Dos hechos podrían destapar la olla de descontento que el rey Abdallah II lleva un año intentado anestesiar con anuncios de reformas, hasta el momento, invisibles: La inmolación, por primera vez en Jordania, de dos ciudadanos como protesta por su deteriorada situación económica y el procesamiento de un joven de 18 años en un tribunal […]
Dos hechos podrían destapar la olla de descontento que el rey Abdallah II lleva un año intentado anestesiar con anuncios de reformas, hasta el momento, invisibles: La inmolación, por primera vez en Jordania, de dos ciudadanos como protesta por su deteriorada situación económica y el procesamiento de un joven de 18 años en un tribunal militar por quemar una fotografía del rey en una de las múltiples manifestaciones que se suceden desde hace doce meses.
Dos síntomas que complican al monarca el control de la situación: por una parte la constatación de que la desesperación aumenta; por otra, la corroboración de que la figura del rey ya no es intocable. Cada día más manifestantes se atreven a señalarle directamente como responsable de la situación del país.
Desde que Jordania tomara el testigo de la llamada Primavera Árabe en enero de 2011, no han cesado las muestras de descontento para exigir la urgencia de reformas políticas y económicas, así como el fin de la corrupción. La mayoría han sido convocadas por los grupos musulmanes, liderados por el partido de la oposición Frente de Acción Islámica (FAI) de los Hermanos Musulmanes que, a su vez, ha recibido los envites de los partidarios del régimen. La semana pasada un hombre fue detenido al irrumpir en su sede de Ammán con un cinturón de explosivos amenazando con hacerlos estallar porque FAI actúa en contra del rey. El Frente de Acción Islámica de Zarqa amaneció en llamas el pasado mes de diciembre. Tras los ataques recibidos durante los últimos meses – se les acusa de incitar a la calle y de haber amenazado con recurrir a las armas – decidieron ausentarse de los actos principales, celebrados por el aniversario de las protestas, en el centro de la ciudad tras la oración del viernes 7 de enero.
En el mes de diciembre, la Justicia convocó al ex alcalde de la capital, Omar al Maní, por acusaciones de corrupción y anunció la apertura de una investigación contra ex cargos públicos. Con la difusión del proceso, que sorprendía a responsables políticos, y a la misma ciudadanía, Abdalá II declaraba que el ciudadano «está harto de los lemas de la lucha contra la corrupción» y que «no hay inmunidad para nadie«. La acción ha sido entendida como un mensaje político hacia los que piden reformas, mientras que la familia de Al Maní cree que está siendo utilizado como «chivo expiatorio«, y el FAI lo considera insuficiente como acción de «lucha contra la corrupción«. Lo cierto es que, el periódico Al Hayat, asegura que tres ex presidentes del gobierno además de un ex jefe del Gabinete Real y varios responsables serán convocados próximamente a acudir a los Tribunales. El Gobierno también ha remitido a la Fiscalía General expedientes sobre privatizaciones y proyectos sospechosos de empresas.
La oposición cree que la corrupción es el resultado del «poder absoluto» que detenta el Rey para designar a los cargos gubernamentales y exigen reformas constitucionales que limiten su toma de decisiones. Pero más allá de todo lo vivido en la escena política, el propio Primer Ministro, Awn Shawkat al Jasawneh, reconoce que las razones de las movilizaciones continúan vigentes: La ausencia de reformas, como la ley electoral; el aumento del paro, la pobreza y la carestía de la vida. Los jordanos comienzan el año haciendo frente a la subida de los precios de la electricidad, según ha anunciado el gobierno por los cortes de suministro de gas egipcio, que apretará aún más la ya de por sí ahogada economía de las familias.
Las inmolaciones de los dos ciudadanos jordanos apuntan a los motivos que ocasionaron las manifestaciones más concurridas registradas en Jordania y que un año después han empeorado. Ahmad Almatareneh de 52 años y con trece hijos había escrito una carta al Rey en la que denunciaba que «la corrupción en su trabajo (funcionario en el Ayuntamiento de Ammán) había provocado que lo perdiera. En paro desde julio de 2010, decidió quemarse frente a la oficina de la Casa Real. Dos días más tarde, un profesor de 27 años, Yaasin Alzu’bi, se prendió fuego también por motivos económicos debajo de una foto del rey.
Preguntar si puede suceder algo parecido a lo que ocurrido en los países vecinos ya no es una locura en Jordania, pero todavía nadie se atreve a pronosticar cómo ni cuándo.