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La película “Paradise Now” no les gusta a los Palestinos

Una historia que quema

Fuentes: PeaceReporters

A pesar de que no ganó la anhelada estatuilla como mejor película extranjera, categoría en la que se le admitió para competir en la última edición de e los óscares, la controvertida película de Hany Abu Assad logró dejar huella, y no sólo en la memoria de los aficionados al cine. Co-financiada por distintos países […]

A pesar de que no ganó la anhelada estatuilla como mejor película extranjera, categoría en la que se le admitió para competir en la última edición de e los óscares, la controvertida película de Hany Abu Assad logró dejar huella, y no sólo en la memoria de los aficionados al cine. Co-financiada por distintos países europeos, «Paradise Now» ha participado en distintos festivales internacionales del cine, logrando obtener varios premios antes de ganar el Golden Globe, distinción que el mismo director del filme consideró «un reconocimiento del derecho del pueblo palestino a la libertad y a la igualdad». La película, que aborda uno de los temas más delicados del conflicto del que son parte integrante y que viven cada día en su propia piel, ha tenido éxito tanto entre el público como entre la crítica de 50 países del mundo. Pero ¿Qué opinan de ella los directamente afectados por las dinámicas de las que en ella se cuenta?

Perplejidades. «Nos hemos arriesgado mucho para filmar la película y, hablando sinceramente, si pudiera dar marcha atrás no lo volvería a hacer. Fue una experiencia traumática», declaró el director de cine en una entrevista en el otoño pasado. De hecho, resulta difícil imaginar a un equipo de cine que trabaja sin problemas ni contratiempos en los Territorios Ocupados, como subraya el director de Palestine Media Unit, Ala Yousef. «Sobre todo, resulta difícil encontrar una explicación de la colaboración del ejército israelí que recluta soldados en la escena inicial del checkpoint». El Sr. Yousef hace un análisis muy critico, del que se desprende un cierto resentimiento por la falta de realismo que percibe en muchos pasajes de la película: las actitudes de Suha, joven pacifista educada en el extranjero, hija de un mártir local, que no son conformes con las reglas de la sociedad local; la grotesca imagen de los combatientes de la resistencia que comen sin respeto unos bocadillos mientras uno de los dos aspirantes kamikazes se dedica a leer su dramático testamento frente a una cámara de video que no deja de bloquearse; la venta de videocintas que documentan las últimas declaraciones de los mártires y de los colaboracionistas. «La sensación -explica Yousef- es que el tema de los atentados suicidas le haya parecido una gran oportunidad a un director que antes no había tenido mucho éxito, ni en el extranjero ni en su país, y que de esta forma cree haber encontrado una solución ideal para afirmarse». El optimismo inicial deja el espacio a la decepción de quien, como el Sr. Yousef, se había imaginado una película que hablara «del sufrimiento cotidiano de un pueblo obligado a vivir en una jaula debido a la ocupación militar, que hablara de las raíces del conflicto israelo-palestino y de la condición de los refugiados palestinos, deportados a partir de 1948, y que aún hoy en día siguen siendo objeto de deportaciones».

De un frente al otro. Mientras en Nablus se sospecha que, con la finalidad de ganarse al público occidental, se decidió hacerle espacio a elementos que le faltan de respeto a la cultura local a pesar de que eso represente un daño a la imagen de Palestina, en Israel se levanta una voz contraria para denunciar una evidente intención de justificar los ataques kamikazes en territorio israelí. «Durante toda la película se sigue subrayando como todos los esfuerzos por encontrar una solución pacífica a la ocupación y a la limpieza étnica han fracasado, y consecuentemente no queda otra opción que la violencia», escribe Irit Linor. Resulta significativa la escasa afluencia de público en las pocas salas donde «Paradise Now» se ha exhibido en Israel. «Podría tratarse de la consecuencia de un sentimento general de apatía e indiferencia. Yo creo que esta película se debería difundir lo más posible -especialmente en Israel- porque narra una parte de nuestra historia. Hasta la fecha esto no ha sucedido, pero quizás la candidatura para los óscares pueda ayudar en este sentido», afirma Amir Harel, productor israelí de la película.

Suspensión del juicio. «El tema de los ataques suicidas es tan controvertido que, cada vez que debato con alguien acerca de ello descubro nuevos puntos de vista», explica Tala, joven estudiante de periodismo en la universidad Birzeit de Ramallah. Varios testimonios locales le reconocen al director el mérito de haber abordado un tema considerado tabù entre los mismos palestinos, a quienes normalmente les cuesta trabajo hablar abiertamente de la cuestión de los mártires y de las consecuencias que sus acciones producen en la vida real y en la ultraterrena. «Me ha conmovido mucho porque, independientemente del hecho que el director sea palestino, me parece una obra de arte que trata un tema muy delicado de manera sofisticada», añade Tala. «No es una película obvia, y tamposo resulta demasiado general, sino que logra trasmitir puntos de vista significativos, dejándole al público la libertad de profundizar el tema y formarse su propia opinión». Y aquí el pensamiento no puede sino regresar a una noche de Nablus, cuando un amigo que vio a su madre pacifista morir frente a sus ojos por obra del fuego israelí, confió: «Yo soy un hombre de paz: creo, y mi religión no justifica la violencia. Yo no justifico este tipo de acciones, pero tampoco puedo condenar a quienes eligen resistir a la ocupación de manera distinta a la mía. Nosotros los palestinos no podemos permitirnos juzgar: sabemos solamente que estamos obligados a la resistencia.»