Traducido para Rebelión por Jorge Aldao
El discurso pronunciado por el Presidente estadounidense Barack Obama, ayer, en El Cairo, estuvo plagado de contradicciones. Porque declaró su oposición a «la matanza de hombres inocentes, mujeres, y niños», pero defendió las guerras estadounidenses en curso en Irak y Afganistán y la lucha por el poder de los EUUU en Pakistán, permaneciendo callado sobre la más reciente matanza israelí de palestinos en la Franja de Gaza. Estas guerras han dado muerte, al menos, a un millón de iraquíes y a decenas de miles en Afganistán, Pakistán y en los territorios palestinos.
Obama declaró su apoyo a la democracia, a los derechos humanos y a los derechos de la mujer, después de dos días de reuniones con el Rey Abdullah de Arabia Saudita y con el Presidente egipcio Hosni Mubarak, dos de los tiranos más notorios en el Oriente Medio. Pero él nada dijo en su discurso sobre la ausencia completa de derechos democráticos en Arabia Saudita, o sobre la represión en curso bajo la dictadura militar de Mubarak. En los días previos a la llegada del presidente de EEUU, el campus de la la Universidad Al–Azhar fue asaltado por la policía secreta egipcia que detuvo a más de 200 estudiantes extranjeros. Y antes terminar su viaje a Oriente Medio, Obama elogió a Mubarak como «un firme aliado».
Adoptando una postura como defensor de la paz universal y del entendimiento, Obama diplomáticamente omitió cualquier referencia a su orden de intensificar la guerra en Afganistán con el envío de 17.000 soldados estadounidenses adicionales. E, implícitamente, suscribió la política en Irak de su predecesor, cuando declaró: «creo que los iraquíes están en última instancia mejor sin la tiranía de Saddam Hussein.» Y, también, pareció dar rodeos en relación al plazo de diciembre de 2011 para la retirada (de las tropas USAmericanas N.deT.) negociado por la administración de Bush, que él definió como una promesa «para retirar todas nuestras tropas de Irak en el 2012»
Obama rechazó la acusación de que América es «un Imperio egoísta» -una caracterización absolutamente apropiada- y negó que los Estados Unidos buscaran bases, territorio o acceso a recursos naturales en el mundo musulmán. Afirmó que la guerra en Afganistán era «una guerra necesaria», provocada por los ataques terroristas del 11 de Septiembre. Este es el mismo argumento planteado por la administración de Bush-Cheney en ese entonces que, deliberadamente, encubre los verdaderos intereses materiales en juego. La guerra en Afganistán es parte de la ofensiva del imperialismo estadounidense para dominar las dos áreas mundiales más importantes en gas y petróleo, el Golfo Pérsico y la Cuenca del Mar Caspio.
Hubo, por supuesto, un cambio notable en el tono retórico, del intimidatorio «usted está con nosotros o contra nosotros» de George W Bush al tranquilizador «en esto estamos todos juntos» de Obama. Pero como varios comentaristas hicieron notar (el New Republic comparó este discurso, línea por línea, con el pronunciado por Bush a las Naciones Unidas el 16 de septiembre de 2006). Si usted apagara la imagen y el sonido y simplemente leyera el texto preparado, encontraría sus palabras muy similares a las de los discursos pronunciados por Bush, Condoleezza Rice y otros funcionarios de la administración anterior.
La retórica vaga y florida, los homenajes verbales a la cultura islámica y a la igualdad de derechos de naciones constituyen una adecuación en el lenguaje usada para encubrir la política de imperialismo estadounidense y no un cambio de fondo. Obama no hizo ni una sola oferta concreta para reparar los agravios a los pueblos oprimidos del Oriente Medio. Esto se debe a que el origen fundamental de esta opresión es el sistema de beneficios y la dominación del mundo por el imperialismo, del cual el imperialismo norteamericano es el más despiadado.
Obama hizo, de pasada, una referencia al colonialismo y al papel de los EEUU en el derrocamiento del gobierno democráticamente elegido de Mossadegh en Irán en 1953. Pero en su enumeración de las «fuentes de tensión» en la región, señaló las mismas causas que su predecesor, dando el primer lugar «al extremismo violento», el substituto retórico de Obama «al terrorismo» de Bush.
La reacción al discurso de Obama en los medios de comunicación americanos fue de entusiasmo general. El liberal David Corn de la revista Mother Jones dijo que las grandes ventajas de Obama eran «su historia personal, su «no Bushismo», su reconocimiento de los errores estadounidenses y su predisposición para, al menos, hablar como si quisiera ser un honesto agente de bolsa en Medio Oriente».
Michael Crowley escribió en la pro-bélica liberal revista New Republic; «verlo revelar su biografía, destacando un perfil tan desconocido para al mundo permite apreciar cuánto se beneficiará Norte América presentando esta nueva cara al mundo».
Quizás lo más revelador fue el comentario de Max Boot, un conservador super defensor de la guerra en Irak, quien escribió: «Pensé que él hizo un trabajo más eficaz defendiendo a Norte América ante el mundo musulmán. No hay duda: Él es un vendedor más eficaz que su antecesor».
En su discurso en El Cairo, Obama estaba jugando el papel para el que fue reclutado y promovido por un sector decisivo de la elite financiera de EEUU y de su aparato militar y de política exterior. En este rol debe proporcionar una nueva cara para el imperialismo estadounidense como parte de un cambio de táctica -pero no de estrategia- de la ofensiva de Washington para la dominación mundial.
Hace casi dos años, el antiguo consejero de seguridad nacional estadounidense Zbigniew Brzezinski hizo público su apoyo a la candidatura presidencial de un todavía oscuro senador por Illinois, albergando la esperanza de que siendo un afroamericano con lazos familiares con el mundo musulmán, Obama mejoraría la imagen mundial de los Estados Unidos.
Brzezinski fue el halcón principal en la administración del Demócrata Jimmy Carter y ayudó a instigar agitaciones políticas en Afganistán con la esperanza de inducir a una invasión soviética que atraparía a la burocracia de Moscú en un pantano similar al de Vietnam. Él ha estado constantemente obsesionado por lo que él llama » el gran tablero de ajedrez » de Eurasia y, en especial, en la zona de Asia Central rica en hidrocarburos donde la lucha para ganar influencia ahora se verifica furiosa entre los Estados Unidos, Rusia, China y Irán.
Según Brzezinski, en agosto de 2007, Obama «reconoce que el desafío es una nueva imagen, un nueva sensibilidad para dirigir, una nueva definición del papel de América en el mundo… Obama es claramente más eficaz y domina la situación. Él tiene el sentido de lo que es históricamente relevante y de lo que se requiere de los Estados Unidos en su relación con el mundo».
Brzezinski, un defensor despiadado de los intereses de imperialismo estadounidense, ha lanzado repetidamente advertencias a la elite dirigente de Norte América sobre el peligro de lo que él llama «el despertar político global».
En un comentario particularmente perspicaz y sólo meses antes de que aprobara a Obama, Brzezinski dijo a la revista alemana Der Spiegel que la enorme mayoría de la humanidad «ya no tolerará las enormes disparidades en la condición humana. Bien podría ser este el peligro colectivo que tendremos que afrontar en las próximas décadas».
Para decirlo con claridad, el más perspicaz miembro de las clases dirigentes de EEUU tiene miedo de la revolución mundial. El esfuerzo para prevenir una tal agitación social es lo que los obligó a instalar a Obama en la Casa Blanca y a enviarlo en su peregrinación a El Cairo.