El cineasta y activista Basel Ramsis defiende que al país árabe le quedan aún varios años de lucha hasta alcanzar los objetivos de «pan, libertad y justicia social». Acusa a EEUU, la UE e Israel de «intentar salvar a los Hermanos Musulmanes, porque garantizan sus intereses colonialistas» Basel Ramsis llevaba tiempo advirtiendo de la caída […]
El cineasta y activista Basel Ramsis defiende que al país árabe le quedan aún varios años de lucha hasta alcanzar los objetivos de «pan, libertad y justicia social». Acusa a EEUU, la UE e Israel de «intentar salvar a los Hermanos Musulmanes, porque garantizan sus intereses colonialistas»
Basel Ramsis llevaba tiempo advirtiendo de la caída de Mursi. Y acertó. El cineasta y escritor egipcio-español ha dirigido cortometrajes, largometrajes documentales y video artes en Egipto, España, Líbano o Palestina, y actualmente ejerce como profesor de cine. Encarcelado y torturado en varias ocasiones durante el régimen del dictador Hosni Mubarak, que hoy cumple cadena perpetua, Ramsis está estrechamente vinculado a movimientos de defensa de los derechos humanos. Durante los próximos días será uno de los ponentes en el foro cultural del festival Rototom Sunsplash, (Benicàssim del 17 al 24 de agosto), motivo por el que Público se ha puesto en contacto con el cinematógrafo y activista egipcio, que se niega a definir el derrocamiento de Mursi como un golpe de Estado, y defiende que a Egipto le quedan aún varios años de lucha hasta alcanzar los objetivos de «pan, libertad y justicia social».
-Dos años y medio después de que comenzase la primavera árabe, y con la perspectiva que tenemos hoy, ¿qué fue realmente este movimiento? ¿Puede la caída de Hosni Mubarak encuadrarse en este marco?
-Nunca uso el término primavera árabe, porque no se corresponde con la realidad que ha vivido el mundo árabe. Lo que ha ocurrido en el mundo árabe son revoluciones árabes. Lo que ocurrió en Túnez, en Egipto en Yemen y en Siria, con algunas manifestaciones en Jordania y Argelia, también en Marruecos… Es una ola revolucionaria que en algunos lugares ha tenido el aspecto de revolución popular y en algunos otros se han producido revueltas muy puntuales. Lo que ocurrió en Egipto contra Mubarak en enero de 2011 es el comienzo de la revolución egipcia, la primera ola de la revolución, que consiguió una parte de sus objetivos y ha seguido desarrollándose durante estos dos años y medio. La última ola llegó del día 30 de junio contra el mismo régimen de Mubarak, pero en su aspecto islamista, con los Hermanos Musulmanes en el poder. Hay gente que lo llama un golpe de Estado, pero no comparto este término. Estuve ahí, participé en las revueltas, y no creo que podamos llamarle un golpe de Estado.
-¿Están teniendo repercusión en el resto de países árabes los cambios que han tenido lugar en Egipto tras el derrocamiento del presidente Mursi?
-Creo que sí. Creo que en Túnez y en Siria empieza a notarse su efecto. En Túnez está teniendo lugar un movimiento popular parecido al que surgió en Egipto contra el poder islamista. En el caso de Siria, como la alternativa al régimen de Bachar -que no se puede defender- son principalmente los que han gobernado Egipto en el último año, se empiezan a ver cambios dentro de la oposición siria. Se empieza a ver que la parte de la oposición laica, progresista y de izquierdas quiere romper la alianza que han mantenido con los islamistas durante estos dos años, desde que comenzó la revolución siria. Siria está ahora mismo en una guerra civil entre muchas partes, muchos jugadores, con un mapa político más complicado que el de Egipto o Túnez, especialmente también por la presencia de muchas comunidades religiosas.
La caída de Mursi tiene un efecto a largo plazo. En mi opinión, durante los próximos años llegará el final del proyecto político-religioso que nació hace 85 años, el comienzo de la caída de los comerciantes de religión en toda esta zona, y no solamente en el mundo árabe, sino en todo oriente medio y en todo el mundo musulmán.
-Sin embargo, el presidente Mursi venció unas elecciones que usted también ha criticado, acusándole de haber comprado votos. Teniendo en cuenta esto, que Mursi ya ha ganado unas elecciones, ¿qué hace pensar que los Hermanos Musulmanes no saldrán elegidos en los próximos comicios?
-La popularidad de los Hermanos en Egipto es la peor que han tenido en 80 años. Puede ser que vaya a presentarse un candidato islamista para las próximas elecciones, no estoy negando que pueda ocurrir, pero no creo que gane. No lo creo porque el pueblo egipcio en su mayor parte no quiere este modelo, gente que habla en nombre del islam y juega en la política con las mismas reglas sucias o peores que las del régimen de Mubarak, contra el que ellos mismos se rebelaron. Que se presenten y tengan votos sí, pero no van a ganar.
-A día de hoy, ¿hay garantías de que las nuevas elecciones vayan a ser democráticas y limpias? ¿Van a ser seguras?
-Estamos en otra fase. Un gobierno nuevo está empezando a trabajar, todavía no ha sido establecido en realidad. Por otro lado, tenemos el problema de la violencia armada, el terrorismo de los islamistas en Sinaí y otras ciudades, en las acampadas armadas que tienen dentro de El Cairo… Son las dos tareas principales, pero también está la tarea de la modificación de la constitución o la creación de una nueva. ¿Que vaya a haber garantías? Pues no. Depende de nosotros, del trabajo que hagamos en la calle para exigir y obligar al poder a que las elecciones sean limpias y democráticas de verdad, y del papel que juegue la comunidad internacional, de la observación que realicen de estas elecciones, de si están cerca para ver cómo funcionan.
Otra cosa es que el régimen que hay ahora es la continuidad de los de Mubarak y Mursi, no es un régimen revolucionario impuesto por la calle. Puedes tener confianza en que el régimen representará la voluntad del pueblo egipcio, pero en realidad ha sido un régimen marcado por la corrupción y las irregularidades. Aún así, hay una diferencia entre este régimen y el de Mursi: la religión. El régimen de Mursi tenía además aspectos fascistas, y creo que es un logro muy importante haber acabado con él, pero eso no significa la aceptación del nuevo poder, al contrario. Debemos seguir luchando por los objetivos principales de la revolución del 25 de enero, que hasta ahora no hemos conseguido.
-Antes mencionaba los casos de Túnez o Siria. Teniendo en cuenta la situación actual en Egipto, el número de muertos registrado en los últimos enfrentamientos, y que no parece que la solución vaya a llegar a corto plazo, ¿es posible que se desencadene una guerra civil?
–Es probable. Nadie puede decir si va a pasar o no, pero es probable. Lo que hizo el Ejército el día 3 de julio quitando a Mursi y aceptando la hoja de ruta impuesta por la campaña Rebeldía creo que ha alejado a Egipto de la alternativa de la guerra civil; ha salvado a Egipto de una guerra civil que estaba a punto de empezar. Ahora mismo vivimos un conflicto, una lucha entre la voluntad del pueblo egipcio, que ha decidido acabar con el régimen de los Hermanos Musulmanes, y las milicias armadas de la Hermandad. Es un conflicto violento, pero no es una guerra civil. Que pueda caer en una guerra civil, que el Ejército se pueda dividir y que una parte luche contra el resto, o que las fuerzas democráticas y revolucionarias tomen las armas y entren en conflicto-sea con el régimen actual o contra los Hermanos Musulmanes- no es una vía descartable, pero hoy no hay una guerra civil. ¿Qué puede ocurrir? Actualmente, Egipto está abierta a todo tipo de guiones.
-En el caso de que la situación se estabilice y se avance hacia un proceso democrático, ¿cómo se va a aplacar a los Hermanos Musulmanes y sus simpatizantes? ¿Cómo tranquilizar a esta parte de la población que sigue pidiendo la vuelta de Mursi y la restitución del régimen anterior?
-La vuelta de Mursi es imposible. Mursi entró en la historia egipcia de la peor manera de la que podría entrar un presidente… El juego, la lucha que hay ahora es sobre si los Hermanos Musulmanes, si el fascismo religioso sale salvado de esta batalla y puede seguir existiendo o no. ¿Cómo se va a resolver? No se sabe. Lo que parece es que el poder actual quiere mantener estas fuerzas islamistas para dar miedo en el futuro a cualquier fuerza revolucionaria, para usar este miedo, este terror religioso en contra también del pueblo egipcio. Las fuerzas democráticas y revolucionarias en su mayoría quieren acabar esta situación con el final de los Hermanos Musulmanes y su formación política, y si ellos, o los restos de ellos o los jóvenes quieren formar partidos políticos tienen que aceptar dos cosas: el juego democrático sin utilizar la violencia y que no se juega con la religión en los aspectos políticos. Puedes presentar cualquier tipo de fuerza política, de partido, pero sin jugar con la religión, sin decir que hablas en el nombre de un dios.
-¿Qué papel tienen los actores internacionales en esto? ¿Están los medios de comunicación occidentales informando de lo que realmente pasa en Egipto?
–Hay tres fuerzas internacionales principales: EEUU, la Unión Europea e Israel. Las tres intentan salvar a los Hermanos Musulmanes, porque es la única fuerza política que les garantiza sus intereses colonialistas. Intentan posicionar al nuevo poder en Egipto a favor de los Hermanos Musulmanes para que Egipto nunca pueda llegar a ser un estado democrático de verdad. Por lo que veo y leo, el papel de los medios de comunicación occidental en su gran mayoría es seguir el camino marcado por estas fuerzas internacionales de una forma muy consciente. Apoyar los intereses de las empresas y los bancos internacionales para ‘comerse’ Egipto, para que siga como una colonia. La mayoría de los medios de comunicación y de los periodistas no tienen ni idea de lo que pasa en Egipto, y dan informaciones falsas e incorrectas.
-¿Cuáles son los retos a los que debe enfrentarse Egipto en los próximos meses de cara al proceso democrático? ¿Qué queda pendiente?
-Todo. Queda pendiente todo. Egipto lleva 7.000 años sin vivir un periodo de democracia real. Los egipcios llevan 7.000 años sin gobernarse a sí mismos de una forma transparente, lejos de la corrupción, la dictadura, los regímenes militares y los comerciantes de la religión. Estamos hablando sobre un desagüe que ha estado cerrado durante 7.000 años. Cuando lo abres, sale toda la mierda de golpe, las peores cosas que puedes encontrar. Lo que queda para Egipto no son tareas para meses, son tareas para los próximos años. Lo que queda es intentar llegar a ser un estado independiente, un estado democrático de verdad. Un estado que trabaje por los intereses de sus ciudadanos y no por los de fuerzas internacionales. Esa es la batalla principal que todavía va a durar muchos años. La caída de Mubarak no era el objetivo: el objetivo es conseguir pan, libertad y justicia social, el lema que los manifestantes de la plaza Tahrir tomaron desde el primer día, y hasta hoy no hemos conseguido ni pan, ni libertad ni justicia social. Ese es el objetivo y vamos a trabajar sobre ello, años y años.
-En países occidentales como España, en los que se nos llena la boca hablando de democracia, ¿hemos conseguido implantar un sistema democrático real?
-No. En ningún lugar del mundo hay un sistema democrático real. Hay sistemas mejores que otros. El papel de la Iglesia en España es peor que el que tiene en Francia, que es un país laico. La monarquía en España juega un papel muy negativo desde mi punto de vista, pero la situación de la vida política y social es mucho mejor en España que en Egipto o Túnez. Pero si me preguntas si hay un país que viva realmente una democracia real, mi respuesta es no. La democracia real, desde mi punto de vista, es una democracia hecha desde las bases, y está establecida sobre la elección directa de las gentes a sus representantes en los lugares de trabajo, en los barrios… No el sistema parlamentario burgués que domina al mundo. En Egipto estamos en una fase inferior, pero eso no significa que el objetivo sea llegar a este modelo, no. Tú mismo puedes leer sobre los movimientos de protesta que han ocurrido en España durante los últimos años. Ahora tenemos un presidente corrupto y no sabemos quitarlo. Lo digo porque también soy ciudadano español y tengo derecho a decirlo. En España tenemos un presidente corrupto y no sabemos quitarlo, y por eso no podemos hablar de una democracia real.