóricamente, sólo teóricamente.

Fernando Pastor es el nombre del ciudadano que ha luchado para conseguir la sentencia del Juzgado de lo contencioso-administrativo número 2 de Valladolid que ordena la retirada de un símbolo religioso, del que nadie por otra parte ha hablado sin respeto, de las aulas y espacios comunes -insisto: aulas y espacios comunes- de un colegio público . Detengámonos un momento: un ciudadano ha tenido que recurrir a la vía judicial para retirar un símbolo religioso de una determinada cosmovisión religiosa de un espacio público regido por una Constitución que no es confesional. ¿Por qué?

Han sido según parece tres años de proceso judicial. La presencia del símbolo en cuestión contaba con la complicidad, cuando no la indicación, de la dirección de una institución pública, con el acuerdo implícito del consejo escolar y, desde luego, con el visto bueno y la pasividad de la «autoridad competente» a la que seguramente Fernando Pastor habrá reclamado, argumentado, pedido y explicado por activa y pasiva la racionalidad, la coherencia sin tacha de su petición.

La resolución judicial es una inferencia fácilmente extraíble, de libro de introducción a la teoría de la argumentación, de una Constitución que, por lo demás, no se destaca por su laicidad. Baste pensar que numerosos cargos públicos siguen jurando actualmente su cargo en nuestro país, siguen tomando posesión de su cargo público en presencia de símbolos religiosos. Ni que decir tiene que el señor José Bono, la tercera autoridad del Estado, no cesa de manifestar públicamente un asunto estrictamente privado: su catolicidad. No les recuerdo las hazañas del embajador español ante la santa Sede para no incrementar el porcentaje de acidez en las paredes de su esófago; es peligroso.

Fernando Pastor, nuestro admirable ciudadano, está siendo objeto de acoso, insultos e improperios por ciudadanos y ciudadanas ultracatólicos/as del colegio donde lleva a su hija, animados según parece -horror sobre horror- por la conservadora dirección del mismo. Así se expresa el propio Pastor en una carta reciente:

Esperemos que la Junta no recurra y se acabe cuanto antes, pues hoy ha habido incidentes serios en el colegio, con un grupo de padres descargando su ira contra mí, tanto a la entrada como a la salida. Yo, que me tengo por una persona mentalmente fuerte, creo que no podré aguantar que se repitan más días, en presencia de mi hija como ha ocurrido hoy. Estoy muy triste y preocupado por ello, tanto que por primera vez ha pasado por mi cabeza abandonar, cambiar a la niña de colegio y dejarlo todo. Luego en frío veo que no puede ser que eso ocurra, y que hay que seguir, pero hoy que pensaba que iba a ser un día feliz, el primer día post sentencia, ha sido triste. Me recordaba la ira reaccionaria de los sectores más ultras, con infundios y demás. Y todo instigado por la directora del colegio, que ha debido de decir que por mi culpa este año no hay fiesta de navidad.

Un ciudadano, otro ciudadano solidario, ha escrito a Fernando Pastor. Se ha expresado así:

Hola, soy Francisco, maestro y padre del colegio Alvar Fañez de Minaya de Guadalajara. Primero felicitarte por lo conseguido y segundo exponerte la situación por aquí.

Al comenzar el curso retiré del aula de mi tutoría el crucifijo y pedí al director en claustro que hiciera lo propio con todos los crucifijos e imágenes religiosas del centro por las mismas razones que ahora ha esgrimido el juez para hacerlo. Ante mi decisión me instó a colocarlo de nuevo, puesto que la mayoría del alumnado va a clase de religión, y ante mi negativa me amenazó con abrir expediente. Después llevó el caso al consejo escolar que se declaró no competente en la materia, pero hasta decisión de la administración me instó a colocarlo otra vez, cosa que hice. La delegada provincial dijo que eso es cosa del consejo escolar y en esas estamos.

El director en todo momento se agarró a la sentencia anterior donde se resolvía que era el consejo escolar quien tenía que decidir. Ahora, junto a un compañero del centro y varios padres, hemos decidido presentar otra vez nuestra solicitud, ante la dirección del centro y ante la delegación provincial, y acompañarla, si es posible, de la sentencia integra de vuestro caso. De esta forma esperamos que la situación se solucione sin mucho ruido haciendo el colegio un poquito mejor para todos.

Por todo ello te pido que, si es posible, me mandes una copia de la sentencia a este correo.

Sin mas, reiterar mi felicitación, y enviarte un saludo.

Reparemos en ello: una delegada provincial, del PSOE seguramente, que dice que este asunto es tema del consejo del centro y un director que «argumenta» la permanencia del símbolo en base a que la mayoría de los alumnos del colegio van a clases de religión. España, siglo XXI.

Loles Dolz, del área federal de Educación de IU, ha hecho un llamamiento para que se envíen correos electrónicos mostrando nuestro apoyo y solidaridad a Francisco Pastor. La sugerencia es razonable, muy razonable. La dirección del admirable ciudadano vallisoletano es: [email protected]. ¿A qué esperamos?

Es bueno de dudar de todo, como querían Bacon y Marx, pero, ¿cabe aquí alguna duda razonable independientemente de nuestras creencias religiosas si estas existieran?