La foto de los niños israelíes escribiendo cartas de muerte sobre las bombas que lanzan los aviones sobre Beirut, no provoca sino burlas contra ese estado que ha adoptado la estupidez y el odio como política y luego berrea pretendiendo que los palestinos y los libaneses generan la cultura del odio contra él. Parece que […]
La foto de los niños israelíes escribiendo cartas de muerte sobre las bombas que lanzan los aviones sobre Beirut, no provoca sino burlas contra ese estado que ha adoptado la estupidez y el odio como política y luego berrea pretendiendo que los palestinos y los libaneses generan la cultura del odio contra él.
Parece que esta infancia israelí era parte de los conceptos de la campaña militar contra el Líbano. Los hechos de los pasados días señalan que el ejército israelí se ha metido en su quinta guerra en el Líbano, persiguiendo lograr un objetivo político compuesto de dos partes:
La primera es provocar tanta destrucción como sea posible en las infraestructuras libanesas con el fin de debilitar la estructura estatal y empujar a los libaneses a un estado parecido al iraquí, es decir, un caos interior completo, en caso de que se nieguen a aceptar la propuesta israelí de que sean ellos quienen ataquen a Hizb Allah.
La segunda parte, consiste en desplegar una fuerza de la OTAN por la frontera libanesa del norte con Israel, uniéndose a Israel de hecho en el frente de combate del terrorismo y dándole a sus guerras contra libaneses y palestinos la legalidad de la guerra abierta que anunció Bush.
Sin embargo, lo que se les ha pasado por alto, es que para lograr estos objetivos no sólo es necesaria una victoria militar en el sur, sino que esta victoria tiene que ser rápida. Y hasta ahora, después de doce días de que empezara el bárbaro bombardeo del Líbano, Israel no ha logrado casi nada a nivel militar, su único logro ha sido una feroz destrucción sobre cientos de cadáveres de civiles libaneses.
En cuanto a los logros de la resistencia libanesa, sin precedentes en la historia de la lucha árabe israelí, ha expuesto a las ciudades del norte de Israel a los cohetes y ha atascado a su ejército de tierra en el sur ocupando la aldea de Marun al-Ras ¡después de seis días de violentos combates! Por eso Israel apuesta por lograr sus objetivos políticamente y trabaja con los EEUU para obligar al Líbano y a la comunidad internacional a que realicen lo que su ejército ha sido incapaz de realizar.
La realidad es que los libaneses, a quienes ha cogido de sorpresa esta guerra, han aprendido en tres décadas de guerras israelíes contra su país la lección más importante que puede resumirse en dos puntos:
1- Israel es enemigo del Líbano y de todos los libaneses.
2- Aunque aumentara la división interior, hay una línea roja que se llama rechazar la guerra civil. Por esto, pues, la apuesta israelí sobre el Líbano está totalmente perdida y no tiene horizonte, especialmente después de la destrucción salvaje de todas las instalaciones y de la muerte bárbara de civiles.
La confianza de Israel en sus aliados internacionales, por la involucración de las tropas de la OTAN en la guerra, es una locura en sí misma. Sería la versión israelí de la guerra americana contra Iraq porque es la fórmula preparada para permitir la ruina de la región y trasladar a Al-Qa’ida a la frontera norte de Israel. Amir Peretz, que no ha conseguido hacernos recordar su nombre, es el autor de esta propuesta atolondrada. Es una propuesta sin utilidad y no tendrá futuro.
Esta guerra ya ha demostrado que las continuas derrotas de los árabes frente al ejército israelí no son a causa de su superioridad o su grandeza. Es por la falta de espíritu de combate de los ejércitos árabes, pues basta con que haya una resistencia decidida y bien organizada para hacer probar a Israel las amarguras de la guerra. Con excepción de la guerra de octubre [de 1973], cuyos logros militares destruyó Sadat, y las heroicidades del pueblo palestino, el estado hebreo ha pisoteado cadáveres árabes a lo largo de toda su historia militar. Por una rara vez en la historia, los combatientes de la resistencia islámica han sido capaces de enseñar a Israel y al mundo árabe una lección sobre la guerra.
Esta lección de señales sencillas y profundas no hay que olvidarla mañana ni archivarla para anularla después, que es lo que mejor hace la cultura árabe. Es parte del legado de esta larga lucha que ha sido impuesta a los árabes que aprenden sus lecciones con sangre y lágrimas.
Hay que hacer que Israel acabe esta guerra sin ningún logro político y que esto quede claro para todos, hay que obligarle a intercambiar sus dos prisioneros por los prisioneros libaneses y palestinos, así como a retirarse de las granjas de Shebaa igual que se retiró del sur del Líbano el año 2000 sin restricciones ni condiciones.
Estas palabras no sorprenderán a la señora Condoleezza Rice ni a su señor el visionario de la guerra de civilizaciones y hará gestiones para apoyar seriamente a Israel y lo espoleará para que derrame más sangre libanesa, es más, cree que en su destino está empujar al Líbano a un caos largo y sangriento. Combatir esta cercanía americano israelí es lo más urgente hoy en el Líbano, hay que poner de lado las diferencias políticas y religiosas y fijar la vista en el presente y en el futuro.
Hay que aferrarse a la estructura del estado, por una parte, y valorar los actos heroicos de la elevada resistencia libanesa, por otra, antes de que los libaneses emprendan una nueva estrategia para defenderse.
Es hora de rechazar las legiones del ejército israelí, hora de oponerse a los dictados americanos, hora de enfrentarse con firmeza a quien crea que puede llevar al Líbano veinte años atrás.
Los israelíes, con las prisas de su guerra en el Líbano, se han olvidado de ponerle un nombre. Normalmente le ponen nombres poéticos a sus operaciones para cubrir la sangre con los titulares, pero Olmert, Peretz y Halutz, en la inmensidad arrogante y presuntuosa de su poder, han olvidado este pequeño detalle, así que que esta guerra suya contra el Líbano es, por vez primera, una guerra sin nombre. De ahora en adelante no decidirán ellos los nombres porque quien pone un nombre tiene que ser capaz de vencer y golpear a su enemigo. Y esa época se ha acabado.
Israel tiene que saber que, incluso aunque venza en esta guerra, eso no significa que haya vencido, porque esta clase de guerras puede reproducirse infinitamente. Tiene que reflexionar sobre su muro y su crueldad porque nada dura para siempre y porque la cruzada del atolondrado George Bush, ha despertado en la región la sensación de que es el principio de una guerra muy, muy larga.
Traducción de prensaarabe.com