Traducido por Carlos Sanchis y Revisado por Caty R.
Como sus declaraciones del pasado mes de agosto en Jericó, donde el Primer Ministro Ehud Olmert expresó su buena voluntad de retirarse de un área equivalente al 100% de los territorios ocupados, sus últimas declaraciones en el Foro de Saban, en presencia de Condoleezza Rice y Tony Blair, sonaron prometedoras; e incluso conmovedoras. «Anápolis es un hito» dijo, «en el camino hacia las negociaciones y un esfuerzo real para lograr la realización de la visión de las dos naciones: el Estado de Israel, la nación del pueblo judío; y el Estado palestino, la nación del pueblo palestino».
Es más, expresó la esperanza de que la solución de los dos estados se logre antes del final del mandato del presidente estadounidense George W. Bush, que acabará en enero de 2009.
El discurso parecía sincero e incluso apasionado. Olmert dio la impresión de que tenía la voluntad de enfrentarse a todas las dificultades, incluida la necesidad de que Israel cumpla su parte de la Hoja de Ruta que se está negociando. Afirmó clara y firmemente que Israel tiene ahora «socios para la paz» en el liderazgo palestino. Todas las bases parecían estar sentadas: el compromiso del gobierno israelí con la Hoja de Ruta y una solución de dos estados sin ninguna duda.
Por tanto, ¿cuál es el problema? La pieza que falta, el documento crucial que atenta contra cualquier solución viable de los dos estados, un factor en las consideraciones estratégicas de Israel mencionadas por Olmert como un aparte hace sólo unos días, es la carta de Bush de abril de 2004 dirigida al entonces Primer Ministro Ariel Sharon. Este documento, poco difundido, cambió fundamentalmente los parámetros de lo que se va a discutir en cualquier «proceso de paz» y las obligaciones de Israel según la Hoja de Ruta. Esa carta está considerada por el gobierno israelí quizás como el elemento más crucial en su intento de retener los principales bloques de asentamientos y de ese modo excluir la posibilidad de un estado palestino viable.
La esencia de la carta de Bush, que fue ratificada seguidamente por la Cámara de Representantes por una votación de 407 a 9 y por el Senado de 95 a 1, es el párrafo: «A la luz de las nuevas realidades sobre el terreno, incluidos los importantes centros de población israelí que ya existen, es poco realista esperar que el resultado de las negociaciones del estatuto final sea un retorno pleno y completo a la línea del armisticio de 1949».
Con una frase aparentemente inocua el presidente Bush fatalmente, pero a sabiendas, socavó la Resolución 242 de la ONU, los propios fundamentos de la solución de los dos estados desde 1967 y los de su propia iniciativa -la Hoja de Ruta-, al anular la exigencia de que Israel retorne a la Línea Verde (con los ajustes acordados) para que pudiera surgir un estado palestino viable.
Israel toma la posición estadounidense -rechazada por los otros tres miembros del Cuarteto para la Hoja de Ruta: la ONU, Europa y Rusia, pero ¿y qué?- que acuerda que mantenga sus principales bloques de asentamientos. En número son seis o siete: el Valle del Jordán, el bloque de Ariel, el de Modi’in, los tres bloques que constituyen «el Gran Jerusalén» (Givat Ze’ev, Ma’aleh Adumim y Etzion/Efrat) y quizás uno sobresaliente en Hebrón.
Por lo tanto cuando Olmert habla de «conforme con la Hoja de Ruta», habla de retirarse de todo el territorio ocupado aparte de esos bloques de asentamientos, puesto que la carta de Bush, de facto, se los anexiona a Israel. La construcción masiva de asentamientos y carreteras entre dichos bloques de asentamientos no constituye, por consiguiente, una violación de las responsabilidades de Israel para acabar con la construcción de asentamientos en la primera fase de la Hoja de Ruta, puesto que éstos ya no forman parte del territorio ocupado.
El área de los bloques de asentamientos que Israel desea retener puede que no parezca mucho, entre el 10 y el 20% de Cisjordania, incluido el «Gran Jerusalén». Pero es clave para un estado palestino viable y la «viabilidad» es un término de referencia en la Hoja de Ruta.
Los bloques de asentamientos de un «Gran Jerusalén» israelí aparta a los palestinos del corazón económico de su futuro estado, puesto que el 40% de la economía palestina, según el Banco Mundial, gira alrededor del turismo en Jerusalén. Los otros bloques trinchan Cisjordania en tres «cantones» (término de Sharon, ya que el Plan de Convergencia de Olmert, que nunca abandonó, está basado en el Plan de Cantonización de Sharon). El bloque del Valle del Jordán asegura el control israelí de la frontera y el agua del río Jordán.
En efecto, al aceptar la Hoja de Ruta, Olmert tiene en mente un documento muy diferente al de la ONU, los europeos, los rusos y los palestinos. En la versión israelí del documento están integradas las «14 reservas» añadidas que en la práctica invalidan la Hoja de Ruta como un auténtico camino a la paz.
Las reserva número 5, por ejemplo, establece que «El estado provisional, que tendrá fronteras provisionales y algunas atribuciones de soberanía, será totalmente desmilitarizado, no tendrá autoridad para llevar a cabo alianzas de defensa o cooperación militar y las entradas y salidas de personas y mercancías, así como su espacio aéreo y el espectro electromagnético estarán bajo control israelí».
Al final, los palestinos pueden obtener el 80-90% de Cisjordania, pero no un estado viable. Tendrán pedazos estériles de territorio mientras Israel retiene el control de las fronteras, los movimientos de las personas y mercancías, tanto dentro del estado palestino como entre éste y los países de alrededor, gran parte de la tierra cultivable del país, casi todos sus acuíferos, el espacio aéreo de los palestinos e incluso el control de sus comunicaciones. El estado palestino estará privado de una economía viable.
Dado que el 60% de los palestinos son menores de 18 años y que el mini-estado deberá absorber a centenares de miles de refugiados, las perspectivas de convertirse en un verdadero estado viable e independiente son nulas a la vista de los parámetros tácitos perfilados en la carta de Bush.
Habrá un estado palestino. Israel tiene una urgente necesidad demográfica de poner a casi cuatro millones de palestinos de los territorios ocupados fuera de sus manos. Incluso podría intentar «intercambiar» un par de cientos de miles de ciudadanos árabes israelíes del Triángulo de Galilea bajo la pretensión de darles más tierra a los palestinos. La cuestión crucial es: ¿será un estado viable? Si es verdad que Olmert pretende que Israel retenga permanentemente los bloques de asentamientos, un «Gran Jerusalén» israelí y el control de todo el país hasta el río Jordán, entonces simplemente estaremos sustituyendo la ocupación por una sofisticada forma de apartheid. El diablo está en los detalles.
Texto original en inglés:
http://www.jpost.com/servlet/Satellite?cid=1192380752506&pagename=JPost%2FJPArticle%2FPrinter
El doctor Jeff Halper es profesor jubilado de Antropología de la Universidad Ben Gurion (Israel) y uno de los fundadores y coordinador del Comité Israelí contra las Demoliciones de Casas. Fue candidato, junto al activista palestino por la paz Ghassan Andoni, al Premio Nobel de la Paz 2006.
Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.