Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis
Suena a chiste pero es totalmente en serio. El gobierno de Israel no reconoce a la nación israelí. Dice que tal cosa no existe.
¿ Puede Vd. imaginarse al gobierno francés negando la existencia de la nación francesa? ¿ O al gobierno de los Estados Unidos de América no reconociendo la nación estadounidense? Así pues, Israel es la tierra de ilimitadas posibilidades.
Cada persona en Israel es registrada en el «registro de habitantes» del Ministerio del Interior. La inscripción incluye el apartado «nación». Esta entrada también aparece en el carné de identidad que toda persona en Israel esta obligada a llevar consigo en todo tiempo so pena de persecución criminal.
El Ministerio del interior ha listado 140 naciones reconocidas que sus funcionarios pueden registrar. Estas incluyen no solo a naciones establecidas («Rusia», «Alemania», Francia» etc.) sino también «Cristiano», «Musulmán», «Druso» y otras más. La «nación» de un ciudadano árabe de Israel, por ejemplo, puede ser registrada como «árabe», «cristiano» o «católico» (pero no «palestino»; el Ministerio del Interior todavía no es consciente de la existencia de semejante nación.)
La mayoría de los israelíes llevan, por supuesto, carnés de identidad diciendo » Nación: Judíos «. Esto se ha convertido ahora en objeto de debate.
Un grupo de 38 israelíes ha pedido la cancelación de su registro como «Judío» y su sustitución por «Israelí». El Ministerio del Interior lo rechaza diciendo que tal nación no aparece en su lista. El grupo ha solicitado al Tribunal Superior de Justicia que instruya al ministerio que los registre como pertenecientes a la nación «israelí». Esta semana el caso llega ante el tribunal.
Los 38 incluyen a algunos de los más eminentes profesores de Israel (historiadores, filósofos, sociólogos), figuras bien conocidas por el público y otros (incluyendo, humildemente, a mí mismo). Uno de los iniciadores es un druso. Están lejos de pertenecer a un único campo político; por el contrario, incluye tanto a gentes de derechas como de izquierdas. Uno de ellos es Benny Peled, antiguo comandante de la Fuerza Aérea, una persona muy de derechas, que murió después de que la petición fuera sometida a consideración.
El Tribunal Supremo (establecido como Tribunal Superior de Justicia) maneja el caso como una patata caliente. ( Jamás pensó el Justicia Mishal Heshin que se deleitaría encontrado en la lista del ministerio la nación » Asiria»; actualmente una pequeña comunidad religiosa, un remanente de la antigüedad que todavía habla un dialecto arameo.)
Principalmente, los jueces dicen que el Tribunal Supremo – que trata por lo general con asuntos administrativos – no está equipado para instruir sobre semejante y profunda cuestión. Aconseja a los peticionarios a acudir al Tribunal de Distrito, donde es posible una amplia discusión y testigos expertos pueden ser llamados. Los peticionarios aceptaron este consejo, y el litigio será transferido a otro foro judicial que habrá de celebrar muchas audiencias.
¿Por qué rechaza el gobierno israelí reconocer a la nación israelí? Según la doctrina oficial, existe una nación «judía», y el Estado pertenece a ella. Después de todo, es un «Estado Judío», o, en palabras de una de las leyes, «el Estado del pueblo judío». Según la misma doctrina, también es un estado democrático, y todos sus ciudadanos se supone que son iguales, sin importar su afinidad nacional. Pero básicamente el estado es «judío».
Según esta doctrina, el judaísmo es tanto una nación como una religión. En los primeros años de Israel, había ya una ley que si una persona declarada, bona fide, era judía, podía ser registrada como tal. Pero cuando el campo religioso alcanzó más poder, la ley fue enmendada y desde entonces una persona era registrada como judía sólo si su madre es judía o si se ha convertido a la fe judía y no adopta otra religión. Esto es, por supuesto, una definición puramente religiosa (según la ley religiosa judía, una persona es judía si su madre lo es. El padre es irrelevante en este contexto.)
Esta situación ha creado otro problema. En Israel, los rabinos ortodoxos disfrutan de un monopolio sobre los asuntos religiosos judíos. Otras dos facciones religiosas que son muy importantes en los Estados Unidos, los conservadores y los reformistas son discriminadas por Israel y las conversiones dirigidas por ellos no son reconocidas por el gobierno. Hace unos años, el Tribunal Supremo sentenció que las personas convertidas al judaísmo en Israel por estas dos comunidades debían también ser registradas bajo » Nación: Judía». Con lo cual el Ministro del Interior de entonces, un político religioso, dictatorialmente decretó que todos los carnés de identidad futuros mostrarían, bajo el apartado «nación» solamente cinco estrellas. Pero en el «registro de habitantes» del ministerio, todavía dice» Nación: Judía».
Las raíces de la confusión se remontan a los inicios del movimiento sionista. Hasta entonces, los judíos de todo el mundo eran una comunidad étnico- religiosa. Esto era anormal en la contemporánea Europa, pero completamente normal hace 2000 años, cuando tales comunidades – helénica, Judía, cristiana y muchas más – eran la norma. Cada una era autónoma en el Imperio Bizantino y tenían sus propias leyes y jurisdicción. Un judío de Alejandría podía casarse con una mujer judía de Antioquia pero no con su vecina cristiana. El Imperio Otomano continuó esta tradición, llamando a las comunidades millets ( de una palabra árabe para nación).
Pero cuando surgieron los movimientos nacionales modernos en Europa, y apareció que los judíos no tenían lugar en ella, los fundadores del sionismo decidieron que los judíos debían constituirse ellos mismos como una nación independiente y crear un estado propio. La comunidad étnico- religiosa fue simplemente redefinida como una nación, y así una nación vino a ser también una religión y una religión era también una nación.
Esto, por supuesto, era una ficción, pero una ficción necesaria para el sionismo, que reclamaba Palestina para la «nación» judía. Para mantener una lucha nacional, debía de haber una nación.
Sin embargo, dos generaciones después, la ficción se convirtió en realidad. En Palestina, una nación real, con una realidad nacional y una cultura nacional, se había desarrollado. Los miembros de esta nación se consideraban a sí mismo judíos, pero judíos que eran diferentes en muchos aspectos a los otros judíos del resto del mundo.
Antes de la creación del estado de Israel, y sin que una decisión consciente fuera hecha, en la habla hebrea cotidiana se hacía una distinción entre «Hebreo» y «Judío». Se hablaba de la «Yishuv Hebrea» (la nueva sociedad en Palestina) y la «religión judía», agricultura «Hebrea» y tradición «Judía», «trabajador hebreo» y » diáspora judía», «clandestinidad Hebrea» y holocausto «Judío». Cuando era un muchacho, nos manifestábamos por la inmigración judía y un estado hebreo.
Cuando existió Israel, los cosas se volvieron más simples. Un israelí que sea preguntado en el extranjero sobre su identidad nacional, automáticamente responde: » soy israelí». No entra en su cabeza decir » soy judío», a menos que se le pregunte específicamente por su religión.
No hay contradicción entre nuestro ser judíos e israelíes. El hombre moderno esta compuesto de capas diferentes que no anulan unas a las otras. Una persona puede ser un hombre por sexo, un vegetariano por inclinación, judío por religión e israelí por grupo nacional. Una mujer en Brooklyn puede ser judía y americana al mismo tiempo; judía por origen y religión, perteneciente a la nación estadounidense.
Conforme a las modernas normas occidentales, una nación se define por la ciudadanía, ciertamente en muchas lenguas «nacionalidad» denota ciudadanía. Cada ciudadano norteamericano pertenece a la nación de los Estados Unidos, sin importar que su origen sea escocés, africano, mejicano o judío. Por religión, un estadounidense puede ser católico, judío, budista o evangelista. Eso no conlleva su pertenencia a la nación, que es un colectivo político.
Las naciones europeas se han adaptado, también, despacio a estas normas. Sólo los fascismos exigen una conformidad «total» de la raza, nación e idioma.
¿ Por qué es esto importante? Contrariamente a la ahora difunta doctrina fascista, la pertenencia a una nación es un asunto de decisión autónoma. Los cientos de miles de rusos que han venido a Israel legalmente ( como familiares cercanos de judíos) que sirven en el ejército israelí y pagan impuestos israelíes- si quieren pertenecer a la nación israelí, pueden ciertamente pertenecer. Los ciudadanos árabes que quieren pertenecer a la nación israelí son ciertamente israelíes – sin renunciar a su identidad palestina y a su religión musulmana, cristiana o drusa.
Para mucha gente es difícil renunciar a los mitos sionistas con los que han crecido. Tratan de evadir cualquier discusión a este objeto; y verdaderamente es difícil siquiera mencionarlo en nuestros medios de comunicación.
Nuestra petición al Tribunal Superior de Justicia, y pronto al Tribunal de Distrito, esta pensada para provocar, al fin, tal debate.
Hace dos mil años, el profeta Jonás se hallaba en un barco sacudido por una tormenta. El amedrentado marinero, buscando a alguien que culpar, se preguntó (Jonás, 1,8): ¿»Cuál es vuestro país? Y ¿de qué pueblo eres?» A lo cual Jonás contestó: «¡Soy hebreo!»
En respuesta a la misma pregunta declaramos: «¡Somos israelíes!»
25.9.04