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Una historia poco conocida de las relaciones Estados Unidos-Cuba

Fuentes: Rebelión

Luego del fracaso de la invasión estadounidense por Playa Girón y de la terrible experiencia de la Crisis de Octubre de 1962, Kennedy, al parecer convencido de que no era inteligente en ese momento intentar cambiar el régimen cubano por la vía militar directa, comenzó a valorar un extenso espectro de tácticas donde quedaran por […]

Luego del fracaso de la invasión estadounidense por Playa Girón y de la terrible experiencia de la Crisis de Octubre de 1962, Kennedy, al parecer convencido de que no era inteligente en ese momento intentar cambiar el régimen cubano por la vía militar directa, comenzó a valorar un extenso espectro de tácticas donde quedaran por igual satisfechos los intereses estratégicos de los Estados Unidos. Entre el amplio abanico de opciones que se discutía, el presidente estadounidense aceptó explorar, de manera cautelosa y discreta, un posible modus vivendi

con la Isla, pero antes necesitaba saber qué concesiones estaba dispuesta a hacer Cuba en caso de lograrse algún tipo de arreglo. Al mismo tiempo, la decisión de la URSS de retirar los cohetes sin contar con los cubanos y el disgusto de la dirección de la Isla con tal actitud, parecían mostrarle a Kennedy una brecha entre cubanos y soviéticos que valía la pena explotar. También un posible arreglo con Cuba sintonizaba muy bien con las intenciones de Kennedy de construir una estructura de paz con la URSS en esos momentos. Como bien señaló en un brillante libro Arthur M. Schlesinger, quien tuvo la oportunidad de estar muy cerca del presidente Kennedy durante su mandato presidencial, dado su responsabilidad de asesor personal:

«En cuanto a Kennedy, sus sentimientos experimentaron un cambio cualitativo después de lo de Cuba (la Crisis de Octubre de 1962); un mundo en el que las naciones se amenazasen mutuamente con armas nucleares, le parecía ahora, no precisamente un mundo irracional, sino un mundo intolerable e imposible. Así, Cuba, hizo surgir el sentimiento de que este mundo tenía un interés común en evitar la guerra nuclear, un interés que estaba muy por encima de aquellos intereses nacionales e ideológicos que en algún tiempo pudieron parecer cruciales». i

En su célebre discurso en la Universidad Americana en junio de 1963, Kennedy hizo un fuerte llamado a la paz mundial y reexaminó la actitud norteamericana hacia la URSS.

«Ninguna nación en la Historia -dijo- ha sufrido más que la Unión Soviética en el curso de la Segunda Guerra Mundial. Si volviese de nuevo la guerra mundial, todo lo que ambas partes han construido, todo aquello por lo que hemos luchado, quedaría destruido en las primeras veinticuatro horas. Sin embargo, unos y otros estamos acogidos a un peligroso y vicioso círculo, en el que la sospecha de un lado alimenta la sospecha del otro, y las nuevas armas originan otras para contrarrestarlas.

(…)

Si no podemos ahora poner fin a todas nuestras diferencias, al menos podemos contribuir a mantener la diversidad del mundo. Pues, en último término, el lazo fundamental que nos liga es que todos habitamos este pequeño planeta. Todos nosotros respiramos el mismo aire. Todos acariciamos el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales».ii

Pasos como la firma de un tratado con la URSS sobre prohibición de pruebas nucleares, el establecimiento del llamado «teléfono rojo» para la comunicación directa en casos de urgencia entre el Kremlin y la Casa Blanca y el autorizo estadounidense a vender excedentes de su producción de trigo a la Unión Soviética, contribuyeron a establecer un clima de relajación de las tensiones entre las dos grandes potencias adversarias durante el transcurso del año 1963. Por supuesto, todo eso tuvo su impacto en la política norteamericana hacia Cuba.

Ya desde el 11 de abril de 1963 Gordon Chase, quien se desempeñaba como asistente de McGeorge Bundy, había señalado en memorándum enviado a este último, que todos estaban preocupados por solucionar el problema cubano, pero que hasta ese momento solo habían tratado de resolverlo a través de «maldades abiertas y encubiertas de diversa magnitud», obviando la otra cara de la moneda: «atraer suavemente a Castro hacia nosotros». Chase expuso a Bundy sus consideraciones de que si la «dulce aproximación a Cuba» tenía resultado, los beneficios para los Estados Unidos serían sustanciales.

«Probablemente -sostenía Chase- pudiéramos neutralizar a corto plazo por lo menos dos de nuestras principales preocupaciones en relación con Castro: la reintroducción de los misiles ofensivos y la subversión cubana. A largo plazo, podríamos trabajar en la eliminación de Castro a nuestra conveniencia y desde una posición de ventaja».iii 

Asimismo, Chase planteó a Bundy que los dos obstáculos que se divisaban frente a este posible giro político en relación a Cuba: el rechazo interno y la renuencia de Fidel a dejarse seducir, eran difíciles, pero no imposibles de superar.

Lo que proponía Chase no era más que una manera distinta de presentar y ejecutar la política de Estados Unidos hacia Cuba a través de métodos más suaves, flexibles y sutiles. Mas está claro que la finalidad de dicha política permanecía inmutable: cercenar la postura soberana de Cuba en política exterior a corto plazo (sobre todo en lo que respecta a sus relaciones con la URSS y el apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina) y destruir a largo plazo la Revolución Cubana, con lo que se satisfacían los intereses fundamentales de Washington. La historia posterior demuestra que Kennedy estuvo de acuerdo con explorar esta posibilidad.

Para abril de 1963 la administración Kennedy analizaba todas las variantes que pudieran resolver el «problema cubano», lo cual se convirtió prácticamente en una obsesión del presidente hasta el fatídico 22 de noviembre de 1963. De esta manera, junto con las propuestas de sabotaje encubierto, presiones diplomáticas y planes de contingencia militar, en los documentos ultrasecretos del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos se incluía la posibilidad de un desarrollo gradual de cierta forma de arreglo con Castro. En un memorándum sobre «El problema cubano», McGeorge Bundy explicó la lógica de este tipo de iniciativa:

«Siempre existe la posibilidad de que Castro u otros que actualmente ocupan altos cargos en el régimen vean alguna ventaja en un viraje gradual de su actual dependencia de Moscú. En términos estrictamente económicos, tanto Estados Unidos como Cuba tienen mucho que ganar con el restablecimiento de las relaciones. No es inconcebible que Castro siga la línea de Tito, y una revolución diplomática total no sería el suceso más extraordinario del siglo XX».iv

Las negociaciones para el regreso a los Estados Unidos de 1 200 mercenarios, encarcelados en Cuba después de la invasión de Girón, propició el primer canal de comunicación entre ambos países. James Donavan, abogado de Nueva York, encargado por el gobierno estadounidense de negociar la liberación de los prisioneros de Bahía de Cochinos,v se convirtió en el primer trasmisor de la disposición de Fidel -con el que se reunió en varias oportunidades- de resolver el conflicto entre ambos países.vi Peter Kornbluh ha señalado que, para fines de junio de 1963, «la CIA había recopilado media docena de informes de inteligencia que, según un resumen secreto realizado por su vice director Richard Helms, sugerían el interés cubano por un acercamiento con Estados Unidos».vii

 

No fue hasta el 6 de junio de 1963, que el «Grupo Especial» evaluó el tema de las conversaciones de James Donavan con Fidel Castro y los demás informes de inteligencia sobre el interés de Cuba en mejorar las relaciones. En dicha reunión se valoraron las distintas vías para establecer canales de comunicación con el líder de la Revolución Cubana y el grupo coincidió en que este era un esfuerzo útil.viii

Sin embargo, la periodista estadounidense de la ABC, Lisa Howard,ix que había viajado a Cuba en abril de ese año con la intención de entrevistar a Fidel, fue el elemento catalizador de los contactos entre ambos países. En septiembre de 1963, Howard le expresó a William Attwood,x funcionario de la administración Kennedy adscrito a la misión de Estados Unidos en las Naciones Unidas, que Fidel Castro, con el que se había reunido por varias horas durante su visita a La Habana, le había expresado su disposición a establecer algún tipo de comunicación con el gobierno de los Estados Unidos y a explorar la posibilidad de un modus vivendi. Este criterio se lo había trasladado también a Atwood el embajador de Guinea en La Habana, Seydon Diallo. Por otro lado, Atwood había leído también el interesante artículo de Howard en el periódico liberal War/Peace Report, bajo el título «Castro`s Overture» (Las insinuaciones de Castro), donde la periodista señalaba que en 8 horas de entrevista con ella, Fidel había sido aún más enfático acerca de su deseo de sostener negociaciones con Estados Unidos.xi Como resultado, Atwood y Howard echarían a andar un plan para iniciar conversaciones secretas entre Estados Unidos y Cuba.

Attwood, entusiasmado con la idea de establecer algún tipo de acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, conversó el asunto en Washington el 12 de septiembre de 1963 con el subsecretario de Estado, Averell Harriman, quien le sugirió que escribiera un memorándum al respecto. Attwood no perdió tiempo y seis días después tenía listo el documento. Este comenzaba diciendo:

«Este memorándum propone un curso de acción que, de alcanzar resultados positivos, podría eliminar el tema de Cuba de la campaña (presidencial estadounidense) de 1964″.

«No propone ofrecer un «trato» a Castro -decía a continuación- , lo que desde un punto de vista político sería más peligroso que no hacer nada, pero sí una investigación discreta sobre la posibilidad de neutralizar a Cuba según nuestros propios intereses…

Ya que no pretendemos derribar el régimen de Castro por la fuerza militar, ¿hay algo que podamos hacer para promover los intereses estadounidenses sin que se nos acuse de contemporizar?

Según diplomáticos neutrales y otros con los que he hablado en las Naciones Unidas y Guinea, existen motivos para creer que a Castro no le agrada su actual dependencia del bloque soviético; que no le agrada ser en realidad un satélite; que el embargo comercial lo daña, aunque no lo suficiente como para hacer peligrar su posición; y que le gustaría tener algún contacto oficial con Estados Unidos y haría mucho por obtener una normalización de las relaciones con nosotros, aunque la mayoría de su séquito comunista a ultranza, como Che Guevara, no lo acogiera con beneplácito.

Todo esto puede no ser cierto, pero parecería que tenemos algo que ganar y nada que perder averiguando si en realidad Castro desea hablar y qué concesiones estaría dispuesto a hacer…

Por el momento, lo único que desearía es autoridad para hacer contacto con (Carlos) Lechuga (el jefe de la misión de Cuba en las Naciones Unidas). Veremos entonces que ocurre».xii

Queda claro que, bajo esta malevolencia que escondía Washington en la exploración de un posible acomodo con Cuba, nada iba a obtener de los líderes cubanos que ya habían fijado su posición de rechazo a cualquier forma de negociación que implicara una afectación de la soberanía de la Isla, a no ser que, conociendo la maniobra de Washington, se aprovechara el proceso de diálogo para ganar tiempo y preparar al país política y militarmente para enfrentar a los yanquis. La finalidad de los tenues acercamientos a Cuba, que iniciaría Estados Unidos bajo la anuencia de Kennedy, había quedado muy bien definida en el memorándum de Attwood: neutralizar a Cuba según los intereses de Estados Unidos, sacándole la mayor cantidad de concesiones posibles. Por supuesto, esas concesiones implicaban que Cuba cediera inicialmente parte de su soberanía en política exterior, sobre todo en lo que respecta a sus relaciones con la Unión Soviética y el apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina. De no ser bajo esas condiciones, Estados Unidos no se arriesgaría a explorar un modus vivendi con Cuba. Esta posición de Estados Unidos ha sido una constante en los pocos momentos en que ha manifestado su interés en avanzar hacia la «normalización» de las relaciones con Cuba. Como también ha sido una constante, la posición de la más alta dirección de la Isla favorable a la normalización de las relaciones, en condiciones de igualdad y sin imposiciones y condicionamientos que impliquen la renuncia a sagrados principios o el menoscabo de la soberanía.

Attwood mostró el propio 18 de septiembre el memorándum al entonces embajador de Estados Unidos ante la ONU, Adlai Stevenson, quien se comprometió a discutir el asunto con el Presidente. Al día siguiente, se reunió de nuevo con Harriman en New York y le mostró el memorándum. El subsecretario de Estado, después de leer el memorándum, le sugirió a Attwood que lo discutiera también con el Fiscal General, Robert F. Kennedy. Mas ya al día siguiente de este encuentro, Stevenson había obtenido la aprobación del Presidente para que Attwood sostuviera un discreto contacto con el embajador cubano en Naciones Unidas, Carlos Lechuga. Inmediatamente, Attwood habló con Lisa Howard para que le preparara el contacto con Lechuga. En medio del salón de delegados de las Naciones Unidas, Howard se acercó a Lechuga el 23 de septiembre y, según recuerda el propio Lechuga, le dijo que Atwood deseaba hablar con él y que era algo urgente.xiii

El encuentro se produjo en la casa de la periodista en la noche del propio 23 de septiembre, de manera bastante informal -como lo había pedido el propio Atwood-, aprovechando una fiesta que la misma preparó y a la cual invitó a Lechuga. xiv

A este primer contacto de Atwood y Lechuga, siguieron otros en el salón de delegados de las Naciones Unidas. En esa primera reunión informal, se había valorado la posibilidad, a sugerencia de Lechuga, de que Atwood viajara a Cuba a conversar con Fidel. La respuesta llegó unos días después cuando Atwood le trasmitió a Lechuga que el gobierno de Estados Unidos, después de evaluar la propuesta, había decidido que no era conveniente que él viajara a Cuba en esas circunstancias debido al peligro de filtración dada su «condición oficial»,xv pero que su gobierno estaba en la mejor disposición de reunirse con Fidel o algún emisario suyo en Naciones Unidas. El 28 de octubre, Lechuga le comunicó a Attwood que La Habana no pensaba que enviar a alguien a las Naciones Unidas fuera de utilidad en ese momento, pero que esperaba que pudieran seguir los contactos entre ellos.xvi Desde la Casa Blanca, Gordon Chase, designado por Bundy, controlaba y dirigía los nuevos pasos de Estados Unidos en relación con Cuba.

Posteriormente, Lisa Howard ofreció su casa para que Atwood conversara directamente con Fidel Castro por intermedio de su ayudante René Vallejo. También para que a través de ella, Vallejo le trasladara mensajes a Atwood.xvii

El 31 de octubre, en una llamada que Vallejo realizó a Lisa Howard, este trasladó el mensaje de que Fidel estaba dispuesto a enviar un avión a México a recoger a un enviado de Washington y trasladarlo a un aeropuerto secreto cerca de Varadero, donde tendría una reunión a solas con el líder de la Revolución Cubana. Lisa Howard respondió que dudaba que eso fuera posible y que quizás lo mejor era que él (Vallejo), como vocero personal de Fidel, viajara a Naciones Unidas o a México a reunirse con un representante del gobierno de los Estados Unidos.

El 11 de noviembre, Vallejo se comunicó telefónicamente con Lisa Howard y le reiteró el interés de Fidel de reunirse con algún emisario de Estados Unidos y que, en ese caso, un avión cubano podía recoger a la persona designada por el gobierno de los Estados Unidos en Key West y trasladarlo a uno de los aeropuertos cercanos a La Habana donde participaría en una reunión con Fidel. Cuando Atwood comunicó esto a Bundy, este último le indicó que primero debía realizarse un contacto de él (Atwood) con Vallejo en Naciones Unidas para saber que tenía en mente Fidel, particularmente si estaba interesado en conversar sobre los puntos señalados por Stevenson en su discurso en Naciones Unidas el día 7 de octubre, considerados inaceptables por Estados Unidos:xviii la «sumisión de Cuba a la influencia comunista externa», «la campaña cubana dirigida a subvertir al resto del hemisferio» y «el no cumplimiento de las promesas de la Revolución respecto a los derechos constitucionales». Como indicó Bundy en un memorando oficial: «sin tener indicios de la disposición de ir en esa dirección, es difícil ver qué podríamos lograr con una visita a Cuba».xix

Attwood trasmitió el 18 de noviembre por vía telefónica el mensaje a Vallejo, quien le contestó que no era posible que él viajara en ese momento a New York, pero que en cambio, se enviarían instrucciones a Lechuga para discutir con él (Attwood) una agenda con vistas a una posterior reunión con Fidel. Al día siguiente, Atwood reportó telefónicamente su conversación a Gordon Chase.xx El asistente de Bundy le indicó entonces a Atwood que, luego que recibiera la llamada de Lechuga para fijar una cita para el análisis de la agenda, se pusiera rápidamente en contacto con él, pues el Presidente quería conocer de inmediato el resultado para considerar el próximo paso que debía dar la administración.

Paralelamente, en esos días Kennedy se enteró de que el periodista francés Jean Daniel, que se encontraba en Estados Unidos, se dirigía camino a Cuba para entrevistar a Fidel Castro. De inmediato lo invitó a tener una reunión. En dicho encuentro, el presidente estadounidense conversó con Jean Daniel sobre varios temas que le interesaba analizara con Fidel Castro. Según relató posteriormente Jean Daniel, Kennedy le había señalado que Estados Unidos estaba pagando por los pecados cometidos por su país durante el régimen de Batista y que el estaba de acuerdo con los planteamientos iniciales de la Revolución, pero que «Castro había aceptado ser un agente soviético en América Latina» y por su culpa «el mundo había estado al borde de una guerra nuclear en octubre de 1962″. También cuenta el periodista francés que el presidente estadounidense le añadió:

«Los rusos entendieron muy bien, al menos después de nuestra reacción, pero en lo que se refiere a Fidel Castro, debo decir que yo no se si se da cuenta de esto,…Usted me lo puede decir si lo hace cuando regrese. En cualquier caso las naciones de América Latina no van alcanzar la justicia y el progreso de esa manera, quiero decir a través de la subversión comunista. (…) Los Estados Unidos tienen ahora la posibilidad de hacer todo el bien en América Latina como lo han hecho mal en el pasado,…En cualquier caso, no podemos permitir que gane la subversión comunista en los demás países de América Latina. Dos diques son necesarios para contener la expansión soviética: el bloqueo, por un lado, un enorme esfuerzo hacia el progreso, por el otro. Este es el problema en pocas palabras. Ambas batallas son igualmente difíciles».xxi

Según Jean Daniel, Kennedy hizo un último comentario: «La continuación del bloqueo depende de la continuación de las actividades subversivas».xxii (Se refiere al apoyo cubano a los movimientos revolucionarios en el hemisferio)

Asimismo, el 18 de noviembre, en un discurso pronunciado en Miami, Kennedy había enviado otro mensaje a Cuba. Una cuadrilla de conspiradores, dijo, había hecho de Cuba instrumento de un esfuerzo dirigido por potencias externas para subvertir el orden de las restantes Repúblicas americanas.

«Esto y sólo esto nos divide -enfatizó Kennedy-. Mientras esto siga siendo así, nada es posible; sin ello, todo es posible. Una vez que se haya suprimido esta barrera, estaremos dispuestos a trabajar de todo corazón con el pueblo cubano para alcanzar esos objetivos de progreso, que hace muy pocos años despertaron las esperanzas y las simpatías del hemisferio».xxiii

Cuatro días después, el 22 de noviembre, se produjo el asesinato de Kennedy en Dallas, coincidentemente el mismo día que el periodista francés, Jean Daniel, bajo el encargo personal de Kennedy, conversaba con Fidel Castro. Sobre esa entrevista amplió también el líder de la Revolución Cubana en una conferencia celebrada en La Habana en 1992 al conmemorarse el 30 aniversario de la Crisis de Octubre:

«Se presenta en nuestro país un periodista francés, era conocido, que acababa de tener una reunión con Kennedy. Vino muy impresionado de Kennedy, bien impresionado, decía que era una máquina, tal como lo tenía organizado todo, todas las cosas. El me trasmite que se hospeda en un hotel de La Habana, y tan pronto recibo la noticia le digo que sí, que me voy a reunir con él, y él dijo que traía como un mensaje de Kennedy.

Para poder hablar con más calma, le dije: lo recojo y lo llevo a Varadero, para crear un ambiente relajado, pudiéramos decir, en que él pudiera explicar las ideas y el mensaje que traía. No era un mensaje en el sentido formal de la palabra, sino le dijo que quería que viniera. Le habló mucho de la crisis, de los peligros enormes de que estallara una guerra…, las consecuencias de esa guerra, y que él quería que hablara conmigo, que analizara esta cuestión, que me preguntara si yo estaba consciente de hasta qué punto había sido grande ese peligro. La esencia del mensaje es que hablara conmigo largamente sobre todos estos temas, que después volviera a Estados Unidos, a Washington, y le informara de la conversación. Por lo tanto el periodista lo interpretó como un gesto, con el deseo de establecer un contacto, un deseo de explorar que pensábamos nosotros sobre todo esto y, además, establecer una cierta comunicación. Le dijo: vaya, hable, analice todo este problema y vuelva; eso era en esencia.

Voy a decir que prácticamente el periodista ni terminó de explicarme todo lo que tenía que decirme, porque fue temprano, no recuerdo si eran las 11:00 am, hora Dallas. No había llegado siquiera el mediodía, íbamos a almorzar, no habíamos almorzado, y estando en estas conversaciones, en estos análisis, llega por radio allí mismo la noticia de que han atentado contra la vida de Kennedy. Vea usted que casualidad.

Yo lo interpreté, realmente, como un gesto tendiente a establecer alguna comunicación, algún intercambio, porque como Kennedy había quedado con tanta autoridad dentro de su país después de la crisis, podía hacer las cosas que quizás anteriormente no había hecho. A mi juicio tenía el valor de hacerlo, porque se necesitaba cierto valor para desafiar estados de opinión en todas estas cuestiones.

(…)

Pero no podría decirles muchos más datos, en esencia es esto que les expliqué, porque no se trató de un mensaje escrito, o un mensaje verbal de decir: Queremos mejorar las relaciones, sino que le habló de mí en términos respetuosos, conversó largamente sobre eso; le pidió que me viniera a ver y que hablara conmigo, y que después regresara a Washington y le informara».xxiv

Si bien es cierto que Kennedy no soslayó la posibilidad de explorar un acomodo con Cuba, no renunció en ningún instante a la política agresiva contra Cuba. Realmente la invasión militar directa con tropas estadounidenses era poco recomendable en esos momentos, dado el posible costo de vidas estadounidenses, la repercusión negativa sobre los aliados y la opinión pública mundial -incluyendo la estadounidense-, además de que la Isla había incrementado su capacidad defensiva y el frente interno contrarrevolucionario había sido considerablemente debilitado, pero no era una opción desechada a más largo alcance o como derivación de algún acontecimiento inesperado que la legitimara. La estrategia de Kennedy en relación con Cuba se centró entonces en jugar todas las cartas posibles que pudieran satisfacer los intereses estadounidenses. De esta manera se combinaban las acciones terroristas, las tácticas diplomáticas y la formación de un ejército mercenario, para conformar un programa de múltiple vía que presionara al máximo a la Isla, provocando una corrosión progresiva que llevara al régimen, o bien a su derrocamiento, o a negociar con los Estados Unidos en función de sus intereses.

El 19 de junio de 1963 el presidente Kennedy había aprobado, a solicitud del Grupo Permanente, un programa de sabotajes contra sectores claves de la economía cubana como la energía eléctrica, refinería de petróleo y almacenes, transporte ferroviario y por carretera. El propio 12 de noviembre, Kennedy sancionó un plan de la CIA para que «grupos anticastristas» operaran contra Cuba desde Nicaragua y Costa Rica y para «operaciones de destrucción…contra una gran refinería de petróleo e instalaciones de almacenaje, una gran planta eléctrica, refinerías de azúcar, puentes ferroviarios, instalaciones portuarias y la demolición submarina de muelles y naves».xxv Asimismo, Kennedy continuó su política de aislamiento diplomático, reforzamiento del bloqueo económico y acciones encubiertas contra Cuba. Por su parte, la CIA no renunció a su intención de atentar contra la vida de Fidel Castro. El propio Inspector General de la CIA durante la administración Kennedy escribiría posteriormente: «Es muy probable que en el preciso momento en que se disparó contra el presidente Kennedy, un funcionario de la CIA estuviera reunido con un agente cubano en París dándole un dispositivo para asesinar a Castro«.xxvi

 

La negativa del presidente Johnson de continuar los pasos de Kennedy.

Solo 3 días después del asesinato de Kennedy, Gordon Chase expresó en memorándum dirigido a Bundy sus dudas sobre la posibilidad de un acomodo con Cuba con Lyndon Baines Johnson al frente de la Casa Blanca:

«En tanto que pienso que el presidente Kennedy pudo haber llegado a un acuerdo con Castro y salirse con la suya con un mínimo de exaltación nacional, no estoy tan seguro con el presidente Johnson. Existe un problema, un nuevo Presidente quien no tiene antecedentes de haber desafiado con éxito a Castro y a los comunistas (como por ejemplo, el presidente Kennedy en octubre de 1962) probablemente correría mayor riesgo de ser acusado por el pueblo estadounidense de «blandenguería». Además, el hecho de que Lee Oswaldxxvii ha sido anunciado como típico pro Castro pudiera hacer el reacercamiento a Cuba más difícil, si bien es difícil decir cuánto más difícil».xxviii

No obstante, Chase expresó su punto de vista de que una conversación preliminar entre Attwood y Lechuga valía la pena para tener «una valiosa lectura sobre lo que Castro considera negociable (por ejemplo, ¿los vínculos con los soviéticos?) y un indicio sobre cómo él contempla el efecto del 22 de noviembre en las relaciones cubano-estadounidenses».xxix

Chase no se equivocó en su premonición, pues Johnson no estaría dispuesto a continuar los movimientos tenues dados durante la presidencia de Kennedy dirigidos a explorar un posible modus vivendi con Cuba. Todo lo contrario, su política buscaría presionar aún más las clavijas a la Isla con la intención de pulverizar la Revolución Cubana. Bajo su administración seguirían produciéndose, con total impunidad, los ataques piratas y los secuestros de aviones y embarcaciones, a la vez que se iniciarían las acciones terroristas contra el personal e instalaciones cubanas en el exterior.

El 4 de diciembre de 1963, Lechuga vio a Atwood en Naciones Unidas y le informó que tenía en su poder una carta de Fidel aprobando los detalles de las conversaciones y una agenda. Atwood informó a Chase y este le respondió que la decisión tomaría algún tiempo porque las políticas de Estados Unidos estaban en ese momento bajo revisión.

En esos días los pocos que conocían de la iniciativa diplomática de acercamiento a Cuba pusieron a Johnson al tanto de todos los detalles. Cuando el nuevo presidente de los Estados Unidos visitó la delegación de su país en Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1963 le expresó a Atwood que había leído con mucho interés su memorándum sobre Cuba donde hacía una recapitulación de los sucesos y conversaciones del otoño de ese año. Sin embargo, todo parece indicar que la intención de Johnson de mostrarse como un ferviente anticomunista para las elecciones de 1964, donde esperaba enfrentarse al republicano Richard Nixon, congeló cualquier avance de la iniciativa de acercamiento diplomático a Cuba.

Sin embargo, desde la ribera opuesta, Fidel continuó dispuesto a proseguir el diálogo. El 12 de febrero de 1964 el líder de la Revolución Cubana, le entregó a la periodista Lisa Howard un mensaje verbal para el nuevo presidente de los Estados Unidos que, entre otras cosas, señalaba:

«Dígale al Presidente (y no puedo subrayar esto con demasiada fuerza) que espero seriamente que Cuba y los Estados Unidos puedan sentarse en su momento en una atmósfera de buena voluntad y de mutuo respeto a negociar nuestras diferencias. Creo que no existen áreas polémicas entre nosotros que no puedan discutirse y solucionarse en un ambiente de comprensión mutua. Pero primero, por supuesto, es necesario analizar nuestras diferencias. Ahora, considero que esta hostilidad entre Cuba y los Estados Unidos es tanto innatural como innecesaria y puede ser eliminada.

Dígale al Presidente que no debe interpretar mi actitud conciliadora, mi deseo de conversar como una señal de debilidad. Una interpretación así sería un grave error de cálculo».xxx

Durante el resto del año 1964, Fidel Castro siguió enviando señales indirectas al presidente Johnson que expresaban su voluntad de conversar para resolver los problemas que impedían una relación normal entre Washington y La Habana. La periodista estadounidense Lisa Howard continuó siendo un enlace no oficial para trasladar los mensajes de Fidel. En junio de 1964, Howard se dirigió a la ONU, para comunicarse directamente con el embajador estadounidense ante la ONU, Adlai Stevenson, y establecer lo que Chase catalogó como «una conexión Castro/Lisa Howard/Stevenson/Presidente».xxxiEn una entrevista concedida al New York Times en julio de 1964, el líder de la Revolución Cubana propuso negociaciones amplias de los temas que estaban dividiendo a Cuba y los Estados Unidos, señalando que la normalización de las relaciones permitiría inclusive discutir la forma de indemnizar a las compañías estadounidense por los bienes nacionalizados en los primeros años de la Revolución.xxxii Posteriormente, durante una visita que realizó a las Naciones Unidas en diciembre de ese propio año, el Che Guevara ofreció a Estados Unidos un modus vivendi, esta vez por intermedio del senador Eugene McCarthy, quien había sido invitado por Lisa Howard a su casa para que se reuniera con el ministro de Industrias cubano. Pese a la voluntad cubana de llegar a un acomodo con Estados Unidos, la administración Johnson prefirió obviar las señales de distensión que se recibían de Cuba y continuar su política agresiva hacia la Isla centrada en el aislamiento diplomático, el bloqueo económico, las acciones clandestinas y los planes de la CIA encaminados a realizar atentados contra la vida de los dirigentes de la Revolución.xxxiiiLa verdad es que, entre otras razones, a Johnson le preocupaba grandemente ser percibido como conciliatorio con Cuba en vísperas de las elecciones presidenciales de 1964. De esta manera, los contactos Estados Unidos-Cuba, iniciados durante la administración Kennedy habían llegado a su fin.

Ante la constante campaña de los medios occidentales que tildaban a Cuba de prohibir la libertad de viaje de los cubanos hacia los Estados Unidos -cuando en realidad era Estados Unidos el que había establecido la prohibición de una emigración regular y ordenada hacia su territorio durante la Crisis de Octubre- y el aliento constante a la emigración ilegal, Fidel anunció en un discurso pronunciado el 28 de septiembre de 1965, que se habilitaría el puerto de Camarioca en la provincia de Matanzas, para que los cubanos que desearan abandonar el país pudieran ser recogidos por sus familiares en embarcaciones provenientes desde el territorio norteamericano.

De esta manera, a pesar de la negativa de Johnson de buscar algún entendimiento con Cuba, tuvo que negociar con el gobierno de la Isla ante las dificultades que esta situación provocaba al Servicio de Guardacostas y los peligros que representaba para la seguridad de Estados Unidos. En octubre de 1965, el gobierno de los Estados Unidos se dirigió al de Cuba, a través de la embajada de Suiza, con la propuesta de negociar un marco legal para la emigración hacia su país, a través del establecimiento de un puente aéreo. Las negociaciones tuvieron lugar entre el 1ro y el 6 de noviembre de 1965, al término de las cuales ambos países acordaron establecer un puente aéreo, a través de Varadero, para asegurar la salida legal de los que desearan emigrar. A través de este puente aéreo emigraron a los Estados Unidos más de 200 mil cubanos hasta abril de 1973, cuando la administración Nixon lo suspendió. El 2 de noviembre de 1966, el presidente Johnson firmó la Ley de Ajuste Cubano, que a partir de entonces garantizó el tratamiento preferencial a los emigrados cubanos, convirtiéndose con los años en un permanente y poderoso estímulo a la emigración ilegal de Cuba hacia los Estados Unidos.

Finalmente salta una pregunta recurrente en los estudiosos de este período: ¿se hubiera logrado dar pasos más serios en función de una normalización de las relaciones con Cuba de no haberse producido el asesinato de Kennedy? Responder esa pregunta es entrar en el terreno de la historia contrafactual. Sólo se puede decir que desde la perspectiva en que Kennedy y los que conocían el asunto valoraban la «dulce aproximación a Cuba», consistente en exigir a la Isla que rompiera sus vínculos con la URSS y abandonara el apoyo a los movimientos revolucionarios en el hemisferio, era prácticamente imposible que se dieran pasos más profundos y serios para llegar a una normalización de las relaciones con la Isla. La dirección cubana había sido suficientemente clara en que la soberanía de Cuba tanto en el plano externo como en el interno, no podía ser objeto de negociación. Por otro lado, los planes de la CIA de asesinar a Fidel seguían su curso; al igual que las acciones de sabotaje contra la Isla, el bloqueo económico y el aislamiento diplomático. Los documentos desclasificados de la administración Kennedy reflejan con toda claridad que la estrategia del acercamiento discreto a Cuba planteaba explorar si la dirección cubana aceptaría negociar en los términos que satisfacían los intereses de Washington y, paralelamente, ir desarrollando el más amplio espectro de políticas agresivas que la obligaran a hacerlo. ¿Se podía tener algún tipo de esperanza de un entendimiento entre Estados Unidos y Cuba bajo este enfoque de política?

Algunos autores consideran que el asesinato de Kennedy tuvo que ver con una conspiración de la CIA y la mafia anticubana, que no le perdonaban a Kennedy entre otras cosas: haber prohibido que tropas estadounidenses invadieran la Isla, quitara a la CIA el control de las acciones anticubanas, se hubiera comprometido con la URSS a no invadir la Isla luego de zanjada la crisis de octubre de 1962, y que, por si fuera poco, estuviera dando secretos pasos de acercamiento a Cuba. De ser cierta esta hipótesis, ¿hubieran permitido la CIA y la mafia anticubana que Kennedy diera pasos más serios para llegar a una normalización de las relaciones con la Isla? ¿Se hubieran quedado de manos cruzadas?

La relación de Cuba con la Unión Soviética y su apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina eran los focos más apremiantes para el gobierno estadounidense en su política hacia Cuba en aquellos años, pues ambos elementos de la política exterior de la Isla eran los que más golpeaban los llamados «intereses vitales» de los Estados Unidos, pero en ellos no estribaba, como muchos han pensado y divulgado durante años, la esencia del conflicto. La voluntad soberana de un lado (Cuba) y las ansias hegemónicas del otro (Estados Unidos) era la verdadera esencia de la confrontación y esta se había mantenido inquebrantable desde el siglo XIX. Este es otro elemento de importancia a la hora de sustentar nuestro criterio poco optimista en relación con un posible modus vivendi entre Estados Unidos y Cuba durante la adminitración Kennedy. Está claro que objetivo fundamental de Estados Unidos era cercenar la voluntad soberana de Cuba, primero en política exterior -este era su interés más inmediato- y después en política interna y, de ser posible, recuperar el dominio que habían tenido de la Isla durante prácticamente 60 años, antes de que se convirtiera en un ejemplo a imitar por las naciones de América Latina que aún se hallaban bajo su hegemonía. Por otro lado, Cuba no iba a ceder ante las presiones de los Estados Unidos en ningún aspecto que tuviera que ver con su derecho a la autodeterminación aunque se le ofreciera a cambio una normalización de las relaciones.

El énfasis que la administración Kennedy puso el la política exterior de Cuba no fue más que la expresión coyuntural y la dimensión superficial de los motivos de fondo del conflicto. La historia demostró más tarde, que cuando desaparecieron estos argumentos que presentaban a Cuba como una amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos, especialmente luego de derrumbarse el campo socialista y en momentos en que la Isla no tenía ni un soldado en el exterior, el conflicto se mantuvo vivo y el gobierno estadounidense no hizo ni el menor intento por llegar a un entendimiento con la Isla.

Por el contrario, se agudizó la agresividad hacia Cuba, revelándose nuevamente la verdadera esencia de corte bilateral del conflicto -aunque siempre atravesada por lo multilateral en numerosos períodos históricos- y concentrando entonces el foco de su política en la realidad interna de la Isla. Ello constituye muestra fehaciente de que el objetivo de Estados Unidos hacia la Cuba revolucionaria siempre ha sido el mismo: el cambio de un régimen que en sus narices ha practicado y aún hoy practica una política interna y externa absolutamente soberana.

NOTAS

iArthur M.Schlesinger, Los Mil Días de Kennedy, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, p.728.

ii Citado por Ibídem, pp.734-735.

iii Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 11 de abril de 1963, documentos desclasificados, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet), (traducción del ESTI) (Véase Anexo 1)

iv Citado por Peter Kornbluh, «JFK and Castro: The Secret Quest for Accomodation», en: Cigar Aficionado, septiembre-octubre de 1999.

v Donavan coordinó entre agosto y finales de diciembre 1962 el canje de los prisioneros de Bahía de Cochinos por alimentos y medicinas por un valor de 53 millones. A principios de 1963 continuó sus viajes a La Habana para lograr la liberación de una veintena de ciudadanos estadounidenses, incluidos 3 operativos de la CIA, encarcelados en Cuba.

vi Realmente, el primer contacto de alto nivel entre representantes de ambos gobiernos desde la ruptura de las relaciones en enero de 1961, fue la reunión no programada celebrada el 17 de agosto de 1961 entre el Che Guevara y el asesor de la Casa Blanca, Richard Goodwin, en Punta del Este, Uruguay. En dicho encuentro, el Che propuso un modus vivendi entre Washington y La Habana. Según el informe de la reunión preparado por Goodwin para la Casa Blanca, el Che, entre otras propuestas, dijo que Cuba estaba dispuesta a pagar a través del comercio por las propiedades estadounidenses expropiadas y que podía analizar las actividades de la Revolución Cubana en otros países, pero que la Isla no podía discutir ninguna fórmula que significara desistir de construir el tipo de sociedad a la cual estaban dedicados. No obstante de la recomendación de Goodwin de continuar el diálogo no público iniciado por el Che, no se realizaron nuevas conversaciones hasta las negociaciones en que participó el abogado de Nueva York James Donavan.

vii Peter Kornbluh, Ob.Cit.

viii Ibídem.

ix Lisa Howard fue una de las primeras mujeres en tener su propio programa de televisión en los Estados Unidos. Antes de incursionar en el periodismo había sido actriz. En 1960 realizó la primera gran entrevista al premier soviético Nikita Khruschev, que fue vista en los Estados Unidos. Posteriormente fue contratada por la televisora ABC.

x Anterior a eso, Attwood fue editor de la revista Look. Había entrevistado a Fidel Castro en 1959.

xi Peter Kornbluh, Ob.Cit

xii Citado por Piero Gleijeses, en: Misiones en Conflicto. La Habana, Washington y África 1959-1976, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 42-43.

xiii Entrevista realizada a Carlos Lechuga el 3 de octubre del 2008.

xiv Memorándum de William Attwood a Gordon Chase, 8 de noviembre de 1963, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet), (Traducción del ESTI) (Véase anexo 2)

xv Ibídem.

xvi Ibídem.

xvii Peter Kornbluh, Ob.Cit.

xviii Memorándum para dejar constancia de McGeorge Bundy, 12 de noviembre de 1963, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet), (Traducción del ESTI). (Véase anexo 3)

xix Citado por Peter Kornbluh, Ob.Cit.

xx Memorándum de William Attwood a Gordon Chase, 22 de noviembre de 1963, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet) (Traducción del ESTI) (Véase anexo 4)

xxi Jean Daniel, «Unoficial Envoy. An Historic Report from Two Capitals», The New Republic , 14 December 1963, pp. 15-20.

xxii Ibídem.

xxiii Citado por Arthur M. Schlesinger, en: Ob.Cit, p.810.

xxiv James G. Blight, Bruce J. Allyn, and David Lewis, Cuba On The Brink. Castro, The Missile Crisis, and The Soviet Collapse , Rowman & Littlefield Publishers, INC, New York, 2002, pp. 236-237.

xxv Citado por Piero Gleijeses en: Ob.Cit, p.44.

xxvi Citado por Ibídem, pp.44-45. (El agente cubano era Rolando Cubelas, el cual había sido reclutado por la CIA. Ese día, como parte de la operación AM/LASCH, el agente de la CIA que lo atendía le ofreció una pluma que contenía dentro una aguja hipodérmica con veneno, con la intención de que Cubelas la utilizara para asesinar a Fidel Castro).

xxvii Acusado del asesinato de Kennedy.

xxviii Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 25 de noviembre de 1963, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet), (Traducción del ESTI) (Véase anexo 5)

xxix Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 25 de noviembre de 1963, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet), (Traducción del ESTI) (Véase anexo 5)

xxx Del primer ministro Fidel Castro al presidente Lyndon B. Johnson, Mensaje verbal entregado a la señorita Lisa Howard de la ABC News, el 12 de febrero de 1964, en La Habana, Cuba, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet) (Traducción del ESTI)

xxxi Citado por Peter Kornbluh, Ob.Cit.

xxxii Revolución, 9 de julio de 1964, síntesis de entrevista concedida por Fidel Castro a Dick Eder del New York Times el 8 de julio de 1964.

xxxiii Los mayores esfuerzos por establecer una vía de comunicación entre Cuba y Estados Unidos durante la administración Johnson lo protagonizaron un pequeño grupo de industriales privados que consideraban errada la política estadounidense hacia la Isla, entre ellos se encontraban: Edgard Lamb y Cyrus Eaton. No obstante, debe destacarse que en el mes de julio del último año de mandato de Johnson, se produjo un intento por medio de la periodista Arlene Gould, quien trasladó a un funcionario cubano en New York el interés de William Bowler, en aquellos momentos asesor de Johnson para América Latina, de entrar en contacto con un representante de Cuba. De no ser con Bowler, ofreció que el contacto podía ser con Covey T. Oliver, subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, pero finalmente este intento no prosperó. Esta información se extrajo de Nestor García Iturbe, Diplomacia Sin Sombra, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p.9.

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