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Una fisura en la monoculturalidad

Fuentes: El Cohete a la Luna

El primer canal indígena de televisión de Argentina cumplió 10 años..

Hace pocos días me invitaron a un acto para conmemorar los 10 años del lanzamiento de Wall Kintun TV, el primer y (por ahora) único canal indígena y mapuche que cuenta con permiso del ENACOM (Ente Nacional de Comunicaciones), el organismo del Estado nacional que regula o administra el espectro radioeléctrico por donde transita una buena parte de los servicios de comunicación en la Argentina. Es el ente que reemplazó, mediante decreto macrista, a la AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual), creada por la conocida Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Aquella ley que las corporaciones mediáticas, pata fundamental del poder fáctico en nuestro país, combatieron hasta el límite de exponerse, haciéndose visibles en toda su dimensión.

Wall Kintun TV salió al aire por primera vez el 7 de diciembre de 2012.

Desde ese debate se pudo saber popularmente que esas inocentes y divertidas pantallas eran en realidad armas de destrucción masiva del sentido, utilizadas para mantener en la oscuridad las formas de ejercer ese poder por encima de las leyes, los poderes del Estado y la voluntad popular.

En 2012, junto a un grupo intercultural de militantes de la palabra y la plurinacionalidad, logramos materializar el derecho indígena a la Comunicación con identidad, luego de haber trabajado para incidir para su inclusión en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Después de un arduo trabajo pateando puertas, logramos que algunas oficinas del Estado se conmuevan y, a pesar de una mirada paternalista, aporten lo mínimo. El intercambio era bastante justo porque el logro de poner al aire Wall Kintun TV el 7D no era poco para una pelea de fondo. Se ofrecía con este suceso darle sustancia política a una serie de slogans que hasta el momento no llegaban a la práctica. La diversidad de voces era en esa época una bandera, un deseo y una colina muy difícil escalar.

Recordemos que hasta ese momento no era posible ofrecer licencias nuevas sin concursos, y los concursos estaban demorados. Esta mala gestión impedía que se pudiera ampliar la exigua oferta de canales y radios en todo el país, que eran o deberían ser la esencia de la multiplicidad de voces. Pero sí se podían dar permisos de emisión a la sociedad civil organizada por fuera del Estado, como las universidades, la Iglesia y los pueblos originarios. Y allí estábamos nosotros, proponiendo no que nos den una ayudita para los pueblos, sino la creación de una herramienta poderosa en un territorio conflictivo.

Al final salimos al aire y ese 7 de diciembre, fecha de entrada en plena vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, al menos en esa ciudad dejó de existir un monopolio en los canales de aire. Hasta ese momento emitía sólo Canal 6, repetidora de Canal 13 de Buenos Aires, con un mínimo de programación local. Ni siquiera el provincial Canal 10 emitía en esa ciudad por un convenio con Artear, que tenía por finalidad no repetir en dos canales la misma programación porteña.

Desde allí sucedieron muchas cosas, y Wall Kintun TV sigue en pie gracias al coraje y tenacidad de los equipos que hoy lo conducen, muchas veces con dificultades económicas por depender sólo de fondos concursables del ENACOM. Es decir que su sustentabilidad queda expuesta sólo a conseguir pauta, como si fuera un canal comercial con capital y ambición de ganancias o librado a las decisiones de un jurado designado por autoridades de turno.

Hasta hoy, el Estado argentino no financia ni al canal ni a las radios indígenas de manera estable, ni como reconocimiento de hecho de una sociedad plurinacional, o al menos como parte de una política de reparación histórica por intentar desaparecer mediante la violencia física y simbólica la cultura de los pueblos preexistentes a la conformación del Estado y el desembarco del imperio español.

Diez años después, es aún más necesario fortalecer la comunicación con identidad en el marco de una avanzada NeoRoquista, plagada de una violencia que durante los gobiernos de derecha se vuelve sanguinaria, utilizando el aparato represivo del Estado. Cuando esa facción odiante queda fuera del manejo de los Ejecutivos, lo continúa en manos privadas, como los matones que asesinaron al peñi Elías Garay el año pasado, y que recientemente fueron condenados sin que ningún medio lo informara.

No olvidemos que en Cuesta del Ternero, una comunidad recupera territorio que, si bien pertenece al Estado, este lo tiene concesionado a un empresario a quien señalan como testaferro del magnate Joe Lewis. La comunidad, la Lof Quemquemtrew, es rodeada y asediada hasta el colmo de impedirle entrar alimentos. En ese contexto, dos ex empleados y contratistas del empresario asesinan a sangre fría a uno de los miembros de esa recuperación y hieren gravemente a otro. Lo mismo que pasó con Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, pero esta vez por matones supuestamente pagos por testaferros de quienes financian viajes de placer y rosca a periodistas, fiscales, jueces, servilletas y ministros bocones de Seguridad, conocidos en diversos chats como “Los Huemules”.

Hasta hoy, el Estado argentino no financia ni al canal ni a las radios indígenas de manera estable.

El sueño de aquella fundación de Wall Kintun TV aún se encuentra pendiente. Las 150 comunidades que viven y se desarrollan bajo las leyes de la provincia de Río Negro todavía esperan por un Estado que, en el marco de la reparación histórica indispensable para sanar la herida de un genocidio con intento de etnocidio, colabore con la recuperación de la cultura, poniendo en valor esta herramienta para la propia comunicación con el objetivo de fortalecer el camino de una convivencia intercultural.

La derecha avanza ganando sentido en todo el mundo y sus víctimas seguirán siendo los pueblos, naciones o todo lo que sea diferente. Ahora queda mal hablar de la “raza superior”, pero su hermano menor, el enemigo interno-externo que atenta contra la Patria, está de moda. Pu mapuce no son los únicos, sino los primeros. Como ya sabemos, esta mancha de odio se expande y destruye todo lo que aparece en su camino, como dice el poeta contemporáneo.

Alguna vez sentiste muy de cerca 
avanzar a la tragedia 
Todo lo pisa y lo rompe 
y en su lomo lleva 
a una niña buena.

“La historia esta”, León Gieco.

Pero hay que guardar esperanza y tomar como propia lo que dicen mis Hueney: “10 veces estamos vivos, 10 veces venceremos” (Marici Wew, en mapuzungun).

Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/una-fisura-en-la-monoculturalidad/